¿Hola?

Mi descaro no tiene límites. Hace como 3 años que comencé a escribir este KakaNaru porque alguien influyó en mí xDD. Pero por diversas circunstancias lo dejé cuando sólo faltaba el capítulo final. Debo decir que el motivo principal fue mi flojera. PERO, el segundo motivo (que quizá debería ser el más importante porque motivó el que mencioné antes) fue que eliminé por accidente los capítulo del fic T_T, y como no tenía respaldos me dio una pereza horrible reescribirlos.

Ahora que tengo los capítulos 1, 2 y 3 los subiré a esta cuenta, ya que la otra, en donde subí por segunda vez este fanfic, fue descubierta D:

U_U así pasan cosas en la vida.

Ya para no hacer el cuento largo, les dejo el capítulo 1 de Momentos (antes "Instantes"); ¿por qué le cambié el nombre? El anonimato, corazones, el anonimato.


Momentos: Capítulo 1.

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A lo mejor no era exactamente lo que él había soñado con hacer a su edad, pero, ¿qué podía hacer al respecto además de quejarse? Bueno, no era exactamente una queja porque tampoco se lo decía a nadie… ¿no era eso aún más patético? Los lunes para él comenzaban a las cinco de la mañana y terminaban a las doce de la noche. La semana comenzaba el lunes y terminaba los sábados. El mes iniciaba con el pago de su sueldo y terminaba con su cuenta en ceros. El año arrancaba con campanadas, mujeres, vino y uvas y terminaba el primero de enero.

¿Cuándo había comenzado su vida?, ¿el día en que su madre lo parió o el día en que su padre copuló con su madre en su noche de bodas?

Siempre había querido saber cuándo es que su vida terminaría, pero, ¿a quién se le permitía semejante lujo?

El café ya se le había enfriado y no se lo había saboreado completo, tiró el vaso medio vacío al cesto de basura de la entrada de su pequeña oficina. Tenía que dar clase a primera hora del día y sus alumnos no ayudarían a que su semana comenzara de la mejor manera. ¿Qué era lo que tenían esos miserables jovencitos veinteañeros que hacían que le diera dolor de cabeza?

Se los imaginó conversando sobre la marca de la chaqueta que se compraron el fin de semana o el último modelo de celular que le pedirían a sus padres; y pensó que vivir así era muy cómodo y miserable; la vida se les iba a escapar de las manos, era seguro, cuando menos se lo imaginaran ya tendrían hijos y deudas para heredarles. No escaparían de las garras del tiempo aunque pensaran que la juventud les iba a durar mil años. Bueno, al fin y al cabo sólo eran un montón de muchachitos estúpidos que se creían que tenían el mundo a sus pies.

Hatake Kakashi, por supuesto ya no creía tener el mundo a sus pies, no tenía hijos pero sí deudas y todavía era estúpido, pero ya no era joven. Él sabía que la vida se le había estado escapando de las manos desde el momento en que soltó el primer llanto en la sala de partos en que ingresaron a su madre el día de su nacimiento. Sabía que cada día que pasaba era un día más cerca de su muerte y nada lo evitaría porque nadie puede detener el tiempo. Tal vez era por eso que decidió dedicarse a la arquitectura, porque quería detener el tiempo.

Conservar el tiempo para verlo, para poder tocarlo, para poder olerlo, ése había sido su ilusión cuando joven y estúpido. ¿Cuántos de los estúpidos jóvenes que le esperaban en el salón de clases tenían esa misma ilusión? Kakashi cerró los ojos y pasó su mano por su cabello gris, alborotándolo.

Era como el cuento de nunca acabar. Entró tarde, cinco minutos después de las siete, y sus alumnos, aún somnolientos, cuchicheaban entre ellos los chismes del fin de semana. Algunas alumnas repararon en su presencia y se enderezaron en sus sillas para mostrar mejor sus piernas desnudas. El maestro se preguntó si no tendrían frío con esas faldas tan cortas y la temperatura tan baja de esa mañana de primavera. Pasó la vista por cada fila de asientos y, como siempre, ahí estaba, dormido, con la cabeza sobre la banca, el chico rubio —estudiante de quinto semestre de Arquitectura en la facultad de Artes de la Universidad de Tokio—, moreno y revoltoso.

Dejó sus cosas sobre el escritorio. Caminó lentamente con el gis blanco en la mano derecha y comenzó a escribir en el pizarrón. La tiza rechinaba sobre la superficie verde cada tanto y los alumnos poco a poco dejaron de hacer ruido. Kakashi alzó la voz mientras les daba la espalda a los estudiantes:

—A principios del siglo veinte el hombre cargaba con más que el nuevo siglo en su espalda. La historia del arte, las tradiciones contra el hombre que alzaba el lápiz para crear el nuevo arte del mundo…

Los alumnos se miraban casi dormidos por las palabras de su profesor. No había en ellos intenciones de escuchar la lección del día. El profesor tampoco ponía atención a sus palabras, éstas eran sólo eran la repetición de años de experiencia, como retazos de las primeras y únicas clases que dio con entusiasmo, cuando el profesor todavía pensaba que su trabajo sería sólo una cosa temporal, algo que le serviría de sustento hasta lograr sus sueños de joven estúpido.

Se quedó un momento en silencio y, sin querer, terminó mirando al chico rubio que se esforzaba por permanecer despierto. ¿A quién le recordaba aquél muchacho que era eufórico estando despierto? Los alumnos se interesaron por el silencio del profesor y por la dirección de su mirada. El chico que dormitaba no se había dado cuenta, todavía, de que era observado. Kakashi no mostró enojo. Tomó los libros que había dejado sobre el escritorio y, mientras caminaba hacia la puerta, les dejó un mensaje a los estudiantes:

—El tema queda dado por visto. Quiero sus reportes en mi escritorio personal mañana a primera hora —cuando sus alumnos querían empezar a quejarse les interrumpió los lloriqueos—. Agradézcanle a Naruto.

Se oyeron voces de protesta en todo el salón, las mismas voces que despertaron al chico rubio. Cuando se quitaba las lagañas de los ojos le cayeron un montón de papelitos arrugados sobre la cabeza. Se hundió en su silla. No era la primera vez que Kakashi castigaba al grupo por su culpa.

Al medio día, en una banca del patio trasero de la facultad, Kakashi fumaba su acostumbrado cigarro sin filtro. El sol primaveral le calentaba el cuerpo y le relajaba los músculos; si ponía atención, podía escuchar a los insectos volar entre las hierbas nuevas. Al otro extremo del patio estaba la alumna que destacaba de entre las otras por tener el pelo pintado de rosa. No era una cosa muy extraordinaria, muchas otras chicas se pintaban el pelo de colores extravagantes; había melenas rojas, azules, verdes, pintas rondando por los pasillos de la facultad, pero ella se distinguía de todas ellas igualmente. ¿A qué se debía eso?, ¿a sus maneras?, ¿a su elegancia?, ¿a su belleza?

Incluso él entendía por qué llamaba tanto la atención esa chica, incluso él comprendía por qué Naruto parecía un hombre neandertal cuando la chica le miraba, le hablaba o se paraba a respirar del mismo aire de él. Kakashi miraba distraídamente a Sakura Haruno e intentaba no juzgarla a partir de sus envidias, pero era imposible. La chica era bella, pero tampoco era extraordinaria. ¿Naruto de verdad estaría enamorado de ella?

Sacó de la cajetilla su sexto cigarro del día y lo encendió estando en su boca. El sol del día le quemaba la piel del rostro pero sus pies estaban helados. Todavía tenía que esperar un rato a que dieran las tres de la tarde y entrar impartir clase a los alumnos de primer año; otros pobres jovencitos estúpidos con aires de grandeza. Vio a Naruto caminar rápidamente hacia donde estaba la Sakura conversando con sus amigas. Se le veía tímido e inseguro pero muy contento cuando estaba parado frente a ella con una flor envuelta en papel celofán en su mano derecha. Kakashi miraba con curiosidad la ridícula escena. Sakura le sonrió a Naruto y le recibió la flor. La chica era encantadora al ser tan evasiva con el chico. El profesor apartó la mirada y se levantó de la banca en la que estaba. Para salir del patio trasero tuvo que pasar justo frente al chico rubio que le entregaba un obsequio a la chica bonita que recibía con cierto estupor las burlas y comentarios picantes de sus amigas.

Cuando el sol dejaba de verse en el cielo gris y contaminado de la ciudad de Tokio, Kakashi dejó la universidad en su coche negro. Confiaba en que esa noche no la pasaría solo, pero todavía quedaba la duda de si aquél chico acudiría a su cita. Se aflojó la corbata negra y siguió conduciendo hacia su pequeño departamento de soltero. Cuando cruzó la puerta de la entrada, lo primero que hizo fue aventar su saco gris a un sillón verde que estaba cerca de la mesita del teléfono. Se sacó los zapatos y se puso las pantuflas que más le gustaban. Tenía hambre, pero en vez de calentar un poco de comida o de encargarla por internet, lo que hizo fue abrir el refrigerador y sacar una cerveza oscura. La bebió rápidamente mientras se tiraba en el sofá más largo de su salita, justo frente al televisor plano que estaba apagado. Odiaba tener que esperarlo y desear siempre que llegara; odiaba desear que se quedara mucho tiempo.

Un rato que durara mucho, mucho tiempo.

La espera se le hacía larguísima así como estaba, tumbado en el sillón más incómodo que se pudo comprar. Sus pocos amigos no tenían ni idea de que el aburrido Kakashi había perdido completamente la cabeza por un niño estúpido. No había manera en que se los dijera, se moriría de vergüenza si se llegara a saber. La vergüenza no habría sido producto de quedar prendado de un muchacho diecisiete años menor que él, sino porque es muchacho era estúpidamente optimista.

Uzumaki Naruto tenía un montón de años por delante. Tenía mucho tiempo para equivocarse y reírse de eso sólo por ser joven. Naruto, con sus veintiún años, podía todavía casarse y divorciarse sin cargos de consciencia, montar un negocio, fracasar terriblemente en ello y tomar eso como una lección de vida; Naruto podía dejar la arquitectura y dedicarse a cualquier otra cosa porque era joven y podía equivocarse sin sentir culpa por ello. Nadie se lo reclamaría, nadie le echaría en cara su estupidez. Hatake Kakashi, al contrario, ya no podía darse el lujo de cometer más errores en su vida y él sabía que el estúpido niño rubio era el peor de sus errores.

—Él sige andando mientras yo sigo estancado— Pensaba en el tiempo que llevaban compartiendo la cama—. Me estoy pudriendo en este lugar como el agua atorada se pude en los canales— habló en la oscuridad Kakashi, pensando que Naruto no llegaría esa noche.

—Dicen que la culpa es el sentimiento que más dura —la voz clara de Naruto se escuchó como un eco en ese departamento. Kakashi sintió ganas de levantarse del incómodo sofá e ir a abrazar al muchacho. Pero sólo se volteó boca abajo.

—No me siento culpable.

—A veces parece que sí —Naruto dejó su mochila a un lado del sillón en que estaba recostado su maestro. Se montó de piernas abiertas encima de la cintura de Kakashi e inclinó su cuerpo delgado hasta que su pecho chocó con la otra espalda y su cabeza quedó colgada en uno de los hombros del otro hombre.

—No lo entenderías aunque intentara explicártelo — Kakashi no sonaba muy convencido de lo que decía, pero el muchacho entendió que era el final de una conversación en la que había salido perdiendo.

En la sala sólo se escuchaba el funcionamiento del viejo refrigerador que estaba en la cocina. Las luces de la calle no lograban alumbrar más que el hueco entre las cortinas y el marco de la ventana.

—Naruto.

—¿Sí, sensei?

—¿Por qué no estás con Sakura? —Naruto se abrazó a la espalda de su maestro y enterró la cara en la nuca de éste. Comenzó a llorar—. Vale ya. No hace falta que contestes.

Ninguno se movió hasta que Naruto dejó de hipar por el llanto. Kakashi sentía la nuca húmeda y la espalda sudada por el calor que le transmitía su alumno; con poca delicadeza, se volteó hacia el lado derecho, tirando a Naruto de su espalda y se montó en él. Ninguno podía ver los ojos del otro y sólo podían intuir en dónde quedaban sus caras. La oscuridad era tan grande que el maestro se sintió solo.

—Déjalo ya, Naruto. No tienes oportunidad con ella —el alumno alzó los brazos y se los echó al cuello a Kakashi—. ¿Qué esperabas?

—Sensei —se calló un instante y apretó las manos en el cabello gris de Kakashi—. Sensei, yo sé que ella me ama de algún modo —. Kakashi suspiró.

—No hay quien te saque esa idea de la cabeza, ¿verdad? —El alumno no contestó.

El sonido de una ambulancia pasando algunas calles alejada se escuchó en toda la sala. No había nada más que decir, pensó Kakashi, y lo único que debía tomar en cuenta era que Naruto había ido a casa. Dejó caer todo su peso en el muchacho y metió las manos bajo su cintura. Jamás se lo diría al chico, pero el maestro hubiera querido que ese instante se quedara suspendido en el aire y en la memoria de Naruto para siempre.

Aquella noche Kakashi no se llevó al chico a su habitación, en su lugar se quedaron enredados en el sofá. No recordaba mucho de lo que había sucedido esa noche con su alumno porque en realidad, jamás lo vio. Sólo recordaba el calor del otro cuerpo y el de las lágrimas que habían caído en su hombro. Aún después de días de esa noche, Kakashi recordaba el llanto de Naruto.

Los alumnos iban y venían por toda la Facultad de Artes de la universidad. Todos apurados intentando obtener calificaciones aprobatorias en el último momento. Las muchachas y los muchachos se veían desvelados y llenos de cafeína. Naruto era uno entre todos ellos, llevaba cargando una maqueta que presentaría como trabajo final para una de sus clases; el pegamento todavía no se secaba adecuadamente y la pequeña estructura se tambaleaba al rito me sus pasos al correr. Desvelado, hambriento, ansioso y estresado era como el chico terminaba la última semana de exámenes de ese semestre.

Cuando daba la vuelta en una de las curvas de la escalera que llevaba al tercer piso del edificio A, Naruto chocó con una chica menuda de ojos verdes y cabello rosa. A la muchacha el golpe sólo la tiró de sentón sobre uno de los escalones; a Naruto el golpe le destrozó su trabajo final. La maqueta había quedado aplastada entre el cuerpo del chico y el barandal de las escaleras. Dejó caer los restos de su trabajo y se apresuró a ofrecerle la mano a la chica.

—¡Naruto, mira tu trabajo! Quedó deshecho —el muchacho bajó la vista hasta los restos de su maqueta. Suspiró; junto a esa maqueta, su calificación se había ido a la mierda.

—Emh, sí. Ya sabes, este tipo de cosas pueden pasar —quería restarle importancia al asunto, pero débilmente comenzó a pensar en las consecuencias de todo el asunto. Él era el que pagaba los platos rotos por un maldito descuido de los dos. ¿Eso le pesaba? Por supuesto que no.

—Lo siento, Naruto, estoy apurada. Suerte con tu…, trabajo.

—Gracias, Sakura —Bajó la mirada porque él lo sabía, Sakura no podía hacer nada por él, así que era lógico que pensara en irse… era normal, era triste.

Cuando la chica estaba casi en la base de las escaleras, Naruto la nombró:

—Sakura, ¿quieres ir conmigo a —Naruto tembló— tomar un café?

—Pero… —El chico supo que era la oportunidad perfecta, la que haía estado esperando desde que se dio cuenta de que sudaba más de la cuenta frente a la muchacha.

—Como una compensación por lo de mi maqueta —Sakura abrió los ojos, eso no se lo esperaba, por lo menos no de Naruto. Lo dudó mucho, se sentía un poco mal por lo del trabajo del chico, pero compartir un café le parecía exagerado. Se fijó en cómo Naruto se tronaba los dedos de la mano derecha con la orilla del papel cascarón que sostenía su maqueta y le dio lástima. Sería solo una vez, nada malo podría pasar si le regalaba una tarde al muchacho.

—E-está bien. El fin de semana, si estás de acuerdo.

— El sábado, en la tarde…

— El sábado.

El acuerdo quedó cerrado y a Naruto le pareció que todas las cosas del mundo se habían quedado envueltas en papel de color rosa. Todo había dejado de importar porque él, Naruto Uzumaki, tenía una cita con Sakura Haruno, la chica más bonita y deseada de Arquitectura sino es que de la Facultad de Artes entera. Sonrió y tiró a la basura los restos de su trabajo final. Probablemente tuviera que repetir el curso, ¿pero eso a quién le importaba?

—La verdad es que tengo una cita —decía Naruto a su maestro.

—¡Con quién? —Kakashi se preguntaba qué coño le pasaba a Naruto.

—Ya sabes…

—No sé —Naruto levantó la cabeza del pecho de su acompañante lo miró con unos ojos risueños.

—¡Con ella! ¿A que no te lo esperabas? —Kakashi sonrió y no de alegría. En su lugar sintió un tirón muy fuerte entre la boca del estómago y el tórax, justo donde había estado reposando la cabeza de Naruto los últimos diez minutos—. ¿Qué pasa que no dices nada?

—Pues estaba pensando —Naruto se tensó—. ¿Cuándo estés con Sakura ya no nos vamos a ver más, no?

La voz a Kakashi le había sonado firme, como si lo que acababa de decir no le hubiese sabido amargo en la boca. No era solamente una pregunta que hubo formulado para no quedarse callado, era una pregunta que había estado pensando desde que lo suyo con Naruto comenzó.

—La verdad —Naruto cerró los ojos— no lo había pensado, pero supongo que es cierto —Kakashi guardó silencio—. No podría hacerla sufrir.

—Es cierto, si la amas no podrías hacerle eso. Eres demasiado bueno.

—Pero todavía no es tiempo.

Naruto subió al estómago de Kakashi y le abrazó por el cuello. Sus pieles muy tibias se reconocieron con escalofríos. Entonces el sensei pensó en ese momento como una despedida, una despedida que le calaba hasta los huesos, que le dolía hasta en los recuerdos que empezaban a pasar por su mente. No quería llorar porque Naruto estaba con él y el muchacho no tenía la culpa de haberlo enamorado hasta convertirlo en un imbécil. Con el paso de los segundos, con el cuerpo de Naruto encima suyo, Kakashi e aguantó las lágrimas en el fondo de sus ojos y le hizo el amor al muchachito. Él hubiera querido que su despedida fuera especial, pero sabía que las cosas no siempre salían como uno quiere; por eso se conformó con las caricias torpes que pudo hacerle al cuerpo de Naruto esa noche, caricias que quería tragarse para que su cuerpo se nutriera de ellas.

A lo mejor para Naruto aquella noche no había significado lo que para él sí. A lo mejor por eso Kakashi no pudo dormir después del sexo y Naruto sí.

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Yo sólo espero que este fanfic les haya gustado. El primer capítulo es una fusión entre el antigüo capítulo 1 y 2. Quedó raro, pero pues es lo que hay por el momento.