Ok Blue respira. Inhala exhala. Leí este libro hace como siete años y figura en mis favoritos, decidí leerlo de nuevo hace unas horas (cientos de libros en mi recámara y se me da por repetir, vale...) y no pude evitar querer hacer esta adaptación :D lo sé tengo otros tres fics andando y el de flash requiere mucha atención u.u haha pero este no me quitará mucho tiempo porque sólo es adaptación de una novela que a mí me enterneció mucho. Es muy suave y sutil pero me fascinó cuando la leí y espero que a ustedes también les llegue a gustar.

Pareja principal: Gale

Pareja secundaria: Gruvia

Disclaimer: Los personajes pertenecen a Hiro-Troll Mashima y la historia es de Debbie Macomber, con el mismo nombre.

Sin más las dejo leer la sinopsis y el capítulo uno para que me den su opinión :)

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De: Levy McGarden
Para: Juvia Loxar
Asunto: ¡Tu hija me quiere casar!

Hola, Juv:
Sólo unas rápidas líneas de tu querida hermana. Quería ponerte al día sobre tu hija Wendy.
Recuerda que, según la Marina, soy su tutora durante tu ausencia... y yo la adoro, pero, ¿quién podía imaginar que una niña de nueve tendría tantas opiniones? Incluyendo una opinión sobre mi vida amorosa, o más bien sobre la ausencia de la misma. Estoy segura de que está intentando emparejarme con ese amigo tuyo, Gajeel Redfox. Perdón: capitán de corbeta Gajeel Redfox.
Ya, ya lo sé. Es muy guapo y muy solícito, aunque también un tanto autoritario, pero yo no estoy en el mercado de las relaciones, y menos aún buscando un novio en la Marina.
Hazme un favor: díselo a tu hija, ¿vale?
Te echo de menos.
Te quiere,
Levy.

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Capítulo 1

—¿Es una broma, ¿verdad? —preguntó Levy McGarden con tono inseguro a su media hermana mayor, Juvia, por teléfono. Juv era la más sensata de la familia. A ella, al contrario que a Levy, jamás se le habría pasado por la cabeza renunciar a su antigua vida, comprarse una pizzería-heladería y comenzar de nuevo en otra ciudad. Sólo una persona absolutamente necesitada de un cambio, mejor dicho, de un cambio drástico, habría sido capaz de una cosa así.

—Juvia lo siente, Levy, pero Levy le dijo a Juvia que sí a lo de la tutela.

Su hermana era enfermera de la Marina y estaba destinada en ciudad Magarett. Varios años atrás, cuando le pidió que se encargara de su sobrina en caso necesario, Levy aceptó inmediatamente. En aquel momento le había parecido una perspectiva muy lejana e irreal… pero eso fue antes de que su hermana enviudara.

—Sí que lo hice, ¿eh? —masculló mientras daba vueltas en torno a una caja de cartón. El piso que había alquilado estaba atiborrado de objetos de su nueva vida y restos de la antigua, como libros. Nunca se desharía de sus preciados libros.

—Juvia no tiene otro remedio —le recordó Juv.

—Ya lo sé —apartándose el pelo color azul de la frente, Levy se apoyó en la pared de la cocina y soltó el aire lentamente, con la esperanza de serenarse un poco—. Te dije que sí en aquel entonces porque tú me lo pediste, pero yo no sé nada de niños…

—Wendy es muy buena.

—Lo sé. Pero… pero… —tartamudeó. No sabía cómo explicárselo—. El caso es que ahora mismo estoy en un punto de inflexión de mi vida y me temo que no sería la persona más adecuada del mundo para cuidar de Wendy.

Seguro que tenía que haber algún pariente de la familia de su cuñado que se hiciera cargo de la niña. Cualquiera habría sido mejor que Levy, que acababa de empezar una nueva vida después de sufrir un desengaño amoroso de primer orden. En aquel momento su vida no podía estar más desorganizada. Caótica. Si a la mezcla se añadía una niña de nueve años afligida por la pérdida de su padre… podía suceder cualquier cosa.

—Levy tampoco puede elegir —le recordó Juv—. Juvia contaba contigo, y también Wendy.

Levy se mordió el labio inferior, acorralada entre sus dudas y su obligación con su medio hermana mayor.

—Lo haré, claro, pero simplemente me preguntaba si no habría alguien más…

—No lo hay —la interrumpió Juvia bruscamente.

—Entonces ya está. Me tienes a mí —declaró, esforzándose por adoptar un tono de entusiasmo… y fracasando en el intento.

Levy no había tenido mucha experiencia como tía, pero ahora iba a tener la oportunidad de aprender. Estaba a punto de convertirse en la principal tutora de su sobrina mientras su hermana estuviera en el mar, a bordo de algún barco en alguna de sus largas misiones.

Realmente no había esperado aquello para nada. Cuando en su momento Juvia rellenó el formulario de «disponibilidad absoluta» y aportó el nombre de Levy, le explicó que era para que la Marina tuviera documentación suficiente que demostrara que Wendy contaría con alguien que se encargara de ella en todo momento, llegado el caso de que la madre tuviera que embarcar. En aquel entonces a Levy le había parecido un trámite rutinario, una formalidad más que una posibilidad real. Sobre todo teniendo en cuenta que Peter todavía vivía.

Juvia llevaba doce años en la Marina. Había viajado por todo el mundo con su marido, piloto también de la Marina, y su hija Wendy. Hasta que dos años atrás Peter falleció en un accidente producido durante un entrenamiento y todo cambió de golpe.

La vida de Levy también había cambiado, aunque no de una manera tan trágica. Bora… de repente puso freno a sus pensamientos. Ni siquiera quería pensar en él. Todo había terminado. Kaput. Había dicho a sus amigas que tenía la experiencia tan superada que hasta le costaba acordarse de su nombre…

—Juvia no dispone de mucho tiempo —le estaba diciendo Juv—. El Element Four zarpará dentro de poco. Este fin de semana Juvia te llevará a Wendy, pero Juvia no cree que pueda quedarse más de una noche.

Levy reprimió una protesta. Sabía que, como buena militar, su hermana no podía discutir las órdenes recibidas. Pero… ¿ese fin de semana? Todavía tenía que desempacar sus cosas. Además, apenas había empezado a practicar con los antiguos dueños de la pizzería-heladería.

De repente se le ocurrió que quizá ella no fuera la única a la que le molestara la súbita partida de Juvia…

—¿Qué tiene que decir Wendy de todo esto?

El titubeo de su hermana le dijo todo lo que necesitaba saber.

—Oh, estupendo —murmuró por lo bajo. Recordaba bien su propia infancia y lo que su madre había llamado un «problema de actitud». Levy siempre había tenido ese problema, desde luego. Soportar el mal humor de Wendy vendría a ser como un castigo merecido por todo lo que había hecho sufrir a su pobre madre…

—Si Juvia es sincera… Wendy no está muy contenta con la perspectiva.

¿Quién podría culparla? La pequeña apenas conocía a Levy. La niña, como buena hija de militares, había vivido en Tuna, en el estado de Oak; luego en el Imperio Alvarez y, poco después del accidente mortal de su padre, en la ciudad de Margarett. De hecho, madre e hija acababan de instalarse en un alojamiento de la Marina y ahora estaban a punto de abandonarlo. A sus nueve años de edad, Wendy había viajado constantemente, había perdido a su padre y ahora, para colmo, su madre se disponía a embarcarse por seis largos meses.

Por si todo eso no fuera suficiente, le había caído una tutora del cielo. No le extrañaba que no estuviera nada contenta.

—Nos las arreglaremos bien —dijo Levy, procurando transmitir un mensaje positivo. Pero… ¿a quién estaba engañando? A su hermana no, desde luego. Y a ella misma tampoco.

—Entonces… ¿es cierto que Bora y tú habéis roto? —le preguntó Juvia de pronto, con escasa delicadeza.

—¿Bora? —repitió Levy, como si no tuviera la menor idea de lo que estaba diciendo su hermana—. Ah, Bora Moore. Sí, ya está todo olvidado. Hacía ya tiempo que había terminado. Lo que pasa es que o él se olvidó de decírmelo o yo no le presté demasiada atención.

—Juvia lo siente.

Lo último que quería Levy era la compasión de Juvia.

—No te preocupes, no importa. Mi vida es fabulosa, o al menos está a punto de serlo. Lo tengo todo bajo control —pronunció las tres frases de seguido, sin respirar. Quizá a fuerza de repetirlo constantemente… terminara creyéndoselo.

—Cuando mamá le dijo a Juvia que habías decidido dejar Crocus y mudarte a Magnolia, lo primero que pensó Juvia fue que el traslado estaba relacionado con el trabajo. Como Levy no le dijo nada a Juvia… —se interrumpió por un momento—. ¿Levy ha llevado todos sus libros? Levy debe de tener un millar por lo menos.

Levy se echó a reír.

—Casi. Pero sí, me los he traído. Lo de trasladarme… ha sido una decisión espontánea.

Era un eufemismo. Un fin de semana subió a su coche y puso rumbo a Magnolia con la idea de huir y reflexionar sobre su relación con Bora… hasta que se convenció de que no tenía remedio. Durante cinco años enteros habían estado hablando de matrimonio. Error: ella había estado hablando de matrimonio. Bora se había limitado a fingir el suficiente interés como para tranquilizarla. Y así había sido hasta que…

Inesperadamente, Levy había descubierto a Bora en un restaurante, comiendo con un socio. El tal socio había resultado ser una rubia curvilínea que quitaba el aliento. «Sólo era una comida de negocios», le había dicho Bora después, cuando ella le pidió explicaciones.

Sí, claro… negocios. Levy podía ser algo espesa a veces, pero no era tonta, y además había reconocido al «socio»: se trataba de una tal Jenny Realight, una antigua enamorada suya que le había presentado en una ocasión. Aparentemente las brasas de aquel añejo amor aún seguían vivas y avivándose, porque después de la comida, los había visto despidiéndose en el aparcamiento… con un largo y apasionado beso.

En su conversación con Bora, le había dado demasiada vergüenza reconocer que los había seguido hasta allí. No tardó mucho tiempo en descubrir adonde se dirigían: a la casa que tenía Bora en la ciudad, donde evidentemente no se dedicaron a estudiar contratos o balances.

Pese a todo, en la discusión que mantuvieron, Bora tuvo el descaro de insistir en que se trataba de una clienta: cualquier semejanza con su Jenny era puramente casual. Y de la defensa pasó al ataque, quejándose de que Levy se estaba comportando como una arpía celosa. Afirmó sentirse indignado de que Levy hubiera cuestionado su fidelidad, cuando era ella la que pasaba más tiempo fuera de casa, trabajando como comercial para una multinacional farmacéutica. Se había mostrado tan convincente que incluso Levy llegó a preguntarse si no se habría equivocado. Sólo cuando le mencionó que los había seguido hasta su casa, mostró Bora alguna señal de culpa o arrepentimiento.

En ese momento Bora había desviado la mirada, y la expresión de ofendida indignación se vio sustituida por otra de tristeza tan conmovedora… que Levy tuvo que reprimir el impulso de consolarlo. Lo sentía tanto… No había sido más que un flirteo; nada más. Insistió en que no podía perderla; que ella era su vida, la mujer con la que estaba decidido a casarse…

Durante unos días, casi consiguió convencerla. Confusa, decidió conducir hasta Magnolia el siguiente fin de semana. Después de pasar cinco años con Bora, había creído conocerlo bien… pero ya no estaba tan segura. Estaba dispuesto a hacer lo que fuera con tal de que volviera con ella, de reconciliarse, de arreglar la situación. Incluso se ofreció a pedir ayuda profesional, a hacer terapia. Todo excepto perderla.

Aquel fin de semana, Levy se sumergió en un doloroso proceso de introspección. Quería creer que aquella cita de Bora con Jenny no había sido más que una aventura aislada. Pero su cabeza le decía que no, que llevaban juntos durante meses… o incluso más.

Estaba reflexionando sobre todo ello, sentada en el parque del Sur de Magnolia, cuando llegó a la conclusión de que no había marcha atrás. Su confianza había quedado destrozada. Después de semejante experiencia, nunca podría reconstruir una vida en común con Bora. En realidad, su relación había terminado tres años atrás, quizá antes; no estaba segura. Lo que sí sabía era que había estado tan ensimismada en su amor por Bora… que se había tornado ciega y no había visto las señales.

—Estaba bastante mal —le confesó de repente a su hermana. «Fatal» era la palabra, pero no quería parecer melodramática—. Me senté en el parque del Sur de Magnolia, a pensar.

—¿El parque del Sur de Magnolia? Juvia quiere saber, ¿cómo Levy fue a parar allí?

Levy suspiró profundamente.

—Me equivoqué de entrada cuando estaba intentando encontrar la autopista.

—Juvia debería haberlo adivinado… —rió Juv.

—Terminé en este puente y, como no podía dar la vuelta, seguí la carretera. Que por cierto me llevó a un parque precioso, junto al muelle.

—¿La heladería está en el parque?

—Enfrente. Ya conoces mi debilidad por el helado de turrón. Es mi último recurso cuando estoy deprimida.

—¿Bora te invitó a un helado?

Levy se echó a reír, para sorpresa de su hermana. Una vez que tomó la decisión de romper con Bora, se enfadó. O más bien montó en cólera. No quería volver a verle la cara, y ya el hecho de vivir en la misma ciudad se le estaba haciendo demasiado difícil…

—Resulta que el Sur de Magnolia es un pueblo pequeño y encantador. La heladería tenía un cartel anunciando que se vendía, y me decidí a entrar a hablar con los dueños. Era una pareja muy dulce, a punto de jubilarse. Estaba allí sentada, hablando con ellos, cuando se me ocurrió que sería un bonito lugar para trabajar. ¿Cómo podría alguien sentirse triste y mal rodeado de tanta pizza y de tanto helado?

—¿De modo que Levy compró el local? Levy, por el amor de Dios… ¿qué sabe Levy de cómo llevar un negocio de ese tipo?

—No mucho —respondió—, pero he trabajado en ventas y de cara al público durante todos estos años. Estaba lista para un cambio, y de repente sentí que tenía que hacerlo. Casi como si el destino lo hubiera decidido por mí.

—¿Pero cómo Levy ha podido permitirse comprar un negocio como ése?

—Bueno, tenía bastante dinero ahorrado —en un principio lo había apartado para la boda. A fuerza de ahorrar unos cien dólares al mes y de invertirlos de manera inteligente, con el tiempo había conseguido doblar la cantidad. No se le ocurrió una mejor manera de gastarlo. Comprar aquel negocio había sido algo impulsivo e irracional, y sin embargo, a pesar de todo… tenía la sensación de haber hecho lo adecuado.

Aquel domingo, en el parque, había reconocido por fin que no habría boda ni luna de miel con Bora. Contuvo el aliento. Se negaba a pensar más sobre ello. Había entrado en una nueva fase de su vida.

—Es un local precioso. Te gustará —murmuró. Tenía un montón de ideas para arreglarlo, para hacerlo suyo. Los Olsen le habían prometido tramitar los papeles lo antes posible.

—¿Y Levy ya alquiló una casa?

—Sí, ese mismo domingo.

Desde que tomó la decisión, nada la había detenido. Y la suerte le había sido propicia; dos calles más abajo, una casa acababa de quedarse vacía. El propietario la había pintado recientemente. El bungalow con su pequeño porche y su chimenea de ladrillo le había parecido perfecto: enseguida había entregado una fianza al agente inmobiliario. Luego volvió a casa, redactó una carta dimitiendo de su trabajo… y telefoneó a Bora. La conversación fue breve, tranquila y enteramente satisfactoria.

—Todo esto no debe de haberte resultado nada fácil Levy… —comentó Juvia con tono compasivo.

—Todo lo contrario —repuso Levy, alegre—. Supongo que querrás saber lo que me dijo Bora —se moría de ganas de contárselo.

—¿Le contaste todo esto?

—Como me había ido sin avisarlo, me comentó que se había quedado muy preocupado, y que se había pasado todo el fin de semana llamándome. No estoy muy segura de que su preocupación fuera sincera, la verdad. El caso es que, cuando se tranquilizó, le dije que había salido a dar una vuelta con el coche.

—Una vuelta de tres días.

—Sí, bueno. Gruñó un poco, quejándose de que debería haberlo avisado —ahora venía lo mejor—: Yo le contesté que había hecho nuevos planes con mi vida, y que él no entraba en ellos.

Juvia soltó una risita de complicidad. Como cuando se reían juntas de niñas, en el dormitorio que compartían.

—¿Y cómo se lo tomó?

—No lo sé. Colgué el teléfono y me puse a hacer cajas.

—¿No intentó llamar a Levy?

—Durante un par de días, no. Al tercero me puso un e-mail e inmediatamente bloqueé mi correo.

Eso debió de molestarle bastante. Aunque eso a ella no le importaba. Bueno, quizá sí, un poco. De acuerdo: mucho. Por desgracia, no había podido disfrutar de su reacción. En el pasado, siempre había sido ella la encargada de poner parches a los conflictos. Ése era su problema: que no soportaba los conflictos, que se decantaba siempre por el compromiso o la capitulación. Durante el curso de su relación, Bora se había acostumbrado a que ella hiciera siempre el primer movimiento. Pues bien, eso se había acabado. Bora Moore era ya historia.

En lugar de castigarse a sí misma por haber tardado tanto tiempo en ver la luz, miraría hacia delante, empezaría de nuevo… y, por seguridad, renunciaría a los hombres. A sus veintiocho años, ya había tenido bastantes relaciones. No merecían la pena.

—A Juvia nunca le cayó bien Bora —le confesó Juvia.

—Pues podías haberme dicho algo —replicó Levy con tono irritado. En los cinco años que había durado su relación con Bora, a su hermana no le habían faltado oportunidades para decírselo.

—¿Cuándo? Juvia y Levy sólo se vieron una vez y Levy estaba tan encariñada con él…

—Si te hubieras quedado algo más de tiempo en un mismo lugar, quizá habríamos podido juntarnos más a menudo.

—Son cosas que pasan cuando estás en la Marina —suspiró Juvia—. Tu vida deja de pertenecerte. Levy, sinceramente: ¿de verdad que estás bien?

—¿Sinceramente? —reflexionó un momento—. Me siento fenomenal, ésa es la verdad. Sí, la ruptura me dolió, pero sobre todo porque estaba furiosa conmigo misma por no haber visto antes la luz. Me siento estupendamente. Como si me hubieran librado de un conjuro, de un hechizo. Ahora tengo una actitud completamente distinta hacia los hombres.

—Puede que Levy piense que está bien, pero existe la posibilidad de que no haya superado del todo lo de Bora —repuso su hermana tras una leve vacilación.

—¿Qué quieres decir?

—Recuerda lo que le pasó a Juvia después de la muerte de Peter. Al principio, el shock y el dolor resultaron abrumadores para Juvia. Juvia estuvo semanas como caminando entre la niebla.

—Esto es distinto —insistió Levy—. Es… menos importante.

—Juvia lo sabe —replicó Juv.

—Pero tú ahora estás mejor, ¿no?

—Sí. Un día, de repente, Juvia descubrió que podía volver a sonreír. Podía funcionar de nuevo. Juvia tenía que hacerlo. La hija de Juvia la necesitaba. Los pacientes también. Pero Juvia siempre querrá a Peter —le tembló la voz, aunque enseguida se recuperó.

—Yo también lo querré siempre —añadió Levy, tragando saliva—. Era un hombre muy especial —su cuñado había sido un marido y un padre perfecto. Por eso mismo la situación con Bora no era comparable.

—Levy, apunta los datos del vuelo de Juvia —le pidió Juv, cambiando de tema.

Levy por poco se había olvidado de que estaba a punto de convertirse en una madre sustituta.

—Ah, sí. Espera que encuentre un bolígrafo —rebuscando en su bolso, sacó uno y localizó también una factura arrugada. Anotaría el número del vuelo al dorso.

Tenía muchas ganas de ver a su hermana. Se veían muy poco, por culpa de la profesión de Juvia. Aquella inminente visita sería breve, pero no le importaba: no había vuelto a encontrarse con ella, ni con Wendy, desde el funeral.

—Wendy y Levy os llevaréis muy bien, ya lo verás —intentó tranquilizarla Juv—. Wendy es una niña maravillosa, pero Levy debe tener cuidado.

—¿Por qué?

—Porque Wendy es hija única, y es bastante… precoz. Por ejemplo, ya sabe leer. Y la música que le gusta… Bueno, ya lo verá Levy.

—Gracias por la advertencia.

—Seguro que no Levy no tendrá problemas.

Pero Levy tenía sus dudas.

—Si no recuerdo mal, eso mismo fue lo que me dijiste cuando te pregunté si podía bajarme de la litera de arriba volando.

—¿Qué sabía Juvia? Juvia sólo tenía seis años —le recordó Juv—. Levy nunca le ha perdonado eso a Juvia, ¿verdad?

—Todavía me duele el golpe que me di.

En ese momento sentía algo parecido. Pese a lo que le había asegurado a su hermana, seguía esforzándose por recobrar el equilibrio, por reinventar su vida bajo nuevos términos. Sin Bora, sin la nómina mensual, sin su familiar barrio de Crocus. Y, ahora, su sobrina estaba a punto de complicar aún más la situación.

Los próximos seis meses iban a ser muy, pero que muy interesantes…

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Tuna: No existe e.e haha

Bora: Sabemos que es el ex de Juvia, pero su difunto era alguien memorable, así que dejemos que el cretino de Bora sea el ex malvado de Levy.

Peter: Lo siento no se me ocurre absolutamente nadie que pueda ser el padre de Wendy y además un esposo para Juvia, por eso dejé el nombre que aparece en el libro.

No me deja poner el arroba en fanfiction, así que usaré sólo sus nombres para los correos

En el libro son hermanas, lo quise dejar como "medio hermanas" para respetar sus apellidos XD

Reviews? La continuo? La dejo?