Agradecimiento a las lindas y trabajadoras betas: Meliza y Bellatrix_2009 Avisos: Fanfic para mayores de 18 años con contenido BDSM. Habrá slash y hetero, si no te gusta, no leas.
Hermione jamás habría imaginado que su marido tenía esa clase de pensamientos sobre su mejor amigo. Claro, ella sabía que le gustaba jugar con hombres también, los dos eran demasiado tercos y dominantes, así que ya habían traído amantes obedientes y con buenos modos a su cama, era diversión garantizada para todas las partes, esos invitados eran generalmente relaciones largas. Tres de ellos duraron casi cinco años cada uno o más que eso, y eso que llevaban casi veinte años de matrimonio. Eran felices y se amaban, pero echaba de menos a alguien que les diera aquel control, que les permitiera relajarse de sus trabajos, principalmente a su marido. A ese hombre le gustaba demasiado el poder y tener a las personas mirándolo con aprecio y fascinación, ese fue uno de los motivos de haberse hecho Ministro de Magia por el amor de Merlín, pero para Harry su posición le importaba un bledo. No, el Jefe de los Aurores miraba a Draco como si lo mandara al infierno y no con la adoración normal que rodeaba a su marido. Ella siempre había pensado que aquellos duelos de miradas y discusiones eran una evolución de las peleas infantiles que los dos tenían en la escuela, un deseo que tenían de mostrar quien era mejor que el otro... ella estaba errada. Allí, en aquella reunión en que Draco intentaba que Harry le apoyara en los cortes financieros en su departamento ella vio hambre en la mirada gris de su marido, una mirada que ella conocía de años. Draco deseaba tener a Harry de rodillas entre sus piernas diciendo "sí, señor Ministro" y no el "sólo en tus sueños, Malfoy". Harry también lo miraba con ganas, lo provocaba, y siempre tenía los ojos puestos en sus manos o boca cuando pensaba que nadie lo veía. Esa percepción la hizo reír suavemente, cosa que cortó la discusión de los dos de raíz.
- ¿Quieres compartir qué cosa te parece tan graciosa, amada mujer? - Draco preguntó, con su voz melodiosa y una mirada afilada.
- Oh, no puedes culparme por divertirme al ver a mi marido y mi mejor amigo reducidos a actuar como dos niños de escuela. Sólo hace falta que se llamen Potty y Hurón. - Ella pinchó, de buena gana, haciendo que la segunda al mando de Harry riera, cosa que le rindió una mirada fea de su jefe. - Oh, Jane, habrías reído como loca al verlos en la escuela. Cambiaban hechizos y golpes cada dos minutos.
- La esposa del Ministro se olvidó de contarte que también golpeó a su marido. - Contó Harry. - El muy idiota siempre fue un grano en el culo... y parece que continúa en su misión de tocarme las narices, porque esa proposición sólo puede ser un puto chiste.
Hermione suspiró al ver a Draco cerrar los puños. Sin el apoyo de Harry el Winzengamot jamás aprobaría los cortes que el Ministro necesitaba.
- Seamos realistas, Potter. - Draco dijo, obviamente luchando contra el deseo de hechizar a su amigo. - El Ministerio gasta más de lo que recauda, estamos hasta el cuello con el pago de préstamos, lo peor, nuestras deudas son con)las familias más ricas del país. Mi padre es uno de nuestros mayores proveedores de dinero, él y varios viejos, algunos de los más astutos del país debo decir, tienen un poder político sobre el Ministerio que no me gusta. ¿Me acompañas hasta aquí o voy demasiado rápido?
Hermione pisó el pie de su marido con fuerza, Harry odiaba ser tratado como alguien lento o bruto, cosa que no era de manera ninguna.
- Continua, Malfoy. Te guste o no, soy perfectamente capaz de encadenar pensamientos. - Harry dijo, con acritud.
- Entonces, por más que a mí me encante el hecho de que mi familia tenga tanto poder, como Ministro que está a cargo hace un mes eso me preocupa demasiado. Si pones atención los cortes son para todos los departamentos y no sólo para el tuyo, pero, Potter, ¡El entrenamiento de los aurores es un agujero sin fin para los galeones del Ministerio!
- ¡Jamás pondré a aquellos chicos en las calles para enfrentarse a Merlín sabe qué cosa sin entrenamiento! Eso pondría sus vidas en riego más de lo que ya se supone que estarán.
- Ya sé, idiota. Por eso haremos reformas en los planes de clase de Hogwarts para los alumnos a partir de quinto. Todos aquellos que deseen ingresar con tus chicos van a asistir en clases específicas, piensa, por el amor de Merlín, eso hasta les hará más fácil ser aprobados en la Academia.
Esta vez Hermione le dio un puntapié en la pierna con toda su fuerza, haciéndole gemir de manera nada elegante. Harry sonrió, como si supiera exactamente lo que ella había hecho.
- Mione, ¿crees que esa reforma en la planificación de las clases puede resultar? - El moreno le preguntó con voz amigable y mirada cariñosa.
- Sí, ya sabes, intento hacer una reforma desde hace dos años cuando fui nombrada directora. Con el apoyo de Draco y el tuyo podré modernizar la enseñanza allí.
- ¿Podemos decirle adiós a Binns, entonces? - Harry preguntó, sonriendo.
- Con la bendición de Merlín. - Ella contestó con una sonrisa y una voz que sabía que era sexy.
- Entonces está bien, Malfoy. - Harry dijo, su sonrisa muriendo y la mirada retadora volviendo. - Voy a apoyarte, pero si en siete años el nivel de calidad de mis aurores disminuye vas a volver con la inversión en la misma proporción que hoy.
Draco iba a contestarle de mala manera, pero una mirada fiera de Hermione le hizo desistir. "Acepta las pequeñas vitorias", ella le decía con los ojos.
- Muy bien, Potter. Mi secretario va a coordinar los ajustes... tenemos que participar de la rueda de prensa juntos para hacer el anuncio.
- ¡Por las pelotas de Merlín, ni lo pienses! - El Jefe de los Aurores reclamó.
Hermione sintió un poco de pena por su amigo. La prensa no le había dado un respiro desde que su divorcio con Ginny salió a la luz pocos meses antes.
- Es algo necesario, Potter. - Draco argumentó, enfadado.
- Vamos, Harry. Voy a llamar a Ron y George y los dejaré tirar cualquier polvo que les dé la gana si los periodistas hacen preguntas sobre tu vida personal.
La mirada de Harry se suavizó y el hombre le sonrió como un cachorrito.
- ¿Me lo prometes? – Preguntó con aquella mirada de niño inocente que siempre tuvo.
- Claro. - Ella garantizó, sin perder el detalle de que Harry inclinaba la cabeza como un buen chico que ganó un dulce y ahora quería un cariño o de cómo Draco se movía en su asiento de manera poco confortable.
H D H
Después que Harry y Jane salieron, Hermione se quedó sola con su marido. Draco la miraba como uno de los halcones que usaban para enviar correspondencias en Malfoy Manor.
- ¿Lucius sabe que va a perder la influencia que tiene con los préstamos? - Ella preguntó, cogiendo un poco de whisky de fuego.
- Él piensa que es un grandioso movimiento para empezar mi era en el Ministerio. - Draco dijo. - Además, está demasiado ocupado mimando a nuestros hijos hasta la perdición para desear jugar con los tontos de algunos departamentos.
- Verdad. - Ella rió. Sus suegros eran masa de modelar en las manos de Scorpius y Alya, Lucius había perdido todo el aire aristocrático y arrogante para ella cuando lo vio con el pelo lleno de trencitas para complacer a sus nietos. - ¿Crees que los dejamos demasiado tiempo con tus padres?
Draco negó con la cabeza. Hermione siempre se sentía culpable por trabajar demasiado en la escuela, dejando a sus hijos con Narcissa y Lucius casi todo el día. Sus padres estaban muy satisfechos, los niños eran una ocupación bienvenida, ya que los dos habían quedado en la oscuridad para que él pudiera llegar a la cima del Mundo Mágico.
- Claro que no, además, ellos me cuidaban a mí, y mira que perfecto soy.
Ella rió, marchando hacía su mesa mientras lanzaba tres hechizos en la puerta de la oficina, haciéndolo levantar una ceja.
- Y tan modesto. - Ella dijo al subir la falda que llevaba con lentitud hasta la cintura, dejando a la vista sus piernas cubiertas por las medias negras de seda y sus pequeñas bragas del mismo color.
- Ese soy yo, lleno de cualidades. - Draco contestó, muy controlado y con una sonrisa mientras tiraba de ella, poniéndola en su regazo. - Sabía que te pondría caliente cuando me vieras actuando de Ministro.
- No, no fue eso. Lo que me puso caliente fue verte comiéndote con los ojos a mi mejor amigo. - Ella contestó, desabrochando su camisa y mostrando que no llevaba nada por bajo. - ¿Ves? Tuve que desaparecer mi sostén preferido porque mis pezones dolían mientras te veía codiciar a Harry, tuve que aguantarme las imágenes que pusiste en mi cabeza.
- ¿Yo? - Draco preguntó, con una sonrisa inocente que nadie tragaría. - Si no hice nada, es tu mente pervertida, no yo.
- Fuiste tú, y lo sabes. Si te das al trabajo de verificar, verás que estoy mojada sólo de imaginar a Harry de rodillas entre tus piernas mientras yo le enseño como te debe chupártela.
Draco ahogó un gemido en su garganta, y deslizó sus dedos dentro de las bragas de seda que ella llevaba, sintiendo como las fantasías la habían puesto caliente.
- Yo no estaba mirando a Potter con codicia. - El Ministro protestó mientras acariciaba a su esposa, empapando sus dedos y haciéndola gemir.
- Mi amor, cuando te imaginas follando a mi mejor amigo sobre tu mesa después de azotarle el trasero por su insolencia... créeme, eso es codicia pura. - Ella dijo, moviendo el cuerpo para acompañar el ritmo de los dedos dentro suyo. - Y si eres un buen chico, te conseguiré eso para tu cumpleaños.
Draco usó el pulgar para apretar aquel punto que la hacía lloriquear mientras la follaba con más fuerza con los otros tres dedos, en poco tiempo la hizo gritar su nombre mientras tenía un orgasmo sólo montando sus dedos.
Hermione terminó temblando y satisfecha, apoyada en el pecho de su marido. Si era así que la sola idea de follar a Harry dejaba a Draco, tendrían a su amigo en su cama y en una relación antes que el moreno se percatara de sus intenciones.
H D H
Harry casi nunca recibía cartas de Hermione en el comienzo de la semana, por eso, cuando vio el halcón que ella usaba volando hacía su mesa ya sabía que James había hecho algo en la escuela. Su hijo mayor tenía su terquedad y la mala leche de Ginny, una mezcla peligrosa se lo preguntaban. Albus y Lily no daban ese trabajo, aunque no tenían que lidiar con la atención del público en la escuela después del divorcio, fue James quien tuvo que hacer frente a los periodistas para subir al tren y enfrentó la curiosidad y maldad de los otros niños con sus padres famosos separados... como si el ser el hijo del Niño-que-Vivió-y-Venció no fuera suficiente.
Hermione había dejado la red flu de su oficina privada libre, así él pudo pasar directamente allí. La actual directora tenía un rincón sólo para ella, lejos de los ojos y oídos de los cuadros del despacho oficial.
- Estoy segura que McGonagall se retiró cuando se dio cuenta que James estaba próximo de venir al castillo. La pobre tuvo dos rodadas con los genes gamberros, sin hablar de los gemelos, creo que fue demasiado pensar en lidiar con tu retoño que es una mezcla de las dos cosas. ¿Por qué no vi eso? Ahora tengo que poner a tu hijo en cintura.
Harry ahogó una risa, Hermione estaba tirada en una butaca, sus zapatos de tacones altísimos y el manto negro que usaba en la escuela estaban tirados en el suelo, las medias de seda también estaban lejos de la vista, las piernas blancas apareciendo para el deleite de su mirada. La vestimenta muggle que ella prefería antes que la mágica había sido motivo de escándalo años antes, la Señora Malfoy enseñando las piernas con faldas ajustadas no era algo usual, cosa que la hizo adoptar las medias, aunque sólo lo hizo después del nacimiento de Scorpius, cuando empezó su trabajo en Hogwarts como maestra. Harry se preguntó si ella percibía cuan atrayentes eran sus piernas, haciendo un esfuerzo para dejar de mirarlas, Harry limpió su garganta.
- ¿Qué cosa puede haber hecho que sea tan malo? ¡Es sólo su primer año, por el amor de Merlín! - Harry preguntó, sentando en la otra butaca disponible.
- Tu hijo se hizo leyenda en la escuela al enviar a tres alumnos de tercero a la enfermería hoy. Te lo juro, su genio es una mala mezcla del tuyo y el de Ginny. - La mujer dejó escapar.
- ¿Tres alumnos de tercero? ¿Por qué? ¿Qué le hicieron? - Harry preguntó, haciéndola rodar los ojos, siempre en modo auror e investigador.
- Bien, ellos no me dijeron, ya sabes la ley del silencio, pero tengo mis fuentes y sé que los chicos más grandes estaban provocando a James con unas bromas muy pesadas acerca de Ginny y Krum... y de otros jugadores.
Harry hizo una mueca. Ginny y Krum ni siquiera estaban juntos, ella sólo escribió un artículo sobre el hombre, pero todo era motivo de habladuría después del divorcio.
- Y en cuanto a lo que hizo James... tu hijo de once años tiene la mente de Fred y George, créeme. Él aprendió, no me preguntes cómo, aunque sospecho de un tío Weasley, un hechizo que dejó a los tres delincuentes con un escozor permanente en sus partes bajas... ¡no te atrevas a reírte, Harry Potter! Él había transformado sus pantalones en faldas cortísimas antes de lanzar el hechizo, así que todos los alumnos tuvieron que ver el espectáculo, porque claro, la mejor hora de hacer algo así sería en el puto almuerzo.
Harry luchó para contener la risa.
- Lo siento, Mione. ¿Vas a suspenderlo?
- No, fue la primera cosa que hizo y hay atenuantes, pero Harry, James tiene que aprender a lidiar con ese tipo de cosas. Es tu hijo, no puede explotar siempre que alguien le salga con algo de ese tipo porque va a pasar a menudo. Ya le dejé castigado por los próximos seis meses, no tendrá fines de semana libres con las detenciones y trabajos extras que hará.
- Ya sé que no puede reaccionar así, pero diablos, lo entiendo.
Hermione asintió.
- Tienes mala cara, así que creo que hice bien al enviar una carta a Ginny. Ya sabe lo que ocurrió y le pedí que no le enviara un howler a James, Merlín sabe que el niño ya tiene mucha atención sin eso, pero te llamé porque alguien necesita hablar con él y no aceptó bien cuando intenté acercarme.
Harry frunció el ceño, enfadado.
- ¿Qué, te hizo un berrinche o cosa así?
Ella sonrió.
- Sí, pero no es como si yo no supiera como lidiar con chicos insolentes, aunque no te preocupes, no le di unas nalgadas.
Harry se sintió culpable por las imágenes eróticas que llegaron a su mente cuando Hermione dijo eso, hizo ademán de su autocontrol y volvió al tema de la conversación.
- ¿Qué pasó?
- Nada muy grave, pero no reaccionó bien cuando intenté abrazarlo o cuando intenté explicarle acerca de tu divorcio. No entiende por qué todo cambió y por qué sus padres están separados, está perdido y enojado.
Harry suspiró fuertemente, James siempre fue muy cercano de Ginny y había sido el más afectado por la separación dentro y fuera de casa.
- ¿Puedo hablar con él?
- Claro, ya había avisado que tendrían una conversación. Pueden usar mi despacho oficial, pero, Harry, actúa con calma, ¿sí? Sé que estás más explosivo que de costumbre desde el divorcio.
El Jefe de los Aurores asintió. Él sabía que todos hablaban de eso, algunos con agallas decían que era falta de sexo y reían, pero no decían nada más que la verdad, estaba sufriendo de frustración sexual, pero eso era anterior a su divorcio.
- Voy a portarme bien... e intentar sacarle quien le enseñó el puto hechizo. Apuesto por George.
- Bill, seguro. La pobre Poppy tardó dos horas en sacarlos de aquella agonía. Eso es cosa de un hermano más viejo cabreado y con conocimientos de maldiciones.
Harry rió, sí, definitivamente eso era cosa de Bill.
H D H
Hermione esperó en la misma butaca a que Harry hablara con James. Su amigo realmente parecía cansado e infeliz en los últimos tiempos, y eso venía de años y no sólo del divorcio. Ella hasta sintió remordimiento por planear atormentarlo un poco y acosarlo en esa situación, pero llevaba viviendo con serpientes el tiempo suficiente para callar la vocecilla de su conciencia. Si todo seguía como ella planeaba Harry iba a estar más feliz y protegido de lo que jamás estuvo con Ginny. La mirada y los gestos que vio en su amigo eran muy claros para ella, Harry necesitaba alguien que le cuidara, estaba loco por dejar el control en manos capaces, un escalofrío subió por su espina al imaginarlo actuando como un chico obediente para ella y Draco, ella iba a saciar su lado voyeur con frecuencia si conocía bien a su esposo. Sus pensamientos pervertidos se cortaron cuando Harry entró luciendo más infeliz que antes.
- Hice que mi hijo llorara. - Contó, con cara de pena.
- ¡Harry! ¡Te dije que actuaras con calma! - Ella reclamó, arrepentida por haber usado esa situación para traerlo a su despacho. Era culpa de Draco... y de sus suegros, malditas serpientes.
- Estuve calmado, pero tenías razón. Está hecho polvo, empezó a llorar cuando le dije que estaba decepcionado con ese comportamiento. El pobre me preguntó si iba a dejarlo aquí en las fiestas como castigo.
- ¿Y vas a hacerlo?
- ¡Claro que no! Ya le dije eso, mi conversación no fue muy severa ya que pasé la mayor parte del tiempo abrazándole y esas cosas.
Hermione sonrió, feliz.
- A veces es eso lo que los niños necesitan. No tienes por qué sentirte angustiado por eso, lo hiciste bien. Ven, te daré algo de beber.
- Aún tengo trabajo que hacer hoy. - Harry dijo.
Ella miró a su reloj.
- Ya pasa de las seis. Tú y Draco necesitan aprender a salir del trabajo en los horarios correctos.
- Tú te quedas en la escuela hasta después de la cena.
- Ese es mi horario. - Ella dijo, con aire práctico.
Harry rió y aceptó la copa que ella le dio, volvió a sentarse en la butaca confortable, pensando que podía dejar las cosas para mañana. No se sorprendió cuando Hermione se puso a sus espaldas y comenzó a masajear sus hombros.
- ¿Entonces, te dolió mucho sentarte al lado de mi marido en la rueda de prensa y apoyarlo la semana pasada?
- Sí. - Harry dijo, con un tono triste y un puchero. - Él fue encantador y carismático, hasta flirteó con los periodistas, me hizo parecer un troll, lo hizo a propósito.
- Draco es encantador con todo el mundo todo el tiempo. - Ella dijo, sonriendo.
- Él nunca fue encantador conmigo. - Harry reclamó, probablemente sin percibir los celos que puso en esa frase. - Siempre es un idiota mimado y mandón.
Ella rió suavemente y se inclinó para hablarle junto a la oreja:
- ¿Quieres que él sea encantador contigo? Puedo hacer que ocurra, ya sabes.
Harry tembló e intentó huir de los dedos de Hermione, que continuaban trabajando en sus hombros, pero ella lo mantuvo quieto con un apretón.
- No terminé, quédate quieto. - Ella dijo, con voz autoritaria.
Para su satisfacción Harry obedeció e inclinó la cabeza, poniendo su cuello en evidencia.
- Perdón... es sólo que nadie me toca así hace un tiempo.
Y eso era algo de antes de su divorcio, él pensó con acritud. Su matrimonio era una guerra fría hace años.
- Pobrecito. - Hermione dijo, realmente con pena. Harry era una de las personas más táctiles que ella conocía, a él le gustaban los cariños físicos. - Nunca me dijiste por qué se separaron, sé que no hablaste con Ron porque es hermano de Ginny, así que te guardas eso hace mucho.
- Es complicado. - Harry dijo, agradeciendo a Merlín que ella no pudiera ver la culpa y la vergüenza en su cara.
- Te sentirás mejor cuando se lo digas a alguien. - Hermione insistió.
- Es... yo... creo que fue mi culpa. Deseaba cosas que ella no podía darme.
- En un matrimonio eso suena a sexo, pero no tiene sentido, tienen tres hijos. - Ella presionó un poco.
- A Ginny le gustan las cosas tradicionales.
A Harry le daba vergüenza decir como ella lo había llamado cuando le confesó sus deseos. Debía agradecer que no le contara a toda la prensa. Hermione por su lado pensó que aquello era prácticamente una confirmación de sus sospechas, Ginny era demasiado vainilla para Harry, ella y Draco serían perfectos.
- Que malo, todos pensábamos que ustedes durarían para siempre.
- Al contrario de lo que todos pensaban de ti y Malfoy... todos pensábamos que no iban a sobrevivir al octavo año en Hogwarts.
Ella sonrió y continuó trabajando en los hombros tensos de su amigo. Su relación con Draco había sido el escándalo del año, y su matrimonio la habladuría de la década. Heroína de guerra casada con ex-mortífago, fue todo un espectáculo. Muchos creían que Draco la usó como arma política, pero la idea de lanzarlo en el Ministerio fue suya. Draco era encantador y un líder natural justo cuando dejaba caer la máscara de idiota arrogante, su serpiente aprendió que la miel es mejor que el vinagre para atraer seguidores. El hombre era un manipulador de primera categoría, un Slytherin hasta la espina, esa astucia y la inteligencia fueron las cosas que la hicieron mirarlo dos veces en octavo año. Draco organizó a su casa y creó un sistema de protección para las serpientes tras la guerra, fue algo impresionante de ver... y sexy como el diablo. A ella le gustaba que él fuera un desafío, un rompe cabezas complicado, como pareja se entendían, respetaban y amaban... estaban tan conectados que deseaban lo mismo secretamente hace años: Harry Potter en su cama y en sus vidas. Sonriendo con ese pensamiento ella se inclinó para besar el pelo negro, cosa que hizo al moreno maullar como un gatito, a Harry siempre le gustó ser tocado y mimado por las personas que amaba. Claro, él no esperaba que ella desabrochara los primeros botones de su camisa para meter las manos bajo el tejido. La piel bajo sus dedos estaba erizada, pero caliente al mismo tiempo.
- ¿Qué haces, Mione? - Él preguntó con voz baja, sintiendo los dedos de su amiga moviéndose más despacio.
- Te seduzco. - Ella contestó sencillamente, haciéndole quedarse todo rígido por la sorpresa. - Vamos, relájate, estropeas todo mi trabajo.
El moreno no podía relajarse, no cuando Hermione arañaba su pecho con las uñas largas que tenía hasta llegar a sus pezones.
- ¿Pero... no estás feliz?
Hermione suspiró, ella había pasado suficientes años rodeada de slytherins, pero Harry era demasiado león para saltar en eso sin preguntas.
- Estoy perfectamente feliz, pero tengo ganas de seducirte. No hay problema en eso, me gusta ver el deseo en tus ojos cuando miras mis piernas, hacías lo mismo cuando estábamos solos en aquella tienda en la guerra... y Merlín, tienes los pezones perfectos para jugar… tan sensibles, ya están duros.
Harry mordió sus labios al sentirla pellizcarlos y tirar de ellos con habilidad, su corazón latía tan fuerte que tenía la seguridad que Hermione podía sentirlo bajo la punta de sus dedos.
- Pero que hay de Malfoy... no, Mione, no podemos. - Él negó con la cabeza.
Hermione sacó las manos de dentro de su ropa, dejándole un poco decepcionado. Ella se movió y se paró frente a él, lucía misteriosa, sexy y dominante.
- No me gusta toda esa desconfianza... si te digo que no hay problema es porque no lo hay. ¿No te fías de mí?
- Claro que sí.
- Entonces, créeme cuando te digo que no hay problema, pero tal vez leí mal las señales... ¿no estás interesado?
Harry hizo uso de su legendario valor Gryffindor para decir la verdad:
- Si, lo estoy.
- ¿Y supongo que te gusta ser dominado? - Ella preguntó, directamente.
Ella vio como el rostro de Harry se ponía rojo y de cómo el pobre se quedó helado. Ahí había gato encerrado.
- Vamos, Harry. Necesito una respuesta. - Ella presionó al ver que él no hablaba.
Pero no le oyó la voz, sino que lo vio asentir despacio con la cabeza, la vergüenza prácticamente era física para el moreno, pero ella sonrió, pensaba que eso sería mucho más difícil.
- Bueno, me gustan los chicos obedientes. - Ella dijo con voz baja.
- ¿Y cómo es que estás casada con Malfoy? - Él dejó escapar.
- Ah, Draco no es obediente, eso seguro. - Ella dijo, con diversión. - Pero es tan mandón como yo... a nosotros nos encanta tener un gatito maullando de placer entre nosotros... ¿qué te parece tener dos maestros, Harry?
El Jefe de los Aurores pensó seriamente en huir de los ojos castaños y calientes de su amiga, pero desconfiaba que Hermione tenía hechizos en la oficina que lo impedirían, así que sacó valor de no sabe dónde y contestó:
- Me gustaría... aunque no quiero ser una aventura para calentar vuestra cama una noche para ser tirado después. - Él contestó, bajando los ojos.
Hermione sonrió, Harry era un romántico. Cogiendo su barbilla, ella le hizo mirarla.
- No seas tonto, si deseara una aventura de una noche pagaba un chico de renta... sabes que siempre me atrajiste, eres perfecto para mí y para Draco.
Harry no contestó, demasiado preocupado en hacer a su corazón latir más despacio antes que le diera algo. No creía que podía tener esa suerte, no después de tanto tiempo, era como si sus fantasías fueran a hacerse reales de golpe. Había una trampa, un truco... no podía ser real.
- Deja de pensar, gatito. - Hermione dijo, soltando su barbilla y dando unos pasos hacia atrás. - Ven aquí, Harry.
Él obedeció, y se puso de rodillas cuando ella apuntó hacía la alfombra a sus pies.
- Sé bueno y ayúdame a ponerme las medias. - Ella dijo, subiendo su falda hasta las caderas y sonriendo al verlo tragar duro al mirarla, siempre le gustó la ropa interior negra y de seda, las bragas que llevaba puestas no dejaban mucho a la imaginación. - No te olvides de ponerlas en el liguero.
Harry sentía la boca seca al recibir las medias que ella invocó con un pase de su varita. Él levantó una rodilla donde apoyó el pie delicado de su amiga, sabía que ella podía sentirle temblando mientras deslizaba el tejido suave por sus piernas y por el muslo firme que tenía. El moreno sintió deseos de acariciarla, pero no sabía si podía hacerlo, así que se limitó a ponerle las medias y sentir la piel bajo sus dedos. Hermione tenía una sonrisa maliciosa mientras lo miraba, a ella le gustó la manera con que él le obedeció, tenía la mirada fija en su cuerpo y toques sutiles, aunque inexpertos si le preguntaban.
- Ahora pon mi falda en su sitio. - Ella pidió, sonriendo más largamente al verle sonrojar cuando sus dedos pasaron por sus nalgas al tirar del tejido para poner la falda ajustada en su sitio adecuado. - Los zapatos.
Harry asintió y la ayudó a ponerse los zapatos con tacos altos, cosa que le rindió una caricia en el pelo que terminó atrás de su oreja, un sitio muy sensible para él.
- Eres un gatito mimoso. - Hermione provocó. - Y tan animado. - Completó, mirando el bulto que tenía en sus pantalones.
- Perdón. - Él dijo, bajando los ojos, era un hombre adulto, no debía dejarse llevar a ese estado por unas palabras y algunos toques.
- No seas tonto, eso es muy halagador. - Ella dijo, sentándose en la butaca y haciendo un gesto para que él se levantara. - Abre tus pantalones, sólo lo suficiente para que te vea.
Harry estaba tan nervioso que pensó nuevamente en salir corriendo, pero Hermione no tendría nada de eso a esa altura.
- Estoy esperando, Harry. - Ella dijo, arañando el brazo de la butaca con sus uñas. - Ya me viste hoy, es mi turno, y ven aquí, quiero una buena línea de visión.
Harry sentía una mezcla de vergüenza y excitación, pero se puso frente a ella y desabrochó sólo los botones inferiores, dejando el primero puesto, imaginando lo que ella iba a pensar al descubrir que no llevaba ropa interior. Debió agradarla porque Hermione sonrió con aprecio, mirando la punta de su miembro que escapó de las restricciones del tejido. Ella estiró la mano para tocarlo y tiró de su erección hasta tenerla toda para mirar, como si lo estuviera evaluando. Lo acarició hasta ponerle en completa excitación, entonces lo hizo gemir cuando pasó una uña por toda su extensión.
- Tan bonito... ay, las cosas que haremos contigo, gatito. - Ella dijo, con fascinación mientras se inclinaba para besarle la punta del miembro y lamer una gota de excitación que tenía allí.
- Mione, por favor. - Pidió, medio en protesta, medio en suplica.
Ella sonrió y le dio un leve mordisco que le hizo lloriquear y sentir su erección saltar en la mano que la retenía.
- Quiero que hagas una cosa por mí. - Ella dijo, acariciándolo despacio, el pulgar girando y provocando la pequeña abertura de la punta, jugando con la humedad que salía de allí. - Vas a ser un buen chico el resto de esta semana, no podrás venirte, ni por tu mano ni la de otros. Te enviaré unos regalos e instrucciones. ¿Puedes hacerlo, Harry?
Harry pensó que podría explotar en su mano allí mismo, hace tanto tiempo que nadie que no fuera él mismo lo tocaba así. Lloriqueó, pero asintió con la cabeza.
- Sí, lo haré. - Confirmó tras una mirada fea de ella, su voz fallando por la excitación.
- Bueno, pero entiendes que si algo te pone incomodo puedes decirme y que si tienes alguna duda puedes buscarme, ¿verdad? - Ella preguntó.
- Sí.
- Si eso no pasa, quiero que sigas mis instrucciones al pie de la letra, si todo sale bien nos vemos el domingo por la mañana. - Ella dijo, soltándolo, no sin antes darle otro beso en la cabeza goteante de su miembro y lamer el pulgar que usó para acariciarlo.
Ella le tendió una moneda.
- Es un traslador, te diré cómo activarlo en la última carta que te envíe.
Harry asintió.
- Y puedes seguir flirteando con mi marido libremente.
Harry se puso rojo nuevamente, como si estar delante de ella con su polla dura al aire no fuera lo suficientemente vergonzoso.
- No lo hago.
- Sí, lo haces. - Ella dijo, sonriendo. - Siempre que te quedas allí sentadito con esa mirada retadora en esos ojos sexys deseas que él te dé unas nalgadas, por eso siempre te pones el mismo pantalón blanco en las reuniones con él... aquel tan ajustado que te deja con un paquete de muerte y que no deja a mi marido sacar los ojos de tu culo.
Harry se mordió los labios, avergonzado, no sabía que ella se había dado cuenta de todo eso.
- No te preocupes, Draco aún no sabe eso. - Ella dijo con una sonrisa. - Quédate aquí hasta que esté presentable, pero no te olvides, no puedes hacerte siquiera una paja. Nos vemos luego, Harry, cuídate.
Ella desapareció, probablemente saliendo para cuidar de la cena de los alumnos y dejándole con una erección de caballo para volver a meter en sus pantalones y un caos emocional para poner en orden.
