¿Felices Para Siempre?

Capitulo 1:

Encuentro

El sonido de sus pasos era amortiguado por el duro suelo de tierra y el viento silbante que mecía su cabello en todas direcciones.

Jadeaba a causa de la carrera, pero pese al cansancio no se detendría.

Sabia que lo perseguían.

La luna llena iluminaba los campos de algodón por los que se abría paso, y cuyas altas sombras camuflaban su silueta con la oscuridad de aquella calurosa noche de verano.

Ocultaba su rostro tras una capucha, aunque dudaba que en el lugar donde ahora se encontraba habría alguien que podría reconocerlo.

Era más joven y atlético que sus perseguidores y les llevaba una ventaja considerable, pero ellos le doblaban en numero, y podrían acorralarlo.

Divisó a lo lejos una cabaña pequeña que, dada su ubicación, debía servir para guardar el algodón cosechado.

Aumentó la velocidad con su mirada fija en aquella choza, tenia que ser un buen lugar para ocultarse.

La cabaña era una pequeña edificación de madera de un solo piso, cuya única ventana ubicada a un costado había sido entablonada y no permitía el correcto ingreso de luz en su interior.

Empujó la puerta que crujió a causa de los oxidados goznes.

La luz de la luna iluminó brevemente la estancia revelando lo que se encontraba en su interior. Era una sola habitación, y como acertadamente había pensado, era un almacén de algodón.

El suelo de piedra creó un eco sordo cuando cerró la puerta con cuidado.

Se inclinó colocando sus manos sobre sus rodillas mientras intentaba recuperar el aliento.

Sonrió satisfecho consigo mismo. Ahí no lo buscarían, y no habría nadie que lo delatara esta vez por la simple razón de que no esa cabaña estaba vacía y no había personas a muchos metros a la redonda, no podían, al menos no a esa hora.

O eso pensaba.

Pero estaba equivocado.

Una figura lo miraba con los ojos inundados de terror.

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Debido a la escasa luz que se filtraba por las rendijas de la ventana, le era imposible reconocer a su acompañante.

Entornó los ojos y notó la capucha negra que ocultaba el rostro del visitante tras un velo de sombras.

Escuchaba con claridad su respiración agitada mientras, por su parte, intentaba reprimir un grito.

Esa persona tenia que estar huyendo de alguien. Dada la hora, tenia que tratarse de algún ladrón. O podía ser algo peor.

Cubrió su boca con ambas manos y se pegó a la pared. Si no notaba que estaba allí, no podría hacerle daño.

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Cuando sintió que sus pulsaciones regresaban a su estado normal levantó su mirada para hacer un reconocimiento de la habitación con más detenimiento.

Sólo podría quedarse allí un par de horas, antes de emprender de nuevo la marcha y con suerte llegar a alejarse mas que la ultima vez.

Avanzó unos cuantos pasos alejándose de la puerta.

Miraba en todas direcciones, intentando encontrar una salida rápida en caso de necesitarla.

Sus ojos, ya acostumbrados a la oscuridad podían reconocer los objetos que lo rodeaban.

Había varias filas de sacos llenos de algodón apilados uno sobre otro. Unas pequeñas mesas apoyadas a un costado contra la pared, donde se asentaban unos objetos que no pudo distinguir con claridad que eran, porque no los había visto nunca. Un par de ojos que brillaban reflejando la luz de la luna. Unas bolsas que contenían algún tipo de fertilizante.

Abrió los ojos con asombro. ¿Un par de ojos?

Sus ojos regresaron al punto donde había creído verlos. Pero no había sido producto de su imaginación.

Ahí estaba parada una persona. Y le devolvía la mirada.

Por su postura encogida, dedujo que tenia miedo.

La mirada de aquella figura se dirigía hacia él y luego los dirigía a la puerta, probablemente calculando si podría escapar de ahí.

No le dejaría.

No dejaría que abandonara esa estancia.

Ellos la encontrarían e interrogarían a quien sea que fuese esa persona, y por ende determinarían su paradero.

Había sucedido con frecuencia. A las personas les encantaba delatarlo y a cambio recibían una generosa recompensa.

Pero no esta vez.

Esta vez había sido mucho mas cuidadoso y no permitiría que alguien arruinara sus planes.

Dio grandes zancadas en dirección a esa persona que presa del miedo no pudo moverse con la suficiente velocidad, cuando él ya la había apresado entre sus brazos.

Se trataba de una chica. Era delgada y más pequeña que él, pero a pesar de eso tenia una fuerza increíble. Se retorcía y gimoteaba en un intento por liberarse.

Cubrió la boca de la muchacha con una de sus manos para evitar que gritase, mientras intentaba retenerla con la otra.

-Tranquilízate -susurró en un intento vano por calmarla -no voy a hacerte daño.

La chica no lo obedeció. Continuo retorciéndose entre su brazos hasta que atinó a propinarle una patada, que hizo que la soltara.

Sin embargo él era más rápido y llegó hasta la puerta bloqueándola con todo su cuerpo.

-Por favor -escuchó que la chica suplicaba -por favor déjame ir.

-Lo siento, no puedo -respondió en un susurro -les dirás donde estoy.

-No le diré nada a nadie -dijo ella posando sus ojos en la puerta -lo juró. Pero por favor déjame ir. Además aquí no te encontrará nadie. Los ladrones no se interesarían en unos sacos de algodón.

Pese a la situación, él sonrió divertido. -Yo no soy un ladrón -afirmó

-Claro, olvide que los atletas salen a entrenar a estas horas de la noche en los campos de siembra -dijo ella sarcásticamente.

-Bien, te lo demostrare pero si me prometes que te quedaras aquí hasta que yo te indique y no le dirás a nadie que me has visto -hizo una pausa y añadió -por favor.

Ella se cruzó de brazos, considerando si debía ponerse a gritar o no. -Ya dije que no diría nada, pero de ninguna forma voy a obedecer una orden tan fuera de lugar. Yo me iré cuando yo quiera irme, no cuando un desconocido que además es un ladrón me lo ordene.

Él suspiró con frustración.

Levantó ambas manos y ella retrocedió unos cuantos pasos creyendo que él volvería a atraparla.

Observó que él se removía la capucha, revelando su rostro.

Caminó un poco hasta que los tenues haces de luz iluminaran su cara para que ella pudiera reconocerlo.

Ella soltó un pequeño gritó de admiración y luego se cubrió la boca con las manos.

Él la miraba algo nervioso.

Ella dio tímidos pasos en su dirección para observarlo mejor y luego hizo una profunda reverencia.

-Lo siento mucho Alteza, no era mi intención tratarlo de manera tan descortés -se disculpó haciendo otra reverencia.

-¿Quieres bajar la voz? -dijo él mirando nerviosamente por la ventana -y no me llames así, lo odio.

-Pero señor -continuo ella aun con asombro -¿qué esta haciendo aquí a estas horas de la noche?

-Tampoco me llames así -dijo con voz cansada

-¿Entonces como...?

-Llámame Ash -dijo interrumpiéndola.

Ella tenia una ceja levantada.

Él exhalo molesto. -¿Acaso quieres la presentación formal? -preguntó haciendo una mueca -Bien. Mi nombre es Ash Ketchum. Hijo de la reina Delia, soberana de este país, y de el rey Adam, que en paz descanse -dijo repitiendo las palabras que siempre tenia que decir al conocer a alguien.

Ella continuaba mirándolo.

-¿Y tu no vas a decirme como te llamas?

-Por supuesto señ... -se interrumpió al ver que él fruncía el ceño. -Por supuesto.

Tomó aire.

-Mi nombre es Misty, Misty Waterflower. Hija menor de Vincent Waterflower agricultor y de Isabella Waterflower, costurera e hilandera.

-Waterflower -repitió él pasándose la mano por su cabello -me suena. Me repites el nombre y oficio de tu padre.

Ella se tensó y apretó los puños. -Vincent Waterflower, era agricultor.

-¿Era?. Lo siento mucho.

-Mi padre no esta muerto.

¿Entonces? ¿Por qué ya no trabaja? ¿Acaso esta enfermo?

Ella negó con la cabeza. -Mi padre... mi padre está...

-En la cárcel -completó Ash al recordar de donde conocía el nombre.

-Mi padre es inocente -dijo ella aun apretando fuertemente los puños.

-Lo dudo -respondió él cruzándose de brazos -existían demasiadas pruebas que lo incriminaban. Yo mismo ordene su arresto.

-Mi padre es inocente -repitió.

-¿Tienes pruebas? Tu padre robó un tesoro real y cometió el error de venderlo a uno de los reinos vecinos. Fue fácil encontrar al culpable. El reino del rey Gustav solo está a tres reinos de distancia desde aquí y ellos nos contaron quien se los vendió.

-Solo saben nuestro apellido -dijo ella con furia -cualquiera podría haberlo utilizado. El ladrón no descubrió su rostro, así que no pueden saber quien fue realmente.

-Veo que estas bastante informada del caso.

-Desde luego que lo estoy. Es mi padre después de todo.

-Pues entonces debes saber que tu padre se declaró culpable. Es prueba suficiente. Ahora solo le toca esperar al día de su sentencia.

Misty tembló ligeramente.

-Y debo añadir que tu actitud es bastante sospechosa. ¿Qué estas haciendo tu aquí a esta hora? ¿Acaso tu también te dedicas a hurtar?

-Claro que no -respondió con aire ofendido -yo no soy una ladrona, y mi padre tampoco lo es.

-¿Entonces que haces aquí?

-Desde que mi padre esta en la cárcel he tenido que trabajar extra para poder mantener a mi madre y a mis tres hermanas. Soy la más fuerte de todas ellas. A ellas les mataría este trabajo.

-Y que se supone que haces exactamente si se puede saber -dijo Ash con curiosidad.

-Hice un trató con nuestro jefe. Mi madre, mis hermanas y yo nos dedicamos a hilar y confeccionar prendas de alta calidad. Mi padre se dedicaba al cultivo y cosecha del algodón, pero ahora de eso me encargo yo -tomó aire -el trabajo de mi padre lo hago por las mañanas, pero también debo cumplir mis obligaciones de hilandera, y es una actividad que realizó por la noche. Mis hermanas agotaron las existencias de algodón que teníamos esta mañana para trabajar, así que he venido a recolectar la porción que me corresponde para poder continuar con mi trabajo.

-Es una responsabilidad demasiado grande para una sola persona.

-Tengo que hacerlo, tengo una familia que me necesita. Soy fuerte, puedo hacerlo sola.

-Aun así, no deberías sacrificarte de esta forma.

-¿Qué sabe usted señor de la vida? -preguntó con enojo -a diferencia de usted, si yo no trabajo, mi familia pasa hambre, no tengo muchas opciones, yo no vivo rodeada de riquezas.

Él frunció el ceño. -Mi madre nunca ha dejado que su pueblo pase hambre –se pasó las manos por el cabello con fastidio –y no me trates de Usted, ¿a caso parezco de cuarenta?

Ella ignoró su ultimo comentario. -He ido innumerables veces al palacio, pero por el incidente con mi padre, no somos bien vistos allí. He pedido ayuda, y dijeron que me pondrían en lista de espera -bufó con resignación -ni siquiera se si eso existe.

Él se quedó pensativo. La verdad es que él tampoco había escuchado algo semejante.

Recorrió a la muchacha con la mirada. Se veía tan frágil y pequeña. No podía tener mas de veinte años, y eso siendo generoso.

-Pareces tan delicada -dijo Ash mientras ella fruncía el ceño -no es posible que hagas todo lo que dices.

Ella lo miraba con evidente disgusto. -Ya te dije que soy una persona fuerte. Cualquier persona no podría soportarlo, pero yo lo hago. Ya me gustaría verlo a usted majestad intentarlo.

-Yo...

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Ella lo miraba esperando una respuesta pero él había desviado su mirada y parecía atemorizado.

-Agáchate -susurró él mientras se pegaba a la pared.

Ella no entendió el cambio de actitud del muchacho y miró por la ventana. Parecía que alguien se movía inquietamente afuera del edificio.

Obedeció sin saber muy bien porque, y lo imitó pegándose a la pared.

En la quietud de la noche solo se escuchaban sus acompasadas respiraciones.

Él parecía aliviado.

-Creo que ya se fueron –dijo mientras se sentaba en el sucio suelo de piedra.

El chirrido de la puerta hizo que ambos se sobresaltaran.

-Lo he encontrado -gritó una voz mientras a su lado escuchó que Ash maldecía por lo bajo.

Al recinto entraron un par de personas vestidas como guardias reales que tomaron al muchacho de los brazos y lo sacaron a rastas de la habitación.

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Continuará...

Estoy muy contenta por poder estrenar una nueva historia. He tenido la idea al encontrar un viejo libro de cuentos que no veía desde hace años, y que halle al hacer una limpieza de mi habitación.

El titulo, como habrán notado, hace referencia al típico final de un cuento.

Espero que les guste.

Muchos saludos :)

Mei D.