No hubo ojos testigos de aquel sacrificio, no hubo pupilas que capturaran el dolor que se cernía sobre su pobre y magullado cuerpo bajo el sol rojizo de un atardecer fatal, no hubo lengua que pasadas las horas, que después de días pudiera decirnos lo que sucedió, solo mi corazón a distancia lo filmo, mis manos temblorosas, mi pulso en tropel lo veían no mis pobres y tristes ojos que jamás volverían a brillar como lo hacían cuando el los encontraba, cuando el los escudriñadaba, los exprimía y en su carne erecta los hacia estallar mirando el firmamento exótico con los parpados como cortinas bajadas en la oscuridad de la noche, intercalaba miradas con mi hijo, me miraba el vientre que alguna vez había resguardado su historia, nuestra historia.

Nos hizo falta tiempo, nos hizo falta vida, nos hizo falta justicia nunca la conoció, jamás hubo justicia en su vida si en mi estuviera la posibilidad de fraguar una venganza juro por dios que me mira que lo haría, me hizo falta su cuerpo yaciendo entre mis sabanas, comencé a secarme loca y rustica deje de ser la dama de porcelana que lo encaminaba a la gloria mundana y carnal que mi escuálida y débil naturaleza le podían proporcionar, aun hoy es duro despertar, reconocerme humana, sentir que se cuela el aire a mis pulmones, es duro despertar ver amanecer y saber que continuo moviéndome que por mas que lo desee no morí en aquel momento y veo a su hijo durmiendo sobre una almohada improvisada, veo a su hijo respirando profundamente, y entonces lo revivo, resucita súbitamente, su fantasma cobra forma en ese pequeño cuerpo arropado, me entiendo viuda y sigo vistiendo de negro convirtiéndome en una muñeca maltrecha que aun se engancha al ritmo de un cuerpo que ya no me abraza es ahí cuando llega el cataclismo y todo se rompe a mi alrededor el aire se vuelve de cristal y ultraja mis fuerzas se lleva desgarrando mi vida un torrente de llanto comienzo a vagar en el mundo oscuro en que se desgaja mi dolor y no puedo aunque quiero calmar este nudo que crece y tortura mi garganta, correr salir y huir para que este acto termine y dejar de ser prisionera y convertirme en un cadáver que ya no vea, que ya no hable, que ya no llore, que ya no rinda mas testimonio, para dejar de ser testigo ante un tribunal que jamás me podrá entender por que sigo en el mismo lugar en que un día me quede, en que un día lo ame, llorando bajo la misma lucecita que permaneció encendida la primera noche en que también lloro mi vientre menguado dejándolo entrar inundar, rasgar las paredes de mi vestíbulo y hoy suena su paso lento en el túnel escarapelado de mi memoria.