Autora: Amy Lupin
Traductora: Letty
Betas: Bellatrix_2009 y Meliza
Pareja: Harry/Draco
Enlace del fic original: htt(ps)(:) s/6424303/1/Sorte-de-Her%C3%B3i
Avisos: Fic escrita originalmente para el proyecto Sectumsempra de Amor no duele III.
En ese proyecto los fics basaban cada capítulo en las razones Pinhônicas, que llamaré de razones Drarry para quedar más claro. Son 124 razones creadas en el extinto foro brasileño 6 Vassouras (Escobas) para explicar porque el Drarry es perfectamente lógico y prácticamente canon.
Razón Drarry utilizada en el capítulo: 62. Para un joven tan refinado, ocupado, superior y sangre pura, Draco se interesa demasiado por un amante de muggles, mestizo y cara rajada.
Si dijera a si mismo que todo empezó después de la muerte de Dumbledore, estaría mintiendo. Ya hacía mucho tiempo que Draco intentaba negar lo que sentía. Toda su niñez oyó comentarios sobre Harry Potter. ¿Que podría tener de especial un niño algunos meses más joven que él para derrotar a un Mago Oscuro tan poderoso como aquel al que su padre se juntó?
Las especulaciones eran muchas. Unos decían que no pasaba de un golpe de suerte. Otros decían que el niño Potter sería un rival a la altura del Lord Oscuro, destinado a derrotarlo como un discípulo de Dumbledore. Otros aún acreditaban que el niño estaba destinado a ser más fuerte que el Lord, un mago con poderes sin igual, que iría a tener más seguidores y limpiaría el Mundo Mágico de la escoria con mayor eficiencia - este, al final, habría sido el motivo que llevara a el Lord a buscarlo para eliminar la amenaza antes que el niño fuera un peligro real. Esa perspectiva picaba la curiosidad de muchos Mortífagos, que deseaban dar una buena mirada en el niño, para sacar sus propias conclusiones.
- ¿Pero nadie nunca lo vio, papá? - Preguntaba Draco, con los ojos grandes de curiosidad. Sentado al lado de su padre, con seis años de edad en aquel entonces, lo miraba con admiración, con atención en cada palabra que le decía el hombre más viejo.
- Nadie de nuestro lado, hijo. - Lucius dijo, dejando su taza de té en la mesa de centro. - Él fue protegido por un Fidelius desde antes de su nacimiento, ese hechizo sólo fue roto en el día que el Lord atacó, cuando el niño tenía poco más de un año.
La boca de Draco se abrió, en muda admiración, pero Lucius no puso atención en eso, continuando su relato.
- Luego después del ataque el niño Potter fue llevado por Dumbledore. Dicen que vive con algunos parientes muggles.
Draco ya había puesto atención a que su padre mostraba desprecio siempre que hablaba del director de Hogwarts.
- Pero, ¿si no es un secreto, cómo nadie fue capaz de encontrarlo?
- Ya lo intentamos de varias maneras, pero Dumbledore hizo un buen trabajo. Dicen que ni sus seguidores saben donde se encuentra el niño, pero algún día, Potter irá a Hogwarts, entonces, tendremos noticias de él.
-¿Irá a la escuela junto conmigo? ¿Tenemos la misma edad, verdad? - Draco preguntó, intentando no sonar tan ansioso como se sentía verdaderamente.
- Claro que irá, cariño. - Narcissa, que se había acercado sin que los dos se percataran, dijo, acariciando el pelo de su hijo.
Como Draco no había sacado los ojos de su padre, no pudo dejar de ver la manera con que él miró a su esposa. Fue cuando el niño miró a su madre, que enfrentaba la mirada de Lucius con una osadía que Draco no estaba acostumbrado a ver o identificar.
- Nosotros aún estamos pensando al respecto, Draco. - Lucius dijo, después de unos momentos de silencio. - Desde que naciste, mi amigo Igor Karkaroff reservó una vacante para ti en Durmstrang, una escuela con principios, que no acepta escoria.
- ¿Pero Durmstrang no queda en otro país? - Draco se recordó de que su madre le había hablado de esa escuela. - ¿Voy a tener que quedarme lejos de ustedes? ¿Y si me pasa algo? ¿Se pueden aparecer allí?
Lucius lanzó otra mirada amenazadora para Narcissa, que no disimulaba una sonrisa victoriosa.
- Después hablaremos de eso, Draco. - Lucius dijo, dando el asunto por terminado.
- Pero si voy a Hogwarts podré sacar mis propias conclusiones acerca de Potter.
- Claro, hijo, claro. - Narcissa dijo, con una sonrisa. - ¿Quién sabe se hacen grandes amigos?
Draco sonrió, soñador.
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Durante toda su niñez, Draco ansió el momento en que conocería a Harry Potter. Él se imaginaba como el mejor amigo y confidente del otro niño, que le contaría todos sus secretos. Cuando sus amigos, Crabble y Goyle aparecían para jugar, Draco siempre asumía el papel del niño poderoso que derrotaba al mago adulto muy malvado - que una vez era Crabble, otra era Goyle - y se tornaba aún más malvado que el primero. Draco siempre cambiaba los nombres de sus personajes, pero su inspiración continuaba siendo la misma.
Pero nada superaba la admiración que Draco tenía por su padre. Draco sabía reconocer el prestigio que su padre tenía por el cargo de Consejero de Hogwarts, por la influencia que ejercía en el Ministerio de la Magia y creció escuchando las ideas que Lucius discutía con sus amigos. Narcissa era siempre comedida en esos asuntos, pero Lucius decía que ese no era su papel, como mujer, discutir sobre política.
- Ya ves lo que pasó con tu tía Bellatrix. - Lucius siempre citaba el ejemplo a media voz, para que su esposa no lo oyera y se quedara triste con los recuerdos. - Pero no te preocupes por eso ahora, tu mayor deber en los próximos años es sacar buenas calificaciones, al final, fue así que llegué donde estoy.
Draco creció con los mimos de su madre y las exigencias cada vez mayores de su padre, y luego formó una opinión sobre las cosas, claro que esta espejaba la misma opinión que tenía su padre. Trataba a los elfos domésticos con crueldad, algunas veces haciéndoles cumplir más castigos de lo que deberían. Aprendió a valorar el status, dinero y la pureza de la sangre. A él le gustaba lucir más maduro a los ojos de su padre, pero cuando en el medio de una cena dijo con el pecho inflado que el Mundo Mágico estaba yendo de mal en peor con la creciente miscigenación - había buscado la palabra en el diccionario después de oír a su padre usarla - un silencio incómodo cayó en la mesa, hasta que un visitante soltó una sonora carcajada.
- Tu niño tiene futuro, Lucius. - Augustus Rookwood dijo, haciendo que la atmósfera volviera a la normalidad.
Pero eso no impidió que Lucius lanzara una mirada a su hijo que prometía una larga charla. Draco se hundió en su silla y no dijo nada más, preguntándose qué habría hecho mal.
Más tarde, en aquella misma noche, Lucius le explicó que no todo lo que oía en casa podía repetirse a cualquier persona. Que ciertas ideas no eran aceptadas por todos y podrían causar muchos problemas para la familia, que la discreción sobre aquellos asuntos era fundamental, principalmente cuando se tratara de algún miembro del Ministerio de la Magia. Fue entonces que Draco aprendió a ser disimulado.
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En fin, sus padres llegaron a un acuerdo, aunque Lucius pareciera bastante contrariado: Draco iría a Hogwarts. Los argumentos de Narcissa habían ganado, pero Lucius se comprometió a usar toda su influencia para intentar que la escuela no aceptara alumnos nacidos de muggles, aunque para eso tuviera que poner en duda la credibilidad de Dumbledore en el Consejo de la escuela. La ansiedad de Draco para conocer a Harry Potter, se había enfriado un poco conforme crecía, volvió a aparecer en el pecho del niño.
Harry Potter se reveló como una figura curiosa. Pequeño y de apariencia frágil, tenía ojos firmes, que revelaban gran determinación, aquella que sólo tenían las personas que ya conocían el sufrimiento y el rechazo. La cicatriz era la misma de la que hablaban tanto. La decepción de Draco fue enorme cuando no sólo el niño se rehusó a aceptar su alianza, sino que también prefirió ser amigo del pobretón Weasley y de una sangresucia.
Desde entonces, toda la admiración de Draco se convirtió en desprecio, rabia y muchas veces, envidia. Draco estaba decidido a hacer a Potter pagar por la humillación. Contó a su padre sobre la primera impresión que tuvo en una carta llena de rencor, esa fue la primera de muchas. Harry Potter era un débil y tonto, cuya fama se le subió a la cabeza, se saltaba las reglas y le gustaba robar la atención para sí mismo y no mostraba ninguna habilidad absurda con magia. De hecho, se quedaba más atrás que la mayor parte de la clase. Draco podría superarlo con los ojos cerrados.
Desde aquel momento, su vida parecía girar alrededor de Harry Potter, aunque no fue de la forma que idealizó cuando era más pequeño. Pasaba el día, y a veces noches, planeando maneras de vencerlo, humillarlo, de mostrar a todos como el Niño-que-Vivió era mediocre. Se sentía decepcionado cuando fallaba y exultaba cuando vencía, pero esa satisfacción nunca duraba bastante.
- Ya me contaste eso mínimo diez veces. - Lucius dijo, con censura, mientras Draco despotricaba contra Potter, su cicatriz y su escoba. - Y me gustaría recordarte que no es inteligente mostrar que no te gusta el Niño-que-Vivió, no cuando la mayoría de nuestro país cree que él es un héroe que hizo desaparecer al Lord.
Aquello dejó a Draco muy enfadado, pero era demasiado joven para admitir su obsesión, siquiera comprendía aún el real significado de aquella palabra.
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En los años que siguieron, la vida de Draco se resumía a pocos tópicos: esforzarse al máximo para superar a la Sangresucia en las calificaciones y dejar a su padre orgulloso; vencer a Potter en el quidditch; humillar y ridiculizar a Potter de todas las maneras imaginables; hacer que Potter se arrepintiera amargamente de haber rechazado su amistad; mostrar al mundo que Potter no pasaba de un mago mediocre y que el hecho de haber sobrevivido hasta aquel momento no se debía a nada más allá que pura suerte. Pero, por más que se esforzara Draco siempre fallaba. Y a cada derrota se volvía más frustrado y amargado. Ver reflejado en los ojos del Niño-que-Vivió todo el desprecio que sentía hacía él no era tan consolador como podría haber imaginado.
Cuando su padre le contó que el Lord había vuelto, Draco se quedó tan satisfecho porque el momento de su venganza había llegado que no notó la palidez del rostro de sus padres o la completa falta de entusiasmo de Lucius al hablar de la noticia. Draco estaba ciego por la oportunidad de venganza, ya que finalmente otros irían a hacerle pagar a Potter por hacerse el héroe todo ese tiempo.
Pero el castigo de Potter no llegó lo suficientemente rápido, no sólo Potter había escapado de las garras del Lord una vez más, también fue responsable por la prisión de su padre. Lucius Malfoy ya no era nadie a los ojos del Ministerio de la Magia - había sido invitado a dejar el Consejo de la escuela por la presencia de Potter - cuánto delante del Lord. La vergüenza y la rabia de Draco llegaron a un nivel peligrosamente alto. Ni siquiera las suplicas de su madre fueron suficientes para que el chico abriera sus ojos a tiempo. Draco acabó vendiendo su alma por el tan esperado reconocimiento. Acreditaba con todas sus fuerzas que conseguiría llevar su misión a cabo, que salvaría a su familia y dejaría a su padre orgulloso. Draco tuvo orgullo de si mismo, se sintió honrado y pensó que había actuado con madurez. En aquel momento su venganza contra Potter ya no tenía importancia, el Lord le había dado una misión y tenía cuentas que presentar a su maestro. Ni siquiera su padrino podría alcanzar su gloria. Y cuál no fue la sorpresa de Draco al darse cuenta que finalmente había llamado la atención de Potter de una manera completa, luego que eso no le importaba más. ¿Qué importancia tenía Potter delante del tamaño de su tarea? Ciertamente poco más que un cadáver, una persona marcada para morir. Ni siquiera la suerte del Niño-que-Vivió le valdría de alguna cosa cuando Dumbledore hubiera sido asesinado por Draco Malfoy.
Draco se alejó de todo y todos, nada era más importante que su misión. Veía en cualquiera que intentara acercarse como un potencial enemigo, que intentaba robar su gloria. Por eso restaron apenas Crabble y Goyle, que no tenían iniciativa suficiente para tanto, y ni para ellos Draco contaba su misión. Así como su padre, descubrió que tenía facilidad para la Imperius, y luego logró que Madame Rosmerta se convirtiera en su informante.
Pero no llevó mucho tiempo para que la convicción de Draco empezara a vacilar. Sus planes no estaban saliendo como él esperaba. No logró completar ni la parte más fácil de su misión, menos aún la más difícil. Su maestro empezó a presionar por resultados, y desde entonces lo que antes era la promesa de una recompensa era ahora una amenaza, si Draco fallaba, su familia moriría.
De repente, la soledad empezó a pesarle, así como la tarea que le había sido confiada. El chico se vio asustado y carente. Para todo lugar que miraba parecía haber ojos acusadores mirándolo, como si supieran de su inminente fracaso. Deseaba poder desahogarse con alguien, e ignoró la humillación que sintió cuando encontró a su confidente, una que no le juzgó, que bebió de sus palabras, apreciaba su compañía y que intentó consolarlo, aunque fue inútil.
- Nadie puede ayudarme. - Draco repetía, ignorando la ayuda que Myrttle le ofrecía.
Fue en uno de esos momentos más humillantes, mientras lloraba por su falta de suerte, que Draco se vio siendo observado fijamente por Potter. La rabia que Draco sintió fue tan grande que cuando se dio cuenta, ya lo estaba atacando. Quería romperle la cara, borrar para siempre la mirada de espanto mezclada con lástima que vio en la cara de Potter. Draco sintió desprecio por sí mismo por dejarse sorprender en esa situación, pero de cierta manera, el duelo le revigorizó. Llegó a desear ser derrotado por un momento, antes de que un hechizo desconocido le diera en el blanco. El dolor que sintió fue bienvenido, aunque sintiera como si le hubiesen descuartizado. En un momento de extremo egoísmo, Draco deseó que aquel fuera realmente su fin. Estaría entonces libre de su misión. Moriría por las manos de aquel que un día soñó que lucharía a su lado.
Draco estaba tan inmerso en su proprio dolor que no puso atención en los lamentos de Potter, en los gritos de Myrtlle, ni en Snape, que intentaba curarlo. Se sintió pesado, aunque vacío por dentro, cuando Snape lo arrastró hasta la enfermería y le dio una poción para dormir sin sueños, eso después que le hizo tragar varias pociones para cicatrización y reponer su sangre.
Cuando se despertó, Draco aún se sentía como un peso muerto. Demoró algunos momentos parpadeando hasta que pudo ver el techo de la enfermería y otros momentos para acordarse de por qué estaba allí. Draco pasó la mano por su rostro, y no habían marcas, cuando miró bajo las sábanas casi soltó un suspiro aliviado, las líneas rojas estaban allí, de esa manera no podría olvidarse de su debilidad. La recordaría todas las veces que se mirara al espejo.
Una determinación resignada tomó cuenta de Draco mientras esperaba que alguien apareciera. Lo que lehabía dicho a Myrtlle era verdad: nadie podría ayudarlo. Draco se había puesto en esa situación y tendría que salir de ella sólo, y aquella vez lograría ser completamente eficiente en su misión.
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Finalmente Draco lograría sus objetivos: salvaría a su familia y recuperaría el prestigio de su apellido delante del Lord. Había arreglado el armario y tenía a Dumbledore en la punta de su varita, desarmado e indefenso, parecía luchar para sostener el peso de su proprio cuerpo. El viejo que Draco había aprendido a depreciar desde niño... le faltaba tan poco, y aún así era mucho más difícil de lo que imaginara.
- Matar a alguien no es tan como creen los inocentes. - Las palabras del director resonaban en su cabeza mientras luchaba contra sí mismo. Sabía que estaba siendo eludido por el viejo, que lo llevaba a hablar de sus conquistas, de todo lo que hiciera hasta entonces. Aunque hubiera sido responsable por traer a Fenrir para el castillo, aquella idea lo asustaba pero él no tenía como saberlo, era su trabajo.
- Mi querido chico, vamos a parar de fingir. - Dumbledore dijo, por fin. - Si fueras a matarme, lo habrías hecho cuando me desarmaste, no hubieras parado para charlar calmadamente sobre medios y maneras.
- ¡No tengo elección! - Draco se desesperó, sintiendo la sangre dejar su rostro. - Tengo que hacerlo. ¡Él me matará! ¡Matará a mis padres!
El director no se dejó silenciar. Continuó hablando como si Draco realmente tuviera otra opción que no fuera cumplir su misión.
- No hubo ningún mal, puedo ayudarte, Draco. Podemos esconderte, tú no eres un asesino.
Las palabras de Dumbledore resonaban en su mente, aunque Draco intentase negarlas. Era todo mentira, el director no podría esconderlo a él y a sus padres del Lord, nadie podría vencer a su maestro, el viejo sólo decía aquello para engañarlo, para ganar tiempo. Dumbledore era un hombre muerto, nadie podría ayudarlo. Ya que, por más que Draco se dijera a sí mismo todas esas cosas, ya era demasiado tarde. Una punta de duda estaba en su corazón, y con ella vino la esperanza, ¿y si hubiera una alternativa? ¿Y si Dumbledore lograra salvar a su familia si Draco cambiara de bando? De cualquier manera, el destino de su familia estaba nuevamente en sus manos. ¿A quién quería engañar Draco? No sabía matar. No era como lanzar la Imperius, jamás lograría...
Y tan rápido como la esperanza surgió, fue arrancada de sus manos con violencia. Los otros Mortífagos habían llegado allí antes que Draco pudiera hacer una elección.
- ¿Ahora, Draco, rápido! - Alguien gritaba con la rabia de quien ya perdía la calma.
Draco estaba petrificado por el miedo. Era como si estuviera mirando dentro de sí mismo por primera vez y lo que encontraba era difícil de admitir: debilidad, rencor, remordimiento, impotencia y un pavor profundo. Miedo por si mismo, por su familia y por el hombre indefenso delante de él. Todo aquello fue sustituido por el choque cuando Snape tomó las riendas de la situación e hizo aquello que Draco jamás hubiera hecho.
Y Draco vio su esperanza caer de lo alto de la Torre.
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Draco había llorado cuando se reencontró con su madre, por primera vez dándose cuenta de que no había visto la desesperación de Narcissa cuando recibió su misión, pero lo que más le sorprendió no fue el hecho de que el Lord hubiera liberado a su padre, fue el abrazo apretado que le dio Lucius, que decía más que mil palabras. Draco descubrió que no importaba más el orgullo de los Malfoy si ellos no pasaban de sirvientes para su maestro. Lo importante es que continuaban vivos y juntos, podrían soportar la humillación en cambio de eso. Y no fueron pocas las situaciones humillantes. Primero tuvieron que hacer de su mansión familiar el cuartel general de los Mortífagos. Después Lucius cedió su varita al Lord sin ganar ninguna otra para sustituirla. Cuando Draco imaginaba que no habría degradación mayor para un mago que perder su varita, el Lord siempre los sorprendía, rebajándolos delante de los demás Mortífagos.
Cierta vez, varios de ellos esperaban en el salón mientras su maestro hacía otro de sus largos y torturantes interrogatorios con el señor Ollivander, que estaba preso en la mansión. Al terminar, el Lord estaba furioso, hasta los Mortífagos temblaban de miedo al verlo en aquel humor.
- Lucius, lleva lo que sobró de nuestro invitado de vuelta a las mazmorras. - El Lord ordenó a Lucius, que se levantó rápidamente, haciendo un arco.
Draco sintió su estómago revuelto, ¿cómo el Lord esperaba que su padre ejecutase alguna tarea sin una varita? Todo en la mansión funcionaba por magia, no había una única cerradura que tuviera llave común.
- Inmediatamente, Milord. - Lucius habló con tono respetuoso. - Pero, entienda, Milord, las cerraduras son mágicas, si permitiera que mi hijo me acompañe...
- No entregaría esa misión en las manos de dos incompetentes, Lucius. - El Lord interrumpió, furioso. - Como son dos inútiles, Ollivander huiría mismo aun inconsciente y débil como lo dejé. ¿De qué me sirves sin una varita, Lucius?
- Lo siento, mi Lord...
- ¡Cállate! Bellatrix, acompaña a tu cuñado.
- Sí, maestro. - Bellatrix dijo, prontamente, ya de pie.
- No levites al prisionero, deja que Lucius lo cargue en sus hombros para acordarse que tuvo la oportunidad de servirme y probar su valor como mago y falló.
Delante de aquello, muchos Mortífagos rieron con maldad, aunque en tono bajo por respeto a la rabia del Lord. Draco podía sentir como el desprecio de los demás hacía los Malfoy dejaban al Lord satisfecho.
- En cuanto a Draco... - El Lord se giró hacia el chico después que Lucius y Bellatrix dejaran el salón. - Aún debes tener algún uso, aunque no descubrí cuál.
El Lord hizo otra pausa en su discurso para que los Mortífagos rieran, Draco cerró sus puños. Entonces sintió el apretón de una mano firme en su pulso bajo la mesa.
- Baja la cabeza, querido. No tengas la mínima reacción, ignora a todos, menos al Lord. - Susurró su madre.
Draco asintió y entrelazó los dedos con los de su madre.
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Draco no tardó en descubrir qué uso su maestro tenía para él. Cuando Thorfinn Rowlw falló en capturar a Potter en un café en Londres muggle, el Lord ordenó que Draco lo torturara. Draco no tuvo elección, a menos que desease ser torturado también. Los gritos por piedad de Rowle y su expresión de dolor quedarían para siempre en la mente de Draco, pero no sólo aquello. Por noches seguidas, Draco no pudo dormir tranquilamente, el horror de lo que veía todos los días junto a los Mortífagos tomaba cuenta de su ser y lo dejaba temblando de la cabeza a los pies. Draco ya había presenciado tantas atrocidades dentro de su propia casa, que empezaba a imaginar si un día volvería a dormir una noche siquiera sin tener pesadillas. Sólo hacía falta cerrar los ojos para revivir todo con la misma intensidad.
Fue entonces que Draco empezó a soñar despierto, fantaseaba con el día en que alguien lo salvaría y a su familia de aquel circo de horrores. Lo irónico era que el héroe de sus sueños se parecía demasiado a Harry Potter.
