Disclaimer: Los hubieras traído tú de vuelta, te daríamos créditos a ti, Himaruya.


Francia, a sus dos mil años, corre y salta a los brazos de su padre, riendo como niño y abrazándole con brazos y piernas. Roma ahora sí trastabilla un poco porque ya no pesa quince quilos pero le abraza de vuelta muy fuerte, riéndose.

Papaaa! —Francia se ríe.

—Mírate... —se separa un poco y le acaricia la cara con ternura, viéndole y sonriendo. El galo baja las piernas y sonríe, parpadeando—. Estás tan mayor... y tan guapo... —se le humedecen los ojos y le abraza otra vez.

—Han pasado muchísimas, muchísimas cosas... —susurra en latín y le abraza de vuelta—. No estoy TAN mayor.

—Y se te ha olvidado cómo hablar bien —se ríe por su acento raro. Francia se ríe también.

—Ya nadie habla latín.

—Oh... —susurra un poco decepcionado porque le costó mucho enseñar a hablar latín a todos los pueblos del imperio como proceso de romanización.

—Cada quien habla su idioma, pero todos nuestros idiomas vienen del tuyo —explica levantando una mano y acariciándole la mejilla.

—¿Eres feliz? —le pregunta sonriéndole, porque después de unos instantes, ha decidido que eso es lo que más le interesa y le importa.

El francés se muerde el labio y se le humedecen los ojos, poniéndole la otra mano en la mejilla porque le han pasado muchas, muchas cosas desde entonces hasta ahora y le ha echado de menos muchísimas veces, pero pese a todo, ha conseguido levantarse cada vez que se ha caído. Sonríe y asiente chocando su frente con la de su padre.

El romano sonríe sinceramente, poniéndole las manos en la mandíbula, apretando los ojos, feliz... se le cae una lágrima traidora de la emoción.

—No llores que me haces llorar —susurra Francia con voz entrecortada, sonriendo—, y vas a pensar que soy un llorón y no vas a creerme que he peleado guerras y conquistado Europa y...

—Claro que voy a creerte, eres mi niño, las lágrimas no te impiden hacerlo —se ríe limpiándose los ojos—. ¡Cuéntame cómo fue! ¿Eres tú ahora el emperador del mediterráneo?

El galo se ríe y niega con la cabeza, pensando que llega unos trescientos años tarde para eso.

—¿Quién lo es? —levanta las cejas.

—Eh, tío, ¿has visto a Prusia? Llevo como una hora llamándole y no me contesta al teléfono y... —entra España mirando el móvil en su mano, sin saber lo que está pasando y se queda congelado al ver la escena.

—No hay un emperador del mediterráneo—suspira—. Hoy cada quien tiene sus tierras, pero yo soy el más grande de la unión europe... —se gira a España y sonríe—. Espagne! ¡Mira!

Hispaniae? —pregunta Roma mirándole y España flipa. Vuelve a flipar... y flipa tres veces más, parpadeando.

Francia abraza a su padre del cuello y da saltitos como cuando era niño.

—¡Mira, mira quien está aquí!

—P-p-p-p... —tartamudea el español, acercándose un poco.

Roma abraza a Francia con un brazo y le abre el otro al español, que corre a abrazarle también. El romano se muere de risa y España empieza a hablar muy deprisa diciéndole cuanto le ha echado de menos y cuanto le quiere y todo eso, pero no se le entiende nada porque ya tiene la nariz llena de mocos.

Francia se ríe también (y llora porque todos estos lloran tooooodo el tieeeempo), transportado por completo a otra época y ala, todos a llorar otra vez, abrazos y besos variados.

oxOXOxo

Tenemos a Germania, vestido como Germania, de pie a mitad de una calle concurrida de Berlín, con los ojos entrecerrados y dando vueltas sobre sí mismo, asustado, mirando a todos lados.

—¡Eh, idiota! ¡No te quedes ahí plantado! —Prusia le da un golpe de hombro sin ni verlo al pasar por su lado hacia casa, mirando el móvil que se le ha acabado la batería porque España estaba llamándole.

Tenemos también a Austria y Suiza en el coche, buscando a menos de una cuadra de ahí, estacionamiento para ir a comer.

Germania se gira a mirarle, ceño fruncido, expresión neutra (medio infartado), sin haberle entendido del todo lo que ha dicho. Aún así, extiende el brazo y le empuja un poco... Regla básica de la reciprocidad, sin reconocerle, claro.

Prusia se vuelve a él al notar el empujón pensando que debe ser alguien con ganas de bronca y palidece, porque él sí le reconoce. Germania parpadea, porque de TODOS, Prusia es el que... Bueno... No hay cientos y miles de niños con pelo blanco, ojos rojos y esa carilla en el mundo.

—V... —vacila y se sonroja sin querer decirlo, pensando que esto debe ser una broma, debe ser alguien disfrazado, pero es Abril. Aun falta para el Oktober fest. Parpadea sin saber qué hacer—. Eh...

Alguien disfrazado de SU PADRE, que casualmente se le parece un montón.

Germania le sigue mirando intensamente a la cara y luego levanta una ceja y le mira de arriba a abajo, pensando que es grande y de este poblado, ya que se viste como el resto... Pero el parecido es impresionante... Quizás siempre fueron una tribu de ojos rojos y pelo blanco, y él sólo encontró a Prusia de casualidad.

—¿De dónde vienes? —pregunta en alemán antiguo.

—¿Qué haces... vestido así? —pregunta Prusia y flipa con el idioma, parpadeando otra vez. Germania entrecierra los ojos de nuevo. El idioma es parecido, pero no le entiende del todo, ¿habla de la ropa?—. ¿En qué hablas? —cambia un poco, usando las declinaciones antiguas sin pensar.

—Germano, tú… hablas en otra lengua. ¿Vienes del este?

—Yo soy el este, el AWESOME este —sonríe confiado.

El mayor parpadea sin entender y da un pasito atrás al ver la sonrisa, abriendo los ojos impresionadillo. Prusia... Prusia tenía algo que ver con él.

—Pero no importa, tío, el Oktober fest es en octubre. ¿Hay alguna feria medieval?

—Soy Germania, jefe de las tribus germánicas del norte. ¿Tú quien eres? —pregunta sin entender NADA.

—Me recuerdas mucho a... —se queda sin habla, con la boca abierta—. Pr-Preussen —susurra con un hilillo de voz—. ¿Eres un actor? —pregunta un poco asustado.

Preussen —repite y frunce el ceño—. Ja. ¿Le conoces?

—Yo soy... ¿Te han mandado para molestarme? —frunce el ceño.

—Nadie me ha enviado —responde a la única parte que entiende.

—Yo soy el Awesome Preussen —responde cruzándose de brazos, no tan seguro de creerle. El mayor frunce el ceño, incrédulo.

Sohn?

El albino parpadea y su corazón le dice otra vez que es su padre el que está ahí delante.

Nein! Nein! —sacude la cabeza—. Mein Vater desapareció hace mucho —se riñe a sí mismo.

Preussen — Germania vuelve a parpadear, incrédulo. El chico le mira con la respiración agitadilla —. No entiendo —frase célebre germánica.

—Eres... ¿quién eres?

—Soy Germania. De las tribus germánicas del norte y el Rhein. Tú eres remarcablemente parecido a mein sohn Preussen, lo cual me ha sorprendido.

Prusia se humedece los labios sin saber qué hacer.

—Pero... pero... pero...

Germania se acomoda la capa y saca un poquito la espada volviendo a meterla en su lugar en un gesto característico habitual que usaba para comprobar que la espada resbalara bien y no se atorara.

—Pero tú... te moriste... —susurra con el corazón acelerado.

—¿Eh? —pregunta porque eso sí lo entiende.

—D-Desapareciste... —sacude la cabeza—. Mein vater... Germania de las tribus del norte y del Rhein, desapareció.

—¿Desaparecí cuando? ¿A dónde me fui?

—Nadie lo supo jamás, ¡hace más de mil años!

Nein, nein... espera —inclina la cabeza—. Preussen, ¿de verdad eres tú?

Ja, vivo aquí... en Ünter den linden, la calle de abajo —señala.

Preussen! Eres... un hombre —levanta una mano y se la pone en el hombro, genuinamente sorprendido, sin entender el asunto del unter den linden, lo siento querido, estás un poco avanzado.

—Esta broma no me gusta —responde muy nervioso, un poquito desbordado, pero sin apartar la mano de su hombro.

El rubio se acerca un poco hacia él y levanta la otra mano poniéndola en su barbilla, mirándole a los ojos... porque a pesar de todo, y mira que estos germanos son TERRIBLES en estos asuntos, pero un hijo es un hijo. Prusia tiembla.

—Soy yo, tu Vater —indica con sorprendente seguridad. El alemán se desborda aun más, vacilando con el corazón a cien.

Va... vati... —susurra con el corazón en un puño, pensando que como sea de verdad una broma, algo va a prenderse en llamas.

Germania... agárrense todos... le abraza. Y Prusia se desmorona apretando los ojos con fuerza, abrazándole de vuelta. Palmaditas en la espalda.

Vati... vati... te fuiste dejándome solo y nunca supe y no... y yo... y... —completamente abrumado.

—Aquí estoy, aquí estoy... —más palmaditas aun pensando que no entiende NADA.

Prusia se recompone tras unos instantes porque ahora es grande y fuerte y nadie le consuela porque nadie le hace nada que necesite que le consuelen... y aunque se lo hicieran, hablar con su hermano, sus amigos o su chica no es de consuelo de débiles.

—¿En dónde estamos? —pregunta Germania, separando un poco a Prusia, mirándole de arriba a abajo, pensando que se ve absolutamente ridículo como está vestido.

—¡En Berlín! ¡En casa! —Prusia empieza a excitarse ahora con la idea de que su padre haya vuelto—. ¡Tienes que venir a casa! ¡West tiene que verte!

—¿Ber...lín? —nada convencido aún le mira de reojo—. Wecht?

Ja! Deustchland! Ven, ven —le empuja un poco de los hombros, dirigiéndole—. Se lo voy a decir al señorito también... ¡y Ungarn! ¡Ungarn tiene que verte!

Preussen... no entiendo nada —mira hacia el cielo y un edificio alto, dando un paso atrás.

—¡Es... yo tampoco lo entiendo, pero has vuelto!

—¡No me he ido, por Odín!

Prusia saca su teléfono, mandando un mensaje a Suiza y a Austria. "He encontrado a alguien, venid a casa YA". Germania le mira de reojo sin entender nada y alguien pasa junto a él en una bicicleta. Se le queda mirando con la boca abierta un poco asustado, deteniéndose en seco.

Vati... han pasado mil años, han pasado... ¡muchas cosas! Ahora West y yo somos los más fuertes y tenemos más dinero de toda Europa y podemos decirles a todos lo que tienen qué hacer con el suyo y...

Germania se lleva las manos a la cabeza y mira al cielo al escuchar el sonido de un coche, pensando evidentemente que es un trueno o algo así... bastante acojonado, quiero decirlo.

—Y... y yo iba a desaparecer porque hubo una guerra y el señorito quería llevarse a West, pero no pudo, pero al final no desaparecí y ahora somos el país más awesome y todos viven con nosotros en casa y...

Alguien pasa en una moto, y Germania empieza a sacar la espada, volviendo a dar otra vuelta sobre sí mismo (Prusiaporfavorponleatención.)

—Espera, espera vati —le detiene—. No puedes sacar eso, de hecho no deberías ni llevarla, te van a llevar preso.

Germania le mira agobiado con la mano en la espada.

—¡No pasa nada, todo está bien y esto es awesome!

—¿Tienes una casa? —pregunta con el corazón acelerado.

Ja, vamos a ella, estarás más tranquilo.

—Llévame ahí —ordena tomándole del hombro y apretándole con fuerza.

—Ven —le guía haciéndole cruzar la calle, acercándose a la puerta.

Mira a todos lados, completamente paranoico, sin soltar la espada. Prusia saca las llaves y abre la puerta.

WEEEEEEEEEEEST! —grita, dejándole pasar.

—¿Qué clase de obra endemoniada es todo esto? Por Loki... —murmura mirando hacia adentro, sorprendido de que todo sea tan limpio y... extraño.

—¡NO GRITEEES! —grita Alemania de vuelta desde la cocina, que ha hecho una pausa de cinco minutos para irse a servir café.

—¡Pues ven! ¡TIENES QUE VENIR! ¡Mira, vati, mira! —da saltitos de la emoción. Germania le mira de reojo.

—¿Que mire qué? —pregunta sin poder creer que sea Alemania quien grite.

—¿Que vaya a qué? Preussen... ¿qué escándalo estás haciendo? —pregunta Alemania saliendo de la cocina.

—Miraaa... —les dice a los dos, suavecito.

Alemania se detiene con su tasa en la mano, mirando a Prusia y luego al desconocido que está en el recibidor, y que se parece de manera bastante sorprendente a sí mismo. Parpadea y mira otra vez a Prusia.

Deutschland... —Germania abre los ojos como platos.

—¡Es vati, West! —exclama Prusia—. UNGAAARN! ITALIEEEN! —llama a los demás. Alemania mira a Germania de reojo y luego da un pasito atrás, sin entender.

Preussen... falta aún mucho para el Oktober fest...

—¡Por Odín, si eres tú! —Germania impresionado se acerca a Alemania.

Alemania carraspea dando un par de pasos atrás. Italia entra feliz haciendo Vee~ mientras Prusia les mira.

—¡No es Oktober fest, es de verdad!

—¡Deutschland, por Thor! Eres todo un hombre.

Preussen, ¿de dónde sacaste a este hombre?

—Soy tu vater, Deutschland.

—Ger... —Italia levanta las cejas—. ¿Germania?

Germania se gira a mirar a Italia.

—Tú... nein, nein... Tú eres uno de los de Rom —frunce el ceño—. No entiendo qué está pasando.

Alemania mira a Italia al mismo tiempo que Germania.

Italien... ¿ya recogiste las cosas que dejaste en el garaje?

El italiano le sonríe a Alemania, nadie sabe queriendo decir qué, o sea, no y se acerca a Germania para verle mejor.

Mein gott... Österreich va a salir, va a caerse y luego todos vamos a terminar castigados por tres meses, recógelas, bitte —murmura el alemán ignorando a Germania.

Germania mira a Alemania hablar, entrecerrando los ojos sin entenderle del todo.

—No entiendo lo que dicen —mira a Prusia.

—No te preocupes, es por el señorito —explica Prusia cuando Italia le toma la cara al mayor de los sajones.

Y Alemania frunce el ceño con esto… para variar... sin entender un pito.

—El... Hispanien? —murmura Germania mirando al italiano.

—¡No! —parpadea—. Italia Veneciano... El abuelo me habló mucho de ti... eres igual que Germania.

Italien... uno de los pequeños —frunce el ceño—. Soy Germania.

Nein, yo soy Germania —murmura Alemania que no acaba por comprender lo que pasa. El latino sonríe un poco porque se refería a Alemania.

—Ambos sois Germania, amore —responde Italia mirando aun a Germania, tocándole el pelo.

—No entiendo —murmura Alemania acercándose a Italia y mirando a Germania con el ceño fruncido.

—Mírale, tú llevas su nombre —se vuelve a él.

—Yo menos. Necesito sentarme un poco. Preussen, tráeme algo de beber —se gira sobre sí mismo, intentando encontrar un sitio para sentarse, sobrepasado con todo lo que pasa.

—Es un extraño que trajo Preussen diciendo... no sé qué cantidad de cosas extrañas sobre que es Germania, creo que quizás es una broma —valora Alemania.

—¿Cómo puedes no reconocer a tu padre?

—Mi padre está muerto —Alemania el bestia.

—No, ven, acércate y mírale... ninguna persona sabría hablar y moverse como entonces.

Italien, tengo mucho trabajo —protesta—. Si te has puesto en coordinación con Preussen para molestarme...

Germania mira a Alemania un instante, aun bastante fascinado, y empieza a caminar un poquito en la casa hacia la sala, olisqueando el aire y tocando las paredes.

—¡Yo no te estoy molestándote! —protesta Prusia—. ¿¡Por qué no confías en mí?! ¡Ha vuelto! ¡Y quizás ha vuelto Rom también!

Italia parpadea porque no había valorado eso.

—¿Ha vuelto el abuelo?

Preussen... vienes ahora con un extraño sacado de un set del cine, diciéndome que es vater y que ha vuelto mágicamente cuando todos sabemos que vater está muerto —alega Alemania.

—¡Sé que vati está muerto! —replica Prusia—. ¡Pero quizás ya no! ¡Quizás nunca desapareció! ¡Quizás sólo se perdió!

—¿Decían que Österreich estaba por aquí? ¿Y Schweiz? —pregunta el Germano entrando a la sala.

—Les he avisado, están viniendo —Prusia se va a la cocina y vuelve con un vaso de agua mientras Italia llama desesperadamente a su hermano.

Alemania sigue a Germania, mirando a Prusia y empezando a notar que la gente está demasiado seria aquí como para ser una broma, mirando a Germania sentarse en su sala, preguntándose si realmente puede ser verdad que su padre ha vuelto. Sería una locura...

Germania se desata el cinto con la espada de la cintura, y se desamarra el peto de cuero que trae de armadura, pensando que el aire huele extraño. Se pasa una mano por el pelo haciendo una poca de consciencia de lo que acaba de pasar. Prusia le tiende lo que he decidido es cerveza de la mejor y se sienta a su lado, hablándole de estos tiempos.

Alemania mira la escena realmente flipando, pensando que si esto es broma de Prusia no tiene ningún tipo de gracia. Termina por sentarse al otro lado de Germania, mirándole atentamente, fascinado. El mayor protesta completamente de la cerveza, aunque aun así se la toma, más o menos escuchando a Prusia y mirando a Alemania de reojo.

—¡EL ABUELO ESTÁ CON SPAGNA! —grita Italia... y cuando decimos grita, es GRITA. Germania recuerda esos gritos claramente... duplicados por dos, dejando medio sordo a Alemania—. ¡HAY QUE IR!

Nein —respuesta automática por parte de Germania negando con la cabeza.

—Pero... está aquí vater, Italien —replica Prusia, pensando en que no quiere irse—. ¡Deberían venir ellos! Voy a llamar a Spanien.

—Espera, Italien... espera. Es que no entiendo —Alemania ya en estado de confusión, justo cuando suena el timbre de la casa... Austria no va a molestarse en sacar las llaves de su bolsillo.

Germania pega un salto de dos metros con el sonido del timbre... y quiero decir que en alguna medida querría ver a Roma, porque al parecer es lo único que le suena normal. Alemania se levanta, casi en automático, aun abrumado y sin dejar de mirar a Germania en silencio.

—Yo abriré —anuncia.

Italia le mira de reojo y luego se acerca a Germania mientras Prusia llama a España y va a contestar Francia o no voy a escribir eso.

—¡Papa está aquí! —chilla Francia al teléfono, sonriendo feliz mientras Alemania va a abrir la puerta, dando miraditas al sillón para nada convencido.

—¡Vater está aquí también! —chilla Prusia que parece que habla solo.

Italia se va por un álbum de fotos y se acerca a Germania, se lo tiende y le sonríe.

Österreich, Schweiz —murmura Alemania secretamente aliviado de ver a alguien racional (para variar) aquí.

El sajón flipa con el álbum, pero le agradece a Italia con un movimiento de cabeza, frunciendo el ceño y mirando las fotos, impresionado. Italia empieza a explicarle también hablando... bueno, italiano, es decir, muy rápido y muy fuerte sobre las fotos, buscándole alguna expresamente en la que esté besando a Alemania, para dejarle claro eso desde ya y que le da lo mismo de repente tener un suegro, es lo que hay.

Germania no le entiende NADA porque habla demasiado rápido y en un idioma que no entiende, pero se hace bastante a la idea en cuanto mira la foto del beso, levantando las cejas y sonrojándose un poco. Termina por carraspear y preguntarle al italiano si él y Alemania están juntos (tan mono él.)

Italia le mira pensando que le debe estar vacilando porque la foto es bastante obvia.

—Tu vater...

Italia le asiente tras unos segundos igualmente recordando que ningún germano entiende nada si no se lo dicen con claridad. El rubio asiente, un poco preocupado.

—¿Tu vater está bien?

—Vee? —vacila inclinando la cabeza.

—Tu vater... Rom.

—Es mi abuelo.

Germania parpadea, habiendo olvidado ese asunto.

—Tu... abuelo, como sea. ¿Está bien? No que me importe ni nada.

—No lo sé —sonríe porque le parece mono que sea eso por lo que pregunte. Y ya sabemos de dónde sacó Suiza su ridiculez.

Germania frunce el ceño y mira a su alrededor.

—Todo aquí huele como a flores.

Österreich, ¿Preussen... les...? ¿Qué les dijo? —pregunta Alemania, haciéndoles pasar.

—Que había encontrado a alguien y que viniéramos ya, y a pesar de que Österreich ha insistido con que cenáramos, consideré que Preussen tiene a veces ideas extrañas y peligrosas...

—Mandó un mensaje sin ningún tacto, para variar.

—¿No les ha dicho a quien dice que ha encontrado? —pregunta Alemania y se debe notar que está bastante ansioso.

Nein —responde el austriaco.

—Tiene la ridícula idea... de... bueno, véanlo ustedes —les indica entrando a la sala justo en el comentario de las flores.

Suiza frunce el ceño y le pone una mano a Austria en el brazo, dejando que pase primero a la sala. Austria bufa con cansancio pasando a la sala, levanta las cejas al ver a Germania y oírle hablar, parándose.

—Y esta cerveza es realmente fuerte. ¿A dónde ha ido Preussen? —pregunta girándose a la puerta al escuchar entrar a alguien.

—Está hablando con Spagna... ciao! —saluda Italia.

Suiza no le mira hasta un segundo más tarde al haber entrado tras Austria. Se asoma detrás de este.

—No que Preussen está... —se calla haciendo un gesto de descolocamiento.

—¿Quién este hombre, Italien? —pregunta Austria entrando, nervioso porque el timbre de voz y la entonación así como el acento y el idioma que está usando es muy particular.

Alemania mira a Austria atentamente, y luego a Suiza tratando de ver si se la creen o no. Suiza frunce el ceño y Germania se pone de pie.

—Es Germania —Italia sonríe—. ¡Prusia le ha encontrado y el abuelo también ha vuelto, mi fratello me lo ha dicho, está Prusia viendo cómo hacemos para que vengan!

Austria levanta las cejas y mira a Alemania y Suiza de reojo.

Österreich y… Schweiz —murmura el germano inclinando un poco la cabeza, empezando a pensar que realmente se pasó bastante con la cerveza ayer noche.

Austria no puede evitar notar ese acento, ese timbre de voz…

Was? —pregunta Suiza frunciendo el ceño.

—Esto es de lo más peculiar... obra de Loki —insiste el germano mirando a quienes acaban de entrar de arriba a abajo —. Pero... por Odín que realmente es como me los pude imaginar siendo hombres.

Suiza aprieta un poco la mano en el brazo de Austria. Este entrecierra los ojos, porque después de todo esto es obra de Prusia, levanta la barbilla en un gesto incrédulo y altivo y se acerca a él. El suizo le detiene un poco del brazo y el austríaco le pone una mano sobre la suya, acariciándole un poquito para que le suelte o le siga.

El chico de la cruz roja le suelta, mirando a Alemania de reojo sin entender qué clase de broma ridícula es esta. Germania vuelve a mirar a Austria de arriba a abajo, notando la altura y la manera de caminar, casi esperando que se caiga de bruces en cualquier paso.

—Germania... —repite Austria, mirando al hombre y luego mira a Italia por encima de las gafas, de una forma un poco acojonante.

Italia se revuelve un poco, traga saliva y asiente. Germania levanta las cejas con el gesto de Austria, sin saber a quién le recuerda. Mira a Suiza buscando alguna explicación.

—Germania era mein vater... y está muerto —la frase del día. Le recuerda a Italia.

—El abuelo también ha vuelto —responde el italiano.

Österreich —le llama Germania, frunciendo un poco el ceño y acercándose a él. Austria vuelve la mirada a él, tenso con esa forma de decir su nombre y esa voz—. ¿Estás riñendo al niño de la casa de Rom? —pregunta haciendo suavemente el gesto de sonrisa. Luego mira a Suiza.

Austria le sostiene la mirada sin saber qué responder a eso, se quita las gafas y se pellizca el puente de la nariz, agobiado, porque Prusia no podría haber encontrado a alguien con ese timbre de voz y características físicas ni en un millón de años... y estaba el asunto de Italia, que no le mentía sin un buen motivo... y no parecía haber ninguno. Pero es que es ridículo.

Suiza parpadea, porque hace años que su padre había muerto, AÑOS. Y aun así, algo en este... actor. En esta patraña de Prusia... era ridículamente parecido a su padre.

—Eh, venga... no pasa nada, no llores —murmura Germania, acercándose al austriaco, levantando un brazo y rodeándolo con él más o menos a la altura de los hombros y la espalda.

Suiza se tensa con esto sin saber qué es lo que pretende, porque habitualmente NADIE toca a Austria así nada más porque sí, ni España. Da un paso hacia ellos. Austria se tensa, soltándose la nariz y volviéndose a poner las gafas, dando un pasito atrás.

Germania vacila, dejando el abrazo pero poniéndole una mano en el hombro.

—No estoy llorando, le ruego que no me toque —ordena en la fórmula de petición.

El germano trata de entender la frase, pero no es realmente necesario, le suelta solo, estirando la espalda hasta toda su altura y mirándole a la cara. Austria le sostiene la mirada por encima de las gafas.

Signiore Austria... —susurra Italia sin entender por qué nadie le reconoce.

—Pensaría yo que soy yo el que no les reconoce a ustedes —se lleva las manos a la cara por primera vez, pensando que si ellos han cambiado, quizás él también lo reconocería.

Suiza, que tiene una expresión considerablemente distinta a la habitual, con el ceño desfruncido, se acerca al lado de Austria, mirando a su padre hacia arriba. Austria se humedece los labios y se vuelve a mirar a Suiza y a Alemania, porque aun y todas las evidencias, su mente racional le dice que esto es ridículo.

—¿Cómo ha llegado aquí? —pregunta Austria en sajón, modelando el acento lo mejor que puede.

Germania le mira y agradece el gesto de que hable en sajón. Aunque el moreno no lo hace por él, es una prueba. Germania agradece igual.

Preussen me sacó del infierno que es ahí afuera. No termino de entender lo que pasa, pero —Germania le piensa poner una mano a Suiza en el hombro y vacila, bajándola de nuevo—. Por Odín, esto... antes de ir a dormir ustedes medían así.

—Deje de imitar a mi vater —murmura Suiza que no acaba por comprender lo que está pasando—. Lo que sea que le pagó Preussen por hacer esto, deje de hacerlo.

Alemania cambia el peso de un pie al otro, mirando la escena a lo lejos, tratando de pensar en cuáles son las opciones. Cuando escucha a Suiza asiente de acuerdo con él.

—No te entiendo si me hablas así —indica el germano mirando a Suiza.

Austria sigue nervioso porque este actor no sólo se ha aprendido unas cuantas frases en una lengua muerta.

Mein vater sabría que ninguno confiaríamos en Preussen para algo que parece tanto una travesura —sigue el austríaco en sajón.

—Tú deberías de saber bien que Preussen se pensaría varias veces en hacer una travesura que me involucrara a mí.

Nein, cuando hace mil quinientos años que no puedes reñirle.

—Pero es que ahora mismo estoy aquí... ¿cómo es que el niño de Rom sí me reconoce y ustedes, que son mis hijos, no lo hacen?

—Llevas mil quinientos treinta y siete años perdido... ¿cómo esperas que alguien te reconozca? —suelta Suiza en un sajón bastante más perfecto que el de Austria. (Suiza acaba de decir una fecha completamente imprecisa... pero vamos a ignorarle para que diga su número exacto.)

Italia se acerca a Alemania. Este le mira de reojo.

Schweiz, no tengo idea de qué hablas —admite—, pero sí tengo idea de quién soy, y quien soy es Germania.

—¿Estás bien? —pregunta Italia suavemente, tomándole de la mano. Alemania le mira con clara expresión de no estarlo—. Esto es algo bueno —le sonríe Italia.

—Esto es algo ilógico.

—¡Dicen que vienen ellos porque ellos son cuatro y nosotros somos seis! —entra Prusia a la sala otra vez de buen humor—. Además aquí hay más camas, llegarán en un par de horas.

Preussen, ¿podrías hacerles entender a tus brüdern quien soy? —pregunta Germania, mirándole.

—A veces pasan cosas ilógicas...

—Eh, West, vas a conocer a Rom —le da un golpecito en la espalda al pasar por su lado y mira a su padre cuando le habla—. Oh, tío... venga señorito —protesta Prusia.

—Y también deja de hacer cosas para molestar a tus brüdern, que ya me han dicho que llevas mil quinientos años haciendo travesuras —le riñe un poco a Prusia.

Was? ¡Pero qué mentiras! —protesta Prusia otra vez, dejándose caer en el sofá. Germania mira a Austria y a Suiza.

—¿No hay manera en que dejen de estar asustados conmigo? —pregunta mirando a Austria fijamente.

—No entiendo como es esto posible —asegura Austria de una manera menos distante—. No es susto, es incredulidad —responde, aun en sajón.

—Es cuestión de los dioses —asegura el germánico, asintiendo con la cabeza levemente y volviendo a ponerle una mano en el hombro al austriaco, suavemente.

Nein, nein... ¡no pudiste haberte ido así y luego volver nada más porque sí, cientos de años después! —protesta Suiza.

Alemania mira la reacción de Austria y se le acelera el corazón. Esta vez, Austria no le aparta.

—Los... dioses —susurra y suspira porque obviamente esa es la explicación que daría su padre, pero no es la que le sirve.

—¡Y qué más dará eso! ¡Quizás nunca se fue! —suelta Prusia.

Ja, los dioses —le atrae más hacia él, poniéndole una mano en el otro hombro y haciendo una especie de abrazo.

—Claro que se fue, se fue y nos dejó y... no puede volver —murmura Suiza que está bastante en negación, mirando a Austria, nerviosísimo.

Austria le pone una mano en el pecho a Germania, muy suavemente, para que no se acerque porque eso es demasiado aun.

—¡Le tienes ahí delante, Schweiz, espabila! —protesta Prusia.

Germania para, levanta una mano y le da una palmada suave en la mejilla, soltándole después.

—Cállate —protesta el suizo, cruzándose de brazos cuando Germania le pone una mano en el hombro y le atrae hacia él.

—Sólo mírale, ¿quién va a ser si no? —presiona Prusia.

Preussen, ¿sabe esto Ungarn? —pregunta Austria, cortándole y mirándole en plan, si no te largas voy a contárselo yo. Prusia pone los ojos en blanco y se levanta.

—Deja de oírle y pelear con él —ofrece Germania no por primera vez en su historia, presionando a Suiza contra su pecho, quien le empuja con renuencia, tenso como una tabla. Aun así, Germania no le suelta.

Austria se vuelve a Germania cuando Prusia se ha ido. Suiza aprieta los ojos y respira, y huele a Germania por una vez, y casi se le doblan las piernas, porque a pesar de los años, este hombre HUELE como su padre.

Deutschland... cocina, ahora —pide Austria.

El suizo le empuja ahora sí con bastante más fuerza y los ojos muy, muy abiertos.

—¿Co-Cocina? —pregunta Alemania saliendo del ensimismamiento y mirando a Germania, casi pensando que no quiere irse porque que tal que desaparece.

—Acompáñame —sentencia y le hace un gesto a Suiza—. Hazte cargo, bitte —pide en un susurro mirando a Germania.

Suiza sigue mirando a Germania como si tuviera tres cabezas mientras Alemania va detrás de Austria. El de anteojos se pasa una mano por el pelo y se quita las gafas pellizcándose el puente de la nariz otra vez.

Ös-Österreich... es... qué... ¿qué es lo que está pasando? Ese hombre es...

—No lo sé —le mira genuinamente agobiado—. Esto no tiene sentido, Deutschland...

Alemania le mira en silencio y luego mira por la puerta de la cocina, tratando de verle.

—Suena como él. De verdad. Preussen no podría haberlo conseguido de casualidad... e Italien...

—No sé si le recuerdo...

—No lo creo, tú eras muy pequeño —sigue agobiado—. No quiero... ilusionarme con esto —confiesa.

—¿Ilusionarte? —pregunta mirándole fijamente porque creo que es la primera vez que escucha a Austria decir algo así.

—Con que sea realmente él, que haya vuelto... Así es como aparecen siempre, de repente alguien... así apareció Liechtenstein —explica.

—¿Y si es realmente él?

—¿Y si no lo es? —le mira.

—Tú deberías saber si lo es o si no, es tu vater.

—También es el tuyo —replica porque está tenso.

—Yo no lo recuerdo, tú eras mucho más grande. ¿Cómo puede venir alguien y decir que es vater y que no lo sepas? —reclama.

—Porque parece vater, suena como él y se mueve como él, pero vater desapareció, Deutschland. Esto no tiene sentido.

—¿Y qué quieres que haga? ¡Preussen, tú, Schweiz, todos le recuerdan! —levanta la voz, agobiado. El austriaco se frota la frente, porque no lo sabe... y odia cuando no sabe cómo va a resolver algo—. ¿Qué pasa si es vater?

Austria suspira pensando en ello y se sorprende a sí mismo respondiéndose con un "que no sé quién soy yo entonces".

—Vamos a la sala —murmura Alemania, haciéndole un gesto con la cabeza.

Austria asiente, sintiendo que no ha resuelto nada.


Las claras diferencias entre sajones y latinos... ¡No olvides agradecer a Josita la edición!