Antes de cualquier cosa, les digo que esta historia ya está terminada. La escribí hace mucho tiempo, sólo que quise corregirla para no publicarla en su versión original, que era una total porquería.
Ahora sí, he vuelto, pero no por eso con inspiración. Aún así, ya estoy planeando la continuación de I.A, que espero terminarla, por que no la voy a abandonar. Mientras tanto, les dejo este fic que ya lleva tiempo guardado en una carpeta que casi nunca abro. Sólo espero que les guste. Es una trama sencilla, y yo creo que el resumen lo dice todo.
Veela-chan.
P.D.: Actualizo todos los miércoles.
Advertencias: Este es un fic YAOI (relación chicoxchico) así que si no eres partícipe de éste género, todavía estás a tiempo de irte. No quiero quejas después si es que quedas traumado.
Información: Algunas partes de la historia se suceden en Shibuya, un existente barrio en la ciudad de Tokio. Los lugares como tiendas, bares e incluso edificios, no son reales.
Naruto y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto.
THE NEW GUY
¿Cuantas veces un chico nuevo no pone el organizado mundo de un salón, patas arriba? Sucede en todos lados, mucho más si es atractivo. Todos en esa clase piensan que Naruto es guapo, incluyendo un moreno de profundos ojos negros.
Por: Beautiful-Veela.
Capítulo Uno: El Nuevo.
Apagó el despertador con un acertado manotazo, lanzando el pobre aparato contra el suelo sin ninguna clase de consideración. Bufando descontento, ocultó la rubia cabeza bajo las almohadas, reacio a levantarse, mucho menos sabiendo que era su primer día de clases en una escuela totalmente nueva, al otro lado del mundo. Hacia una semana había estado disfrutando del delicioso sol de California, recorriendo la ruta sesenta y seis con su mejor amigo, al más puro estilo americano. Pero en el más extraño arrebato, sus padres decidieron cambiar de aires temporalmente, como hacían cada vez que se cansaban de la gente con la que convivían. Así que sin el menor aviso ni preparación armaron las maletas, empacaron la casa y escogieron el destino más extraño de todos los otros que tenían a disposición: Japón.
-¡A desayunar! –Se escuchó la voz de su madre desde la cocina-. ¡Bajen, vagos!
Seguro de que ya no podría dormir aunque quisiera, comenzó a prepararse de muy mala gana. Tiró el pijama junto a unas cajas que todavía estaban cerradas en el mismo instante que abría la puerta del armario para sacar el uniforme, lo cual no le causó gracia alguna. En su anterior secundaria se podía asistir con ropa normal, y dejar su característica chaqueta naranja con negro no era una opción. Terminó de arreglarse quince minutos después, con el tiempo pisándole los talones. Se echó un último vistazo en el espejo del pasillo, evaluando su apariencia: el cabello rubio y enmarañado le caía graciosamente sobre la frente, los ojos velados todavía por el cansancio brillaban irremediablemente, y las extrañas marcas en sus mejillas se notaban más que nunca.
-¿Naruto? –su padre lo llamaba-. Llegarás tarde, baja ya.
Gruñó en voz baja, fastidiado. Desde que se habían instalado en una preciosa casa de dos plantas en un tranquilo barrio de Tokio no había cruzado una sola palabra con su familia. Estaba tan enojado, que la necesidad de hacérselos saber era cada vez más grande. Detestaba el hecho de no poder conversar como antes, pero ellos tenían que entender que mudarse así como así era algo bastante precipitado. Se lo habían llevado de los Estados Unidos a dos semanas de clases para terminar el colegio y no había tenido tiempo de despedirse de sus amigos, ni siquiera de tramitar los papeles para que le permitieran usar su permiso de conducir en la capital nipona. Estaba seguro de que Colin, su mejor amigo, debía estar furioso con él. La computadora todavía no llegaba, así que tendría que buscar otra manera de entablar contacto y explicarle las cosas con más calma. Volvió a gruñir, esta vez de dolor, cuando se golpeó el codo contra el barandal de madera.
-¡Ahí estás! –Kushina lo abrazó con fuerza-. Tu almuerzo –le entregó una pequeña caja envuelta en tela escocesa-. Es una costumbre típica de aquí.
Compuso una mueca un tanto falsa para responder a la alegre sonrisa de su madre. Le besó la mejilla por cortesía, no por que de verdad quisiera despedirse de ella y corrió a la puerta de calle, ignorando olímpicamente a su padre, que un poco más alto que él, con el mismo cabello y ojos, agachó la cabeza, alicaído. Ellos también se sentían mal, pero que podían hacer, ya estaban allí, así que les tocaba acostumbrarse.
-¿Qué hay de desayunar? –preguntó Minato sentándose en una banqueta junto al mesón
-Tocino –replicó su esposa-. No hay que olvidar nuestras costumbres americanas.
-¿Aunque seamos japoneses?
-Aunque seamos japoneses –sentenció
-
Naruto frunció el ceño, molesto por el frío. Estaba todavía a unas cuantas calles del colegio, sintiendo la necesidad de escaparse. No quería ir, pero debía. Llamarían a su casa, asustados diciendo que su hijo no aparecía, y se armaría la grande. Por ser estudiante nuevo, Kushina había pedido que le monitorearan los pasos estrictamente al menos hasta una semana después de su ingreso. La idea de un castigo tan pronto no le agradaba tanto, así que se resignó y continuó caminando. Detuvo la marcha cuando estuvo a unos cien metros de la puerta de entrada, analizando a las demás personas que entraban como si nada. Distinguió en todos los uniformes una banda de colores, y los que parecían del último año llevaban una de color rojo, así como la suya. Nadie le llamó verdaderamente la atención, pero él consiguió que todas las miradas se posaran sobre su persona ni bien puso un pie en el jardín. La gente lo observaba descaradamente y luego se volteaban a cuchichear, incluso logró captar un pedazo de conversación al que respondió con una retahíla de insultos mentales.
-Bastards (1) -murmuró en voz baja entrando al edificio por las puertas de vidrio-. Esto es una mala idea.
Suspiró pesadamente mientras encaminaba sus pasos al tercer piso, donde según indicaba un pequeño mapa de la escuela que le había entregado su madre, quedaba sexto curso (2). Al subir las escaleras se encontró con un pasillo totalmente vacío, ocupado únicamente por los casilleros empotrados en las paredes y el incesante murmullo de muchas voces que salía flotando por el quicio de la puerta. Considerando seriamente el marcharse aunque se ganase una buena reprimenda, dio media vuelta dispuesto a regresarse por donde llegó, cuando una mano grande se posó en su hombro, deteniéndolo. Aterrado, se volteó de golpe, encarando al extraño, que resultó ser alguien que conocía muy bien: Hatake Kakashi, el novio de su tío Iruka, el único motivo por el que no le molestaba estar en esa cuidad donde prácticamente no conocía a nadie, sin contar su familia.
-Te estaba esperando –dijo con entusiasmo, sonriendo bajo la máscara que le cubría casi toda la cara-. ¿Estabas escapando, Naruto-kun?
Asombrado, el rubio se deshizo del agarre, sin dejar de mirar al hombre frente a el. Sabía que Kakashi era profesor, pero no esperaba encontrárselo precisamente en esa secundaria impartiendo clases a su salón; tenía mucha suerte. Y sonrió ampliamente, algo que no había hecho desde hacia siete largos días. Un poco más contento, desistió de la idea de irse, pero se quedó de pie en el pasillo, temeroso. No quería entrar, no quería pasar nuevamente el bochorno que conllevaba ser el nuevo, en especial si las clases llevaban medio año en funcionamiento. Se revolvió nervioso, mirando por la ventana.
-Claro que no –respondió lentamente-. Sólo quería recorrer el lugar –vaya mentira, bastante convincente (entiéndase el sarcasmo)
-Eso puedes hacerlo en el receso –le dijo acercándose un poco-. Ahora, adentro, tengo una clase que impartir.
-Pero…
-Pero nada –le atajó-. Vamos, gallina.
Molesto pero alentado por el comentario, siguió a su profesor con paso firme hasta en interior del salón, donde su confianza murió. Levemente sonrojado e intentando taladrar el suelo bajo sus pies con la mirada, sintió los ojos de toda la clase clavarse en él. Reacio a levantar la cabeza continuó con su tarea, mientras el rasgueo de la tiza sobre la pizarra disminuía. Kakashi se sentó en el borde del escritorio, junto a Naruto y le pasó un brazo por los hombros en un intento de calmarlo, pero con eso solo lo puso peor.
-Gente, les presento a Uzumaki Naruto, su nuevo compañero –le palmeó la espalda-. Viene de California aunque tiene raíces japonesas, pero no lo discriminen por eso, sigue siendo hijo de nuestra patria.
El amargo sentido del humor de Kakashi era vergonzoso. Algunos presentes se llevaron una mano a la cara, mientras que otros movían negativamente la cabeza, incluso el rubio se unió a ellos intercambiando una corta mirada con un muchacho de cabello castaño y extrañas marcas rojas en las mejillas. Ahora sí, completamente tranquilo, decidió presentarse él mismo antes de que su padrino (como lo llamaba cuando iba a visitarlo en casa) dijera alguna otra tontería.
-Me llamo Naruto –puntualizó lo obvio-. Vengo de…
-Eres raro –le interrumpió una voz femenina desde el fondo del salón-. Soy Yamanaka Ino.
-¿Perdón? –preguntó, confundido
-Dije que eres raro –repitió, acercándose-. Pero eres guapo, muy guapo.
Nadie se inmutó por ese desubicado comportamiento por parte de la bella rubia de ojos celestes, es más, todos parecían haber estado esperando algún movimiento. Sólo Naruto, quien nunca se hubiese imaginado estar en una situación como esa, abrió los ojos de par en par, visiblemente turbado. Dio unos cuantos pasos hacia atrás cuando sintió la fría pero suave mano de Ino seguir las marcas en sus mejillas que asemejaban bigotes de gato. Sonrió y le planto un beso en la mejilla.
-Neko –le susurró al oído antes de regresar a su lugar
-Muchas gracias Ino por tu intervención –habló la chica que se sentaba a su lado-. Soy Haruno Sakura, la delegada de la clase. Te pido perdón por el comportamiento de mi amiga –le sonrió-. Pero si estás guapo.
-Gracias –replicó levemente sonrojado. No era normal que dos chicas le dijesen que era apuesto-. Ustedes también lo son –añadió con una pícara sonrisa en los labios.
"Iruka tenía razón, su sobrino si es coqueto" pensó Kakashi parándose junto al rubio. Lo miró de reojo con su único ojo libre antes de buscar un lugar en el cual ubicarlo. Todas las mesas parecían estar ocupadas, todas salvo una. Casi al final, junto a la ventana, una mesa doble era ocupada por una sola persona, un apuesto moreno de profundos ojos negros y pálida piel blanca. Su padrino sonrió con malicia bajo la máscara, perforando a su alumno con la mirada.
-Te sentarás junto a Sasuke.
Toda la clase volteó automáticamente, era imposible.
-
Faltaba todavía una hora para el receso y ya estaba exhausto. Le escocían los ojos de cansancio, el sol le golpeaba directamente la cara, y tenía las piernas entumecidas por estar tanto tiempo sentado. Además, junto a él, un témpano de hielo atendía la clase como si nada. Parecía que la luz no le molestaba en lo más mínimo, pues ni siquiera parpadeaba cuando alguna nube se movía descubriendo por completo la esfera brillante que irradiaba en el cielo. Frunció el ceño, escondiendo la cara entre las manos, fastidiado.
-¿Te pasa algo? -preguntaron a su lado-. ¿Estás bien?
Lo miró fijamente, un poco confundido por ese contacto tan directo. Si mal no recordaba, la clase pasada había sido bastante dinámica, y habían tenido que trabajar en pareja, pero como su compañero era tan comunicativo como las piedras, nada salió como se planeó en un principio. Respirando profundo, cerró los ojos azules. Las personas de su tipo, tan serias, no le agradaban para nada.
-Estoy perfectamente -replicó con sequedad-. Me molesta un poco la luz, eso es todo.
Dicho eso, concentró su ofuscada mente en la pizarra, donde Anko, la profesora de Historia, intentaba hacerles entender a todos, los sádicos comienzos de las famosas Guerras Púnicas (3). En su antiguo colegio ya le habían enseñado sobre ellas, así que se sorprendió a sí mismo comprendiendo a la perfección lo que hablaba la bella pelinegra. Incluso tuvo el valor de levantar la mano cuando preguntó la fecha exacta en la cual la guerra finalizó. Jamás había sido un as en lo que a los estudios se refería, pero sabía defenderse muy bien.
-Bien hecho, Naruto-kun -le felicitó-. Ustedes deberían aprender de él y poner más atención cuando hablo. Desde hace dos días que estamos con lo mismo y no pegan una.
Con una inevitable sensación de bochorno haciendo mella, el rubio decidió callar lo que sabía por el resto del día, no sería que se ganaba enemigos antes que un par de amigos.
-
El aire fresco del jardín mejoró su humor hasta hacerlo prácticamente soportable para sí mismo. Aún le quedaba la rabia de haberse mudado de imprevisto, pero no había sido del todo malo. Se había encontrado con su padrino donde menos lo imaginaba, Iruka tal vez lo estaría esperando en casa cuando regresase del colegio, y si todo seguía bien, volvería a hablar con sus padres, que ya le hacía falta.
-¡Cuidado! -gritaron a lo lejos
Acto seguido, una pequeña pelota de color rojo rebotó contra su cabeza con desmedida fuerza, causándole un pequeño moretón que más tarde se notaría a simple vista. Cerró los ojos de golpe por el dolor, perdiendo momentáneamente la concentración, hasta que sintió algo húmedo chocar contra la mano que todavía apoyaba en el suelo. Asustado, miró hacia su izquierda, donde un pequeño perro blanco trataba de conseguir que lo acariciase.
-¡Akamaru! -gritó la misma voz-. Siento el golpe, estaba jugando con él.
-No te preocupes -replicó rascándose la nuca-. ¿No están prohibidos los animales aquí?
-Sí, pero yo tengo permiso especial -se sentó junto a él, cargando al perrito-. Me lo regalaron como parte de un tratamiento médico para controlar mis alergias. Soy Kiba, por cierto.
-Naruto.
-¿Eres de aquí?
-Nací en los Estados Unidos, pero toda mi familia es japonesa, por los dos lados, aunque se mezclaron con americanos -sonrió-. La mezcla es interesante.
-¿Y es natural? -preguntó apuntándole la cabeza-. Lo siento, es que no estamos acostumbrados a ver rubios de ojos azules por aquí.
-Lo sé, en la calle me miraban raro mientras venía para acá.
Tras esa extraña conversación, continuaron charlando hasta que la campana tocó. Los dos chicos, con el perro incluido, regresaron al interior del colegio, mezclándose con los demás alumnos. Subieron las escaleras hasta el tercer piso y entraron al salón.
-
El lápiz resbaló lentamente hasta el suelo, chocando con los zapatos de su compañero. Guiados exactamente por el mismo impulso, ambos se agacharon al mismo tiempo para recogerlo, rozando levemente sus manos. La descarga eléctrica tan extraña los dejó confundidos unos momentos, para luego teñirles la cara de un sutil rojo que se notaba sólo si se miraba de cerca. Naruto agarró el lápiz con fuerza, levantando rápidamente la cabeza para continuar atendiendo la clase, pero a los pocos minutos comprobó que sería imposible. Esos ojos negros se habían quedado grabados a fuego en su retina.
Sasuke tardó unos segundos en recomponer su característica máscara de frialdad, escondiendo detrás, la rara sensación que le había causado esa piel morena. Nadie, nunca, le había llamado la atención de esa forma. Cuando entró al salón cinco horas atrás, supo que ignorarlo sería bastante difícil. Pero de todas maneras, él era Uchiha Sasuke, disimularía perfectamente, pues esa era su especialidad.
-Uzumaki, a la pizarra -Morino lo apuntó-. Vamos, no tengo todo el día.
El rubio maldijo en silencio su mala suerte. Justo en clase de matemáticas tenían que enviarlo precisamente a él a resolver un problema. Podría haberlo hecho más o menos bien si es que momentos antes su concentración no hubiese sido interrumpida por dos perlas negras bastante brillantes.
-¿Qué pasa si no sé como resolverlo? -preguntó una vez frente al pizarrón-. Es que no presté mucha atención.
-Te enviaré ejercicios extra de tarea, regresa a tu lugar.
Algunas risas oportunas no tardaron en aparecer, pero se lo tomó con calma. Ya estaba acostumbrado a su bajo rendimiento en la materia que más detestaba. Aún así intentaría prestar más atención, si es que podía.
-
-¡Ya llegué!
Dejó la mochila junto con el saco del uniforme en la entrada, mientras agudizaba el oído para captar algún sonido dentro de la casa, pero no escuchó nada. Algo confundido avanzó a la cocina, donde su madre se entretenía preparando el almuerzo. No lo había oído por que tenía puestos los audífonos de su reproductor; era una mujer muy joven todavía, tenía sólo 33 años.
-Mamá -dijo en voz alta-. ¡Kushina!
La aludida dio un respingo involuntario, soltando un afilado cuchillo que cayó muy cerca de sus pies descalzos. Quitándose los audífonos con rapidez, se agachó a recogerlo, fulminando a su hijo con la mirada. Detestaba por sobre todas las cosas que la sorprendieran de esa forma.
-No vuelvas a hacer eso -le ordenó reanudando lo que hacía-. Es un milagro escucharte, desde hace tiempo no me hablas.
-Lo siento -sonaba verdaderamente arrepentido-. Pero sabes muy bien cual es la razón... debieron habérmelo dicho.
-¿Para que te negaras enseguida? Claro que no, además, tú haces lo que se te dice y punto.
-Ya no soy un niño, tengo derecho a saber las cosas que se les ocurren si es que tienen que ver conmigo.
-No me levantes la voz, Naruto -le espetó-. Yo sé que ya no eres ningún niño, pero no estaba segura de como lo tomarías.
-Si no me dices, no me entero -utilizó un poco de humor negro, ese que siempre sacaba de casillas a su madre, la mujer más paciente del mundo-. No quiero comer.
Murmurando frases incomprensibles, el rubio abandonó la cocina para encerrarse en su silenciosa habitación. En el camino de regreso había pensado seriamente en hacer las paces con sus padres, pero estos parecían reacios a aceptar una tregua. No se había imaginado que Kushina reaccionaría de esa manera, pero la entendía un poco, él estaría igual de molesto si su hijo no le hablara. La culpabilidad le cayó como un peso muerto en el estómago que reclamaba comida, más tarde bajaría por cualquier cosa con la cual engañarse.
-Que más da -dijo en voz alta mirando en derredor-. Tengo mucho por arreglar.
Su habitación era un auténtico desastre: todas las cosas seguían guardadas en sus cajas, sólo los libros y la ropa estaban fuera. Convencido de que le tomaría mucho tiempo terminar, decidió ponerse manos a la obra antes de que se hiciera más tarde, o se arrepintiera. Aún tenía deberes por hacer, entre esos, los ejercicios extra que le había enviado Morino para que practicase un poco.
* * *
-¡Naruto-kun!
El chillido fue más agudo de lo esperado. No había puesto ni un pie en el jardín y ya las tenía colgadas de los brazos con el modo lapa en encendido permanente. Ayer simplemente había cruzado no más de cinco palabras con ellas al principio de la clase, pero ahora se les había aficionado la idea de seguirlo a donde fuera. Bien, le agradaba tenerlas cerca, pero no sabía si podía contarlas como algo más que compañeras de salón.
-¿Por qué tan callado? -Sakura le tiró del brazo con fuerza-. ¿Estás bien?
-Un poco cansado -admitió-. Ayer me acosté tarde.
Eso era verdad. Después de acomodar todas sus cosas donde se suponía debían ir, tarea en la cual perdió cinco horas a lo mucho, bajó hasta la mesa del comedor para ponerse a estudiar. Había intentado con toda su alma resolver esos malditos ejercicios de matemáticas, pero cada vez que se empeñaba en la tarea, unos ojos negros llenos de confusión le acaparaban la mente. Era estúpido seguir pensando en él. Esa sólo un chico más, nada importante, otro se sus compañeros. Pero vaya compañero. Era guapo, alto, de piel suave, pero lo más impresionante eran esos orbes tan negros como la obsidiana, que lo miraron de una manera muy extraña. Consciente de que no lograría ningún avance, guardó sus cosas y regresó a su habitación.
-¡Hinata! -La voz de Ino lo sacó de sus pensamientos-. ¡Hinata!
La aludida giró la cabeza rápidamente ante la mención de su nombre, chocando su mirada opalina con la azul eléctrica del rubio. Un débil sonrojo apareció en sus mejillas, el cual se apresuró a ocultar con los libros que llevaba en la mano.
-Ya, ya -la calmó Sakura-. Llegaste temprano hoy, creí que vendrías con Neji.
-Se quedó con mi papá -replicó-. Ayer enfermó y el médico no llega hasta el medio día. Yo insistí en que debía ser yo la que lo cuidase, pero ya sabes como es, bastante terco.
-No le gusta que faltes a clases y con justa razón -Ino le acarició el cabello-. El año pasado estuviste a punto de reprobar por tantas faltas.
-¿Faltas? -Naruto preguntó en voz alta, no siendo esa su intención-. Lo siento.
-No importa -le sonrió-. Estuve enferma la mayor parte del anterior año y pasé en un hospital casi seis meses. Si no hubiese sido por este par -las apuntó-. No hubiese logrado pasar. Me llevaron los deberes hasta que por fin salí y pude venir a clases normalmente.
-Sí, el último mes -Ino arrugó el ceño-. Bueno, bueno, será mejor que entremos.
-Saluda a Neji de nuestra parte -dijo Sakura soltando al rubio-. Nos vemos, Naruto.
-Hasta luego -la rubia le plantó un beso en la mejilla
Naruto y Hinata se quedaron de pie en medio del patio mirando en direcciones distintas. Algo cohibidos comenzaron a caminar juntos, bastante separados.
-¿Quién es Neji? -preguntó de improvisto, tras unos momentos de silencio-. Si es que no te molesta, claro.
-Es mi novio -dijo con sencillez-. Pero es mi primo también. Venimos de dos ramas distintas de la familia; somos pocos los apellidos que surgieron en la época Edo (3) que se mantienen vigentes hoy en día.
-¿Hay más?
-Yo sólo frecuento cuatro familias -se rascó la cabeza-. El clan Akimichi, tienen un heredo de mi edad, Chouji; el clan Inuzuka, su heredo, Kiba; el clan Uchiha, con Sasuke; y el clan Aburame, con Shino. Son muchos en realidad, pero esos son los más conocidos.
Al llegar a la puerta del salón, se detuvieron.
-¿Pasarías el receso conmigo? -preguntó el rubio componiendo una pícara sonrisa
-Claro -dijo la pelinegra
-Entonces, nos vemos.
Sin quitarle la mirada de encima, se encaminó a su lugar. Sasuke ya estaba allí y no pudo evitar sonrojarse, cosa que a Hinata no le pasó desapercibida. ¿Sería que a Naruto le atraía el Uchiha? Adicta como era a las relaciones entre hombres, detalle de su personalidad que sólo Neji conocía, estaba más que dispuesta a ayudarlo a liarse con él. Después de todo, hacían linda pareja.
-Ellas tenían razón, si es guapo -pensó, corriendo a su sitio.
-
-¿Y ustedes?
Akamaru comenzó a ladrar, revolcándose a los pies de Hinata, quien entendió lo que quería y le rascó la panza. Kiba, todavía de pie, sacó una pelota de béisbol bastante sucia y maltratada de la mochila que llevaba a la espalda, y la lanzó al rubio antes de sentarse frente a él.
-Pensé que te gustaría -explicó-. Hace unos años me la gané en un juego de los Gigantes, en San Francisco. Te la regalo, es tuya.
-¿Por qué? -preguntó, confundido-. ¿Cómo supiste que me gusta el béisbol?
-Lo supuse, además, todo buen americano tiene un equipo favorito. A mi no me sirve, ni siquiera me agrada el deporte.
-Vaya Kiba, tú si sabes ser dulce -dijo Hinata riendo entre dientes-. Esa es su forma de decirte que te considera un buen amigo, sólo acepta.
-¡No tartamudeaste! -se hizo el sorprendido-. La hubieras visto hace tiempo, no podía mirar a nadie a la cara; era demasiado cohibida.
-¿En serio? -eso si no se lo creía-. No parece, cambiaste bastante.
-Digamos que entendí un poco tarde que si no ajustaba mi actitud, iba a perder a alguien importante... Neji jamás se hubiera fijado en mí de no ser así.
-En eso te equivocas -Kiba le golpeó la frente-. Él estaba enamorado de ti desde antes que te volvieras alguien sociable. Lo que le llamó la atención fue tu timidez, tonta.
-Supongo que tienes razón...
Naruto sonrió de medio lado, contemplando la pelota que tenía entre las manos. Kiba le recordaba inevitablemente a Colin, quien tenía un temperamento parecido, y Hinata, a Sam, su prima, una chica tímida pero extrovertida al mismo tiempo. Tal vez no se le haría muy difícil adaptarse a su nueva vida, al menos no tanto como había imaginado en un principio.
-Por cierto, esta tarde iremos a Shibuya, las chicas y yo -dijo Hinata, sin soltar a Akamaru-. ¿Quieren venir? Me pidieron que invite a más personas.
-¿Ya les dijiste a los demás? -preguntó Kiba, interesado. Ino le llamaba la atención en más de una forma
-Chouji y Shikamaru irán después, Gaara y Temari regresan hoy de Egipto; Shino no puede, Neji también irá, Lee igual, sólo faltan ustedes.
-¿Y Sasuke? -preguntó Naruto, arrepintiéndose de inmediato-. ¿No es amigo suyo?
-Sí, pero él no es de los chicos que van a un bar por las noches, casi no sale con nosotros -la pelinegra se puso de pie, sonriendo extrañamente por el comentario de Naruto-. Los esperamos a las siete frente a Imago Mundi.
-¿Dónde trabajas? -Kiba parecía sorprendido-. Creí que te daba vergüenza que te viéramos con el uniforme.
-Ya no importa, de igual manera hoy me dieron la noche libre.
La campana tocó antes de que pudieran dar una respuesta, pero ese silencio Hinata lo tomó por un sí. Esperó hasta que se levantaran y regresaron al salón.
-
-El libro que tienen frente a ustedes es una copia del clásico original de Romeo y Julieta -dijo Kakashi sosteniendo otro igual-. Cada uno de ustedes, junto con su compañero de mesa, vendrán hacia adelante de la clase y representarán una escena de la obra escogida por mí.
Las bocas de todo el salón cayeron hasta el piso. Una cosa era leer en voz alta, otra muy diferente actuarla. Además, la distribución de personas estaba bastante desequilibrada: la mayoría del salón estaba ocupado por parejas del mismo género. Una mujer tendría que fingir ser hombre, y un hombre una mujer. Y si mal no recordaban, la escena final era un beso, seguido de la muerte de Julieta. ¿A cual de todas las parejas les tocaría precisamente ese pedazo de cuento?
-Comencemos...
Lo que al principio les pareció una muy mala idea, terminó convirtiéndose en algo verdaderamente divertido. Los más bromistas del salón exageraban las cosas hasta el punto de hacer reventar de risa a su público, con profesor incluido. Kakashi era el único maestro de toda la secundaria que tenía técnicas de enseñanza como esas: estaban aprendiendo al dedillo toda la novela escrita por Shakespeare sin leerla. Cuando Sakura e Ino terminaron con su presentación, los ojos de todo el salón se posaron en la mesa faltante: Naruto y Sasuke se tensaron visiblemente.
-Pasen, caballeros.
Se levantaron a regañadientes, con los libros en la mano para poder leer los diálogos.
-No van a necesitarlos, en esta escena no hay que hablar -el extraño tono de voz de Kakashi los asustó-. Naruto, tu serás Romeo, y Sasuke, tú Julieta.
-Gracioso -murmuró quedamente el moreno
-Esa es la parte más dramática de toda la historia, Romeo, acuéstate en el escritorio para que todos puedan verte -ordeno Kakashi. El aludido se apresuró-. Ahora, Julieta, el amor de tu vida ha muerto y vas a despedirte de él. Fingiéremos que ya has dicho tus líneas, entonces lo único que tienes que hacer es besarlo, y luego suicidarte con una daga. Fácil.
La pálida piel de Sasuke se decoloró mucho más al escuchar lo que tenía que hacer, pero él no era el único. Naruto temblaba ligeramente acostado sobre la mesa, tratando de contener las arcadas de su estómago: iba a ser besado por un hombre. Aceptaba que haber sido tan injusto con sus padres no fue lo más acertado, pero que Dios lo castigase de esa manera tampoco era justo.
-Vamos muchacho, que esto es parte de tu nota -Kakashi lo acercó a la mesa-. Es sólo un beso, no es que vayan a enamorarse luego.
Con eso sólo consiguió ponerlos peor, pero Sasuke, conociendo como conocía a ese hombre, sabía que era mejor hacerle caso antes que negarse. Así que respirando profundamente, se volteó hacia el rubio, lo sujetó por los hombros y lentamente comenzó a acortar la cercanía entre sus rostros. Pero en lugar de besarlo, llevó la boca hasta su oído, donde le susurró unas insinuantes palabras:
-Linda boca...
Sin esperar una respuesta, lo besó profundamente ante el asombro de toda la clase.
(1) Bastards: bastardos en inglés.
(2) Aunque en otros fics no lo he dejado claro, yo utilizo el sistema de clases de mi país, que consta con seis años de secundaria antes de entrar a la universidad.
(3) Las Guerras Púnicas fueron una serie de tres guerras que enfrentaron, entre los años 264 a. C y 146 a. C, a las dos principales potencias del mediterráneo de la época: Roma y Cártago.
(4) Época en la historia japonesa comprendida entre 1603 y 1868, cuando la época del shogunato llegó a su fin.
Nos vemos en el siguiente.
