Disclaimer: los personajes no son míos, son campeones de League of Legends. Lo tomé prestados para intentar subsanar la horrible falta de parejas LGBT+ que actualmente existe en el Lore oficial.
Prólogo
Algira se dirigía a toda velocidad hacia el sur, sabía que allí se encontraba un campamento de guerreros leales a la corona, pero después de la persecución no estaba segura si aquel camino era el correcto. Su caballo se estaba agotando y sus perseguidores se acercaban cada vez más.
Aquellos hombres los habían emboscado apenas habían llegado a las orillas del río Thiótika, que cruzaba el reino de Vanaheim en su extremo oeste.
Hacía tiempo que se había separado de su cohorte, los soldados que estaban allí para protegerla habían caído en un abrir y cerrar de ojos y las damas que la acompañaban arriesgaron sus vidas para que ella escapara. Aún podía oír los gritos desgarradores de una de ellas que, al parecer, había sido alcanzada por aquellos monstruos. Y monstruos era la mejor forma de describirlos.
Jinetes vestidos con pesadas armaduras oscuras y fuertemente armados habían aparecido frente a ellos esa tranquila tarde en su paseo por la campiña del reino. Parecía que habían salido del mismísimo infierno.
Atacaron directamente a los guardias que iban con ellas. Uno de los jinetes gritaba órdenes a los demás en todo momento, Algira intuyó que sería su jefe y en parte tenía razón. Su voz se elevó por sobre la calma de la arboleda, a la que minutos antes habían ingresado en su persecución, cuando ordenó a dos de sus guerreros que se abalanzaran sobre el blanco corcel de la reina.
Un escalofrío corrió por la espalda de la mujer cuando oyó la voz de su perseguidor mientras instaba a su caballo a aumentar la velocidad de la huida.
Algira no sabía por qué la perseguían, no creía haber hecho nada en contra de nadie como para que desearan su muerte tan fervientemente. Pero no era lo que más le preocupaba en ese momento, daría su vida y mucho más para proteger al hijo que llevaba dentro.
La reina había llegado al final del bosque, a su derecha se encontraban las colinas y delante el valle de Vanaheim, una extensión de espacio verde y descampado. Había equivocado el rumbo, no tenía lugar donde esconderse allí y los jinetes continuaban acercándose. Pero no cabía más opción que seguir adelante. Tensó el cuerpo sobre el caballo blanco que la llevaba y se preparó para lo peor.
Escuchó el ruido de los cascos de los caballos de aquellos hombres acercándose. Sentía como se estremecía la tierra detrás de ella.
El sol de la tarde, que aquel día gozaba de todo su esplendor estival, comenzó a oscurecerse. Enormes nubes de tormenta empezaron a tapar la luz solar, sumergiendo por completo al valle de Vanaheim en una prematura oscuridad. Un color grisáceo tiñó todo lo que, momentos antes, había sido de un verde intenso.
Gotas de sudor corrieron por la sien de Algira al tiempo que dos jinetes flanqueaban su corcel, un tercero pasó a toda velocidad y siguió galopando delante de ella. Estaba rodeada.
Capítulo 1 - Ashe
Entre la espesura de un bosque apartado, una chica menuda pero de andar erguido y orgulloso caminaba en silencio. Se dirigía lentamente hacia el pueblo más cercano, justo al norte del bosque de Greiss, donde ella vivía. En el extremo más nórdico del continente, la parte más alejada de la bulliciosa ciudad capital del reino de Vanaheim.
Hacía ya casi tres meses que se había recluido en su pequeña casita en aquel lugar inhabitado. Pero ya era tiempo de cazar nuevamente, además, la vida sedentaria no le sentaba bien. Aunque amaba la tranquilidad de la naturaleza y el silencio sabio de sus libros, por su cuerpo corría sangre aventurera y no podía ignorar su llamado.
Mientras sorteaba un par de frondosos árboles para dar con el camino al pueblo, recordaba su presa anterior. Un ladronzuelo de poca monta que había osado robarle a un adinerado comerciante de una aldea vecina. El comerciante había fijado precio sobre la cabeza de aquel hombre y eso era todo lo que ella necesitaba saber. Lo capturó, fue presa fácil. No estaba interesada en hacer justicia por el robo, le servía la recompensa y por eso entregó el ladrón a las autoridades. Lo que hicieran con él la tenía sin cuidado y las monedas de oro le valieron sus merecidos tres meses de descanso.
Porque eso era lo que Ashe hacía, era una caza recompensas, y una muy hábil. Vivía en paz con el mundo, si el mundo tenía paz con ella.
Se creía una chica simple, como cualquier otra; apenas pasada la barrera de los veinte años se sabía dueña orgullosa de un carácter difícil de llevar.
Al salir de bosque de Greiss bajó la capucha de su capa para recibir de lleno el sol en su rostro, en las espesuras del bosque la luz solar era muy difícil de encontrar.
Sus ojos tenían el color de un cielo que anuncia tormentas y una nariz pequeña y respingada que le confería aquel aire de orgullosa guerrera, pero su belleza se veía opacada por una sombra lóbrega que descendía sobre ella. Alguien que la conociera bien sabría que era por su pasado, esa historia que le pesaba tanto y de la que aún no había conseguido desprenderse del todo. Pero nadie la conocía bien, la única persona que lo había hecho, la había abandonado hacia cinco años. La vejez se había llevado al único ser a quien ella pudo llamar familia, ahora estaba sola. Aunque ya no le importaba, sabía valerse por sus propios medios y hasta el más entrenado de los caballeros del reino debería temerle.
Una leve brisa que ascendía desde el poblado, el cual se alcanzaba a divisar a lo lejos, agitó su rubio cabello ondulado. La ráfaga de aire le trajo los olores del caserío y desató recuerdos en su mente que ella intentó suprimir sin mucho éxito. Recordó esa mañana de invierno que se encontró sola en la plaza principal de un pueblo alejado, era pequeña, aún no tenía cinco años. Era el primer recuerdo que poseía, nada antes de eso era claro en su memoria.
Los habitantes del pueblo no notaron cuando Ashe entró a la placita principal. Mercaderes y campesinos ofrecían sus productos a la gente que circulaba por allí, madres con sus hijos regateaban los precios de las verduras y otras mercancías, los niños corrían entre los puestitos a riesgo de tumbar alguno, cientos de voces se elevaban por sobre la niebla matutina que ya empezaba a disiparse.
Ashe siguió caminado, a ella no le interesaban esas cosas, nunca se detenía a mirar a la gente que transitaba por entre los puestos. Su visita al pueblo tenía como objetivo encontrar a su próxima presa, algún infeliz que había cometido un error por el que las autoridades de cierta aldea hayan puesto precio sobre su cabeza. Lo capturaría, lo entregaría y, con algo de suerte, conseguiría suficientes monedas como para recluirse un buen período en su bosque, donde la tranquilidad era reina y señora.
A medida que recorría las calles del pueblo, Ashe escuchaba atentamente los murmullos y rumores que se esparcían en esquinas y callejones. Eran su principal fuente de información. Tres meses atrás, en un rincón alejado del caserío, había oído como dos hombres, ancianos campesinos, comentaban con cierta displicencia lo ocurrido con el ladrón que osaba robarle a uno de los señores más importantes de la comarca. Solo tuvo que recorrer un par de poblados aledaños para dar con aquel hombre. Estaba escondido entre las colinas que lindaban con el extremo norte del río Thiótika y Ashe no tuvo que utilizar más que algunos golpes para convencerlo de que se rindiera.
Siguió caminando. Cerca de la capilla del pueblo, un grupo de jóvenes, que apenas podían describirse como adolescentes, estaba reunido bajo un frondoso árbol. El sol ya iluminaba completamente la aldea y llenaba de vida las pequeñas casitas que rodeaban la plaza principal. Algunos niños correteaban al final de la calle y sus voces llenaban la brisa matinal con la algarabía juvenil que emanaba de sus risas. Pero la brisa llevó a los oídos de Ashe algo más que las risas de los chiquillos. La palabra recompensa fue claramente captada por la chica entre los ruidos de la aldea. Provenía de la base del árbol que Ashe había pasado momentos atrás, ese grupo de jóvenes la había pronunciado haciendo que ella se volteara para escuchar mejor.
Fingió estar interesada en las telas que ofrecía una señora regordeta en uno de los puestos de la calle; cosa impensable para ella en un día normal, manteniéndose lo suficientemente cerca para lograr conseguir algo más de información.
"Es todo mentira" afirmaba el más pequeño, de ojos muy azules. "No creo que hayan secuestrado a la reina, el ejército del rey es muy poderoso, ¿Quién osaría hacerle frente?"
"Cualquiera que supiera cuando hacerlo" le contestó otro de los muchachos, estaba recostado en el tronco del árbol y con los ojos cerrados analizaba la situación "Dicen que ocurrió durante el paseo vespertino de la reina, unos veinte hombres los sorprendieron cuando llegaron al río bordeando las montañas Naros y se la llevaron"
"¿Veinte hombres?" preguntó un tercero que se encontraba acostado en un colchón de hierbas bajo el árbol "Nosotros podemos con ellos, si la recompensa es lo que aseguran, los mataría yo mismo"
Su actitud desafiante enfureció a Ashe. Aquel joven tenía una contextura que no asustaría ni a una niña de seis años, sin embargo estaba dispuesto a enfrentarse a veinte hombres por una cantidad, al parecer desorbitante, de oro.
No tienen idea de lo que es matar a alguien por dinero, pensó Ashe para sí.
"¿Te gusta, querida?" la dueña del puestito notó como la chica observaba el recorte de tela fijamente. "Es de buena calidad. Te harías un vestido muy bonito"
"¿Vestido?" preguntó Ashe. El comentario de la dueña del puesto la tomó por sorpresa. Ella no usaba vestidos bajo ningún punto de vista, eran totalmente incómodos, pero la señora frente a ella irradiaba tanta bondad que la obligó a contestarle con una amabilidad inusual en ella. "Quizás en otra ocasión"
Le sonrió. Esa mujer le caía bien.
Lentamente, casi distraídamente, se fue acercando a los chicos que aún seguían conversando.
"¿Dónde creen que se la habrán llevado?" preguntó uno de ellos.
"Los ancianos dijeron algo de Vali" le respondió el más pequeño. "Pero eso está muy lejos"
"No sólo está muy lejos. Está cerca de Duatros, yo no me arriesgaría a llegar hasta allí. "Subrayó el joven que estaba recostado al árbol. "Esa ciudad es demasiado..., no sé... salvaje."
"Es cierto, dicen que allí entrenan a guerreros muy poderosos" afirmó el pequeño.
Ashe sonrió mientras se alejaba, se había hecho cargo de un par de esos guerreros tan poderosos, era solo su fama lo que asustaba. Lo único útil que consiguió de aquella conversación era la certeza de necesitar más información al respecto.
Con paso apresurado se dirigió hacia el lugar donde se reunían las autoridades del pueblo y sus dudas fueran contestadas sin siquiera preguntar. Uno de los ancianos martillaba a duras penas un pergamino en la cartelera de noticias de la aldea, el papel confirmaba todo lo que Ashe había oído. La reina había sido capturada y el rey ofrecía cincuenta mil monedas de oro a quien la devolviera al castillo sana y salva.
Ashe sabía que no sería tarea fácil, pero no perdía nada en intentarlo. Si lo conseguía podría vivir sin complicaciones en su bosque por mucho tiempo. Si no lo hacía… Se encogió de hombros. Realmente no tenía nada que perder. Miró una vez más el pergamino y pensó en su próximo destino, el bosque de Vali.
La plaza principal empequeñecía a sus espaldas mientras, mentalmente, hacía los preparativos para la travesía.
Esta vez, el viaje sería más largo de lo habitual, tendría que cruzar el Gran Mar para alcanzar el bosque, sin contar que primero debía llegar a Gorban, la aldea de pescadores desde donde zarparía. También necesitaría un barco. Demonios, pensó, ¿Cómo conseguiré un bote, o algo que flote lo suficientemente fuerte como para atravesar el mar?
Se preocuparía por eso luego, siempre podría ir de polizón en algún pesquero, lo primero que debía hacer era reunir sus cosas, y encontrar el mapa que Freyr le había dejado, eso era muy importante.
La reina, Algira, despertó de un sueño muy pesado. No recordaba nada de lo sucedido antes, ni siquiera sabía cuánto tiempo había estado dormida.
La visión se le fue aclarando lentamente. Cuando la reina reconoció donde se encontraba, todo volvió dolorosamente a su memoria. Recordó que los jinetes que habían interceptado su cohorte lograron rodearla cuando había alcanzado el valle de Vanaheim. Luego, oscuridad.
Se incorporó a duras penas, sentía un dolor punzante en la parte de atrás de su cabeza.
"¿Se encuentra bien, mi querida reina?" una voz melosa llegó desde lo alto de una escalera gigantesca que se elevaba más allá de donde la dolorida Algira podía alcanzar a ver. Una figura encapuchada comenzó a descender.
Algira observó a su alrededor. Se hallaba en un lugar oscuro, apenas un par de antorchas iluminaban la escalera que estaba frente a ella y el sitio donde se encontraba inmovilizada, encadenada a un muro de roca sólida. Parecía estar bajo tierra ya que ninguna ventana filtraba luz exterior.
"Le pregunté si se encontraba bien" la voz del encapuchado, que continuaba descendiendo lentamente, perdió parte de su encanto inicial.
"¿Quién desea saberlo?" repuso Algira. No era la primera vez que se enfrentaba a hombres peligrosos, sabía cómo controlar a tipos como éste.
"Un humilde servidor, mi reina. ¿Sabe? Usted es muy importante para nosotros. Lamento profundamente que mis caballeros no hayan sido muy... amables, es que su entrenamiento no les permite buenos modales"
"Tampoco considero buenos modales el tener encadenada a una reina contra una pared, bajo tierra" respondió Algira sin dejarse intimidar. La figura encapuchada se acercó riendo por lo bajo, pero aún entre las sombras.
"Me alegra que aún posea su sentido del humor, su alteza. Sepa que aquí no corre peligro, nuestra meta no es hacerle daño. Tenemos objetivos más importantes."
"Conseguir el reino" la reina no usó un tono necesariamente interrogativo. "Mi esposo no les otorgará el reino tan fácilmente, tendrá a su ejército tocándole las puertas en cualquier momento."
"No hará tal cosa…, si es que quiere verla de nuevo con vida." le aclaró aquel hombre. "O a su hijo."
Algira se quedó sin palabras. ¿Cómo lo supo?. Era un embarazo pequeño y muy pocos dentro del castillo, personas muy allegadas a la corona, sabían de él.
"Si, mi querida reina, sé lo del niño que gesta. No se sorprenda. Es un niño destinado a grandes cosas."
"¿A qué se refiere?" preguntó Algira, aunque sabía de qué estaba hablando. La hechicera a la que habían consultado les dijo que esperaban un niño. Además, le había contado que veía grandes hazañas en el camino del heredero al trono de Vanaheim, que tendría un destino grandioso.
"Se lo diré si realmente quiere saberlo" se acercó a una de las antorchas y se quitó la capucha de la túnica negra que llevaba. Su rostro resplandeció a la luz del fuego que bailaba frente a él. Algira ahogó un grito de espanto. Su rostro tenía una visible cicatriz que le surcaba la cara desde la ceja izquierda hasta el borde inferior derecho de su boca. Sus ojos poseían un etéreo brillo de maldad que hasta el más aguerrido de sus hombres temía.
"¡Jericho Swain!" exclamó la reina. "Nunca te creí capaz, exijo que me digas la verdad, ¿qué quieres de mí?"
"No se asuste, alteza. Su hijo será quién me ayude a conseguir lo que quiero."
"¿Acaso quieres incorporar el reino de Vanaheim a tus tierras?" gimió Algira, cuyo valor había disminuido notablemente, la maldad del ser frente a ella la había socavado. "Podemos hacer un acuerdo, nos dejas en libertad y Jarvan te dará los dominios que quieras."
Jericho volvió a reír.
Rodeó a la reina con pasos lentos pero decididos. Intentaba intimidarla. Ella, ahora, no levantaba la vista, rehusaba su mirada.
"Dudo que a mi viejo amigo, Jarvan, le importe algo más que su reino. Además, mi querida reina," le susurró al oído "no quiero algunas tierras. Lo quiero todo."
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El camino de vuelta a casa le tomó menos de lo pensado, Los regresos siempre parecen más cortos, pensó Ashe, mientras sorteaba el último recodo y divisaba su casa.
Había pasado todo el camino meditando sobre lo que iba a hacer. Rescatar a una reina no era trabajo fácil. Quién la haya secuestrado debía tener poderosas razones para hacerlo, y un buen ejército que lo respalde. No era como atrapar a un ladronzuelo de monedas.
Pero Ashe no estaba interesada en enfrentarse a dicho ejército. Encontraría a la reina, la rescataría y la devolvería al rey antes de que el supuesto captor se diera cuenta. Solo necesitaba idear un plan.
Por lo pronto, su meta era llegar al bosque de Vali y ver que pistas recogía en el camino.
Empacó sus cosas. No llevaba mucho equipaje, cazaría la comida en el camino. Guardó el viejo mapa de Freyr. Tomó su arco y la ojiva de flechas, esperaba no necesitarlas. Miró nuevamente la humilde choza que había compartido por tantos años con Freyr, tenía el presentimiento de que no volvería a verla, pero se sacudió el pensamiento de la cabeza rápidamente. Se dirigió hacia la puerta, cuando algo llamó su atención.
El brillo de una espada captó su mirada.
Era lo único que tenía de cuando era pequeña, sus padres se la habían dejado, o al menos eso creía. Era más liviana que cualquiera que haya tenido en sus manos y su empuñadura estaba recamada en oro y plata, en el centro brillaba un pequeño rubí, realzado por la luz que se colaba por una rendija de la ventana. Pero no la usaba, le traía malos recuerdos, mejor dicho, la falta de ellos era lo que la hacía sentir insegura. Ashe odiaba ese sentimiento. La empacó. No sabía para qué, pero sentía la necesidad de tenerla cerca y la inexplicable seguridad de que la usaría. Era un sentimiento que perduraba, aun cuando había intentado venderla unos años atrás.
La tarde avanzaba cuando Ashe decidió interrumpir su marcha. El sol comenzaba a esconderse entre las copas de los árboles y la noche intentaba ocupar su lugar. Había tomado la dirección contraria a la que siguió esa mañana, cuando se dirigió a la aldea en busca de su presa, allí, el bosque de Greiss, se volvía más espeso y tenebroso.
No se preocupó demasiado por la cena, algunas frutas recolectadas en el camino bastaron. Era cazadora, pero no carnívora por excelencia. Se ocupó de hacer una buena fogata, eso mantendría alejadas a las alimañas y otras rarezas del lugar.
Cuando el cielo estuvo colmado de estrellas, Ashe se recostó. Retomaría su camino en las primeras horas del alba por lo que sería bueno descansar.
Había pasado poco tiempo cuando Ashe se despertó sobresaltada. El motivo fue el crujir de las hojas secas. Pero el fuego empujaba las sombras y las hacía más densas a su alrededor, no podía ver nada. Volvió a oír el ruido, percibió movimientos. Eran muchos.
"Quédate tranquila, niña" La voz de un hombre se oyó desde la negrura de la noche y poco a poco se fue revelando a la luz de la fogata. "No intentes nada estúpido, solo nos llevaremos tus cosas y... bueno, nos divertiremos un rato."
Ashe sonrió, no sabían con quien se habían metido.
Otros diez hombres emergieron al claro donde la joven había encendido el fogón. Bandidos, seguramente, especuló Ashe mientras se acercaba lentamente a su espada, definitivamente no esperaba usarla tan pronto, pero la situación no ameritaba el arco y las flechas.
"Supongamos que dejo que tomen mis cosas" dijo Ashe "¿Prometen no hacerme daño?"
Podía jugar muy bien a la damisela en apuros, aunque no le gustara. Era pequeña y de rostro angelical. Nadie creería que era una caza recompensas.
"Seguirás viva cuando nos vayamos, si a eso te refieres" le respondió el ladrón.
"Eso no es suficiente" contestó Ashe y rápidamente desenvainó la espada.
La chica era demasiado ágil para once hombres grandes y pesados. Al principio se rieron de ella, pero luego empezaron a caer.
Ashe fue directamente contra el que le había hablado. Supuso que sería su jefe así que se deshizo de él primero, los demás no sabrían que hacer. Sus movimientos fueron tan rápidos que el bandido no tuvo tiempo de reaccionar, hasta que se vio atravesado de lado a lado por una espada. El resto de los hombres, entre sorprendidos y enfurecidos, se lanzaron al unísono contra ella.
El primero que la alcanzó sufrió un doloroso corte en el brazo derecho, que lo dejó fuera de combate. Ashe se volteó y el ladrón que se acercaba por su derecha solo alcanzó a ver el resplandor de la espada iluminada por el fuego, luego una gran herida surcó su vientre. Propinó un par de golpes a dos hombres que se habían quedado atónitos por la rudeza de la mujer, sacándolos de su camino. El resto fue tarea fácil, habían huido.
Cuando quiso acordar, ya no había ladrones a su alrededor, solo se dejaba oír el gemido del último hombre malherido alejándose, la noche había recuperado su quietud.
Pero habían logrado herirla. En el tumulto de golpes, uno de ellos se las había ingeniado para hacerle sentir el rigor de su cuchillo. Sangraba profusamente. La estocada había logrado colarse entre las costillas inferiores de la chica, junto al brazo.
"¡Demonios!" maldijo Ashe "¡No me van a detener unos vándalos insignificantes!"
La verdad era que, si bien Ashe era una buena guerrera, su principal estrategia consistía en cazar a su presa con sigilo y paciencia. No era una demente que cerraba los ojos y se enfrentaba a cualquiera sin medir las consecuencias, prefería no ser herida innecesariamente. Más por el hecho de que Freyr se había esforzado por mantenerla con vida, que por ella misma. Le debía, al menos, intentar proteger la vida que le devolvió años atrás.
Trató de detener la sangre con un rústico vendaje y se recostó nuevamente, los ladrones no volverían y tendría algunas horas para recuperarse. Además, ella sanaba muy rápido y no le temía al dolor.
El cansancio de la pelea cerró sus ojos y un sueño pesado la dominó.
N/A: Espero que les haya gustado el primer capítulo y, principalmente, los haya dejado con ganas de leer más. xP
Se agradecen las reviews!
