GREEN FACES
Bella
Había tenido una mañana de lo más cansada mientras terminaba de desempacar en mi nuevo apartamento. Era del tamaño de mi antiguo cuarto, pero era mío. Nací y crecí en Dallas pero las grandes ciudades y yo no nos llevábamos bien, así que cuando escuché de la oferta de trabajar como contadora en un rancho al sur de Texas empaqué de inmediato.
Una de mis amigas de la infancia, Alice Brandon (ahora Hale) conocía al dueño del rancho y me había dicho que en cuanto me instalara en el pueblo me llevaría a conocerlo para que me hiciera la entrevista, yo siendo lo optimista que era me había mudado antes de tener el trabajo ¿mala decisión? ¡Malísima! No podía pensar que haría si me decía que no, aunque seguramente alguien en este pueblo necesitaba de algún Contador, tal vez alguna fábrica, un restaurante o incluso otro rancho. Lo importante era que la ocasión anterior en que había estado aquí visitando a Alice y su marido me pareció un lugar de lo más tranquilo y bonito. Y planeaba quedarme.
Conduje por media hora para poder llegar a un Target y comprar un par de decoraciones para mi apartamento, que se sentía demasiado solitario y vacío. Planeaba decorarlo en tonos grises, plateados y celestes. Compré un par de plantas, cuadros y cosas simples y bonitas que pude encontrar antes de poder hacer un viaje a la ciudad para ir a las tiendas de decoración.
Conducía un Ibiza en tono magenta místico, así que de inmediato el asiento trasero estuvo repleto por las bolsas de plástico con decoraciones en su interior. Y pensar que aún me faltaba una parada en el supermercado.
Según tenía entendido mi nuevo pueblo contaba con un pequeño supermercado en el centro, donde podías encontrar todo lo básico pero si andabas en busca de algo en específico podías conducir al Walmart que estaba en las salidas del pueblo, así que ahí llegué de pasada. Abrí la lista que tenía en mi celular y tomé mi pequeño bolso antes de salir.
Tenía 26 años pero había vivido sola desde los 19 así que sabía bien como hacer rendir el dinero, más ahora que estaba viviendo de mis ahorros y que podía o no conseguir trabajo en los próximos días, como dije, era demasiado optimista para mi propio bien.
Ya tenía algunas bolsas con golosinas y dos libros de negocios en mi carrito, ahora faltaba la comida. Recorrí el pasillo en busca de pasta cuando me topé con un par de señoras que había visto antes en el pueblo. Les dediqué una sonrisa que ellas correspondieron mientras seguían muy metidas en su conversación.
-¿Viste que el militar está aquí? Pensé que tenía a alguien que hacía las compras por él, ya sabes que es como un ermitaño y casi nunca lo vemos.
-Sí, Carmen trabaja en la casa limpiando y cocinando, dice que es demasiado solitario y refunfuñón. ¿Qué crees que haga aquí? ¿Será que deberíamos saludarlo? –me sentía un poco mal escuchando conversaciones ajenas, pero ellas estaban justo detrás de mí, hablando demasiado fuerte.
-¿Tú crees? Pues si casi ni lo conocemos, ya ves que su papá era igual de amargado, pero vente Sue, vamos a saludarlo.
¿Había un militar en el pueblo? Eso sonaba como algo bastante interesante, mi padre había servido en el ejército antes de volverse policía en Dallas. Seguramente podíamos platicar un montón, aunque según había escuchado era un hombre amargado.
Seguí empujando mi carrito por cada pasillo hasta llegar a los cereales y galletas, cuando vi que las dos señoras seguían platicando, pero ya no del militar. Estaba vez yo estaba al final del pasillo por lo que ellas no me veían, pero con sus voces tan altas que casi parecían gritos, podía escuchar lo que decían.
-Sí, la muchacha nueva se ve que es bastante presumida. ¿Qué podemos decir? Es una niña de ciudad.
-Si claro, ya viste como la vimos ahorita vestida, traía su cabellito en rizos y un vestidito blanco. Seguramente es una de esas niñas que no trabaja y que su papá le paga todo –pero no era sí. Sabía que hablaban de mí porque en ese momento traía puesto un vestido suelto color blanco que me llegaba hasta arriba de la rodilla, con sandalias cafés y mi pequeño bolso rosa. Y si, era una niña de ciudad, pero claro que había trabajado y no era para nada una niña consentida.
Las mujeres continuaron su camino sin percatarse de que las había escuchado y decidí ignorar sus comentarios. Después de todo, parecían ser el tipo de mujeres que hablaban de todo el mundo.
Eché al carrito mi caja de galletas de chocolate pero no encontraba mi caja de cereal. Busqué por tercera ocasión hasta que lo vi en la parte de arriba, en el stand más alto. No era una chica alta, pero tampoco era tan baja, medía 1.60 y usualmente no tenía problemas para bajar las cosas que necesitaba, pero si en ese momento.
Miré para ver si había algún trabajador para pedirle ayuda pero el pasillo estaba vacío. Justo cuando estaba a punto de subirme yo a los estantes o incluso a mi carrito, un hombre entró al pasillo cargando nada más que una caja de lo que parecía ser un cargador de celular.
Era un hombre impresionante. Alto, bronceado, con intensos ojos verdes, bastante musculoso. Y a pesar de vestir nada más que jeans y una simple playera gris, lucía como un actor de una película de acción.
Él me miró con atención por un par de segundos, pero luego de tomar una caja de galletas continúo caminando. Por lo embobada que había estado, había olvidado completamente que seguía necesitando mi caja de cereal.
-¡Hey! –grité sonando demasiado aguda para mi gusto. Pero el hombre no volteo a verme así que corrí tras de él tomándolo del brazo. De inmediato se tensó y se giró sorprendido –Lo siento, yo solo… quería ver si me ayudabas a bajar mi caja del cereal –entre más cerca estaba me daba cuento de que era más fuerte y alto de lo que pensaba. El tope de mi cabeza apenas llegaba su hombro.
-¿Tu qué? –preguntó retirando mi mano que aún se encontraba sobre su brazo. Ruborizada me alejé un poco de él.
-Amm, lo que pasa es que necesito mi cereal de avena y ciruela pero por alguna extraña razón alguien lo puso en el stand de hasta arriba y no puedo bajarlo. Pensé en pedirle ayuda a algún trabajador pero no he visto a nadie.
-Seguro, ¿cuál es? –me siguió y le señalé la caja que él tomó fácilmente y la puso entre mis manos -¿Necesitas algo más?
-No, es todo ¡muchas gracias! –le di mi usual sonrisa pero él solo frunció el ceño y se marchó.
¿Qué le pasaba? ¿No podía ser algo amable y sonreír?
Casi cuando estaba por llegar a la caja para pagar me encontré con una cajonera vintage color blanca, era de madera y parecía perfecta para mi recámara porque no ocupaba demasiado espacio, moví mis cosas a la orilla y subí mi cajonera al carrito.
Pagué por todo y salí de nuevo al estacionamiento empujando mi carrito. Coloqué las bolsas de plástico en el auto y justo cuando intentaba bajar mi cajonera me percaté de que no cabría. Había pensado que podía ponerla horizontalmente en la parte de atrás de coche si bajaba los asientos, pero ni así era posible.
Un gran porcentaje de personas en Texas tenía camioneta, pero claro que Bella Swan había optado por un pequeño coche. Nunca me había traído molestias, hasta hoy. Me quedé ahí por unos minutos analizando mis opciones. Al final, opté por regresar a Walmart y preguntar si podían llevármelo a mi apartamento, pero en ese momento alguien movió mi carrito.
-¡Hey! Es mío –cuando me giré vi que era el mismo hombre de antes, el amargado –Oh ¡hola!
Él no estaba prestando atención, más bien veía mi cajonera con atención y analizaba el coche.
-Sabes que no hay manera de que eso quepa en tu coche, ¿verdad?
-Pues ahora lo sé –respondí sintiéndome algo cansada. Como dije, había vivido sola por muchos años y siempre me metía problemas pero yo siempre lograba encontrar una solución. Esta no sería la excepción.
-Ya veo. ¿Dónde vives? –me quedé mirándolo por unos segundos antes de hablar, no podía darle mi dirección a cualquier desconocido.
-¿Para que la quieres? –el hombre resopló y me señaló una camioneta pickup que estaba del otro lado.
-Puedo llevar tu mueble en mi camioneta, si no vives muy lejos.
-Wow, eso sería fantástico. Vivo en Clearlake ¿eso está bien para ti? –internamente cruzaba mis dedos, de verdad sería fabuloso no tener que esperar a que los camiones de Walmart entregaran mi mueble.
-¿Clearlake? Yo vivo ahí, te sigo –y sin más comenzó a caminar hacía su camioneta llevándose el carrito consigo. De verdad que era un hombre raro, pero no podía ser tan amargado cuando él mismo se ofrecía a hacerles favores a las personas ¿verdad?
Conduje hacía mi pequeño edificio, eran solo tres pisos y era bastante hogareño. Llegamos en 15 minutos y el hombre se estacionó justo detrás de mí. Definitivamente era guapo aunque seguramente era casado o con novia, le calculaba treinta y algo y definitivamente estaba fuera mi liga. Demasiado fuerte, demasiado guapo, demasiado todo.
Caminé hasta su camioneta donde él ya estaba bajando el mueble.
-Yo lo tomo desde aquí –dije acercándome a él y de pronto recordando las miles de bolsas que aún me esperaban en el coche.
-¿En qué piso vives?
-En el tres –hubiera preferido en el segundo piso pero no había ninguno disponible.
-¿No tienes otras bolsas que bajar? ¿Por qué no vas por ellas mientras yo subo esto?
-¿Seguro? No me gustaría causarte más molestias, ya hiciste demasiado trayéndolo hasta acá.
-Seguro –dijo. Y comenzó a caminar hasta las escaleras, parecía que no le gustaban las largas conversaciones.
Bajé mis tres bolsas del supermercado primero, dejando las de Target para mi segunda vuelta. Al llegar al tercer piso, el hombre estaba afuera de mi puerta con el mueble.
-Asumo que es aquí –solo había dos apartamentos por piso y mi puerta tenía una pequeño tapete que decía WELCOME color beige y una plantita al lado. Abrí mi puerta invitándolo a pasar y dejé las bolsas sobre el sillón.
-Sí, aquí vivo, por cierto creo que no me he presentado. Soy Isabella Swan pero todos mis amigos me llaman Bella, así que puedes llamarme así. Hoy me salvaste la vida como tres veces –extendí mi mano que él sacudió. Una sensación de cosquilleo recorrió todo mi cuerpo, lo miré tratando de identificar si había sentido lo mismo, pero él se veía igual de firme que antes.
-No exageres, no fue nada. Yo soy Edward Cullen. ¿Tienes más bolsas allá abajo? –Asentí con la cabeza –Bien, espérame aquí mientras las subo –antes de que pudiera protestar tomó las llaves de mi mano y se marchó.
Vaya que Edward Cullen era raro, cada segundo me convencía más de eso.
Acomodé mi cabello en una simple coleta y esperé a que Edward regresara mientras iba hacía la cocina. Esperaba que Edward tuviera algo de tiempo para tomar un café, había preparado un pay un día antes y aún tenía más de la mitad. No podía dejar que se fuera sin agradecérselo de alguna manera, después de todo, no cualquier persona se tomaba ese tipo de molestias.
Edward regresó cargando las bolsas y las llevó hasta donde estaba en la cocina.
-Bueno, eso es todo. Hasta luego Isabella –corrí hacía él antes de que diera otra paso y lo tomé del brazo.
-¿Seguro que debes irte ya? Tengo un pay de manzana delicioso y puedo preparar café o té, no sé qué prefieras. Solo para agradecerte lo que hiciste por mi hoy. Soy nueva en el pueblo y no conozco mucha gente así que de verdad me salvaste de tener que esperar que los camiones de Walmart trajeran mi cajonera.
-Tengo una reunión a las 8 así que es mejor que me va…
-Oh es perfecto, son apenas las 6. Ven, siéntate aquí –con su mano aún en la mía lo llevé a mi mesita que estaba junto a la cocina. Para mí, mi apartamento era espacio suficiente pero en él se veía como la cabaña de los enanitos en Blanca Nieves, todo demasiado pequeño, casi de juguete -¿Te preparo café o té? Creo que también tengo chocolate por algún sitio aunque no…
-Café está bien –sorprendentemente había una pequeña mueca en su rostro que aparentaba ser una sonrisa.
Saqué mis tazas de porcelana donde serví el café que ya había puesto en la cafetera y serví dos trozos de pay que llevé a la mesa.
-¿Cuántas de azúcar Edward? ¿Y quieres leche normal? Porque también tengo de almendra y de vainilla.
-Una y negro está bien.
Llevé nuestros cafés hasta la mesita donde Edward ya se había encargado de atacar su pay.
-Mencionaste que también vives en el pueblo ¿es así?
-Sí, vivo en las afueras. ¿Sueles invitar a desconocidos a tomar café? –me sorprendió un poco su pregunta y lo miré por unos segundos. No era un asesino serial ¿verdad? Había leído que suelen ser bastante guapos y encantadores, Edward era guapo pero no demasiado encantador.
-No realmente. No quiero que pienses que soy una niña tonta que cree que todo el mundo es bueno, pero hoy te portaste de maravilla. No cualquier extraño hace este tipo de cosas, como dije, quería agradecértelo.
-Bueno pues no porque alguien te haga un favor quiere decir que es una buena persona. He visto personas que aparentan ser de lo mejor y terminan asesinando a cientos.
-Ya lo sé. Dime Edward ¿a qué te dedicas? –pregunté observando como sus músculos se flexionaban sobre la mesa. Tomé la pala y le serví otro trozo de pay esta vez más grande.
-¿Quieres decir antes o ahora?
-¿Cambiaste de trabajo? –pregunté sorprendida. Él asintió acercando su silla a la mía.
-Si. Estaba en el ejército antes, ahora me dedico al negocio familiar –bueno eso explicaba su cuerpo musculoso y lo mandón.
-¿El ejército? ¡Vaya! ¿En qué estabas? Mi papá era parte de la marina, pero luego se lesionó y se convirtió en oficial de policía de Dallas, ahora ya está retirado pero me gustaba escucharlo hablar de esos días.
-Estaba con los Navy SEAL, me retiré hace cinco meses.
-Así que SEALS… -estaba sin palabras.
-Sí, ya sabes agua…
-Aire y mar –completé.
Me miró algo sorprendido y asintió.
-¿Hiciste tu entrenamiento en Virginia o en California? Espera, eso no es confidencial ¿verdad?
-No, no lo es. Entrené en Coronado, California. –vi como el cuerpo de Edward se había tensado y decidí cambiar de tema.
-¿Te gustó el pay? Suelo hornear algo siempre porque me relaja. Aunque a veces me quedan demasiado dulces.
-Está maravilloso, hace mucho que no probaba algo así de bueno. ¿De casualidad no eres repostera? –solté una pequeña carcajada y negué.
-Para nada, de hecho me dedico a los números. Soy demasiado buena con ellos, ellos y yo nos entendemos.
En ese momento Edward revisó su reloj.
-Creo que es momento de que me vaya, gracias por el pastel y el café Isabella
-Bella, y gracias a ti por ayudarme Edward. Espero que hayas disfrutado del pay –él se puso de pie y lo guíe a la puerta del apartamento. –Supongo que te veré después por ahí.
Tomé su brazo para alzarme y ponerme de puntillas y besé su mejilla. Él de inmediato se puso tenso y me alejé lo más rápido que pude. ¿Me habría pasado? Pero justo cuando estaba a punto de disculparme él colocó su mano en mi mejilla.
-Hasta luego Is… Bella, cierra con llave –y se marchó.
**¡Hola! Esta es una historia muy simple y corta que escribí hace ya mucho tiempo, pero que nunca me animé a subir. Fue algo que escribí por pura diversión. En fin, espero que les guste :D **
"A menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo." -Jean de La Fontaine
