Edward y el concierto mortal de una noche de verano en el crepúsculo de las auroras
Los dedos de Edward bailaban, qué digo bailaban, flotaban, qué digo flotaban, ¡volaban! Sobre las teclas del gran piano de cola, que él, como ya dije, no tocaba con la cola, sino con los dedos. Y no es que no pudiera tocar con la cola, no claro que no, la relación tocar-cola con Bella seguía igual que siempre: "Bella, no puedo tocarte porque ti mato".
Total, debí haber comenzado por el principio. Hoy, noche de Walpurgis, a las 7 menos 3/8 en punto, Edward interpretaba el maravilloso concierto para manos, dedos, codos y piano "Muerte en un instante" Opus 90 y 1, del afamado compositor Lutic Fan Fictoven.
Frente a él un auditorio de 3.141654… gentes y 6 sabuesos indios, disfrutaban del melódico concierto. Con cierto aire de aburrimiento. Cuando de pronto Quil comenzó a bostezar.
Todos pensaron que aullaba, pero no como lo haría un lobo, sino el aullido de un coro angelical que había sacado a patas del paraíso.
Esto no afectó la concentrancia del intérprete, quien dedicaba todas y cada una de las vibraciones sonoras, pujantes, y temblóricas, de las teclas blanquinegrigrises, a Bella.
"Bella… Bella… Bella…". Pero vela tú, y Bella bien. En camerinos la Dulcinea del Baboso, era cortejada por Jacob Black, y digo "era cortejada" por no decir "andaba de piruja". Pero total, había algo que sir Edward Cullen ignoraba. No sabía que pronto la pata estiraría, los tenis colgaría, chuparía faros pues. Porque aquella composición musical era una obra maldita cuya maldición final consistía en prender en feroces llamas a su interpretador.
¡Eso es combustión espontanea!
El plan de Jasper era simple: —con Collen muerto, comerme a Bella sería más fácil—.
Por eso él había escogido esa maldita rola ¡Dammit! ¡Mondieu! Y esperaba paciente a las afueras de una madriguera de ratón, con los ojos exorbitados y un hilo de baba colgando del labio como fluido de nopal a medio cocer.
Pronto, al llegar la última nota, de Edward quedaría el exótico hilo de humo morado de un cigarro consumido en los labios de una prostituta durante una noche de verano en el crepúsculo de las auroras.
«La música termina y mientras Edward arde en llamas Alice dice: cómo no lo vi venir».
