Desafío Español

Había sido derrotado. El inglés había caído en la arena, y era incapaz de volver a alzar su espada contra su enemigo. Antonio, sin aliento pero con ojos victoriosos, se acercó a darle el golpe final.

-¿Últimas palabras, cejudo?

-Fuck you... -le respondió desafiándole con la mirada-.

-En ese caso...

Arthur cerró los ojos, y escuchó como el filo de la espada pasó al lado de su oído, clavándose en el suelo. Al abrirlos de nuevo, confuso, vio que Antonio esgrimía una sonrisa de satisfacción, que le producía escalofríos.

-¿Creías que iba a ser tan rápido? Tu sufrimiento aún acaba de empezar...

La culpa era suya, desde luego. Arthur no debió haberle declarado la guerra, por la estúpida razón de querer demostrar que era mejor que el Imperio Español. Ahora estaba en sus manos, y siendo arrastrado a un lugar escondido entre las rocas donde nadie pudiera verles. Para asegurarse de que el inglés no se volviera a levantar, le pegó una paliza y le llenó de moratones todo su cuerpo, excepto su cara. Por una extraña razón, quería ver esos ojos de color esmeralda, le encantaban demasiado.

-Que quieres d-de mí... ¿No vas a acabar conmigo? -gimoteó Arthur, dolorido-.

-Por mucho tiempo has pensado ser el mejor. ¡Pero te equivocas! Y gracias a que eres un cabezón, lo acabas de demostrar en esta guerra... ¿De verdad creías que ibas a vencerme? ¿En MI país? No me hagas reír...

-¿Y lo dice el spaniard que cree dominar medio mundo? Por mucho que seas un imperio... No te puedes comparar con el mío... -respondió, escupiendo sangre al suelo, dándole asco pensar en eso siquiera-.

-Al menos no soy yo el que está de rodillas. ¿Me suplicarás, Arturito? -le dijo en tono de burla, para molestarle y hacer que se sintiera impotente-.

-Sonnabitch...

-Ahora... vamos a pelear en serio.

Antonio se lanzó a por el inglés y comenzó a pegarle puñetazos. Le gustaba sentirse poderoso encima de él, haciéndole morder el polvo, y mirando a través de sus ojos verdes para comprender la desesperación y el miedo que le hacía sentir. Sin embargo Arthur seguía desafiándole. Como buen pirata, no temía a la muerte, y eso ofendía muy profundamente a Antonio, que deseaba provocarle cada vez más dolor. Así que decidió darle la vuelta y desnudarle, para humillarlo totalmente.

-Mírate... Tu ambición solo te ha recompensado con un cuerpo roto. ¿Es esto lo que deseabas tanto?

-Cuando me recupere.. Te mataré.. te juro que lo haré... You bastard.

-¿Y quién dice que vas a sobrevivir a este día, eh? -dijo sonriendo pícaramente, y acercándose a él-.

-Un día... Tú también estarás en el suelo... Y créeme, suplicarás y entonces sabrás que eres menos hombre que yo...

Arthur seguía riéndose del español en su cara, sin importar todo el dolor que pudiese darle. Y por ello, Antonio perdió los estribos. Le empujó contra las rocas, dándole un buen golpe en la cabeza por el que empezó a sangrar, y se bajó los pantalones para humillarle totalmente. Le introdujo el miembro, sin cuidado y fuerte, y empezó a embestirle contra la roca. El inglés gritó de dolor y era incapaz de moverse con sus huesos rotos. Tenía que reconocerlo, Antonio tenia el control. Había sido derrotado.

Pero a pesar de cada embestida, de la sangre en su cuerpo y de saber que moriría hoy, estaba feliz. Ya que no temía al futuro. Y eso, era el punto débil de su rival, el orgullo. Sin duda le recordaría, por siempre. Y esa obsesión nunca podría quitársela de encima mientras viva. Arthur sería recordado como el Imperio que, aunque fue destruido, nunca se doblegó sin luchar. Antonio odiaba con todas sus fuerzas poder dominar su cuerpo, pero no su alma. Nunca le permitiría ver debilidad en sus propios ojos. Y eso, para un hombre como el español, era un golpe más letal que todo un imperio militar. Era él quien había ganado. Y a pesar de que la historia no lo considere así, morirá sabiéndolo, al igual que su rival vivirá también sabiéndolo y sin poder cambiarlo.