Para Chia, un reto dejado en ¡Te reto a ti, ¡sí! ¡A ti! en el Foro Proyecto 1-8.
Ha llegado más tarde que temprano sin embargo espero que te guste.
Twister al desnudo.
En un día de verano muy soleado la vagancia de Taichi hacía estragos. Mientras Sora cosía uno de sus kimonos a mano, Taichi relamía la paleta sin helado una y otra vez. Aburrido, el trigueño podía ser una molestia, la piedra en el zapato de la Sora ocupada que necesitaba terminar el kimono.
La necesidad de salir para divertirse con su prometida lo volvía molesto, un atributo que normalmente evitaba demostrar pasado sus veintiún años de edad, pero, aunque retuviera el impulso de idiotez, de vez en cuando salía a flote su faceta niñata.
—… un momento caminando en el parque —Era la cuarta vez que proponía lo mismo—. Distraernos.
Sora levantó la cabeza, desviando su concentración del trabajo a Taichi, el cual se encontraba sentado con los labios torcidos, la paleta apretada lánguida en la boca y los codos sobre el espaldar de la silla en el cuarto tipo taller de Takenouchi.
El sudor bajaba por la espalda de la mujer ocupada y estresada por el otro.
—¿En serio, Taichi? —Alzó una ceja sarcástica—. ¿Crees que cambiaré de opinión en menos de tres minutos? ¿No ves que estoy ocupada? —Enseñó la tela para que notara que trabajaba.
Siempre le desagradó que Sora lo mirase como si él fuese estúpido cuando sabía que estaba siendo estúpido: ese tono pausado, cargado de una paciencia sobre exigida, lo ponía de malhumor.
—Pero estoy aburrido —Replicó, no obstante.
—Y yo ocupada —dijo—. Además, ¿te das cuenta que hace un calor tan jodido que aún bajo el aire acondicionado estamos sudados?
—Eso es porque estamos encerrados y no afuera.
—No voy a salir, Tai. Lo siento, he estado perdiendo mucho tiempo contigo los últimos días, tengo que hacer la entrega dentro de seis días y estoy atrasada.
Taichi no dijo nada, mas suspiró con una resignación que no soportaba, haciendo doler su pecho.
Pasó una hora en la que Taichi caminaba dentro del apartamento como león enjaulado turnándose entre ver televisión, hojear un par de libros, revisar por undécima vez el refrigerador y volver a repetir todo desde el principio, eso incluía preguntar si podían salir un momento a tomar aire.
Sora no lo toleró más.
—¡En serio, Taichi, te aprecias en los momentos donde estoy más ocupada!
El novio se sintió pequeño ante el grito de ella. Quedó en silencio, cabizbajo. Él solo quería pasar tiempo con ella, su vida laboral los consumía por completo; pidió las vacaciones por adelantado para aprovechar las de ella, no esperaba que Sora tuviera que trabajar y menos ganar de su parte esa mirada de enfado.
Enseguida el arrepentimiento cayó en consciencia de Sora.
—La verdad —Su voz atrajo la mirada del otro, su voz cariñosa llena de colores compungidos—. Estoy muy cansada de coser, ¿quieres hacer algo?
—¿Y si yo ya no quiero? —Se hizo el indignado, porque como él, no había nadie más terco.
Takenouchi borbotó una risa.
—Pues, iré por una sandía y tomaré una siesta si tú no…
—¡Está bien! —Convencido como un niño malcriado advertido de que su rabieta no funcionaría; aceptó la ofrenda de paz de Sora sin chistar más—. ¿Para donde iremos?
—¿Te parece quedar en casa? —preguntó, estirando los brazos, desperezando el cuerpo adolorido de tanto mantener su postura al coser—. No me apetece salir con este calor horrible. Fuera debe ser el doble de peor.
Yagami torció los labios no muy convencido.
—¿Y hacer qué? —Enseguida soltó la pregunta, se barajaron en su mente varías alternativas.
Sonrió sugerente y Takenouchi le lanzó un cojín a la cara leyendo sus intenciones.
—No estoy para hacer nada de eso.
—Entonces, ¿qué sugieres? —Inquirió, recostando un hombro del marco de la puerta.
La mujer se puso de pie, caminó, saliendo del cuarto al armario de los abrigos; regresó con una pila de cajas que iban de juegos de mesa.
—¡¿Qué?! —La decepción se evidenció en sus hombros caídos.
Sora le aseguró que era el plan perfecto, podrían distraerse por un buen rato sin la necesidad de salir de casa. Además…
—Sería divertido —dijo—, hace mucho que no jugábamos.
Taichi chasqueó la lengua.
—Eso esmejor que verte coser —El uso del sarcasmo logró que Sora lo mirara como si quisiera lanzar todas las cajas hacia él—. ¡Está bien! —Siempre cedía.
Llegó a la mesa y cogió varias de las cajas de juegos, revisándolas una por una, mirando con desagrado evidente.
—Quisiera jugar monopolio —Sora lo miraba desde su asiento.
Taichi levantó las manos sobre su pecho, negando el pedido.
—No, sí… —De nuevo fue sarcástico—. ¿Y no quieres que invitemos a la anciana del piso de arriba para hablar de gatos?
—Me gustan los gatos —perfiló Sora, tan astuta como los mininos de quienes se hablaba.
—Pero no me gustaría tener que escuchar cómo se deshizo de la otitis de Mago o cómo descubrió la camada de gatitos recién nacidos debajo de la encimera ¡y si tengo que escuchar cómo nombra a sus 23 gatos una vez más, me arrancaré las orejas! Lo juro por kami-sama.
La mujer rio. Dejó que su novio decidiera qué jugar mientras se mudaban a la sala de estar. Aprovechó la oportunidad para llegar a la cocina y preparar limonada, también picó varias rodajas de sandía fresca, el calor demandante podría volver locos a cualquiera.
Incluso a Taichi que cogía un abanico para refrescarse en el cuello. De boca apretada, cogió la caja de twister, sintiéndose cada vez más desilusionado, hasta que la vio en la isla de en medio de la cocina, con su ropa de andar en casa y la piel brillando a causa de la exudación.
El sudor lograba que la tela de la camisa que Sora llevaba puesta se pegara a su pecho. Le costó bajar la saliva por su garganta al tragar. La camisa de tela delgada, blanca, y las segregaciones que exudaba su cuerpo transparentaban la prenda. Los pezones de Sora saltaban a la vista; Taichi acomodó el pantalón —de repente apretado— en la entrepierna. En tanto, Sora se agachó, poniendo la bandeja con la sandía y limonada en la mesa central del juego de muebles de la sala de estar. Los firmes senos se movieron en el cuerpo inclinado —vaya qué vista le regalaba el escote ayudado con la nueva postura— como la gelatina de fresa cuando está en el mejor punto de congelación. Rebotaban cuando caminaba, también movidos por los movimientos que realizaba… No, definitivamente no, ya no quería jugar juegos de mesa.
No obstante, su agilidad mental para pensar planes absurdos y beneficiosos para su estado de ánimo, le hizo actuar contrario a las peticiones de su cuerpo.
—Amor —Se fue su voz en un galillo, tuvo que carraspear para recuperar su firmeza—. Cariño, esto… Juguemos twister.
La espinita en Sora picó. Lo conocía lo suficiente como para saber que ideaba un descabellado plan en esa cabecilla suya.
—¿Qué tramas? —Esa mirada de cachorro abandonado, aquella mano rascando la nuca, la sonrisilla boba que se formaba en sus labios… Sí, tramaba algo.
Taichi subió y bajó lo hombros, como quien no entendía lo que se le preguntaba.
—¿Tú qué tramas? —replicó él, la gota gorda bajando por su espalda y las pulsaciones en medio de sus piernas descontrolando mucho más sus pensamientos.
Sora enarcó una ceja.
—Taichi —reprendió, enjarrando las manos al nivel de sus caderas—. ¿Por qué el repentino cambio de actitud?
La nueva posición de la mujer hacía que Taichi la colocara dentro de un concurso de camisetas mojadas en su imaginación. Sus hormonas lo hacían pasar aceite.
Parpadeó muy rápido previo a hablar.
—Juguemos twister —El chico que sacudió la cabeza para despejar su libido en crecimiento—. Pero con una condición, apostemos.
Sora lo miró sin entender, ¿es que acaso se volvía loco su novio? Qué actitud tan sospechosa.
—Taichi…
No la dejó refutar.
—Apostemos, Sora —Ya tenía puesta su cara de diplomático negociador.
—¿Apostar? —interrumpió sin comprender—. ¿Te volviste loco?
Taichi rascó su cabeza, los labios haciendo un mohín frustrado.
—Nada que ver. Será divertido.
—¿Apostar qué? —preguntó perspicaz.
—La ropa —dijo—. Juguemos twister al desnudo.
Sora se rio con ganas, las carcajadas pudieron escucharse en el apartamento de al lado. Taichi la miraba con ojos aburridos.
—¿Te estás escuchando? ¿Es que acaso tenemos dieciséis años? —Ella negó con la cabeza, Taichi continuó insistiendo.
—Tú dices… A mí me suena a que nos divertiríamos de verdad.
—Que no, Tai. Se supone que ya quemamos esa etapa.
Taichi chasqueó la lengua frustrado. Cruzó sus brazos al nivel del pecho, pensó en que, si tanteaba su vena competitiva, quizás… podría ser que… Sonrió con malicia.
—Eres muy terca, Sora. Mira, si lo miras de este modo, los dos ganamos. Pero no importa, juguemos twister como vejetes sin imaginación. No entiendo en qué momento te volviste tan aburrida.
—No me convencerás con ese truco tan viejo.
—Eres una gallina miedosa —Inmediatamente, imitó el cacareo del animal—. Cooc-coc, coc-coc-coc.
—Qué infantil.
—Infantil nada. Te estoy retando y tú huyes —Esperando provocar, movió los labios monosilábicamente para que Sora pudiera leer en ellos la palabra: ¡Ga-lli-na!
—Avísame cuando madures —Ya no sonaba tan segura de sí misma.
Maldita sea, Taichi Yagami.
—Miedosita. Sabes que te ganaría.
—¿Ganar qué?
—El derecho elegir qué hacer el resto de la tarde.
—¿Como coser el pedido de una clienta sin que el novio esté merodeando con fastidio por allí?
—Solo si ganas. ¡Oh! Pero espera, no quieres jugar —Sonrió con mal intención.
Takenouchi mordió el labio. La propuesta era tentadora, podría sacudirse a Taichi si llegase a ganar, pero…
—¿Y si pierdo?
—¿Vas con actitud de perdedora?
—No. Solo quiero saber lo que te perderás cuando yo gane.
—¿Jugarás? —Enarcó su ceja, ya no podía controlar las ganas de reir. Había logrado picarla, ahora solo faltaba que cediera.
—Eres un idiota —dijo mirando de reojo, caminando hasta el juego, haciendo girar la aguja del tablero que indicaba que debían poner el pie derecho en el punto rojo.
Taichi rio triunfal, dando un salto con las manos en el aire y la sonrisa que expresaba que se salía con la suya.
Corrió y la abrazó por la espalda, dejando caer un beso en su pelo; ella rio. El simple hecho de tener contacto con su novia, el calor y sus pensamientos dirigiendo a su mujer a una competencia de camisas mojadas aumentaban su deseo de tumbarla contra el suelo y hacerle el amor sin compasión. Se contuvo, a pesar de sus deseos carnales.
Notas de autor: Será un twoshot. Iba a continuarlo después del hc que dejé en el topic pero me pareció que debía profundizar el comienzo.
Subiré la segunda parte cuando Chia deje review, es mi única condición.
