Ella ya no soportaba el dolor en los pies, había estado corriendo toda la mañana con esos incómodos y feos zapatos zori debido a que se había despertado tarde y por lo tanto tenía que cumplir con todos sus deberes en menos tiempo. Cuando digo deberes no hablo del pesado quehacer del hogar, sino de todas las cosas que debía de realizar para lucir perfecta en su presentación.

-Caramba, Juvia, ¿no puedes apurarte por lo menos un poquito más?-dijo Cana Alberona, una mujer un poco más alta que ella y con una belleza exquisita-Estaré llegando tarde yo igual gracias a ti-.

-Lo siento, onee-chan-respondió la joven muchacha de cabello azul-Unos minutos más y Juvia estará lista para salir de la okiya, ¿podrías ayudar a Juvia a pintar su espalda, por favor?-inquirió la pequeña maiko con una sonrisa avergonzada hacia su onee-chan mientras le tendía una especie de brochita junto con un botecito lleno con pasta blanca.

-Es por eso que odio a las geishas principiantes-dijo Cana a regañadientes entornando los ojos mientras tomaba el diminuto bote con el maquillaje blanco de cera de las manos de Juvia.

Geisha. Una joven geisha. Eso era lo que Juvia era. Para lo que había sido educada.

Agonía de una geisha.

Cana estaba ya desesperada, pero aún así le pintó el sanbon-ashi a Juvia con mucho cuidado, pues eran geishas, eran arte en movimiento y debían tener absoluto cuidado al momento de arreglarse para lograr parecer delicadas muñecas de porcelana, unas finas esculturas japonesas. Juvia usó su pequeña barrita de madera de paulonia para retocarse la ceja izquierda.

Juvia parecía tranquila, aunque por dentro era todo un manojo de nervios. No sabía qué hacer si fallaba en algo, si actuaba mal o si olvidaba cómo servir correctamente el té. Estar frente a tantas personas con la mirada puesta en ella, el simple hecho de pensar eso la hacía temblar.

-Eh, Juvia, tranquila; nadie te va a comer, tú solo tienes que actuar normal y poner en práctica todo lo que has aprendido en los últimos años. Ahora basta de sudorar o tu estúpido sudor arruinará el hermoso sanbon-ashi que te acabo de pintar-dijo Cana tratando de calmar a la hermana menor. La pequeña peliazul asintió terminando de pintar sus cejas.

-Listo-dijeron ambas mujeres al unísono, Juvia con una sonrisa y Cana con una mueca de fastidio. A la hermana mayor ya le urgía irse.

La chica de cabello azul se levantó de la silla que se encontraba frente a su pequeño tocador, el cual se encontraba lleno de maquillaje moderno y tradicional de todas las texturas y colores, se acomodó las enaguas y el kimono mientras salía de su habitación detrás de Alberona. En la puerta de otra habitación que se encontraba al lado de la de Juvia, salía una chica de cabello rosa recogido en un moño shimada altísimo, iba alisando su kimono con sus manos mientras revisaba que su obi estuviera perfecto.

-¡Juvia-san!-dijo entusiasta-¡Me encanta tu kimono!-Meredy le dirigió una enorme sonrisa a la protegida de Cana. Sus enormes ojos verdes brillaban de la emoción por ser esa su primera noche también y, al contrario de Juvia, ella no parecía nerviosa en lo absoluto.

-Muchas gracias, Meredy-respondió Juvia con cierta timidez y rubor en las mejillas, el cual era casi imperceptible por el maquillaje blanco que ella llevaba en su rostro.

Y efectivamente, el kimono era precioso. Estaba hecho de seda color marfil, con árboles de cerezo bordados en él, con algunas cuantas hojas rosadas caídas en el verde césped bodado.

El maquillaje y el peinado también eran preciosos. Ella tenía los labios pintados de un rojo escarlata tan intenso y el colorete de sus mejillas tenía una seductora pero a la vez tierna tonalidad fuscia. Aquel sanbon-ashi que Cana le había trazado estaba perfectamente dibujado, resaltando aquella zona erótica que todas las geishas mostraban. En su cabello llevaba adornos de jade y una bella peineta rosa que hacía juego con el bordado de su kimono.

-Meredy, es hora de irnos-dijo una mujer muy bella y alta, de cabello negro que salió detrás de la mujer de cabello rosa.

-Oh, lo siento, Ultear-chan; nos veremos allá, Juvia, adiós, Cana-se despidió Meredy con cierto pesar.

-Meredy, ¡qué te he dicho de hablarle a esa mujer!-la regañó su onee-san mientras fulminaba a Juvia con la mirada y bajaba por las escaleras, la interpelada solo seguía a a su onee-san con pesar, no le gustaba qe le prohibieran la amistad de la chica con la que había aprendido y pasado gran parte de su infancia.

A Ultear no le agradaba Juvia, mucho menos Cana. La pelimarrón era su rival geisha, ella siempre había tenido más clientela y era la favorita de muchos, había tenido demasiados danna, dannas que Ultear quería y que no perdonaba que se los hubiese robado. Tampoco le agradó Juvia desde que ella llegó a la okiya siendo una niña aún, tratándola mal e igual o peor que a una criada, así que cuando Cana decidió adoptar a Juvia como su onee-chan, Ultear le guardó más rencor a la chica de ojos azules.

Cabe decir que Ultear era también ya junto con Cana y más geishas del distrito una veterana en el asunto, tenía sus veinte y tantos y no era atracción principal de la casa de té en la que laboraba cuando no tenía eventos de mayor importancia, sin embargo, seguía siendo muy popular en todo Gion y una gran máquina de dinero.

-Bueno, Juvia: es hora de irnos-anunció Cana mientras se ponía su ostentoso abrigo.

Juvia Lockser tenía en ese entonces 17 años. No era completamente japonesa. Como es obvio en su apellido extranjero, su padre era inglés, un pobre y joven comerciante que no vivía en las mejores condiciones en un pequeño barrio pobre londiense, que huyó a Japón con un poco de suerte a la edad de 20 años, conociendo ahí a Sayuri Tanaka, una hija de pescadores del pueblo de Yoroido; de inmediato, el joven Arthur Lockser se enamoró de la muchacha de 16 años contrayendo matrimonio con ella después de un año de conocerse. Huyeron a Kioto a los dos años de casados para que Arthur pudiera establecer una pequeña tienda de víveres ahí.

La joven Sayuri era hermosa, de una piel pálida, cabello negro como la noche y unos bellos ojos azules, los cuales no eran comunes en aquella región nipona. Arthur tenía los ojos color miel y el cabello de un color azul intenso, así como el de su esposa. Esos rasgos de ambos se vieron reflejados en su primera bebé. La pequeña Juvia tenía el color de cabello de el joven inglés al que llamaba "papá" y los ojos azules de su madre.

Sayuri consiguió un empleo en una okiya en crecimiento, era la cocinera principal de aquella pequeña casa de geishas. El hecho de que llegara a pedir empleo en tal establecimiento fue que, para cuando la pequeña Juvia había cumplido ocho años, la tienda de víveres de Arthur estaba en la quiebra, haciendo que ella buscara otra fuente de ingresos que lograra mantener a la familia que se encontraba creciendo, pues ahora Sayuri esperaba otro bebé.

Las deudas de la familia Lockser Tanaka hizo que el banco embargara su pobre casa de una sola habitación, la pequeña Juvia tuvo que abandonar la escuela contando con escasos conocimientos aparte de saber leer y escribir. Poco antes de que Sayuri diera a luz a su segundo hijo, para ser precisos un mes antes, el señor Lockser fue encarcelado por el mismo banco, quitándole este sus escasas propiedades: su casa y su pequeña tienda.

De modo, Sayuri y su pequeña hija tuvieron que mudarse a la okiya, sirviendo Juvia de criada de las geishas que habitaban la casa. Tres semanas después de haberse mudado, la viuda de Lockser dio luz ahí mismo en la okiya, dándole vida a un varón de cabello azabache y ojos color miel al que su madre llamó Ichiro. El niño falleció dos días después de su nacimiento. Esto hundió en la tristeza y depresión a la pobre Sayuri, la cual estuvo incapacitada debido a su complicado parto, haciendo que esto descuidara su trabajo y a la pequeña Juvia.

Tres semanas después, el sufrimiento de la joven mujer terminó, ya que falleció una mañana. El cadáver se encontraba hasta los huesos, pálido con una tonalidad amarillenta y manchas por la evidente desnutrición.

Juvia fue adoptada por la Madre de la okiya, Polryuska, como criada. Después de unos meses de arduo trabajo por parte de la pequeña de en ese entonces nueve años, la Madre fue aconsejada por la joven maiko de la okiya, Cana Alberona, para que la niña huérfana fuera también aprendiz de geisha.

-Juvia está muy nerviosa, onee-san-susurró nerviosa Juvia a Cana, había pasado ocho años aprendiendo el arte de la geisha, pero aún así tenía cierta inquietud. Estaba temerosa de que algo le saliera mal.

-Tranquilízate, Juvia, haz de cuenta que es solo una práctica, un ensayo-le respondió Cana con cierta amabilidad.

El lugar donde sería el evento en el que Juvia y Meredy participarían por vez primera no estaba muy lejos de la okiya, así que solo tuvieron que caminar unas cuantas manzanas antes de llegar. Juvia suspiró antes de cruzar la puerta de entrada y con paso decidido ingresó al salón.

Siguió a Cana que se sentó junto a un hombre bronceado de cabello azul con barba, tenía aspecto de tener unos cuarenta y tantos años; por la sonrisa que él y Cana se dedicaron, supuso que él sería su danna.

-Cana, luces magnífica... Como siempre-dijo él. La interpelada fingió una risa avergonzada e inocente. con aquel gesto Juvia comprobó sus sospechas.

-Tú no te quedas a atrás, Macao-mi onee-chan sonrió coqueta-. El hombre le devolvió la sonrisa-Macao, ella es la niña de la que te he hablado, mi hermana menor, Juvia-Al mencionar Cana su nombre, saludo cortésmente.

Juvia se sentó al lado de Cana y esperó a que Cana terminara de hablar con Macao. Vio que a otro lado de la habitación se encontraba Ultear sentada junto a un hombre joven de cabello celeste, ojos color avellana y un tatuaje en la cara, se mostraba coqueta y sonriente con él, mientras que este se comportaba algo galante. Juvia notó que no se encontraba Meredy, supuso que era hora de su presentación.

-Juvia, mucho gusto-dijo Macao-Es un honor conocer a la hermana menor de esta hermosa geisha-se refirió a Cana, esta volvió a soltar esa estúpida risita tonta y fingida, cubriendo la mitad de su rostro con su abanico.

-El honor es para Juvia, Macao-san-respondio Juvia, a lo que el danna de su onee-chan sonrió amable.

Macao les explicó que en el evento se encontraban algunos socios de su empresa japoneses y también socios enviados de las sucursales alrededor del mundo, por lo cual era un evento muy especial. Nos dijo que uno de ellos era Jellal Fernández señalando al hombre que se encntraba flirteando con Ultear. El muchacho en cuestión era español, según informó Macao. También dijo que estaban por llegar sus socios y amigos americanos.

Juvia solo admiraba la espléndida decoración del salón. Parecía que los diseñadores de interiores se habían esperado para hacer parecer que el público se encontraba en Japón medieval, había por lo menos media docena de grandes fuentes de mesa en forma de animales, de ángeles, de riachuelos y cascadas, las plantas, flores y pequeños árboles que habían te hacían sentirte en un típico bosque japonés, y ni qué decir del arbol de cerezo, el cual era el atractivo principal del lugar aparte de la docena de geishas que se encontraba en el lugar. Si no fuera que, aunque con algo de esfuerzo, se alcanzaba a ver parte de las paredes color rojo manzana del lugar, uno hubiera creído que se encontraba en la parte del jardín.

En ese lugar fue donde Gray Fullbuster la vio.

Él era un joven empresario, su padre la había regalado varias acciones de la empresa a la que pertenecía por su 21 cumpleaños, así que esto era algo nuevo para él. Había ingresado a la universidad a la edad de 17 años y por el momento se encontraba estudiando añgo sobre economía, finanzas y administración, no era algo muy emocionante, ni siquiera era lo que él de verdad deseaba estudiar, pero su padre se lo había impuesto y, de estudiar dicha carrera a la cual solo le quedaban uno cuantos semestres, tendría aseguradas más acciones y todo su futuro.

Macao Conbolt era un viejo amigo del señor Fullbuster, así que este le informó qe en esta ocasión quien iría de viaje de negocios sería su hijo Gray, lo cual aceptó el ,agnate japonés amante de Cana. Dentro de la compañía se encontraba el niñato de Natsu Dragneel, hijo de un rival en la empresa del padre de Gray, Igneel. Natsu era "aprendiz" en el mundo de los negocios, ya que decidió estudiar una corta carrera que resumiera todo lo que debía saber sobre empresas, por lo tanto tenía un rol menos relevante dentro de la compañía. Como ya se mencionó antes, Igneel y el señor Fullbuster no se llevaban muy bien dentro de la oficina, heredando a rivalidad a sus dos hijos, los cuales tenían disputas estúpidas a diario, pero sin dejar de ser buenos amigos.

-Gray, cojones-dijo Natsu-si vamos a estar en Japón no quiero estar en estos bailes bobos y aburridos, ¡prefiero una pelea de sumo!-el muchacho imitó los movimientos de un karateka de forma tonta.

-Recuerda lo que dijo Macao, estas cosas no son tan aburridas, ese es el chiste de estas peculiares mujerzuelas: entretener-susurró Gray inclinándose hacia Natsu mientras escuchaba a una joven geisha de cabello azul claro cantar. Aunque la verdad era que él también se empezaba a impacientar y querer salir de ahí.

-¿Mujerzuelas, señor Fullbuster?-inquirió una voz femenina detrás de Gray.

-Oh, Mirajane Strauss, no sabía que contaríamos con vuestra presencia-dijo Gray. Conocieron a Mirajane en el aeropuerto, era amiga de Macao y ella fue quien los recibió en la estación junto con él. Ella era geisha retirada temporalmente.

-Son mujerzuelas las prostitutas americanas, señor Fullbuster, las mujeres con las que supongo usted se acuesta cada semana, con las que se va de juerga a cambio de alcohol, sexo y cigarros, a las que ve una semana después con su mejor amigo o peor enemigo, mujerzuela es aquella que ofrece su cuerpo, no su arte; y aquí, señor Fullbuster, les vendemos arte, habilidades, años de arduo entrenamiento-respondió con su eterna sonrisa Mirajane. Gray se sintió miserable con aquel regaño sutíl.

-Señorita Strauss-comenzó a decir Natsu con cierto tono fingido para parecer intelectual-Usted ha abierto mi mente con tan sabias palabras que acaba de mencionar-terminó colocando su mano en la barbilla, Mirajane sonrió, asintió y se fue.

Gray encendió un cigarro sin dejar de pensar en lo que la mujer le acababa de decir, al menos parecía que Natsu había entendido algo de lo dicho, ya que prestó más atención al canto de la geisha.

Justo en ese momento la vio por primera vez.

Ojos dulces, sonrisa encantadora, mejillas ruborizadas y un tierno semblante. Era menr que él, ¡oh, claro que lo era! La mujer que le servía el té a Macao mientras él le sonreía a Cana. Ella volvió su mirada hacia donde estaba sentado Gray Fullbuster, él la vio a ella. Se sonrieron mutuamente.

Bonsoir! ¡Chispas! Este me ha costado todo un día escribirlo, tal vez hubiera demorado menos de no ser que hoy fue mi primer día de trabajo, así que espero lo valoren y sea de su agrado, ya que lo hice con mucho amor :3 Pues este originalmente iba a ser un "Juan shot", pero hice calculos y dije "Oh, my gash! ¡Durará más de 30,000!" y pues no quería que se aburrieran a un cuarto de la historia :3

La idea salió mientras leía Memorias de una Geisha (me he enamorado de ese libro y de tal tradición), así que he utilizado una terminología real de contexto nipón y de la costumbre de la geisha tales como sanbon-ashi, onee-san, okiya, etc.

Y dirán "No mam... Ches, Angélica, no has terminado ni Shin Shin To ni Tailight" y yo diré "Sí, ya lo sé, ¿y qué?". Pero prometo actualizar por lo menos cada semana, como máximo. Un beso sincero y gracias por leer. Son los mejores. Suya por siempre.

Angélica Grigori :*