Esta historia participa en el III Fest del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black" y está basado en el prompt No. 50 "En el que Remus trabaja en rescate animal. Y compite con Sirius"

Gracias a Nea Poulain por betearme.


Capítulo 1

El estridente tono del teléfono fue seguido por los ladridos de algunos los perros que lo rodeaban. Remus se apresuró a sacarlo de su bolsillo, y contestar, al tiempo que los trataba de tranquilizar con un «shhh».

―Grupo de Amantes y Protectores de Animales, ¿en qué puedo ayudarle? ―mientras hablaba caminaba al interior de la casa―. Deme un segundo, déjeme anotarlo.

Se dirigió a su escritorio, que se encontraba en una esquina de la pequeña habitación, justo a un lado de la puerta por la que había entrado. Además de su escritorio y su silla, había otra mesa en el otro lado, justo enfrente de la puerta, donde estaba sentada una mujer pelirroja que lo miraba interrogante y en la otra esquina varias jaulas y transportadores para perros.

―Un segundo, por favor, estoy buscando una pluma ―le dijo a la persona al otro lado de la línea, lanzando una mirada significativa a la pelirroja, quien le lanzó una pluma―, ¿me puede repetir la dirección?

Anotó los datos y después de darle las gracias efusivamente colgó.

―Algún mal nacido dejó cinco cachorritos en una bolsa de basura afuera de Covent Garden ―explicó, al tiempo que buscaba sus llaves en el desorden de papeles sobre su escritorio y tomaba su abrigo―, espero llegar antes que ellos, ahora vuelvo.

―Buena suerte ―escuchó que le gritaba cuando ya había cerrado la puerta.

Se subió a la camioneta, una van blanca con una etiqueta ligeramente despegada de los bordes con el logo del albergue: un perro y un gato de caricatura sosteniendo el letrero en el que se leía «G.A.P.A». La camioneta había sido su primera adquisición para el proyecto del albergue. Lily, su mejor amiga desde los ocho años y él siempre habían soñado con eso, así que desde que iniciaron la carrera de veterinaria comenzaron a ahorrar.

Cuando planeaban y soñaban despiertos con el albergue siempre se imaginaron un terreno gigantesco, con instalaciones de la mejor calidad y lo más adecuadas para los animales. Y se imaginaban rescatando a todos los perros y gatos de Londres que no tuvieran hogar. Pero no contaban con que iban a necesitar mucho dinero para ello.

Dos años después de haber iniciado con la aventura, se daban cuenta de lo complicado que era. Sobrevivían gracias a los esporádicos donativos de personas que conocían el proyecto. Pero eso apenas y era suficiente para comprar las cosas necesarias para tener en las mejores condiciones a los animales. El terreno lo habían comprado con la parte de herencia de Lily, cuando sus padres murieron un año previo en un horrible accidente de automóvil, y al menos tenían la tranquilidad de que no se quedarían sin espacio. Lily además de estar en el albergue tenía otro trabajo como ilustradora de libros para niños, y por lo general daba parte de ese dinero para el albergue. Aun así, pasaban muchos problemas.

Pese a todas las dificultades, era algo de lo que Remus nunca se iba a arrepentir. Podrían pasar hambre ellos, pero los animales siempre tenían alimento, techo, cuidado y tratamiento médico ―en caso de necesitarse―. Y era algo que le traía gran satisfacción. Sin embargo, había una cosa que Remus consideraba el verdadero obstáculo a su trabajo. Y ese obstáculo se encontraba justo ahí, como se lo había temido. Apenas giró en Long Acre y la vio.

Justo en donde él pensaba ponerse estaba estacionada la camioneta de Control Animal.

―¡Maldición! ―exclamó entre dientes. Por suerte un poco más adelante había un espacio para estacionarse. «Por favor que no sea él, por favor que no sea él» rezó en su mente mientras bajaba de la camioneta. Pero conociendo su suerte, sabía que seguramente el agente de Control Animal que estaría ahí sería...

―¡Remus! ―apenas bajó de la camioneta se encontró cara a cara con él. Un hombre alto ―aunque no tan alto como Remus―, con brillante cabello negro recogido en un chongo y ojos grises. Una sonrisa socarrona iluminaba su rostro.

―Black ―dijo Remus secamente.

La sonrisa del hombre se hizo aún más amplia. Aproximo su rostro lo más cerca que le permitía su altura al rostro de Remus. Peligrosamente cerca. Remus maldijo mentalmente la falta de sentido del espacio personal de las personas de Sirius, y aún más el ser tan pálido y que no tuviera forma de disimular el sonrojo.

―Te gané ―le dijo petulantemente el moreno, por fin alejándose un poco―. Y es Sirius.

Remus miró detrás de Black y vio un hombre rubio y bajito que cargaba dos cachorritos al interior de la camioneta de Control Animal.

―Black ―volvió a decir Remus, exasperado―, no puedes llevarte esos perritos, sólo son cachorros.

―¿Y por qué no? ―Black se alzó de hombros y se mordió el labio―. Es mi trabajo, y llegué antes que tú. El primero que llega es el que se los lleva.

Ese hombre era en verdad desesperante. Se comportaba como si fuera un niño que hubiera hecho una travesura y no quisiera reconocer qué fue él. Remus sabía bien que además de eso, Black adoraba verlo perder los estribos, así que procuró tranquilizarse. Le frustraba muchísimo no haber llegado primero.

―Son cachorros ―le dijo, en un intento de hacerlo entrar en razón.

―¿Y?

―Déjame que me los lleve y les busque un hogar ―le pidió Remus. Estaba haciendo el mejor esfuerzo por no sonar desesperado.

―Nosotros también podemos buscarles hogar ―le dijo Sirius, sonriendo aún más al captar la tensión de Remus.

―Pero no siempre lo logran ―le dijo Remus apretando los dientes.

―Ustedes tampoco ―remató Sirius―.Lo siento, pero parece que ya no tienes trabajo acá, así que, au revoir ―dijo dándose la vuelta con un mohín dramático y dio unos pasos antes de decir―: ¿Quieres ir a tomar algo en la noche?

Remus estuvo a punto de reírse de lo absurdo de la situación. ¿Salir a tomar algo con Sirius Black? ¿El hombre que trabajaba en Control Animal, el que decía amar a los perros pero que los llevaba a un lugar en el que si no los adoptaban los mataban? Por más atractivo que fuera, primero tendrían que revivir los dinosaurios para que Remus consintiera traicionar sus ideales de esa forma.

Ni siquiera se molestó en responderle, se giró soltando un resoplido y entró en su camioneta. Azotó la puerta al cerrarla, e inmediatamente se sintió culpable. Si la camioneta se dañaba no tendrían dinero para comprar otra.

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―Déjame adivinar: Black ―le dijo Lily en cuanto entró al albergue con las manos vacías, siempre sabía cómo leerlo como un libro.

―Ajá ―Remus aventó las llaves de la camioneta en el escritorio y se dejó caer en su silla―, ¿sabes qué es lo peor?

―¿Qué? ―preguntó Lily.

―Que después de regodearse y embarrarme en la cara que «había ganado» ―Remus marcó las comillas con sus dedos―, me pidió que saliera con él... ¡no te rías!

Lily se trató de calmar mientras se detenía el estómago con las manos. Cuando parecía que se iba a calmar lo suficiente para decir algo le venía otro ataque de risa.

No le encuentro lo divertido ―dijo Remus, con la ceja levantada.

―Lo... lo siento. ―Lily se limpió las lágrimas de risa―. Tienes que reconocer que algo de divertido sí tiene, al menos por la ironía. Lo que yo aún no puedo creer que sigas negándotele. ¡Es guapísimo!

Remus giró los ojos y se enderezó en la silla.

―Eso no lo niego, Lils ―reconoció Remus―, pero es alguien que va en contra de todos mis ideales y no podría salir con él, aunque sea el hombre más jodidamente atractivo que he conocido en mi vida.

―¿El hombre más atractivo? ―Lily le lanzó una mirada llena de significado. Remus se sonrojó hasta las orejas.

―Jamás podría estar con alguien que trabajara en Control Animal, tú sabes lo que les hacen a los perros que no logran colocar.

El rostro de ambos se ensombreció.

―Lo sé. Yo sólo decía que admiro tu determinación de resistirte.

El resto del día resultó ser bastante tranquilo. El incidente con Black y la consecuente conversación con Lily lo habían puesto de mal humor, pero los perros siempre le ayudaban a animarse, así que pasó la tarde jugando con ellos y cepillándolos.

Llegó al cuarto donde vivía sintiéndose más cansado que de costumbre. Se quitó el abrigo y lo colocó con cuidado en el raído sofá. Se fue a la esquina del cuarto que fungía como cocina con un lavabo y una estufa eléctrica y se sirvió un vaso de agua que bebió dando tragos largos.

Sacó su pijama de debajo de su almohada y se metió al baño. No tenía agua caliente desde hacía varios meses, porque pagar el gas era un gasto que no podía permitirse, igual que la calefacción. Por eso siempre estaba enfermo, sobre todo en invierno. Se dio un baño rápido y después de secarse y ponerse su pijama se metió en la cama.

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Al día siguiente le costó mucho trabajo levantarse. Su cama estaba calientita y fuera hacía frío. Pero los ruidos de su estómago lo terminaron de despertar. «Cierto, no cené». Sabía que en su refri ―un frigobar― no había nada así que después de vestirse se dirigió a su cafetería favorita, que era su favorita no porque le quedara justo enfrente del edificio donde vivía sino porque tenían café del día a 2 libras. Decidió que iría caminando al albergue y aprovecharía para pegar más letreros. Tomó el bonche de papeles en el que pedía que si encontraban o sabían de perros y gatos en la calle les llamaran para ir por ellos, tomó también el rollo de cinta para pegarlos y los guardó en su mochila. Antes de salir se envolvió en su raída bufanda roja.

Una vez que tomó su café y un bagel, se puso en camino, deteniéndose en todos los puntos que sabía era legal poner letreros y anuncios.

―Tiene que ser una broma ―Remus dijo en voz alta cuando llegó a uno de los puntos y aún estaba uno de sus letreros viejos. Tenía ya todos los números arrancados y escrito con un marcador dorado «llámame», el teléfono de Control Animal, y abajo el dibujo de un perrito guiñando el ojo. Arrancó el letrero, furioso. Sabía exactamente quién había hecho eso, ¿quién más si no Black? Con razón últimamente ellos llegaban primero a todos lados.

El resto del camino se fue maldiciendo mentalmente a Black cada que encontraba otro letrero marcado de dorado. Sabía que lo hacía especialmente para molestarlo, pues en varios de ellos sólo ponía cosas como «sal conmigo» o algunas elevadas de tono que hacían a Remus sonrojarse y sentir que la temperatura subía. «No tiene vergüenza el desgraciado».

Llegó al albergue echando humo y con un bonche de papeles hechos bolita. Lily aún no había llegado aún, así que salió a ver a los perros. Tenían una sección donde estaban los recién llegados, los que apenas se estaban aclimatando o recuperando del estado en el que habían llegado, y en otra estaban aquellos perros que llevaban ahí más tiempo. Como siempre, en cuanto salía los perros se emocionaban al verlo y él se emocionaba casi tanto como ellos. Aquel momento era lo que más le gustaba del trabajo, llegar y soltar a los perritos al área común, saludarlos, ejercitarlos, darles de comer y jugar con ellos. Pero tenía su favorito. Su nombre era Hocicos y era un perro negro gigantesco, alguno de sus padres debió haber sido un pastor belga y el otro un perro aún más grande. Era de los perros que más tiempo tenía en el albergue pues su tamaño era intimidante y además ya era de edad avanzada, y normalmente buscaban cachorritos.

Pese a su inmensidad, era el perro más dulce y cariñoso que Remus hubiera conocido, y pese a la edad, era juguetón como un cachorro. Apenas abrió la puerta Hocicos se abalanzó y por poco y lo tira, pero logró sostenerse de la reja. Escuchó la risa de Lily, que justo iba llegando, a sus espaldas.

―Un día de estos lo vas a tirar, Hocicos ―saludó primero al perro hincándose y despeinándolo―, nuestro Remus es frágil.

Remus giró los ojos, pero no pudo evitar sentir su pecho hincharse de cariño. Realmente había sido afortunado cuando Lily decidió ser su amiga. Lily lo miró.

―Tengo un favor que pedirte ―le dijo.

―¿Cuál? ―Lily nunca hablaba con tanta cautela, así que se seguro sería algo que no le gustaría.

―Verás ―dijo Lily poniéndose de pie, Hocicos reclamó su atención lamiéndole las manos, pero Lily lo ignoró―, conocí a un chico en Tinder, y tú sabes que normalmente sólo platico con ellos y no llegan a interesarme lo suficiente como para salir en una cita y después de Severus...

El año anterior se había reencontrado con un viejo vecino y amigo de la infancia. Habían salido por unos meses, pero el tipo se había convertido en una persona racista, manipulador y al final incluso violento. Por suerte Lily huyó a tiempo. A Remus sólo imaginar qué hubiera pasado con esa relación le daban escalofríos.

―¿Quieres que te acompañe en tu cita con ese chico? ―Lily asintió con la cabeza.

―Sabes que no te lo pediría, pero realmente me gusta mucho ―le dijo―, pero parece ser tan perfecto para mí que me da miedo que resulte ser un violador o algo.

―Claro que sí, te acompaño, pero… ¿no va a pensar que soy tu novio y se va a molestar? ―le dijo. En verdad parecía ser importante para ella.

―Nah ―agitó las manos―, le diré que llevaré a mi mejor amigo gay...

―No soy gay, Lils, cuántas veces debo decirte que soy bisexual ―la interrumpió.

―Ash, ya sé ―dijo Lily―, pero no necesita saber tantos detalles ―suspiro―, de acuerdo, a mi mejor amigo bisexual que es como mi hermano, ¿contento?

―De acuerdo ―Remus sonrió.

Ambos se pusieron a trabajar. Remus siguió atendiendo a los perritos y Lily entró a encargarse de las redes sociales y los correos.

―Listo, ya le dije a James que irás conmigo ―le dijo Lily apenas entró, un par de horas después―, y, ¿adivina qué?

―¿Qué? ―preguntó Remus más por cortesía que por otra cosa.

―Llevará a un amigo gay, dice que así será una cita doble ―dijo Lily dando saltitos.

A Remus se le cayó el alma a los pies.

―No necesito que la hagas de celestina, Lils.

―Ya sé, pero no fue mi idea, sino la de él ―dijo Lily mordiéndose el labio con culpa―. Además, sí lo necesitas, no puedes vivir suspirando por Sirius Black...

―No suspiro por él, ¡lo detesto! ―la interrumpió Remus, debía dejarle claro a Lily que se equivocaba.

―Sí, sí, como digas. El caso es que hace cuánto que no sales con alguien, ¿tres años? ¿cuatro?

―Salí con Mary el año pasado ―Remus se estaba poniendo muy incómodo. No le gustaba hablar de su vida amorosa, que toda la vida había sido un fracaso, y menos con Lily, que había sido testigo de ella.

―Ella no cuenta, Rem, sólo salieron un par de veces, ni siquiera se besaron.

No había forma de ganarle a Lily, y ya había prometido acompañarla a su cita. Igual no perdía nada, quizás el amigo resultaba ser alguien decente.

―De acuerdo ―cedió.

―¡Bien! ―Lily celebró levantando su puño ―, es el viernes, yo manejo, no tienes que preocuparte por nada ―le dijo giñando un ojo y girando la silla para seguir trabajando en la computadora.

Al sentarse en su silla sintió algo incómodo, se levantó y sacó de su bolsillo trasero la bola de papel del primer letrero rayado. Quizás sí sería buena idea salir con alguien.


Notas:

No tengo idea de cómo funciona el sistema de Control Animal en Inglaterra, así que cualquier inexactitud, ahí disculpen.

G.A.P.A. es el nombre de la asociación que mi mejor amiga y yo queríamos tener cuando creciéramos. Nuestros caminos se han separado y nunca lo hicimos, pero me alegró usar el nombre para esto.