Nota: Harry Potter y todo lo relacionado con su mundo no me pertenece.


Capítulo 1

Harry miró a Dudley con detenimiento. Por una vez, Dudley no estaba comiendo ni viendo la televisión, sino mirando a su madre. Petunia Dursley le dirigió una sonrisa cansada a su hijo, y, cuando se dio cuenta de que Harry también la miraba, le devolvió el gesto sin dejar de sonreír. Era extraño y asombroso para Harry porque, desde que tenía memoria, tía Petunia nunca le había sonreído así; mirada atormentada y sonrisa tenue, pero suficiente como para que Dudley le sonriera de vuelta.

Harry miró a su alrededor con curiosidad, sintiéndose un poco incómodo y triste al ver a tía Petunia abrazar a Dudley con fuerza. Se encontraban en el hospital, con sus blancas paredes y sus blancos suelos. Allí, todo era blanco, desde la tez pálida de los enfermos, pasando por los uniformes de los médicos y enfermeros, hasta los muebles. Llevaban varias horas allí, primero sentados en una sala de espera, luego en la consulta del médico.

Harry se inclinó un poco y miró a través de la puerta vuelta: a unos metros de su posición, el médico hablaba con tío Vernon. Apenas gesticulaban, ninguno de los dos, pero tío Vernon tenía temblores en las manos rechonchas. Cuando los dos entraron, cinco minutos más tarde, Dudley y Harry se levantaron de sus asientos de plástico, listos para irse. Dudley caminó con prisa hasta la puerta, cogiendo la mano de su padre.

Harry, que iba detrás, se acercó a ellos un poco más despacio, pero también ansioso: no le gustaban los hospitales. Sin embargo, se quedó quieto al ver a Dudley mirar con ojos de pena algo a su espalda. Lentamente se giró y vio a tía Petunia, sentada todavía en su silla de plástico, con ojos llorosos pero una sonrisa firme en la cara. Harry bajó la cabeza y continuó andando mientras Dudley preguntaba antes que él lo que tanto ansiaba saber:

— ¿Mamá no viene? — su voz era débil y pequeña, asustada. Tío Vernon le tomó fuertemente de la mano y Dudley se removió, pero no se quejó.

—Mamá tiene que quedarse en el hospital por un tiempo, pero dentro de poco saldrá y jugaremos juntos, ¿vale Dudley? — tía Petunia se levantó de la silla y se arrodilló frente a Dudley. Le acarició la cara maternalmente antes de coger a Harry por el hombro y ponerlo al lado de su primo.

—¿Por qué tienes que quedarte? —Harry vio a tía Petunia suspirar por debajo de su aliento y cerrar los párpados fuertemente antes de contestar:

—Escuchadme bien, chicos: en nada estaré de vuelta en casa y jugaremos juntos. Los tres, ¿vale? —Dudley miró a Harry antes de asentir. Le sonrió a su primo, que le devolvió la sonrisa, vacilante. —Pero debéis prometerme que os portaréis bien, porque si no, no iremos a por un helado.

Dudley asintió fervientemente, convencido por la promesa de su madre. Harry, por el otro lado, la miró intensamente: aunque tenía ocho años, podía sentir que había algo mal en tía Petunia. Y tío Vernon estaba tan callado… Daba incluso miedo, porque tío Vernon siempre había sido muy vivaz. Se giró a mirar a tío Vernon y se sorprendió con lo que encontró: tenía la cara blanca como un muerto, casi más blanca que el hospital, y había desviado la mirada a un lado en algún momento de la conversación.

—Decidle adiós a mamá, chicos. Venga, Dudley, es hora de irse. —insistió tío Vernon con voz trémula. Dudley se abrazó a tía Petunia con fuerza, casi estrujándola, antes de soltarla. Después, volvió a coger la mano de su padre. Harry esperó una indicación: nunca habían estado muy ligados él y los Dursley. Todavía jugaba a veces con Dudley, pero tía Petunia y tío Vernon eran más de darle palmaditas en la cabeza cuando hacía algo bien.

No obstante, en esta ocasión fue tía Petunia la que abrió los brazos y rodeó a Harry maternalmente. El muchachito se dejó llevar por la emoción del momento y correspondió al abrazo. Después, mientras Harry daba tambaleantes pasos hacia tío Vernon, la observó pasarse un dedo bajo los párpados, secándose alguna lágrima rebelde. ¿Qué le pasaba a tía Petunia?

El camino a casa fue completamente silencioso. En el coche familiar, Harry y Dudley sentados en los asientos traseros miraban por la ventana, perdidos en sus pensamientos. Harry pensaba en Dudley en ese momento; no quería verlo llorar, aunque parecía que iba a estallar de un momento a otro. Hasta que, definitivamente, explotó:

—¿Por qué no puede venir mamá a casa? —preguntó, más enfadado que confuso. Tío Vernon giró a la derecha, ya entrando en Surrey, y suspiró mientras decía:

—Mamá se tiene que quedar unos días en el hospital porque tiene que curarse, Dudders. Cuando esté buena, habrá helado para todos. —aparcaron en su plaza de garaje y tío Verno asomó la cabeza, sonriendo a Dudley.

—Pero papá…—bajaron del coche y entraron en la casa. Dudley pateó el suelo, tratando de llamar la atención y por una vez, su padre no se volvió a mirarlo.

—Nada de peros, Dudley. Mamá necesita reposo y sanar; por eso ha tenido que quedarse.

—¿Qué le pasa? —preguntó Harry, uniéndose al interrogatorio. Tío Vernon lo miró, casi sin poder disimular la crispación en los ojos: a Dudley podía calmarlo con la promesa de nuevas chucherías, pero Harry era más duro de roer.

—Está malita, Harry.

—¿Pero qué tiene? —siguió preguntando. Dudley le hizo coro, asintiendo con vehemencia. Tío Vernon continuó su camino hacia la cocina, diciendo con voz demasiado dulce:

—Un catarro, chicos, está resfriada y no queremos que os resfriéis vosotros también, ¿no? —no se giró a mirar a sus dos acólitos, que le seguían todo el rato, en busca de respuestas.

—¡Pero si es verano, papá! —Dudley levantó los brazos en gesto airado,—Los resfriados se cogen en invierno, no en verano.

—Los resfriados no son sólo de invierno, Dudley.

—Helen se resfrió en mayo, ¿recuerdas? —intervino Harry.

—¿Quién es Helen? —preguntó tío Vernon.

—Una amiga de clase. Es ñoña y repipi. —dijo en seguida Dudley.

—¡No es ñoña!

—¡Sí lo es! Juega con muñecas y un día trajo una corona de princesa a clase. —Harry y Dudley se miraron con ojos molestos por unos instantes, antes de que tío Vernon preguntara:

—¿Qué preferís para cenar: huevo frito o bacon? —estaba agachado mirando la nevera con la boca torcida, como si no le gustara nada de lo que había ahí dentro. En seguida, los muchachos saltaron a su alrededor:

—¡Bacon, bacon! Hace mucho que no comemos bacon —se quejó Dudley. Harry a su lado asintió fervorosamente, a él también le apetecía el bacon.

—Muy bien, pues bacon será. Iros a ver la tele un rato, cuando termine aquí en la cocina os llamaré.

Tío Vernon cogió la bandeja de plástico con las lonchas de bacon crudas y buscó en los armarios por una sartén para freírlos. De mientas, Harry y Dudley se marcharon a la sala de estar, donde Dudley cogió el mando de la tele y puso su canal de dibujos animados favorito. Estuvieron un rato en silencio, mirando la tele con los pies en el sofá, hasta que llegaron los anuncios. Dudley gruñó y Harry dejó caer la cabeza a un lado: siendo la hora que era, seguramente no podrían ver otro capítulo de la serie por culpa de los anuncios.

—Oye, Harry… —empezó a decir Dudley. Se le veía nuevamente incómodo.

— ¿Qué?

—¿Tú crees que mamá estará bien? —Dudley toquiteó el mando de la tele, dándole vueltas de un lado a otro mientras miraba en dirección a la cocina. Harry lanzó una mirada indiscreta a la cocina antes de decir, en voz muy baja:

—Yo no creo que sea un resfriado. —Dudley le miró con grandes ojos azules antes de pasarse la mano por el pelo rubio, desordenándolo un poco. A Dudley no le gustaba mucho la gomina que su madre le había puesto para la visita al hospital, aunque ni tía Petunia ni tío Vernon sabían eso.

—Ya está la cena, chicos.

Las palabras de tío Vernon sacaron a los dos chicos de su aura de confidencialidad. Con una última mirada de reconocimiento, Harry y Dudley acordaron no decirle sus sospechas a tío Vernon, que parecía muy estresado esa noche. Comieron rápido, en silencio, engullendo prácticamente la comida porque no habían merendado por estar en el hospital. No obstante, después de rebañar sus platos aceitosos con pan, tío Vernon les preguntó:

—¿Sabéis haceros el desayuno? —miró intermitentemente a los dos infantes hasta que Harry sonrió y asintió con la cabeza: tía Petunia le había enseñado a usar el microondas el verano pasado y suponía que no debía de ser difícil encontrar dos cuencos, la leche y los cereales, sabiendo que todo eso estaba en la cocina. —Bien, Harry, quiero que mañana le enseñes a Dudley a hacer el desayuno, ¿vale? Yo estaré la mañana fuera, tengo que trabajar.

—¿Podemos ir por la tarde a ver a mamá? —preguntó Dudley con ojos esperanzados. Harry miró a su alrededor; la verdad era que la ausencia de tía Petunia en la mesa era notoria. Tío Vernon sonrió, enseñando los dientes, pero apenas dejando ver su crispación de nuevo:

—No, iremos la semana que viene. Mamá necesita curarse, cariño; si estamos todo el día con ella, no podrá curarse rápido. —le explicó cuando Dudley quiso protestar. El niño miró a su padre, enfadado, antes de resoplar y marcharse corriendo al piso de arriba. Harry pudo ver el brillo acuoso en sus ojos y creía que tío Vernon también lo había visto, porque no hizo amago de ir tras él ni le llamó. —Ayúdame a recoger, Harry.

La voz de tío Vernon sonaba rasposa pero triste; Harry se limitó a asentir débilmente, levantándose y poniendo los platos uno encima de otro, en una pila. A ti Vernon le costó más moverse; se desperezó lentamente y empezó a recoger los cubiertos y los vasos. Terminaron de recoger rápido, y mientras Harry iba a lavarse los dientes, tío Vernon subió con él y entró en la habitación de Dudley.

Silenciosamente, Harry cogió su cepillo y la pasta de dientes y empezó a frotar su dentadura, escuchando débilmente los sollozos de Dudley y las palabras reconfortantes de tío Vernon. En seguida, Harry encendió el grifo y dejó el agua caer por el lavabo con un nudo en la garganta; odiaba cuando Dudley lloraba porque ahoa él también echaba mucho de menos a tía Petunia y no quería llorar.

El sonido del agua corriendo enmascaró lo que sucedía en la habitación de al lado. Harry se miró en el espejo, tratando de no pensar en tía Petunia y en Dudley llorando porque ella no estaba. Tenía el pelo negro, revuelto, que caía sobre su frente y sobre todo, sobre su extraña cicatriz en forma de rayo. Tenía la piel blanca, que contrastaba con el color tan verde de sus ojos, escondidos tras las gafas redondas y negras.

Aunque Dennis, uno de los amigos de Dudley, dijera que las gafas le hacían ser un cuatro ojos, a Harry le gustaba cómo le quedaban. Sin ellas, Harry no podía ver mucho; habían tenido que ponerle gafas a los cinco años y la miopía había empeorado desde aquel entonces. A veces, Malcolm y Gordon, también amigos de Dudley, le quitaban las gafas, y Harry lo odiaba porque acababa cayéndose al suelo de la forma más tonta posible.

Cuando consideró que la charla entre padre e hijo había terminado, Harry cerró el grifo y salió del cuarto de baño, en sumo silencio. No se oía a Dudley sollozando, ni a tío Vernon con su voz grave intentando consolarle, así que Harry continuó dando un par de pasos hasta que la voz de Dudley le hizo percatarse de que estaban hablando:

—¿Podríamos dormir juntos Harry y yo? —Harry se atrevió a mirar dentro de la habitación. Dudley tenía los ojos rojos e hinchados y gruesas marcas en la cara, delatando que antes había llorado. Tío Vernon le daba la espalda y los dos estaban sentados en la cama del niño, la mano de tío Vernon en la espalda de Dudley, haciendo de respaldo para su hijo.

—Pero, Dudley, hace tiempo que no dormís juntos… Y no sé si Harry querrá venir aquí. —dijo tío Vernon, dudoso. Dudley le sonrió y gritó:

—¡Harry! —el susodicho pensó que seguramente ese grito se habría oído en el resto del vecindario. Esperó unos momentos antes de abrir un poco más la puerta, —¿Querrías que durmiéramos otra vez juntos?

— Vale…—dijo Harry. Miró la habitación rápidamente antes de sonreír con algo de malicia y saltar al grito de, —¡Me pido en la ventana!

Tío Vernon suspiró, levantándose de la cama de su hijo mientras Dudley y Harry se ponían a discutir sobre quién ocuparía la cama de la ventana. Los dos se lanzaron sobre la cama de Dudley, jugando mientras se pegaban con las almohadas, sus voces rivalizando mientras gritaban al unísono '¡Yo, yo!'. Vernon cortó su discusión rápidamente:

—Organizaos eso vosotros. Yo me voy a por la cama de Harry, cuando venga no tiene que haber ni un juguete en el suelo, o no dormiréis juntos. —les amenazó sucintamente. Los dos muchachos sonrieron y se bajaron de la cama, empezando a recoger los juguetes que Dudley tenía por el suelo.

Aproximadamente media hora después y tras mucho sudor, lágrimas y un dedo pillado contra la puerta al subir la cama por las escaleras, tío Vernon tenía el cuarto de Dudley con dos camas, como hacía un año había estado, y los dos niños plácidamente acomodados en sus respectivas camas.

—Buenas noches, chicos. —se despidió de ellos tío Vernon, cerrando la puerta después de encender la pequeña lucecita que siempre les dejaba para que no tuvieran pesadillas.

—Hasta mañana —susurrando los dos muchachos. Estuvieron unos minutos callados, simplemente acomodándose, hasta que Harry preguntó en un susurro:

—¿Estás bien, Dudley?

—Sí. Pensaba que iríamos a ver a mamá mañana, y que ella volvería a casa…

— ¿Tío Vernon te ha dicho cuando saldrá del hospital?

—No. Él tampoco lo sabe, dice que eso lo tiene que decir el médico.

Se quedaron en silencio de nuevo, meditando porqué el tonto médico no dejaba salir a tía Petunia del hospital. Ni siquiera parecía enferma, meditó Harry, un poco enfadado. Se giró en la cama, dándole la espalda a Dudley mientras ponía una mano bajo la almohada, levantándole un poco la cabeza. Siguió mirando a la no tan negra oscuridad un rato más hasta que escuchó un sollozo prolongado y ahogado. Rápidamente, Harry se giró, poniéndose las gafas y mirando a Dudley.

EL niño grande y rubio miraba al techo con los ojos muy abiertos pero secos. Su boca estaba cerrada y, en la oscuridad, daba incluso un poco de miedo. Harry le miró por unos momentos más con los oídos atentos al siguiente sollozo hasta que Dudley se giró hacia él y susurró:

—Papá está llorando.


Nota: Espero poder postear un capítulo cada semana (los domingos), aunque no es seguro. La longitud de cada capítulo va a ser a priori parecida a la de este capítulo.

Paladium