Un Jardín de Rosas…

Guerra Florida 2011


Tras una semana de haber estado bajo tanto trabajo, conferencias y publicaciones de los recientes hallazgos, de sus investigaciones realizadas en la el Jardín Botánico, de la Universidad de Chicago, Candy por fin se encaminaba hacia su destino.

Había tomado la carretera que la dejaría en el Hogar de Pony, en su jeep descapotable, recorría el camino, dejando sus rizos al aire, sintiendo el viento pegar contra su rostro…

Había siempre una casa, mejor dicho una mansión que traía de sólo verla la mayor melancolía… El contemplar aquel paraje abandonado y desolado casi rompía su corazón. Alguna vez, debió ser muy hermoso, siempre se decía….

En aquella ocasión decidió que pararía a un lado del sinuoso camino y vería más de cerca aquel abandonado paisaje. Todo parecía haberse quedado atrapado en una época que no era la suya… Tal vez, está embrujado pensó… Luego se dio unos pequeños golpecillos en la cabeza, pensando, que eso era muy infantil…

La puerta se encontraba cerrada… Un emblema aparecía en la puerta principal. Se encontraba cubierto de polvo, con una cadena y un pesado, pesadísimo candado sujetando las dos puertas, que abrían el camino, hacia el que alguna vez a su parecer, fue un camino lleno de rosas. Caminó por fuera, para ver si encontraba alguna otra entrada, pero no encontró nada, más que otros portales, que igualmente estaban sellados…

Caminó y caminó hasta que se adentró en los límites de la propiedad… No podía creer lo que sus ojos veían… Un hermoso río, enmarcado por los más hermosos árboles, pinos, sauces, flores silvestres, piedrecillas, rocas, pájaros, y rayos de sol, atravesaban por él. Nunca había visto tal paraje. Es más, ella ni siquiera sabía que un lugar como ése se alojaba ahí…

Siendo ella una afamada bióloga especializada en la botánica del lugar, se sintió automáticamente atraída hacia la belleza de lugar… De pronto algo en su pantalón comenzó a moverse…. Algo la trajo de vuelta a la realidad…. Su celular vibraba porque había recibido un mensaje… - ¿Hija, llegarás pronto…? Srita. Pony…- ¡Ohh, pero que tonta había sido! La estaban esperando, pronto, retomó el camino por el que había llegado y se hizo la promesa de regresar el siguiente fin de semana. Al llegar a su jeep, dio un último vistazo al portal que pareció alguna vez cubierto por rosas, pero que ahora sólo lo enmarcaban tallos secos con espinas, y desapareció tras el polvo alzado por el roce de sus llantas contra el abandonado camino.

Así había transcurrido una semana. Candy todos los días amanecía y se dormía con aquel bello recuerdo de ese hermoso lugar. Se había prometido ir de día de campo, aunque fuera ella sola y tomar muestras de las bellas plantas y recorrer todo el lugar… Conforme avanzaba la semana, sus planes cada vez eran más ambiciosos, hasta que se descubrió fantaseando sobre aquel lugar.

Finalmente el tan añorado día llegó… Dejaría todo atrás, como siempre lo hacía, los fines de semana y se dirigiría a ese bello paraje. El camino se le hizo largo, muy largo, pues la emoción de poseer ese lugar, de ser la única que disfrutara de tantas golosinas que ofrecía, le erizaba la piel.

El abandonado portal de espinas, pues ella lo comenzó a llamar así, apareció frente a ella. De nuevo ese pesado candado, con esa cadena de eslabones grandes, se encontraba atrancando la puerta. La melancolía la invadió de nuevo, pues podía sentir y respirar la tristeza del lugar…

Sin más continuó su camino, no quería pensar en cosas tristes, así que ya había tomado su pequeña maleta, su cámara de fotos, su canasta con todo lo que llevaba de comer para su pequeño pic-nic. Estaba realmente cómoda con la idea… Sus pies la llevaban solos hacia aquel hermoso río… Una cascada caía primero, armonizando con su sonido del agua al caer el lugar… Sentía la brisa fresca acariciar su piel y los rayos de sol calentar su cuerpo…

Puso en marcha su operación golosinas para Candy… El sol apenas despuntaba para el medio día y ella ya había recolectado todo lo que necesitaba. Tras su ardua labor decidió que se daría un descanso, que era en realidad lo que la había motivado toda la semana. Se retiró la ropa que llevaba y debajo llevaba un pequeño bikini, que dejaba ver su hermosa silueta, de mujer. Sus cabellos se encontraban amarrados por un listón y tomó sus gafas de sol, una toalla, y untó en todo su cuerpo un protector para el sol, que hacía que su nívea piel se bronceara bajo los rayos de sol… En cada bocanada de aire que tomaba se impregnaba de la hermosura del lugar… Llevaba con ella un hermoso sombrero que enmarcaba sus facciones y escogió un pequeño claro en medio de árboles, a la orilla del río, que se encontraba rodeado de vegetación silvestre y de algunos botones de rosas silvestres. Se había enamorado del claro desde que lo había visto, así que en ese lugar acomodó todas sus pertenencias y se refugió en la sombra del roble que generaba el claro. Al transcurrir unos minutos, sintió unas ganas enormes de nadar y mojarse bajo esa cascada… Sin más tomó valor y se sumergió hasta el fondo del cristalino río… Al principio el agua le pareció fría, sin embargo al moverse y sumergirse su temperatura se aclimató a la del agua del río.

No supo cuánto tiempo pasó, sin embargo, entro y salió, se sumergió, y volvió a salir. Nadó de un lado al otro, se acercó a la cascada, pero la corriente era fuerte así que se sumergió para nadar por debajo. Encontró una pared con rocas alisadas, que brillaban como el ónix detrás de la cascada. Pequeñas plantitas se asomaban por entre las rocas, quiso tomar una muestra, pero sería peligroso porque no llevaba el equipo necesario. En otra ocasión, se dijo… Volvió a sumergirse y salió del otro lado, en dónde los rayos del sol calentaban la superficie del agua… Resolvió nadar un poco más y disfrutar del agua… Al poco rato se encontraba disfrutando del cálido baño de los rayos del sol sobre su cuerpo… La brisa pegaba sobre su piel, así que pensó que lo mejor sería dejar su bikini secar al sol. Retiró las pequeñas cintas que lo sostenían de su cuello y luego retiró la parte de abajo, acomodó todo de un lado y se colocó su camisa blanca de algodón que era alto larga, cubría sus partes íntimas, rozando ligeramente por debajo de sus bien formados glúteos.

Movió su toalla hacia la sombra del árbol y sacó sus provisiones para almorzar. Una pequeña ardilla había descendido del árbol y se encontraba junto a ella, aparentemente, no le causaba la menor sorpresa. El aroma de las almendras y nueces de la india que traía dentro de su canasta habían llegado hasta la pequeña visitante. Era su primer contacto con alguien, desde que había llegado a ése lugar… Candy tomó una pequeña nuez de la india y la colocó a un lado… Ni lenta ni perezosa, su compañera la tomó y empezó a devorarla. Repitió lo mismo tres veces más hasta que las dos habían comido las suficientes. Luego Candy saboreó su sándwich, y lo acompañó con su soda favorita. Después tomó agua y sacó una rebanada de pastel de chocolate que le había sobrado, de la fiesta que había organizado para su jefa. Era el mejor pastel de chocolate de la ciudad y sería su postre, tras una ardua labor de recolección.

La brisa cálida de ese lugar pegaba contra todo su ser, algo en el lugar la hechizaba, la envolvía, pronto se encontraba recostada, dejándose bañar por los dorados rayos del sol, profundamente dormida. Su pequeña amiga, había subido hasta su guarida y había hecho lo que su nueva compañera, se había acurrucado bajo la suave brisa…