Yo, me entrego a ti.
Y prometo serte fiel,
en lo próspero y en lo adverso,
en la salud y en la enfermedad,
en la riqueza y en la pobreza,
y amarte y respetarte todos los días de mi vida.
Hasta que la muerte nos separe.
Yuuri le dio un sorbo a su capuchino, con cuidado para no quemarse la lengua, y posteriormente lo dejó sobre la mesa, a un lado del espresso de Phichit.
El chico tailandés continuó moviendo su pulgar por el celular hasta que encontró el video que quería mostrarle a su amigo.
-Aquí- dijo, acercándose a él para mostrarle la pantalla donde se veía a Yuuri intentando realizar un quad lutz esta mañana durante el entrenamiento, y que había terminado con él tirado sobre el hielo por unos minutos antes de que su cuerpo golpeado le permitiera levantarse nuevamente. –Tus tiempos están mal, es por eso que no te sale.
-Es difícil medir los tiempos cuando estás haciendo una coreografía- se excusó el japonés, soltando un suspiro pesado. Su espalda aún le dolía, aunque no era un dolor insoportable, ni lo detendría de volver a intentarlo mañana.
-¿Por qué no le pides ayuda a Victor con tus saltos? Él debe tener mejor ojo que yo o que la cámara del celular para ver en qué fallas.
Yuuri desvió la mirada y le dio otro sorbo a su bebida.
-Victor está muy ocupado con la escuela de patinaje ahora, no tiene tiempo.
Los ojos de Yuuri estaban dirigidos al suelo, Phichit lo miró con el ceño fruncido y una mueca, intentando leer el rostro de su mejor amigo.
-Oh- dijo repentinamente, después de estudiar la cara de Yuuri -¿Pasó algo entre ustedes dos? ¿Están peleados?
-No. Todo está bien- otro sorbo, sus ojos continuaban huyendo de los de Phichit.
El tailandés bloqueó su celular y lo dejó sobre la mesa, se giró en su silla para quedar lo más frente posible a Yuuri.
-Cuéntame.
Yuuri soltó un suspiro que llevaba rato guardado en el pecho.
-Estamos bien- insistió, pero ambos sabían que Phichit ya lo había notado y no había nada que Yuuri pudiera hacer para sacárselo de la cabeza. Era demasiado tarde.
El mayor dejó la bebida sobre la mesa, pero no la soltó, sus dedos jugaron con el vaso, disfrutando de la calidez de éste. Se aclaró la garganta antes de confesar.
-No ha pasado nada. Pero de verdad, no ha pasado nada- enfatizó –Victor está muy centrado en su trabajo como entrenador en la escuela de patinaje, a veces se queda hasta tarde por tutorías o patinando, llega muy noche a casa y cuando llega es la misma rutina, cena, se da una ducha y duerme.
-Oh, entiendo- Phichit sonrió juguetonamente, intentando sacarle una sonrisa a su amigo –Estás sexualmente frustrado.
Ahí fue cuando Phichit supo que de verdad había algo mal. Yuuri no sonrió. Yuuri no se sonrojó. Yuuri no miró hacia todos lados avergonzado y le suplicó que bajara la voz. Lo único que Yuuri hizo fue hundirse de hombros, con la mirada fija en su vaso semi-vacío. Sus ojos se detuvieron en el anillo de oro que adornaba su dedo. El anillo que Victor le había dado el día de su boda.
-Supongo que el amor no es para siempre. Victor ya se aburrió de mí. Es extraño, ¿sabes? Nuestra vida diaria era una luna de miel que duró más de dos años. Y de la noche a la mañana, ya no quedó nada más que los recuerdos.
-Yuuri- su amigo le tomó la mano, intentando reconfortarlo. De cierta forma se sentía culpable de haberle sacado la verdad sobre su vida marital, pero por otro lado, él que conocía tan bien a Yuuri sabía que éste tenía que sacarlo todo antes de que comenzara a carcomerlo desde adentro. –Estoy seguro de que es un malentendido. Victor te ama- Y vaya que estaba seguro. Victor se esforzaba mucho en su trabajo y había descuidado un poco a Yuuri, dejándolo en segundo plano, pero eso no significaba que ya no fuera importante para él. Lo rutinario cansa, y puedes verlo en todos lados, en todas las parejas, en algún momento las cosas cambian. –Tal vez lo mejor sea hablarlo con él.
-¿Y decirle qué? Si lo confronto por eso, posiblemente vaya a comenzar a descuidar ahora su trabajo. No quiero eso. Tampoco quiero forzarlo a que yo tengo que ser su prioridad, entiendo que le gusta su trabajo.
-Pero, Yuuri, eres su esposo, por supuesto que tienes que ser su prioridad. Esta es la clase de cosas a las que me refiero, falta mucha comunicación entre ustedes, incluso después de tanto tiempo- Yuuri bajó la cabeza, sin ganas de argumentar nada –La otra opción, si no quieres hacerlo verbalmente, es que puedes usar tu cuerpo para insistirle.
-¿Ah?- Yuuri levantó una ceja y miró a su amigo a los ojos. Phichit sonrió porque Yuuri finalmente lo veía.
-Casados o no, Yuuri, tú nunca fuiste capaz de dar el primer paso, siempre tiene que ser Victor quien lo haga. ¿Por qué no intentas cambiar eso e intentas seducirlo en la cama?
-P-Phichit, baja la voz- le susurró con las mejillas encendidas.
Ahí estaba Yuuri.
-Tal vez lo que Victor está haciendo es ponerte a prueba, esperar a que tomes la iniciativa. Debe quererlo mucho si tiene tanta fuerza de voluntad como para no tocarte en tanto tiempo.
Yuuri dejó caer su cuerpo sobre la mesa y enterró el rostro dentro de sus brazos.
-N-no creo poder hacerlo- dijo y Phichit pudo notar como sus orejas ardían.
-Por favor, eres su esposo. No es como antes que tenías miedo de hacer cualquier cosa porque "a Victor podría no gustarle y te dejaría para volver a Rusia".
Los ojos del japonés se asomaron y se fijaron en los de Phichit. Comenzó a jugar con sus dedos, enredándolos entre ellos.
-Hmm- pareció dudar de lo que iba a decir por unos breves segundos, pero finalmente lo dijo, intentado ocultar su sonrisa nerviosa –T-todavía tengo la lencería que utilicé la noche de mi boda- se detuvo para tragar saliva, inseguro -¿Crees que le guste?
-¿Estás bromeando? Yo te ayudé a escogerla, va a babear sobre ti.
La seguridad de las palabras de Phichit fueron contagiosas, logrando sacarle una pequeña risa. Tal vez aún había oportunidad de salvar su matrimonio de la monotonía.
-Tengo que ir al baño- dijo el japonés, poniéndose de pie, Phichit asintió con la cabeza mientras veía a su amigo entrando al establecimiento y dirigirse hacia los baños.
El tailandés volvió a tomar su celular y comenzó a navegar por las redes sociales, se detuvo en un tweet de Leo y le dio un like. Continuó bajando. Se detuvo al sentir que la mesa vibraba y levantó la mirada para ver que el celular de Yuuri había sido olvidado sobre la mesa y que estaba sonando. Se tenían la suficiente confianza para contestar el teléfono del otro, sin problemas, además de que tenían casi los mismos contactos. Tomó el dispositivo en sus manos y vio que el número era desconocido.
Regresó su mirada hacia el establecimiento, esperando que Yuuri ya viniera en camino por si tenía que pasarle la llamada, pero no lo vio. Dudó un poco antes de tomar la llamada.
-¿Yuuri Katsuki?- se escuchó al otro lado de la línea.
-Ah- antes de que Phichit pudiera responder, la mujer del otro lado continuó hablando.
-Estoy llamando desde el Hospital Queens.
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Yuuri cerró la llave de agua y tiró el papel en el bote de basura, se arregló un poco el cabello antes de salir del baño. Tenía planeado ir a su mesa fuera del establecimiento donde había estado, pero se sorprendió de ver a Phichit fuera de los baños, con una mirada preocupada y su celular en las manos.
-Olvidaste tu celular- dijo Phichit, entregándoselo.
-Uhm, ¿gracias?- dijo Yuuri, sorprendido por ver a Phichit ahí. Su amigo juntó las cejas y apretó los labios.
-Recibiste una llamada mientras estabas en el baño- continuó.
-Oh, ¿quién era?- Yuuri se dispuso a caminar hacia la puerta, pero Phichit le tomó de la manga de su abrigo, deteniéndolo. El japonés había querido ignorar la mirada de desesperación y nervios de su amigo, pero ahora se enfrentaba a ella.
-Era del Hospital Queens, Yuuri. Es por Victor.
Sintió como su corazón se detenía dentro de su pecho.
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-Caballeros, no corran en los pasillos- una mujer detrás de un módulo de atención les llamó la atención al ver a Yuuri y Phichit entrar. Phichit se dio la vuelta, aún caminando de espaldas y juntó las manos en señal de disculpa, pero ninguno de los dos bajó la velocidad.
Los ojos de Yuuri viajaban por todas las puertas del pasillo, contando cada uno de los números, a su derecha la habitación 102, a su izquierda la 103, derecha 104, y así progresivamente. Sus labios iban contando en voz alta conforme recorrían el lugar, con miedo a que una puerta repentinamente y sin razón aparente cambiara el orden cronológico.
Se detuvo frente a la habitación 116, sin detenerse a confirmar que era la correcta y abrió la puerta. Un grupo de personas en bata le recibieron con sorpresa. Yuuri guió su mirada inmediatamente al hombre recostado en la cama. Su rostro estaba morado, lleno de golpes, y podía ver manchas de sangre en su cabello platino. A pesar de que su rostro era casi irreconocible, sobretodo desde la entrada de la habitación, Yuuri no tenía duda de que era él.
-Victor- su voz salió con un tono desafinado, a causa del nudo en su garganta.
-Es el esposo- dijo una de las enfermeras y se apresuró a su lado –No puede entrar aquí todavía, señor Katsuki, por favor espere afuera- y lo guió fuera del cuarto, cerrando la puerta tras de sí. Phichit estaba de pie en medio del pasillo, viendo como la mujer sentaba a Yuuri en las sillas alineadas fuera de la habitación y se hincaba hasta quedar a su altura. No pudo escuchar lo que la mujer le susurró al pelinegro, pero sabía que eran palabras de empatía y apoyo. Cuando se puso de pie y regresó al cuarto, las primeras lágrimas de Yuuri abandonaron sus ojos. Cubrió su rostro con ambas manos.
Phichit desvió la mirada y pudo notar a un chico rubio sentado en una silla del lado contrario, tenía una gasa en la mejilla y el brazo vendado alrededor de su cuello. Estaba mirando a Yuuri. Cuando se percató de que Phichit lo estaba viendo, se dio la vuelta.
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Habían pasado casi dos horas, Yuuri había dejado de llorar, pero se encontraba sentado en la silla con la cabeza gacha, no dejaba de jugar con el anillo en su dedo, frotándolo con ansiedad. Phichit se había sentado a su lado, envolviéndolo con un brazo en un intento fallido de reconfortarlo. No había intercambiado palabra entre ellos, ambos tenían la mirada distante.
La puerta se la habitación se abrió repentinamente y los dos brincaron para ver a los doctores en bata salir en grupo. Varios de ellos, internos, se retiraron por el pasillo y sólo uno y la enfermera de hace rato se detuvieron frente a la puerta.
El doctor, un hombre de canas y ojos escondidos tras unos gruesos lentes habló con voz ronca.
-¿Yuuri?- llamó.
-¿Si?- Yuuri se puso de pie, de un brinco, con las manos en el pecho.
-¿Si?- al mismo tiempo, el chico rubio del otro lado también se puso de pie.
Ambos se miraron.
-¿Quién es el esposo del paciente?- replanteó la pregunta el hombre.
-Soy yo- Yuuri se acercó a la puerta con el doctor, Phichit lo siguió de lejos.
-Pase, por favor- indicó la habitación con la mano y se hizo a un lado para dejarlo pasar. Antes de entrar, Yuuri le dedico otra mirada al joven rubio, quien miraba al suelo, empuñando su mano derecha libre.
Al entrar a la habitación se encontró con su esposo conectado a varias máquinas, un tubo de oxígeno cubría la mitad inferior de su rostro, permitiéndole respirar. Mantenía los ojos cerrados, uno de ellos estaba muy hinchado y colorado. La sangre de su cabello había sido limpiada, pero aún podía ver que tenía golpes y raspones en la cabeza. Desconocía como se encontrara el resto de su cuerpo que estaba cubierto por la bata de hospital y una gruesa sábana.
Su corazón se apretó dentro de su pecho al ver a su esposo en ese estado.
Se sentó a su lado y tomó su mano, acariciando sus dedos. No traía su anillo puesto. Supuso que el mismo hospital había resguardado sus pertenencias.
-Victor- le llamó, pero no recibió respuesta, estaba inconsciente.
-Por el momento está dormido- le dijo el doctor –Pero logramos estabilizarlo. Va a ser una noche difícil, sería bueno que se quedara usted aquí.
-Gracias, doctor- dijo Yuuri, sin despegarle la vista a Victor.
-Cualquier cosa que requiera, o si el paciente despierta, llámenos, sólo tiene que presionar el botón azul- dijo el hombre, antes de retirarse de la habitación. La enfermera le siguió.
Cuando se vio solo en la habitación, su mano acarició la mejilla de su esposo con delicadeza.
-No me dejes, Victor. Te necesito…- hundió su rostro a su lado en la cama y dejó que las lágrimas volvieran a fluir libremente.
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Media hora más tarde, Yuuri abrió la puerta de la habitación y Phichit se acercó a verlo.
-¿Qué sucedió? ¿Cómo está Victor?- preguntó el tailandés, sintiendo un nudo en la garganta al ver los ojos hinchados de su mejor amigo.
-Inconsciente, pero estable- respondió el otro –Voy a pasar la noche. ¿Podrías ir a mi casa y traerme un cambio de ropa?
-Por supuesto, Yuuri. ¿Quieres que te traiga algo de comer?
-Ahora no, pediré algo más tarde.
Yuuri sacó sus llaves de su abrigo y se las dio a su mejor amigo, el chico las tomó. Se miraron unos segundos en silencio antes de que el tailandés diera un paso al frente y estrechara en un abrazo al otro.
-Todo va a estar bien, Yuuri- le dijo. Sabía que Yuuri no era una persona física, pero aún así se dejó abrazar. No respondió nada.
-Uhm- una voz extraña hizo que se separaran, al mirar a su lado, el chico rubio estaba parado, con las cejas juntas -¿Puedo pasar a verlo? A Victor.
-¿Quién eres tú?- preguntó Yuuri.
-Íbamos juntos en el auto cuando chocamos, él iba a llevarme a casa. Soy Yuri Plisetsky, su estudiante- se presentó el otro.
-Oh- soltó Yuuri. Entrecerró los ojos y parpadeó un par de veces –Pero Victor no tuvo clases hoy. Salió temprano de casa porque tenía cosas que hacer.
-Nos encontramos- explicó rápidamente el joven.
Yuuri no argumentó nada más, se hizo a un lado y dejó que el joven pasara. Éste se sentó en la misma silla donde él se había sentado. Si le estaba susurrando algo al inconsciente Victor, ni Phichit ni Yuuri alcanzaban a escuchar.
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-Puedo llevarte a casa, si gustas- ofreció Phichit, acercándose al joven, quien llevaba más de quince minutos sentado en silencio junto a Victor. Yuuri se encontraba en la puerta de la habitación, limitándose a mirar.
-Quiero quedarme- dijo el rubio, y después miró a Yuuri.
-Sólo puede quedarse una persona- argumentó el japonés. No entendía porqué, pero había algo de ese chico que no le agradaba.
-Además, tus papás deben de estar preocupados- continuó Phichit –Puedo prestarte mi celular para llamarles.
-Tengo celular- dijo el estudiante con voz cortante, antes de regresar sus ojos a Victor –Dormiré afuera, en las sillas- No estaba pidiendo la aprobación de nadie. Estaba informando.
Yuuri frunció el ceño cuando un engranaje en su cabeza hizo clic. La manera en la que ese otro Yuri miraba a Victor, era igual a cuando los dos se casaron.
Yuuri mordió su labio inferior y salió de la habitación.
Cuando iba a medio pasillo, Phichit lo alcanzó.
-¿Yuuri? ¿Estás bien? ¿Vas a ir a comer?
-No me agrada ese niño- confesó.
-¿El otro Yuri? Parece buena persona, se ve que está preocupado por Victor.
-Si, debe ser una excelente persona. Haciéndole ojitos a mi marido- gruñó el otro.
-Guau, guau- Phichit aceleró su paso y se detuvo frente a Yuuri –Aguarda un segundo, ¿qué?
-¡No me digas que no lo notaste, Phichit!
-Es su estudiante, está preocupado por él. Iban juntos en el auto cuando se accidentaron. Sólo quiere estar seguro de que va a estar bien.
-¡Claro! ¡Porque casualmente se encontraron en el día libre de Victor! ¿No se supone que debería de estar en la escuela o algo así?- gritó, antes de desviar la mirada al suelo, en un intento de evitar el rostro de dolor de su mejor amigo.
-Yuuri… ¿estás escuchándote?- murmuró, notablemente sorprendido por las palabras del japonés -¿Y qué si el chico tiene un crush con Victor? ¿Estás dudando de tu esposo?
El mayor cruzó los brazos defensivamente frente a su pecho.
-No lo sé, Phichit. La actitud de Victor en los últimos meses… Que los dos estuvieran juntos en su día de descanso…
El tailandés envolvió a su amigo en un abrazo.
-Yuuri, Victor te ama. Eres su mundo. Él jamás podría hacerte eso. Jamás.
Yuuri se dejó abrazar, más no dijo nada más. Quería creer en las palabras de Phichit, por supuesto que quería. Pero algo dentro de él no podía hacerlo.
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Afuera ya había anochecido y el horario para visitas había terminado. Phichit había sido muy amable en llevarle el cambio de ropa, además de artículos de higiene personal. También le había vuelto a ofrecer al chico rubio llevarlo a su casa, pero éste se negó de manera cortante.
Yuuri se despidió de su mejor amigo con un abrazo y lo acompañó a la entrada del hospital. El tailandés insistió por enésima vez en que no dudara en llamarle si necesitaba algo y Yuuri realmente agradeció el apoyo que estaba recibiendo de su parte.
Una vez que Phichit se fue, Yuuri se dispuso a volver a la habitación 116, pero la mujer de la recepción lo detuvo.
-Disculpe- le llamó –usted es el familiar del paciente de la habitación 116, ¿cierto?
Yuuri asintió con la cabeza. Entonces la mujer abrió un cajón de su escritorio y le entregó una bolsa transparente.
-Son las pertenencias que el paciente traía consigo. Si gusta tomarlas.
-Oh, gracias- Yuuri tomó la bolsa e inspeccionó su contenido. Lo que más destacaba eran sus ropas, no sólo porque fuera lo más grande de la bolsa, sino porque estaban ensangrentadas y desgarradas. Su cinturón intacto. Un par de calcetines. Solo había un zapato. Había otra bolsa transparente adentro donde estaba su billetera, su reloj de muñeca, el armazón de sus lentes de sol, sus llaves, su anillo de bodas y su teléfono celular.
Yuuri se detuvo al dar vuelta por el pasillo. Miró hacia todos lados, como si temiera que alguien lo viera, aunque estaba seguro de que nadie le llamaría la atención si lo encontraban hurgando en las pertenencias de su esposo. Abrió la bolsa y sacó el teléfono celular. Estaba apagado y tenía la pantalla quebrada. Presionó el botón de encendido por unos segundos, esperando que no hubiera quedado inutilizable tras el accidente. Se mostró la pantalla de inicio. Pero al intentar entrar, se encontró con un bloqueo por contraseña numérica. Victor nunca había bloqueado su celular.
Ingresó un número, una fecha importante. Si conocía a Victor tan bien como creía hacerlo, esos números eran la contraseña. Se mostró la pantalla de inicio, dándole acceso a Yuuri a todos sus archivos y aplicaciones.
Yuuri abrió sus mensajes. El nombre Yurio fue el primero en aparecer, con la foto del chico rubio de perfil, mostrando una blusa con una imagen de un león.
Cerró los ojos y respiró profundamente.
Una parte de él quería creer ciegamente en el amor que Victor le tenía, como Phichit aseguraba. Otra estaba harta de esa venda que él mismo había amarrado para cubrirse los ojos, quería conocer la verdad, estuviera o no preparado para hacerlo.
Abrió su conversación con el otro Yuri, cediendo ante la segunda voz. Victor no tenía nada que ocultarle de todas maneras, ¿cierto?
Sus ojos comenzaron a leer, subiendo la conversación con su dedo pulgar, viajando a través del tiempo, al pasado. A esa mañana, al día de ayer, y al día anterior.
Y al anterior. Y al anterior.
Yuuri se sentó en una de las sillas en el pasillo, deteniéndose en unos mensajes, analizándolos, esperando que su cabeza viera con otra intención las palabras que Victor le escribía al chico. Se detuvieron en imágenes, sintiendo un nudo asfixiante atorado en su garganta.
Bloqueó el celular.
Sus ojos se fijaron en el suelo unos segundos, quizás incluso minutos.
No lloró.
No cuando su esposo había ocultado esa clase de conversaciones con la fecha de su boda como contraseña.
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Cuando Yuuri llegó al pasillo donde estaba la habitación de Victor, sus ojos se enfocaron inevitablemente enYurio, sentando en una de las sillas del pasillo, con las rodillas pegadas al pecho y el celular en mano.
Yuuri se calmó internamente, respirando hondo, y continuó su camino hacia la habitación. Cuando su mano tocó la perilla de la puerta, se detuvo.
Miró al chico.
Torció la boca en una mueca antes de alejarse de la puerta y acercarse al más joven.
-Tú y mi esposo- intentó que su énfasis en la palabra no fuera muy obvio, pero que entendiera el mensaje. Victor era su esposo -… ¿Había algo entre ustedes dos?- lo enfrentó. Ya había leído los mensajes. Sabía la verdad. Pero algo dentro suyo todavía creer en la fidelidad que Victor le juró el día de su boda. Tenía que escucharlo directamente para que pudiera entrar en su cabeza.
El rubio bajó el celular y encaró a Yuuri desde su lugar en la silla. Sostuvo la mirada en silencio por varios segundos. Eternos segundos. Finalmente la desvió y soltó un suspiro pesado.
-No sabía que era casado- confesó.
Sus palabras se encajaron como un puñal en el pecho de Yuuri. Quedaron grabadas en su cabeza. Y sintió como si el anillo quemara su piel.
El nudo en su garganta le impidió responder, aunque su mente en blanco tampoco ayudaría. Yuuri decidió retirarse en silencio, dio media vuelta y entró de regreso a la habitación, dejando al rubio sentado en su silla del pasillo.
Una vez adentro, no se acercó a su lugar al lado de la cama de Victor como anteriormente había estado haciendo. En cambio se dejó caer en el largo sillón que estaba frente a Victor.
Entonces recordó que había estado manteniendo la respiración y tragó una bocanada de aire que soltó todos los sentimientos que traía dolorosamente enterrados en su pecho. Y dejó que las lágrimas volvieran a recorrer libremente su rostro.
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Yuuri miró su reflejo en el espejo por enésima vez en tan sólo esa hora. Esta vez ajustó su corbata. Ya la había hecho y deshecho seis veces ese día porque no le convencía. Le dio una pasada a su cabello peinado hacia atrás con sus dedos nuevamente.
-Yuuri, detente, me pones nervioso- le dijo Phichit detrás de él, leyendo una tarjeta en sus dedos, memorizando lo que traía escrito.
-TÚ estás nervioso hoy- pronunció lentamente el japonés, incrédulo.
-Si, duh- Phichit le rodó los ojos con una sonrisa –Como alguien me escogió de padrino voy a tener que dar un discurso frente a todo el mundo.
-Phichit, es el día de MI boda. Soy yo quien no siente las piernas.
-Si fuera una boda normal no estaría tan nervioso- aclaró el tailandés –Pero como mi mejor amigo y su futuro esposo resultaron ser una celebridad en el mundo deportivo, la prensa va a estar presente. Todos sus ojos de paparazzi mirándome, esperando que cometa un error para tapizar los periódicos y noticieros del mundo con mi vergüenza. ¿Sabes lo difícil que es conseguir patrocinadores serios si te conviertes en la burla del mundo? ¿Y si hacen un meme de mí? Dios, sería el fin.
-Phichit- Yuuri lo tomó de los hombros –Vas. A dar. Un discurso. En el maldito banquete. De MI boda- dijo, separando cada frase para darle mejor énfasis -Soy yo quien tiene ganas de orinarse en los pantalones por miedo a tropezarme mientras camino al altar, o si me equivoco en los pasos del baile. O si tartamudeo en mis votos. O si se me cae el anillo. O si gimo mientras Victor me besa, a veces me pasa, es involuntario. O si mi pastel se incendia…- Phichit lo miró con una ceja levantada –Lo he visto en youtube. ¡Y está en youtube!
Antes de que Phichit pudiera alegar algo para continuar con su competencia, una música comenzó a sonar por el lugar.
-Oh por Dios- soltó Yuuri, comprendiendo que el sonido de la música indicaba su entrada. Se miró nuevamente en el espejo con prisa. No. Todo estaba mal. Su cabello no estaba lo suficientemente peinado, su traje no era lo suficientemente blanco, su aspecto no era suficiente, en general. ¿Esa era una espinilla? –No puedo hacerlo- soltó de repente y Phichit lo miró con el ceño fruncido –Oh Dios mío, no puedo hacerlo. ¿Crees que Victor me odie si no salgo? ¿Crees que deje de hablarme si me voy?
-Sé que él ganaría nuestra competencia de quién aparecería ridiculizado en los espectaculares.
-¡No se suponía que fuera un evento tan grande!- se lamentó, sentándose en el sillón de la pequeña habitación, sus piernas no dejaban de temblar mientras la música continuaba –Yo quería una boda pequeña y modesta, pero la prensa se enteró y ahora ¡tengo que dar una entrevista para siete revistas internacionales a las dos y una conferencia de prensa a las cuatro!
-Yuuri- Phichit se hincó frente a él, y le tomó de las manos, intentó encontrar su mirada que estaba dirigida al piso alfombrado –Todo va a estar bien. No vas a tropezarte de camino al altar, no vas a olvidar la coreografía, no vas a tartamudear tus votos, no vas a tirar el anillo y no se va a incendiar tu pastel- le dijo con seguridad en su voz –Victor te ama más que a nadie y que nada en este mundo, y tú a él. Este debería de ser el día más feliz de tu vida, no el más traumático- sonrió –Y si puedes ganar la medalla de oro en el Grand Prix y romper un récord mundial frente a miles de espectadores, dando el mejor espectáculo de sus vidas, puedes casarte con el hombre que amas sin hacer el ridículo.
Yuuri finalmente levantó la mirada, encontrándose con los ojos obscuros de su mejor amigo. Sonrió ligeramente.
-No puedo evitar notar que no dijiste nada de que a veces gimo cuando Victor me besa- comentó.
-Oh, es que eso sí me gustaría escucharlo. Pero no te preocupes "Yuuri Katsuki suelta un gemido en el altar cuando besa a su esposo" no suena como un buen título en las noticias.
Los dos rieron al mismo tiempo, Yuuri le dio un pequeño empujón a su amigo y después de respirar profundamente, se puso de pie.
Cerró los ojos y se dejó envolver en el sonido de la música. Era como cuando patinaba. Era encender la música y empezar a actuar, olvidando los muchos trastornos que su verdadera persona sufría, para dar un espectáculo que la gente no olvidaría.
Abrió la puerta de la habitación y sus ojos encontraron los de su futuro esposo, cuyo rostro se iluminó en el segundo en el que sus miradas se cruzaron.
Phichit tenía razón, si podía ganar el campeonato mundial de patinaje artístico y romper un récord, podía hacer a Victor Nikiforov (la persona a la que más amaba en este mundo) su esposo.
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-Ngh.
Los ojos de Yuuri se abrieron lentamente al escuchar un quejido haciendo eco en la habitación. Se encontró en el sillón, en una posición un tanto incómoda y con la cabeza acomodada sobre su brazo, los lentes se habían movido de su lugar y amenazaban con caerse. Parpadeó un par de veces, intentando despertar. Tardó unos segundos en comprender que el ruido que acababa de escuchar no había sido suyo. Su mirada se dirigió al hombre que yacía en la camilla de hospital. Un pie se movió bajo las sábanas.
-¡Victor!- se puso de pie rápidamente y corrió al lado de su esposo. Tomó su mano entre las suyas. La mano donde debería de ir su anillo.
El ruso apretaba los ojos con dolor y Yuuri podía ver su respiración agitada por como el aparato que le brindaba oxígeno se empañaba.
Abrió lentamente los ojos, parpadeando varias veces. Ladeó la cabeza y miró fijamente a Yuuri, con sorpresa.
-Deberías de estar entrenando- dijo con dificultad por el aparato, y al darse cuenta de que se encontraba conectado a una gran cantidad de aparatos, movió su mano que llevaba la intravenosa para retirárselo. Sus ojos se detuvieron en su brazo y vieron que éste se encontraba completamente vendado. Sin embargo no sentía dolor alguno, probablemente por los analgésicos que le inyectaban mediante el suero.
Los ojos de Yuuri se humedecieron.
-Y tú dijiste que estarías en el banco- dijo con la voz quebrada.
La mirada de Victor pasó de una de confusión a pánico al entender la situación en la que se encontraba. Intentó erguirse en la cama, sin lograrlo, así que se limitó a voltear su cabeza por todos lados, explorando la habitación.
-¿Dónde está Yurio?- preguntó con preocupación.
Yuuri sintió que su corazón se apretaba dentro de su pecho. Bajó la cabeza.
(No está aquí.)
(Él se fue.)
(Él no volverá.)
-Afuera- contestó, muy a su pesar.
Su respuesta pareció tranquilizar a su Victor, quien volvió a recostarse en la cama con más tranquilidad.
-Gracias al cielo está bien- susurró.
Yuuri levantó la mirada, sólo la mirada, mientras su rostro continuaba dirigido hacia el suelo. Las palabras comenzaron a formularse en su cabeza, sin saber cómo pronunciarlas.
(¿Quién es él?)
(¿Por qué estabas con él?)
(¿Has estado engañándome?)
A pesar de que ya conocía la verdad. Había leído los mensajes. Había visto las fotos. Había escuchado la confirmación de la boca del mismo chico.
Pero si Victor decía que no, entonces le creería.
Una lágrima escapó de sus ojos, cayendo sobre el cristal de sus lentes.
¿Qué tan estúpido podía ser?
Victor comenzó a toser y Yuuri se levantó, ayudándolo a erguirse en la cama.
-¿Estás bien?- preguntó preocupado mientras el otro continuaba cubriéndose la boca para toser. Yuuri vio como la sangre se escapaba de entre sus dedos. El aire se escapó de sus pulmones.
Sus ojos recorriendo toda la camilla desesperadamente, buscando el botón para pedir ayuda, cuando lo encontró, intentó estirarse para alcanzarlo, pero Victor le detuvo del brazo.
-¡Vic-!
-Él no puede solo- gimió el otro, con molestia. La sangre se escapaba de sus labios.
¿Hablaba del otro Yuri?
-No puede sobrevivir sin mí- continuó. Y Yuuri intentó convencerse de que su preocupación por la salud de Victor lo llevó a decirle que dejara de hablar, pero en realidad era porque no quería seguir escuchando.
El agarre en su brazo comenzó a aflojarse lentamente hasta que se soltó, dejando el brazo colgando sin fuerza.
El cuerpo entero de Victor se había quedado sin fuerza, dejándolo como un muñeco de trapo.
-¿Victor?- un molesto zumbido hacía eco en su cabeza.
Excepto que no era un zumbido.
Era el sonido de la máquina a la que Victor estaba conectado.
Aquél que medía su ritmo cardíaco.
Y Victor no tenía ritmo cardíaco.
No se dio cuenta de que estaba gritando hasta que la garganta le ardió. La puerta de la habitación se abrió y dos enfermeras entraron, seguidas del médico de guardia. Una de las enfermeras lo jaló, alejándolo de su esposo, Yuuri estiró las manos, intentando alcanzarlo, llegar a él. Lo necesitaba. Necesitaba abrazarlo. Necesitaba sentirlo.
Necesitaba decirle que lo amaba.
Vio como el médico sacaba los desfibriladores.
Y lo siguiente que vio fue la puerta de la habitación cerrándose frente a él.
Se aferró al cuerpo de la mujer que le impedía pasar a la habitación y se permitió llorar en su hombro sin pudor.
Victor murió esa noche.
