Bueno, tengo abstinencia Creek, no pude evitarlo y terminé escribiendo esto. Surgió al rememorar mi oneshot "No sonríe", también porque escuché muchas canciones tristes de un anime llamado Higurashi no naku koro ni. Mi inspiración surgió de sus trágicas canciones e.e. No se cuando voy a poder actualizar mi otro fic, tengo problemas para abrir el documento :/ pero una vez lo abrí, así que no creo que sea imposible(? Y ya seeeee que es una locura absurda subir dos fics al mismo tiempo, por eso no voy a actualizar tan seguido este. Quizás una vez por semana o una vez cada dos semanas, todo depende de mi inspiración, porque apenas hoy pude escribir este capitulo xD La historia empieza con una retrospección, o sea con el final, en los siguientes capítulos se contará todo lo que sucedió antes y se va a ir explicando como todo terminó así. Obvio que los personajes no son mios, son de Trey Parker y Matt Stone. Si alguien lo lee, le agradezco por adelantado.


Habían pasado dos horas, pero los segundos seguían corriendo al mismo tiempo que los copos de nieve caían uno tras otro. Una capa gruesa de hielo cubría las hiervas del suelo, las calles también eran cubiertas por el hielo del invierno que todos repudiaban en el pueblo. La ventisca no era muy fuerte, pero el frío si lo era, era duro y rotundo y llegaba a lastimar las pieles frágiles que no llevaban el suficiente abrigo para salir. El cielo se oscurecía por dos razones, la primera era que el anochecer se aproximaba y el atardecer comenzaba a abandonar ese día; la segunda era por las constantes nubes grisaseas y amargas que cubrían el cielo, provocando que ese día inolvidable se torne más tétrico y amargo. La escena que se podía apreciar con lujo de detalles no tenía nada que ver con el centro del pueblo al que llamaban South Park, sino a su peculiar lago apartado de las pequeñas casas y acogedores negocios. Era domingo y a esas horas no había ni el mínimo rastro de personas en las calles, por eso era más que evidente que no habría rastros ni de jóvenes ni de adultos en el borde del lago, el cual parecía estar congelado gracias a las tan bajas temperaturas que azotaban a la población.

La nieve se hacía más densa y verla caer parecía un espectáculo hermoso, por lo menos para los que no están acostumbrados a deleitarse con semejante paisaje.

Una escena triste y solitaria.

Él sentía que cada bocanada de aire dolía. Estaba muriendo y nadie vendría en su ayuda.

Un dolor carcome su estómago y la parte baja de sus pulmones, quizás le habían partido un par de costillas. Sus descuidados labios eran cubiertos por la sangre que escurría de su interior, le costaba respirar porque la hemorragia interna era inminente. Sabía que estaba muriendo, pero no podía evitarlo. Sus piernas estaban entumecidas porque desde que permanecía recostado contra la nieve, no se había movido ni un centímetro. La sangre de sus venas se enfriaba, podía apostarlo. ¿Moriría de hipotermia o por esa hemorragia interna?

Dolía mucho. Cada vez que sus pulmones se llenaban de aire, sentía que le estaban clavando cuchillos en el pecho. Respirar se estaba haciendo cada vez más difícil y más doloroso. Tose sin poder evitarlo, proporcionándose una puntada aguda en el pecho y soltando un par de gotas de sangre que manchan la clara y pálida nieve.

Entonces, por primera vez, siente que sus ojos se nublan un poco, que las cosas se distorsionan y que no puede ver con la misma claridad que antes. Deja caer su cabeza hacia un costado y no cambia su expresión, no era de miedo o de agonía, tampoco un semblante adolorido o desesperado por evitar su destino. Observa a la nada misma y no demuestra ninguna emoción, permanece taciturno observando el camino a lo lejos. Sólo se veía la nieve y unos pinos muy lejanos. Estaba solo.

Su espalda estaba recostada contra el suelo a unos cuantos metros de la orilla del lago, estaba más entumecida que el resto de su cuerpo debido al contacto con la nieve. Sus ropas estaban rasgadas y sucias en un par de lugares, a pesar del clima invernal extremo él estaba usando únicamente unos jeans negros al cuerpo y un abrigo azul oscuro, holgado a comparación de su figura.

Su boca se vuelve a llenar de sangre y tose con incomodidad al no soportar ese sabor metálico nuevamente, estaba acostumbrado a sentirlo desde hace tiempo, pero eso no significaba que le gustara.

Quizás se merecía todo eso. Si, desde el momento en que reposaba allí, esa posibilidad rondaba por su cabeza con bastante calma. Por eso no se quejaría, no gritaría en busca de auxilio ni trataría de incorporarse o arrastrarse para encontrar ayuda. De todas maneras, los dolores que lo invadían eran demasiado intensos como para poder intentar cualquiera de esas cosas.

Cierra los ojos, volviendo a sucumbir por otra puntada de tajante dolor en el pecho y tiembla tratando de resistir. No omite sonido alguno, se limita a aguantar, como siempre. Su rostro estaba manchado por salpicones de sangre, sentía que tenía una herida en su cabeza porque le dolía a horrores, un hilo grueso de su oscura sangre recorría su rostro, proporcionándole un aspecto aún más deplorable.

Si estaba muriendo, quería verlo una vez más.

No, ¿En qué mierda estaba pensando? No era lo correcto. Después de todo lo que hizo, después de ser una total mierda con él, de haberlo lastimado sin compasión, merecía su odio. Su aborrecimiento, su rechazo, su mirada despectiva. Necesitaba que le grite en ese instante cosas hirientes así por lo menos, parte de su culpa comenzaría a extinguirse. Ah, dolía demasiado respirar, vuelve a abrir los ojos y siente como se humedecen un poco, ruega que las cosas pasen más rápido así se evitaba el dolor aplastante que tenía que soportar.

¿Podría ser posible que él estuviera corriendo hacia donde estaba? ¿Lo estaría buscando? ¿Querría ayudarlo? ¿Le importaría su dolor?

No tendría por qué importarle.

Todos lo errores marcaban su piel, ese era su verdadero dolor. Ser de esa manera por tanto tiempo y no poder remediarlo jamás lo estaba destruyendo, pero aunque sea al final, había intentado hacer lo correcto. Tweek era muy valioso, era frágil y leal, confiable y autentico.

Sus días con el rubio sólo le habían enseñado que era el ser humano mas sucio e imperfecto de todos, la inmundicia reencarnada en una persona. Tal vez algunos errores merecían el perdón, pero los suyos no. No le molestaba irse para siempre, estaba bien. Prefería no volver a ver el rostro angustiado de Tweek, llorando por su culpa. No, por favor, no podría volver a tolerarlo de nuevo. La culpa y el remordimiento estaban presente en su cabeza, las ganas de gritar hasta desgarrar su garganta por la impotencia que llenaba cada poro de su piel.

Pero todo estaría bien, muy pronto.

Porque si dolía tanto respirar y costaba trabajo hacerlo por los borbotones de sangre que se acumulaban en su garganta, lo mejor sería dejar de hacerlo. Sentía que cada vez que su pecho se contraía por su entrecortada y dificultosa respiración, se le clavaban miles de dagas ardientes en su interior.

No podía darse el lujo de llorar, no por él. Aprieta sus puños, juntando un poco de nieve y aspira aire por la boca. Un par de mechones de cabello cubren sus ojos, y a pesar de toda la persecución que tuvo que sufrir hace horas, su gorro permanecía anormalmente acomodado en su cabeza, igual de sucio y maltratado que el resto de su ropa.

Que egoísta era, porque a pesar de no merecerlo, quería verlo. No deseaba que contemplara su estado tan deplorable y nefasto, pero quería aunque sea, sentir su cabello entre sus dedos. Juraba escuchar su risa, presenciar su sonrisa, rosar su piel, contemplar su alma.

¿En que momento todo se había arruinado? Toda su vida estaba acabada y no podía exigir una segunda oportunidad.

El aire de la última bocanada que había tomado con su boca se extingue rápidamente en su pecho, dejándole unos cuantos segundos más de conflictivos pensamientos internos. Dos copos de nieve aterrizan en su mejilla y se tiñen del color de su sangre que lo manchaba. Sus ojos se tornan grises y pierden brillo, ya no reflejan ese azul lleno de vida como antes. Ahora su fuego se estaba extinguiendo y su vida se escurría como el agua en las manos de cualquier ser humano.

No estaba tan solo...

Podía verlo a lo lejos y le sonreía con ternura, con protección.

En el centro del pueblo, alguien corría por las calles a todo lo que le daban las piernas. No tenía tiempo para dejarse vencer por sus inestables emociones ni por sus desbordantes nervios. Ni siquiera por su miedo, por su profundo terror de perderlo todo en su vida. No, si lo pensaba con detenimiento las lágrimas caerían de sus ojos y no había tiempo para esa clase de distracciones innecesarias. No ahora, por Dios, estaba tan cerca. Suplicaba que no fuera demasiado tarde.

Si algo le ocurría sería su culpa por querer aferrarse a su persona y no dejarlo ir, amarlo de una manera totalmente enferma y obsesiva y no poder aceptar el estar alejado de él.

Ya era tarde, la imagen de un cuerpo destruido y cubierto de heridas profundas y graves se cruza por su mente, seguido de esto el llanto es irreversible. El pánico de quedarse solo, el sufrimiento que lo atormentaba y el no poder respirar bien ni enfocarse en su camino porque las lágrimas cubrían sus ojos verdosos.

No estaba lejos, lo encontraría, lo lograría. Lo podía ver, casi podía sentir su cuerpo contra el suyo, abrazándolo y agradeciéndole a Dios que estuviera con vida y que sus heridas tuvieran remedio. Sanaría su dolor, estaría con él todo el tiempo que fuera necesario, todo con tal de hacerle un bien. Ya no le importaba si él lo aborrecía y no quería volver a verlo, Tweek estaría a su lado aunque no quisiera y se negara a enfrentarlo otra vez.

Pero al doblar la esquina de la calle y dar con un oscuro y descuidado callejón, se detiene y permanece de pie sin moverse. Los copos de nieve caían sobre sus hombros y sobre su cabello, nevaba como nunca. Se lleva sus temblorosas y frágiles manos al pecho, haciendo un esfuerzo inútil para detener sus acelerados latidos del corazón. Sus ojos perturbados, enmarcados por unas negras ojeras producto de noches enteras sin dormir, se quedan clavados en un punto indefinido del callejón. Y teme, teme de una manera que jamás se hubiera imaginado.

No podía aceptarlo, ¿Por qué tenía que pasar por todo aquello? No era una mala persona ni nunca había lastimado a nadie, sus amigos lo querían, sus padres lo cuidaban. ¿Por qué debía sufrir de esa manera entonces? ¿Que había hecho mal?

Cierra los ojos y cae de rodillas al suelo, se sujeta la cabeza tapando sus oídos con ambas manos y se limita a llorar. Se destruye la garganta por sus sollozos que eran semejantes a alaridos de sufrimiento puro. Todo era una ilusión, toda esa felicidad del pasado era un sueño. Ahora las cosas se tornaban más oscuras que la peor de sus pesadillas.

Craig Tucker deja escapar unas lágrimas de sus ojos, anhela con la vida sentir una última caricia.

Lo escuchaba, pero era consciente de que era una más de las voces de su cabeza que reflejaban un recuerdo pasado y distante. Esos lejanos recuerdos de cuando eran felices, al principio. Su sonrisas y sus nervios, sus tímidos besos y sus expresiones.

Que imbécil. Algo tan puro y honesto como él... no podía mezclarse con una basura como Craig.

...

...

"Aunque esos días pueden estar rodeados por la oscuridad...

siempre confiaré en ti."

...

...

No vuelve a tomar aire, no podría volver a soportar la puñalada de dolor en el pecho. Muy de a poco, deja caer sus parpados y se deja llevar por el cansancio. Estaba tan helado y tenía tanto sueño, quería descansar, necesitaba dormir. Las voces de su cabeza se van extinguiendo, dejando paso un claro silencio sepulcral y pacifico.

...

...

"Aunque puede que llegue a ser imperdonable...

Por favor, sigue brillando. Quédate aquí y sonríe para siempre."

...

...

El oxigeno deja de ingresar por su boca o por cualquier conducto. Su cansado cuerpo había rebasado el limite y no podía seguir resistiendo más. Se deja vencer, deja de pelear y le brinda un par de segundos más de consciencia al pelinegro. Los peores según él, ya que todo se volvía negro a su alrededor y nada cobraba forma. La soledad invade su corazón, también la desesperanza. Pero nunca el miedo, porque entendía que todo eso sucedía por una razón. Si su existencia lo perjudicaba, lo mejor era dejar de vivir.

...

...

"Lloraré por ti, sentiré tu pesar. Pero tú, por lo que más quieras..."

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Y en ese momento, sus débiles latidos se detienen y Craig...

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"No llores..."

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