Disclaimer: Danganronpa y sus personajes no me pertenecen, créditos a sus respectivos dueños.

Artista de la imagen: Dhiea

Advertencia: OoC y cambios en alguna que otra escena.

Summary: A pesar de que iba a ser su fiel gruya, fue demasiado tarde para volver a serlo.


Víctima: Sayaka Maizono

El incentivo de Monokuma fue suficiente para derrumbar su perfecta máscara de bienestar. Piernas, manos, brazos; todo su cuerpo temblaba al son de la desesperación, el espectáculo había comenzado y ella era la única en el escenario de esta desdichada actuación. Incapaz de seguir observando aquella aberración, escapó de la sala de audiovisuales y se escondió en un aula cercana. Casi al instante, el agradable chico con quien estrechó lazos durante este hervidero de locura al que inocentemente llamaron escuela vino en su busca. Con una cara de extrema preocupación, Makoto Naegi vino en su busca y no tenía intenciones de irse. Ignoró por completo sus palabras de aliento, las que tanto había trabajado durante ese corto lapso de unos minutos para tratar de consolarla.

—Cueste lo que cueste, te sacaré de aquí, Maizono-san.

Por un momento, los ojos de la nombrada resplandecieron como nunca antes lo habían hecho, llenos de desesperación y lujuria hacia la libertad. "Cueste lo que cueste", esas palabras bastaron por sí solas para devolverle aunque sea un poco de esperanza, la suficiente como para reconstruir la máscara que escondía a la verdadera Sayaka Maizono, una joven que teme el futuro y que haría de todo para seguir estando donde está, ya que lo dio absolutamente todo para llegar, lo haría de nuevo para seguir, ella no tenía ningún problema en echar por la borda su dignidad, el mundo del espectáculo era difícil y lo sabía mejor que nadie.

—¿De verdad, Naegi? ¿Lo dices en serio?

En una situación como esta incluso las palabras son peligrosas, sobretodo si dices con tanta convicción algo como eso.

—Sí, te prometo que saldremos todos juntos de aquí.

Su mirada de un bello color verde expresaba seguridad y esperanza, pero poco le importó, ya solucionó su pequeña duda y nada más que eso era de su interés.


Sentada en su cama y mirando hacia el techo, Sayaka Maizono recordó su vida hasta ahora; las humillaciones, el maltrato, la cantidad de veces que fue saboteada en una sola actuación con tal de que su fama cayera en picado... el mundo del espectáculo no era color de rosa, no, al contrario, era un campo de batalla, no poseía segundas oportunidades, era matar o morir... y precisamente le molestaba de sobremanera que algunos lo tomaran tan a la ligera. Escaneó con detenimiento la espada que tomó junto con Naegi para su defensa personal, tanto la funda como el mango brillaban fuertemente, incluso parte de ese brillo quedó pegado en sus dedos por haber tomado la pequeña katana tan a la ligera. Desprendía tanta belleza y pureza, parecía que ese objeto estaba hecho con la intención de que alguien noble la tomara y la usara con destreza, ¿no sería un desperdicio dejarla ahí a su suerte? Se incorporó y fue hasta donde se encontraba posicionada la katana, sus frágiles dedos experimentaron una corriente eléctrica nada más rozarla, una sensación que se trasladó por todo el cuerpo de la joven. Cegada por sus deseos, abrió su mano y se aproximó a la espada, la ansiedad recorría cada milímetro de su piel y el corazón le latía a mil por hora, era su momento, era tiempo de irse de allí y volver al lugar donde pertenecía... fue entonces que se detuvo, reaccionó a escasos milímetros de agarrar el arma y apartó con suma rapidez la mano.

Tal vez si comía algo se sentiría mejor.

Salió de la habitación y fue directa a la cocina con la intención de comer algo, lo que sea con tal de despejar un poco su mente. Una vez dentro notó las inquisitivas miradas de Asahina y Oogami sobre ella, probablemente se estarían preguntando su estado, después de todo, nadie a parte de Naegi sabía cómo estaba tras ese espectáculo que montó gracias al asqueroso incentivo que logró hacerla perder el control sobre sí misma. Suspiró pesadamente, se suponía que salió para despejarse no para seguir pensando en eso.

Miró por los alrededores de la cocina en busca de algún alimento que la satisfaga a primera vista... pero de nuevo su mirada se quedó en el lugar equivocado. Una gama de cuchillos ordenados de menor a mayor llamó la atención de la Idol. Todo en ella comenzó a temblar, pero esta vez no era por miedo, no, todo lo contrario, era de emoción. Radiantes, limpios y afilados; a simple vista podía afirmar lo suaves que parecían y el como amaría tener uno entre sus manos, el solo imaginarlo le erizaba la piel. Antes de darse cuenta, cogió uno de ellos y se lo llevó, teniendo encima los ojos de las otras dos presentes.

Había sido engañada cruelmente por la desesperación que tanto la estuvo acechando y ahora estaba cayendo en un eterno vacío sin emociones más que la nombrada.

De vuelta en su alcoba, Maizono buscó lápiz y un cuaderno donde escribió una nota para Leon Kuwata.

Si iba a matar lo mejor es deshacerse de un ser tan impertinente y que tomaba algo como el mundo de la música como un juego de niños.


Todo estaba listo, no había margen de error en el plan que tan minuciosamente creó, sólo hacía falta esperar a la preciada víctima. Una leve sonrisa fue dibujada en su rostro, casi podía notar la risa salir de ella, mas se quedó en algo interno que soltaría cuando estuviera fuera de allí.

—¡No os dejéis engañar por él, juntos podemos salir de aquí, no hay necesidad de matar a nadie para hacerlo!

Sus pupilas se empequeñecieron al oír la suave y profunda voz de ese individuo, el temor era palpable y estaba nervioso en ese instante, cualquiera lo estaría en una situación así, pero el que pudiera manejar de esa forma sus emociones la hacía sentir una fracasada... en verdad no esperaba menos de alguien que pudo lograr cautivarla a pesar de que fue un acto bastante simple.

Sostuvo rígidamente el cuchillo de cocina e ignoró esos innecesarios pensamientos. El sudor perlaba la blanca y delicada piel de la muchacha y el corazón le latía de forma descontrolada, como si se fuese a salir del pecho. Su cabeza recreaba cada vez más y más imágenes de Naegi y su cuerpo seguía regido por la desesperación, una ardua batalla estaba por iniciar.

La cámara de seguridad en la habitación se ajustó de modo que la joven de larga cabellera azul oscuro quedara en primer plano junto con su cara llena de miedo e inseguridad. La mente maestra sonrió complacida ante tal imagen, es incluso más placentero de lo que creyó y definitivamente no dejaría que eso terminara nunca.

Para Maizono, el tiempo se detuvo al momento en que esa puerta fue abierta, revelando la despreocupada figura de Kuwata cerrando la puerta tras de sí. Antes de que siquiera hablara, corrió hacia él y trató de asentarle un cuchillazo en alguno de sus brazos con tal de quitarle la máxima movilidad posible, fallando en el intento por los buenísimos reflejos que poseía el pelirrojo. Durante un rato permanecieron así, ella atacando y la víctima esquivando como podía, así hasta que Leon chocó con la katana de prácticas que Sayaka llevó consigo en caso de emergencia. El beisbolista no dudó ni un segundo en contraatacar, rompiéndole la muñeca y desarmándola en el momento.

Presa del miedo, corrió y se encerró en el baño como medida de seguridad, aunque sabía que eso no duraría sino hasta unos minutos. La vida que llevó durante todo este tiempo pasó frente a sus ojos, desde aquella pequeña niña viendo maravillada las Idols y las sonrisas que provocaban hasta ahora, donde terminaría todo.

Ella siempre fue una inocente niña que deseaba el bien de todos, odiaba con locura ver la crueldad del mundo que le rodeaba y que éste lo permitiera. No quería ver más lágrimas derramadas por más que eso fuera imposible, quería esparcir la alegría y dar aunque sea un rayo de esperanza en el corazón de todo el que la viera, tal como Makoto hizo con su persona en cierto momento. El corazón de Maizono latió como esa vez que vio ese acto de nobleza, era una gruya, él simplemente pudo haberla dejado a su suerte y seguir con lo suyo, no obstante, la salvó de un destino fatal y eso bastó para cautivarla.

—Tú no podrías hacer esto... ¿verdad... Maizono-san?

Un amargo tono de decepción retumbó en su cabeza, Makoto nuevamente irrumpió en su ser sin permiso.

—¿Cierto, Maizono-san? Tú jamás harías algo así.

Agachó la cabeza llena de arrepentimiento, ¿en qué clase de persona se había convertido?

—Perdóname, Naegi —susurró débilmente.

En ese instante la puerta se abrió y con ello llegó el fin de sus días. Ni corto ni perezoso, la apuñaló en el abdomen, a lo que la ahora víctima soltó un grito desgarrador que nadie más pudo escuchar. Leon escapó segundos después sin comprobar si estaba viva o no.

Craso error.

Con las últimas fuerzas que le quedaban, Sayaka escribió como pudo el nombre del agresor con la sangre de su cuerpo. Sentía como si levantara un yunque en vez de su mano.

«Vamos, tú puedes» se animó mentalmente, finalizando la última letra.

Bajó de golpe su mano a pesar del fuerte dolor en la muñeca. La tarea de respirar se le hacía cada vez más pesada y el ritmo cardíaco disminuía a gran velocidad, calculaba que le quedaban escasos segundos. Sus párpados se cerraron lentamente y todo en su organismo empezó a debilitarse.

«Realmente perdóname, Naegi»

La esperanza había ganado, pero era demasiado tarde.


Esta cosa... ¡esta cosa me costó la vida en verso! Pero valió la pena ;w; o eso creo.

Oh sí, soy una novatilla en lo que a Danganronpa se refiere, pero voy a mi ritmo uwu así que hola a todos desconocidos (?)

Intenté llevar a Maizono a la locura, tal vez no esté muy bien, pero para eso está este fic, para practicar :'3

Probablemente esto quede en el olvido, el pobre fandom no da a basto, pero estoy bastante feliz con poder practicar algo como la locura uwu

Nos leemos~

PD: ¿Review? ¿Fav? ¿Follow? ¿Algo? ;w;