Los personajes son propiedad de Masashi Kisimoto

Vacio

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Sasuke Uchiha era una persona que muchos catalogarían como afortunado. Nacido en cuna de oro, desde pequeño vivió rodeado de lujos y amor. Nacido dentro de una familia poderosa, el era un hombre con mucho futuro y excelentes oportunidades, oportunidades que por supuesto aprovechaba.

Tal vez la única sombra en su vida fue haber quedado huérfano a los ocho años de edad. Aún así tenía en la vida a su hermano mayor, Itachi, quien se encargó de criarlo y prepararlo para el mundo. Cuando creció las expectativas lo hicieron junto con él. Debía ser pues el primero en su clase, el mejor en deportes… debía simplemente ser el mejor…

Como tu hermano.

Esa frase la escuchaba frecuentemente, de niño recordaba a su padre decirla. En su escuela le repetían lo mismo los maestros. Y es que justamente Itachi era el único obstáculo que tenia Sasuke para ser el mejor.

Porque no importaba lo que hiciera, no importaba lo que se esforzara.

Nunca podía ser mejor que Itachi.

Con ese pensamiento se levantaba todos los días de su cama. A su lado su esposa dormía plácidamente. Sintió cómo se removía inquieta por el movimiento brusco que él hiciera.

―Es domingo… duerme ― escuchó decir de su esposa que tenía los ojos cerrados.

Él se acostó nuevamente y la abrazo por la espalda jalándola suavemente hasta que su cuerpo tocó el suyo. Se acurrucó nuevamente abrazándola por la cintura.

― Tengo que salir ― le murmuró en el oído.

―Mmm...

―Trabajo…

―Es domingo, Sasuke….

―Lo siento.

Se levantó mientras veía que su esposa también lo hacía. El cabello desordenado de ella le pareció gracioso y soltó una pequeña risa.

―Deberías peinarte.

La chica reía mientras se alisaba su cabello con las manos. Se acomodó la bata con la que dormía conforme se dirigía a fuera de la habitación.

―Prepararé algo de comer.

Sasuke vio como ella salía, la siguió con la vista hasta que ya no pudo verla y aún así no pudo dejar de mirar el lugar por el que desapareció. Bajó la vista el piso por un segundo pero acto seguido tomó una toalla y se dirigió al baño.

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―Huele rico…― dijo mientras se paraba tras su esposa abrazándola y besando su cuello.

Ella se giró para quedarse frente a él y le dio un beso suave en los labios soltándose del abrazo y dirigiéndose al refrigerador.

―Come…

Sasuke se sentó en una silla mientras le servía jugo. Comenzó a comer despacio sin decir nada y ella se sentó frente a él tomando solamente un poco de agua.

― ¿Vendrás a comer?

Él tomó jugo viéndola sin una reacción en su rostro.

―No lo sé… lo más probable es que no. No me esperes.

Ella asintió mientras se levantaba y se iba al fregadero. Empezó a lavar los vasos y platos que había mientras que su marido se limitaba a mirarla por la espalda. Se paró y volvió a abrazarla.

―Hinata, te amo. Nunca lo olvides.

Ella dejó lo que estaba haciendo por un segundo. Pero prosiguió en lo suyo sin decir nada, entonces la soltó y dijo un -me voy- despacio.

La mujer escuchó la puerta cerrarse tras su esposo, para acto seguido oír el motor alejándose. Un nudo en su garganta empezó a formarse. Paró de lavar y se dejó caer en la silla más próxima. Una lágrima salió de sus ojos blancos sin poder evitarlo abriendo pasó en su mejilla para que otras siguieran su rumbo. Se abrazó ella misma tratando de infundirse un poco de calor… calor que hacía tiempo no sentía. Salió de la cocina y fue a su recámara. El teléfono sonaba insistentemente pero no contesto... No quería. No tenía ganas.

Tomó sin muchas fuerzas la foto que adornaba el buró. En esa foto ella era feliz y él... parecía que también.

El día de su boda…

¿Qué había cambiado? ¿Qué había hecho distinto? La dejó en el mismo lugar teniendo la sensación de que le quemaba la mano el solo hecho de tocarla.

Te amo…

Era una frase que a diario le repetía Sasuke ¿Por qué sentía entonces que no era verdad?

¿Por qué tenía la sensación de que cada día que pasaba le costaba trabajo decirlo y más a ella creerlo?

Trabajo.

Una palabra que él usaba más a menudo, ya fuera en domingo o para justificarse el haber llegado tarde.

Se metió a la ducha para tratar de quitarse el sueño que todavía tenía. El agua fría resbalaba por su cuerpo causándole un ligero temblor. Salió poco tiempo después lentamente. Se vistió como era costumbre y se sentó en el borde de su cama... y esperó. Esperaba que pasara el tiempo, que llamara Sasuke… que sucediera algo. El teléfono sonando le sacó de sus pensamientos. Descolgó más por obligación que por ganas.

― Bueno.

― ¿Hinata?... soy yo, Itachi.

― Itachi… ¿Qué ocurre?

― Necesito hablar con Sasuke.

Ella no contestó de inmediato. Las lágrimas amenazaban con salir de nuevo, tomó suficiente aire para poder contestar.

―No está…

― ¿salió de viaje?

―Dijo que tenía que trabajar…

―Ah, sí. Bueno, le hablo después. Por cierto, felicidades.

―Gracias, Itachi.

Hinata notó el cambio de voz en su cuñado, colgó despacio y trató de despejar su mente. Intentó levantarse pero... ¿para qué? no tenía nada que hacer. Los trastos estaban limpios, el piso estaba recién encerado. No lavaba ropa ni la planchaba, no cosía botones, Sasuke contrataba quien se encargara de ello. Se dirigió al ventanal que adornaba su habitación y lo abrió dejando pasar los rayos de sol. Afuera los carros pasaban. La gente caminaba en la acera. Claro, era domingo, era el día en que las familias salen, el día para divertirse, pero ahí estaba ella encerrada sin nada más que hacer que observar y… esperar.

Ni siquiera tenía la esperanza de que su mejor amigo, Kiba, fuera a visitarla pues estaba fuera de la ciudad ese fin de semana con su familia, Claro, que la había invitado.

Ese día es domingo, Kiba, tengo planes con Sasuke.

Esa respuesta, ahora, se le hacía estúpida pues ella se encontraba en su casa y Sasuke… trabajando.

El reloj de pared marcaba apenas las diez de la mañana… venía un día largo, pero más que largo; triste.

El timbre en su puerta la hizo salir de la habitación. Abrió con la esperanza de que fuera Sasuke quien estuviera en la puerta, aunque ese pensamiento se esfumó al recordar que él no tenía que tocar pues tenía llaves. En su lugar, encontró frente a ella el ramo de rosas más grandes que jamás había visto. El encargado las acomodó y se despidió dejándola observando ese hermoso ramo. El corazón le dio un vuelco al descubrir la tarjeta, la abrió deseando encontrar el mensaje anhelado, y lo era… pero no era de quien esperaba.

¿Creías que olvidaría tu cumpleaños? Felicidades, Hinata. Yo invito la cena cuando llegue.

Kiba.

Sonrió tratando así de ocultar las lágrimas que amenazaban nuevamente con salir. Nuevamente el timbre de la puerta sonó, abrió topándose con las caras sonrientes de Naruto y Sakura en la puerta.

― Felicidades, Hinata ―gritó el rubio.

Naruto era un chico de la misma edad de Sasuke: 26, alto y rubio, de ojos azules mientras que Sakura era la esposa de esté, delgada y de ojos verdes, de un color extraño en el pelo, rosa. Ambos eran amigos de Hinata, aunque más de Sasuke. Hinata notó que en las manos de Sakura estaba lo que parecía un pastel pequeño mientas que Naruto sostenía una botella de vino en la mano.

―¿Y a qué hora es la fiesta? ―preguntó el rubio mientras pasaba y se sentaba seguido de su esposa.

Hinata recibió el vino y caminó a la cocina tratando de ignorar la pregunta de su amigo. Sakura la siguió con el pastel en la mano mientras con la vista trataba de descubrir qué ocultaba la chica.

―¿Y Sasuke? ¿Aún duerme? ―preguntó la de pelo rosa.

―No. Tuvo que salir… trabajo, tú sabes.

abrió los ojos mostrando sorpresa pero supo reponerse antes de que Hinata lo notara.

―En ese caso, celebraremos sin él.

Hinata asintió mientras que Sakura le gritaba a Naruto para que fuera a la cocina.

―¿Qué pasa? ―cuestionó, apenas llegó al lugar.

―Pues que Hinata partirá el pastel ―respondió Sakura.

―¿Y Sasuke?...

―No está…―contestó la festejada ―llegará más tarde.

Naruto sonrió mientras asentía.

Hinata se dispuso a cortar el pequeño pastel que sus amigos le llevaran, a la vez que el Uzumaki abría el vino y lo servía en copas.

― Felicidades…―dijeron al mismo tiempo la pareja.

Hinata chocó su copa con la de ellos y bebió el vino, le supo amargo, tal vez por el momento.

Las horas pasaron rápidamente para Hinata viendo como ahora el reloj marcaba ya las cinco de la tarde.

―Debemos irnos, Hinata ―dijo de pronto el hombre ―quedé de llevar a Sakura al cine ―explicaba mientras se paraba

―¡Naruto! ―reclamó Sakura ―no la dejaremos sola, es su día. Esperaremos a que llegue Sasuke.

―No te preocupes. Seguramente ya está en camino. Ve por favor con Naruto.

Sakura la miró fijamente y después a su esposo.

―Bueno entonces, nos vamos.

― Gracias por venir.

―Qué agradeces, amiga.

Hinata vio como salían y los siguió con la vista hasta que su coche se perdió en la calle. Se metió nuevamente y cerró tras de sí la puerta, dándose cuenta de nuevo de que no tenía nada que hacer. Subió las escaleras y llegó a su habitación, se acostó en su cama y sin darse cuenta el sueño la venció.

Despertó sobresaltada percatándose de que había dormido, el reloj de su cuarto marcaba las nueve de la noche. Pero él no aparecía. Reviso el teléfono; ningún mensaje. Escuchó la puerta de la entrada abrirse y adivinó que era Sasuke.

Se incorporó de la cama cuando él abrió la puerta. Lo encontró como siempre: serio. "Llegué", murmuró mientras ella asentía y sonreía. Él se dirigió al baño cerrando la puerta. Permaneció unos minutos y salió sin camisa. Ella ya se había cambiado y puesto nuevamente la bata de dormir.

―Olvidaste tu portafolio ―señaló mientras se acostaba y le daba la espalda a Sasuke, quien permaneció mirándola. Dirigió la vista a la silla que había frente al tocador de su esposa y efectivamente ahí estaba el portafolio.

― No lo necesitaba ―murmuró mientras se quitaba el pantalón y se metía a la cama.

―Mmm…

Se acostó a un lado de su esposa y la atrajo a él, obligándola a voltear para quedar frente a frente.

―¿Por qué estas molesta?... ¿es por qué salí un domingo?

― No…―dijo mientras trataba de soltarse del abrazo de su marido―ya me acostumbré a que salgas los domingos.

Esa respuesta le cayó como balde de agua fría, hasta ese momento parecía darse cuenta que ya era costumbre que saliera los fines de semana.

―Bien, entonces ya no saldré ―le prometió mientras con su mano levantaba el rostro de Hinata ―no me gusta verte triste, no saldré más.

Ella se limitó a verlo, sintió la necesidad de besarlo de saber si los besos aún eran igual, lo besó suave y con sus manos acarició el torso desnudo de Sasuke haciendo que esté soltara un gemido su boca.

De pronto él se posicionó entre sus las piernas de ella mientras sus manos acariciaban las delgadas piernas de su esposa. Las manos de Hinata acariciaban ahora la espalda de Sasuke quien se entretenía besando su cuello cuando de pronto paró. Dejó de besarla y acariciarla, y se incorporó del cuerpo de su esposa, jadeando aún.

― ¿Qué pasa, Sasuke?...

―Yo… estoy cansado.

Hinata lo miró fijamente mientras que este evitaba verla. Se acomodó nuevamente a un lado de ella, pasó la mano entre sus negros cabellos tratando de calmar el calor que todavía sentía. Volteó a verla, ella tenía la vista en el techo con sus manos en su pecho, normalizando su respiración.

―Sasuke…

―Duerme― musitó.

Ella ya no hizo intento de verlo sino que se volteo dándole la espalda. Se puso en posición fetal y trató de contener las lágrimas sin conseguirlo. Lloró en silencio…intentando que Sasuke no se diera cuenta. Él únicamente se limitaba escuchar el leve sollozo de su esposa pero se sintió incapaz de abrazarla o decirle algo. Poco a poco el llanto de se fue calmando y fue ahí cuando sintió la necesidad de abrazarla, y así lo hizo. La abrazo por la cintura pegando su cuerpo al suyo tratando de decirle que estaba con ella. Hinata no hizo nada, no se movió ni dijo nada cuando sintió a su esposo abrazarla.

―Hinata…

―Duerme…

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Continuara

Agradecimiento a Muscari por todas sus correcciones. A los que dejaron review también se agradece. Si les gustó, comenten. Nos leeremos.