Disclaimer: Avatar: La Leyenda de Korra es propiedad de Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko.

Este Fic participa en la Semana Tahnorra, organizada por el Foro ¡El Cometa de Sozin!


—No sabía que también eras músico, Tahno —Korra se le acercó, después de que el grupo terminara su última pieza y comenzara a guardar sus instrumentos, dispuestos a irse, pues la fiesta de Zhu Li y Varrick ya casi acababa.

Lo vio desde que llegó, pero no tuvo tiempo de saludarle. La verdad le había sorprendido verlo ahí, con su elegante traje y tocando con tanta pasión. El peinado de siempre, pero ya era otra persona, tan distinta al Tahno que conoció en el restaurante de fideos.

—Es una de mis tantas cualidades y talentos —respondió altanero, pero con tono bromista.— Por cierto, te ves bien con vestido, Avatar. Hasta parecer mujer...

Y así era. Quiero decir, siempre parecía mujer, pero en verdad se le veía fenomenal aquel atuendo, combinado con su nuevo corte de cabello, le daban un toque angelical e inocente.

Korra se rió y le dio un "ligero" golpe en el hombro.

—Y tú no tocas tan horroroso la trompeta, chico presumido —contraatacó astuta.

Ahora fue su turno de reír.

—Es un trombón, encanto —Le guiñó el ojo y señaló con sus finos dedos el instrumento.

—Como sea —Le restó importancia con la mano —. ¿Cómo has estado? La última vez que te vi estabas llorando de felicidad por tener de vuelta tu Agua Control.

Tahno sonrió al recordarlo.

—Muy bien, de hecho. Ahora le dedico tiempo a la banda, pero en mis ratos libres me gusta practicar Pro-Control. Y usualmente los sábados salgo a bailar con chicas lindas, por si te interesaba. Es otro de mis talentos —Esa frase era una indirecta muy obvia y Korra lo captó.

—Una pena que yo no baile —fingió lástima y puso su mano en el pacho, muestra del "dolor" que sentía al rechazar a tal caballero.

—Siempre hay una primera vez —aseguró tomándola de la mano.

Tal vez fue su media sonrisa, su actitud, o las copas de más que ya llevaba, pero sin mucho hacerse del rogar, aceptó.

Tahno metió el estuche del trombón en su Satomóvil, con galantería le abrió la puerta a Korra para que subiera y puso el auto en marcha hacia un salón de baile. Sí, eran las tres de la mañana, pero la noche aún era joven.

Era un tanto extraño estar ahí, en el asiento de copiloto del lobomurciélago; aunque pensándolo bien su relación nunca había sido "normal": primero rivales, luego buenos conocidos que sólo se hablaban una vez al mes para saber cómo estaban, y ahora ambos se dirigían a bailar, justo después de encontrarse por casualidad en una boda, y hacerse bromas mutuamente.

En el trayecto no se escuchó nada salvo el rock que ponían en la estación 90.7 de la radio.

Después de ocho minutos (ya que no había tráfico a esa hora) llegaron a su destino.

—Es aquí —anunció el Maestro Agua, permitiendo que la Avatar entrara primero.

Era un lugar luminoso, donde predominaba la madera y el olor a cerveza.

La guió hasta la pista de baile, Korra estaba roja de vergüenza. ¿En qué diablos estaba pensando al aceptar? ¿¡Ella, bailar en público!? ¡Jamás!

—Tahno, en verdad no sé bailar...

—¿Y te vas a arrepentir justo ahora? —Le interrumpió —. Tranquila, yo te enseñaré, tan sólo sigue mis pasos.

Korra aceptó, aunque no muy contenta.

Una canción de jazz sonó en todo el local, el ambiente se animó más de lo que ya estaba, y los pies de Tahno se movieron. Era imposible seguirle el paso, pero lo intentó y se dejó llevar, consiente de que lucía como un pingüino tambaleándose en el hielo, a punto de caerse.

Él la miró con ternura, con ganas de decirle lo agradable que era pasar tiempo con alguien tan fresca y graciosa como ella.

La Avatar pensó que aquellos que contaban que los mejores momentos nacían de la espontaneidad, sin ser planeados, estaban en lo cierto. Porque ella nunca había imaginado que su velada terminaría así, y jamás se le hubiera ocurrido bailar en público. Mucho menos con Tahno.

Sin embargo, se divertía.

Guerra, amor, espiritualidad, balance, olvidarse de todo eso por una noche; sólo centrase en el chico del trombón, su bailarín que danzaba como si no hubiera un mañana y hoy fuera un glorioso día (probablemente lo fuera).

A las 3:24 Los músicos tocaban alegres, Korra aprendía a bailar y Tahno se enamoraba.