(lea la historia escuchando Imperial Mammoth)
Había pasado un año desde su partida, un año en el cual yo había dejado de ser quien era, porque me faltaba aquel que completaba mi ser: Edward. Tras su partida, el dolor me partía el alma y veía su rostro allá a donde miraba, me dolía pensar que yo lo amé, que yo lo amo, que yo lo quiero, que sin él no vivo. Él era mi vida, mi estrella más preciada, quien complementaba mi vida, mi piel e incluso lo que me hizo creer que tanto adoraba en mí, mi alma. Una vez fui a la casa en la que él y los que consideraba mi familia, una vez se encontraban, y los recuerdos me torturaban, pero de cierta manera, me reconfortaban, me hacía sentir bien el imaginarme un mundo paralelo en el cual él me amaba, mi amiga y hermana, padres y hermanos me querían, no lo que él me había confesado que de verdad era, una falsa, una apariencia, un juego divertido con la sensible y estúpida humana. Nunca más volví a nombrarles, a mirarles o a verles, ya que simplemente, nunca vinieron a decirme que todo era una broma o un mal sueño, y que no creían como podía llegar a creer que ellos harían algo así. Quería oír sus regaños, sus decepciones y sentir sus abrazos cuando no aguantara más la felicidad de tenerlos enfrente mía. Quería eso y lucho por ello, por despertar un día con sus presencias, mirar a la noche el cielo y ver estrellas, encontrarle sentido a lo que todos llamamos vida, tener un motivo por el que despertar, por el que llorar y reír. Yo quiero un amor, pero no cualquier amor, yo quiero el de él pese al rechazo o a la verdad, pese a lo lógico o a lo ilógico. Y aquí en mi lecho de muerte, a escasos momentos de atravesar mi pecho, que tan invisiblemente perforado a estado desde su ausencia, sostengo mi última memoria, al pie de su hermoso piano de cola negro, y cuando mi sangre corra por sus teclas, y mi cuerpo yazca sobre él, lo último que se deslizará por mis dedos será por siempre en vida y en muerte, la historia de un amor más grande que el de una pareja, que el de una amiga, que el de unos hermanos, que el de unos padres, será la historia de la que un día fue mi familia.
