Que barato decir que es extraño
No tocarte y sentirte hoy aquí...(La Vela puerca, En el limbo)

El campo de flores pez dorado se inclinaba de un lado a otro movido por el misterioso viento infernal. Algunas flores comenzaban a marchitarse y los gritos de otras eran menos potentes. Hoozuki observaba el vaivén de los animales-plantas absorto en sus pensamientos.

Aquella vez, a su regreso, las flores también se habían marchitado.


Los informes de la guerra habían sido entregados con su acostumbrada prolijidad y eficiencia en la oficina correspondiente. Mientras los firmaba, un empleado recientemente contratado, había dejado caer en un descuido, una de las hojas con nombres. En la primera línea se leía "Takahiro Tsukiyama, muerte por asfixia.." Hoozuki la contempló por un instante.

En aquel entonces ese nombre lo había llevado a...No.

Se la entregó al funcionario sin darle mayor relevancia.


"¿Estás seguro de que no deseas ir al festival? Últimamente pasas casi todo el tiempo aquí" El rey Enma hablaba mientras procuraba hacer que el kimono de fiesta no se abriera ante su prominente estómago.

"Ya le he dicho que es mi trabajo" Respondió el oni sin despegar la vista los expedientes sobre la mesa.

"Bueno lo sé..pero es sano despejar la mente de vez en cuando.." Enma seguía luchando con las múltiples capas de tela ¿Dónde se suponía que tenía que colocar tanta tela?

Hoozuki no respondió. Estaba fastidiado. La imagen que tenía ante sus ojos lo había llevado involuntariamente a otra escena, una que había ocurrido meses atrás, en la cual otro kimono se negaba a cerrarse.

"Además el festival no será lo mismo sin tu coordinación.."

El demonio finalmente levantó la vista de los papeles fulminándolo con la mirada. Poniéndose de pie se acercó a su superior y en un abrazo por demás doloroso, logró que los pantalones subieran hasta el lugar adecuado, haciendo que las capas del kimono dejaran de abrirse inoportunamente.

"Eso es, así debe ir vestido un verdadero monarca. La coordinación se encuentra adecuadamente delegada en gente de mi confianza. Tenga buenas noches." Lo despachó volviendo a tomar asiento en su escritorio.

"Ugh, gracias" Enma salió presuroso de la habitación. Su rostro comenzaba a adquirir un insano color violeta producto de la falta de oxígeno y él no deseaba que su subordinado lo regañara por morirse en su despacho.


La chica de los duraznos le tenía miedo. Se inauguraba la nueva cosecha y desde luego la embajadora pez-dorado había estado presente en la ceremonia de apertura. Su intención era solo felicitarla, simplemente había colocado la mano sobre su hombro para llamarle la atención, pero eso había bastado para que ella diera un respingo exagerado.

No se había percatado antes y aún no terminaba de comprender el por qué, pero ella también le temía al igual que más de la mitad del inframundo. Podía decirlo al observar sus ojos. Allí, detrás de capas de fingida cortesía y de rigurosa obediencia, se escondía el temor hacia su persona. Desde luego no le importaba, estaba acostumbrado, pero era tan corriente, tan habitual..evidentemente su creencia de que la chica durazno era inmune estaba errada.

Él no le había tenido miedo, pensó súbitamente y se odió por eso.


No había caso. Demasiado diferente. No podía negar su suavidad, pero aun así distaba mucho de la sensación que sus manos deseaban obtener al tocarlo. El manto de pelo que cubría al dueño del Yakankan en su forma de zorro no se asemejaba en lo absoluto al de aquel kitsune. Aquel manto era seda líquida, se escurría al tacto invitándolo a viajar por un mundo blanco en donde no existían los pensamientos y solo se permitía el acceso al placer de los sentidos. Acariciar a Gon-chan era similar a acariciar a Shiro, agradable sin dudas, pero intrascendente.

Dejó la suma acordada sobre la mesa y se retiró. Había sido una mala idea, después de todo.


Definitivamente las noches eran lo peor. Si bien se aseguraba de trabajar hasta el borde de la extenuación para evitarlas, en algún punto su cuerpo culminaba por reclamarle aquellas negadas horas de descanso. Entonces comenzaba el verdadero calvario, porque una cosa era recordarlo durante la vigilia, donde podía ignorar su recuerdo y otra muy distinta era en el imprevisible mundo de los sueños. Allí, en ese plano de caos inconsciente, su mente volvía una y otra vez al recuerdo de una piel blanca y una voz sedosa que por momentos se le negaba y escapaba. Que no permanecía mucho tiempo a su lado y lo dejaba queriéndolo por partes, pero nunca como un todo.

Despertaba sujetando las sabanas con fuerza como si su cuerpo, ajeno el mecanismo de los sueños, buscara aferrarse a algo en la realidad.


¡¿QUÉ?! ¡¿CÓMO QUE VACACIONES?!

"Bueno señor, ha presentado el aviso esta mañana, pensé que se encontraría al tanto..." Dijo el joven subordinado casi en un susurro.

"¡¿Y adónde ha ido?!"

"No lo ha informado"

Enma estaba confundido. Su querido Hoozuki jamás se tomaba vacaciones sin avisar, de hecho casi no se tomaba vacaciones en lo absoluto. Aunque últimamente lo percibía más irritable de lo habitual y demasiado centrado en el trabajo.

"Hay otra cosa.."

"¿Qué más?"

"Ha solicitado un permiso.." El joven parecía algo dudoso.

"¿Hoozuki, un permiso?"

"Si"

"Bueno ¿Un permiso de qué tipo?" Enma comprendía cada vez menos.

El demonio nerviosamente bajó la mirada al informe entre sus manos. Él tampoco estaba seguro de lo que estaba sucediendo.

"Un permiso de posesión"