Hola, esta es una serie de historias que se me ocurrió al hablar con mi Aoko-neesan, que por cierto esto es dedicado a ella. Pues no conozco a nadie que ame más a Kido. Así mismo les doy un cordial saludo y espero que disfruten de la lectura, si les gusta como escribo pueden leer mis otras historias y me sentiría muy feliz.

Sin más…

Disfruten.

Declaimer:

Kagerou Days No me pertenece, sus personajes e historia original son obra de Jin.

Resumen del capítulo:

La Danchou decide probar un nuevo postre para sus amigos, nunca antes lo había hecho—por algún extraño motivo— así que algo avergonzada le pide a Konoha que lo pruebe. Como había dicho Shintaro en una ocasión, todo lo que ella hace es delicioso y el albino concuerda de inmediato. Sin embargo Kano, como buen entrometido que es le dice que debe expresar su agradecimiento por el dulce, es entonces que el chico sin recuerdos comienza a indagar sobre cómo dar "las gracias", lamentablemente algunos miembros le dan ideas un tanto extrañas. ¿Kido podrá soportar los agradecimientos sin matar a nadie? ¿O Konoha sobrepasara los límites de lo racional? Kido X Konoha.


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Day 1

Tarta de frutillas

~Kido x Konoha

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Delicioso.

Simple y sencillamente esa era la palabra que describía aquel olor dulzón del ambiente, una combinación entremezclada de varios aromas frutales, una ligera esencia a masa de harina y el natural calor del horno tostando una pequeña capa de mantequilla. Todos estos detalles le dejaron saber que la cocina albergaba algo realmente sabroso, y sin errar, era obra de la seria Danchou del Mekakushi Dan, pues además de que era la única en la guarida, sólo ella—y en ocasiones contadas Marry— se disponía a hacer silenciosamente un postre para después de la comida. Sin concebir el menor ruido, como ya era característico en él, ingresó a la habitación y sus orbes rosados repararon en la delgada silueta, poco femenina, pero exquisita de la muchacha de cabellos verdes y ojos negros.

La observó danzar de aquí a allá entre la barra y la cocineta, revisando de vez en vez el cronometro del horno, olisqueando la fragancia dulzona y acomodándose los audífonos de su Ipod que seguramente reproducía alguna canción que le arrancaba uno que otro tarareo de los labios; tenía el cabello cogido en una desgarbada coleta alta y algunos mechones se escapaban entorno a su rostro. Dio un ligero respigo al oír el repiqueteo del reloj y tomó unos guantes rápidamente para abrir la escotilla de la estufa y sacar el molde de metal con la creación desprendiendo un ligero vapor.

Gah—musitó por lo bajo al dar la vuelta y toparse con el noveno miembro del grupo mirándola con su usual cara de poker—. Menudo susto—susurró para sí misma dejando la charola caliente sobre un trapo y cubriéndola con otro. Se quitó los audífonos y bufó.

—Tarta—pronunció quedamente el joven alto y de cabellos blancos. Era normal que no profiriera demasiadas palabras o frases largas al comunicarse. No porque fuera inculto o algo por el estilo, simplemente así era él.

—¿Qué?—la muchacha alzó una ceja, para después seguir el camino de los ojos de Konoha, quien había localizado otro pastel, con el mismo olor que el recién salido sólo que este ya estaba decorado. Probablemente debido a que lo había hecho más temprano—. Ah, sí. Pero, ¿qué haces aquí? Pensé que habías ido con Marry y Seto al centro comercial.

—Los perdí.

Kido abrió la boca, más no dijo nada, se encogió de hombros y atinó a pensar que, conociendo a la chica albina y al hombre rana, como le llamaba Kano, seguramente habían dejado atrás al pobre silencioso.

Bueno, que se le iba a hacer.

En realidad no esperaba a ninguno de los muchachos hasta por lo menos dentro de unas dos horas más. Los miembros habían salido cada uno a alguna actividad, si no mal recordaba Seto y Marry, además del recién llegado que fue olvidado e algún punto de la ciudad, habían ido a reabastecer la despensa. Momo y Hibiya, el segundo obligado por la primera, habían mencionado algo de ir a comprar unas cosas para la presentación de la Idol. Shintaro, junto con Ene, supuestamente andarían haciendo fila a las afueras de una tienda para que el chico adquiriera el último Software de Vocaloid. Y Kano… le importaba un puto comino que es lo estuviera haciendo ese idiota. El bufón le había sacado de sus casillas en la mañana y aún no superaba su molestia con él.

—…

El silencio fue y vino entre ellos. Ninguno de los dos hablaba demasiado, a decir verdad en eso se parecían. Sin embargo la Danchou se mordió el labio al acabar de cavilar en una idea que casi de inmediato intentó desechar. Porque era horrorosamente vergonzoso pedir semejante favor al peliblanco.

—Frutillas—profirió Konoha sacándola de sus ensoñaciones, la chica desvió la mirada hacia atrás y observó el sobrante de las pequeñas piezas rojas colocadas en un cuenco.

—Sí, es una nueva receta…—se tocó la nuca—, ¿quieres probarla?— un ligero tic en su ojo y un ameno sonrojo en sus pómulos delató que estaba un poco avergonzada. A decir verdad estaba algo nerviosa por su petición, pese a que el aroma era enloquecedoramente delicioso, no estaba segura de si lo había hecho bien o no. Por lo que esperaba que alguien le diera el visto bueno, claro que nunca lo admitiría en voz alta. Aunque sopesó que quizás pedírselo a Konoha, quien devoraba todo, no era tal vez la mejor de las opciones.

En respuesta el albino atinó a tomar asiento en uno de los banquillos de la barra y la miró fijamente esperando que le sirviera el alimento. Casi como un perro, pensó. Ella asintió y se viró para tomar el cuchillo de la base y cortar una pieza cónica del pan decorado; lo puso en un platito y agregándole un tenedor se lo dejo en frente. Sus quinqués oscuros se posaron intensamente en él, expectante a que se llevara el primer bocado de tarta.

¿Le gustaría?

—Que aproveche—recitó mecánicamente y usó el tenedor para coger un trozo y llevárselo a la boca.

Se detuvo al masticar.

—¿Y bien?—inquirió la peliverde sudando una gota al ver su inmovilización.

¿Tan malo estaba?

—Humm—y en menos de lo que dio un parpadeo, el platito estaba completamente vacío. Pestañeo aturdida y regresó su vista a la cara del joven, que no era expresiva del todo como siempre, más pudo definir una sonrisa en su boca manchada ligeramente por la crema de moras—. Deliciosa—alagó francamente.

La Danchou abrió ligeramente los ojos, luego ladeó la cabeza en un pequeño pasmo. Konoha era definitivamente una de las pocas persona que con sólo una palabra podía decir una y mil cosas.

—Genial—sonrió suavemente y con sincera despreocupación, esa que tanto le criticaba al imbécil de Kano.

El albino alzó una ceja.

Era la primera vez, desde que había despertado en la sala del profesor, que por su cabeza pasó sincera e indudablemente la palabra…

Bonita.

Kido Tsubomi, se le había hecho bonita por una fracción de segundo. Elocuentemente podía afirmar, que no era extraño pensarlo. Al fin de cuentas la joven era, precisamente, una mujer. Y Kano, en algunas ocasiones, había dicho que todas eran lindas. La Danchou no debía ser una excepción a la regla, por muy varonil que a veces se viera. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando un gruñido emergió de su estomago. La ojinegra deshizo su mueca y rió con ese gesto sobrio que se cargaba. Giró sobre sus talones tomó la charola con la tarta cortada y colocó esta frente al peliblanco.

—¿..?—la instigó con la mirada y ella se recargó sobre la barra, dejando caer su cabeza sobre el dorso de su mano.

—Anda, puedes comerla toda. Hornearé más para los otros. Es un regalo por probarla primero que nadie.

Volvió a sonreír descuidadamente.

Vale, la Danchou podía ser tremendamente linda a veces. Claro, Konoha no comprendía ese sentimiento en lo absoluto. No obstante, por vez primera, deseó poder hacer algo a cambio por ella.

Pero ¿qué?


—Tienes que darle las gracias—apuntó con un dedo el sonriente rubio con ojos de zorro que ostentaba el tercer numero de la organización.

—Las gracias—murmuró pensante el albino sentado en el sofá de la sala.

Como había dicho la peliverde, los miembros comenzaron a llegar luego e dos horas, para cuando Kido terminó de cocinar el último pastel ya todos habían regresado y estaban esperándola para comer lo que ella había preparado para esa tarde. Técnicamente ninguno de los ocho miembros restantes, bueno Ene no contaba por ser un programa virtual, se perdía en los absoluto las delicias culinarias de la jefa del Mekakushi, era como un mandamiento que no podían perdérsela.

Ahora se encontraban merendándose la tarta de frutillas que fungía como postre y que todos elogiaron, como siempre. Aunque la creadora sólo se hundió en su sitio y se colocó los audífonos para ignorar lo halagos, pues era realmente bochornoso.

—¿Las gracias? ¿A quién tienes que agradecer Konoha-san?—preguntó la Idol que estaba sentada cerca de ellos. La mayoría estaba perdiendo el tiempo en cualquier cosa, o hablando entre ellos mientras saboreaban el postre. Claro, Kido estaba sumergida, con los ojos cerrados, en las tonadas de su Ipod.

—Danchou—indicó. Kisaragi enarcó una ceja.

—¿Por?—Hibiya los miró mientras masticaba un trozo del pan.

—Tarta.

—Ah, ya veo—exclamó la rubia—, pues sólo díselo.

—No, no, no Kisaragi-chan, tiene que hacerlo "especial" porque nuestra querida Danchou le obsequió su primer tarta de frutillas a él—interrumpió Kano negando con un dedo.

—Pero…

—Tiene que hallarla—cortó de pronto—, lo entiendes ¿verdad Konoha?

Momo suspiró y Kano sonrió cual gato de Cheshire, seguramente estaba viendo aquello como una forma de divertirse. Más, porque el chico sin recuerdos era una hoja en blanco fácil de manejar.

—Especial…—enunció estoico. Dirigió sus orbes rosados hacia la susodicha en cuestión, quien cabeceó en su sitio completamente ajena.

¿Especial, y eso cómo era?


—Flores—respondió sin dudar la delicada voz de Marry mientras quitaba las malezas del jardín. Seto, que tenía la manguera entre sus manos regando los arboles cercanos a la guarida asintió secundado a la pequeña albina.

Konoha había determinado que investigar sobre una manera "especial" de agradecer a la Danchou requería de consultar los demás miembros del Mekakushi. Mientras estaba vagando por la guarida buscando quien pudiese responder a su pregunta, cómo agradecer de manera especial a una chica, se topó con el inseparable par del hombre rana y la muchacha medusa. Quienes un tanto extrañados le contestaron su cuestionamiento.

—Flores…—Konoha desvió los quinqués hacia la regadera portátil con la que vertía agua sobre unos pequeños botones amarillos.

—Sí, lo he visto en muchos libros. Cuando una chica da un regalo a un chico, el chico le da flores—repuso limpiándose el sudor con el dorso de la mano—, pero ¿Por qué quieres saber eso Konoha-san?

—Flores…—repitió ensimismado—, ya veo—hizo un ademan con las manos e ignoró a la nieta de medusa. Lo cual repercutió en que lo mirara con los ojos llorosos y Seto se acercara a ella para evitar que se echara a llorar por ello. El peliblanco se levantó rápidamente y emprendió el paso hacía un rumbo desconocido.

—Qué extraño—susurró Seto.

—Me… me… me ignoró—lloró la pequeña mujer. Y el joven le acarició la cabeza para consolarla. Qué andaría haciendo Konoha, para preguntar semejante cosa.

Era algo muy curioso.

—Pero qué…—Kido se quedó a mitad de su frase al ser cubierta por una gran cantidad de tallos amarillos y rojizos, con una textura peluda. Miró incrédula el interior de su armario y luego la manta felpuda que la hizo estornudar sin parar—. ¡¿Quién mierda metió toda esta hierba gatera en mi cuarto?! —chilló furiosa—. ¡Arg!

Kano, seguro que era ese maldito zorro de cien caras quien lo había hecho. Furiosa tomó una raqueta que estaba en el fondo de su closet y se levantó. Lo mataba, claro que lo hacía. Salió enfadada de su cuarto.

—No sirvió—expresó calmadamente el albino mientras salía de su escondite, que era sino detrás de la cortina, había pensado que esas flores le gustarían a la Danchou, pues de alguna forma los colores le recordaba a la peliverde. No obstante no fue así.

El primer intento había fallado.

Las flores no eran una manera especial de agradecer.


—Cómprale algo—musitó Hibiya leyendo una revista y pasando lacónicamente de hojas mientras reposaba en el porche de la guarida. Tomó el vaso con té helado que se ostentaba unto a su zona de lectura y le dio un sorbo, en ningún momento dirigió su vista al mayor que estaba parado frente a él.

—Algo.

—Si—espetó—, cómprale un adorno, una pulsera, que sé yo. Busca un objeto que te recuerde a ella—sacudió una mano mosqueado y no era nuevo aquello, a él no le agradaba Konoha por ciertas cuestiones pasadas.

—Que me recuerde a ella—secundó—.Ya veo.

Y al igual que la primera vez, se marchó rápidamente.

—Pero qué mosca le pico—rezongó el adolescente frunciendo el ceño.

Menudo comportamiento más raro.

—¡Gah! ¡¿Qué es eso?!—el grito de la ojinegro se escuchó por toda la casa. Se pegó a su escritorio y observó con miedo y asco una bola de plástico sin forma, que a ratos parecía una bola de intestinos con ojos de corderito.

Frunció el ceño y apretó los dientes irritada. Cogió esa cosa con fuerza y tomó de nueva cuenta la raqueta que no volvió a guardar luego de la vez pasada.

Ese maldito de Kano, se las pagaría por darle semejante bizarrees.

—Tampoco funcionó—declaró el culpable real asomándose por el pasillo. Ese pequeño peluche, era una nueva creación de monstruos lovely sadisc y tenía unos ojos muy parecidos a los de la jefa. Por ende, había pensado que le gustaría. Pero quizás los peluches no eran lo suyo.

Era el segundo fallo.

Los regalos no eran una forma especial de agradecer.


—¿Y si lees alguna revista o manga sobre ello?, aunque sólo deberías decirle gracias y ya, la Danchou no es muy ostentosa, tú sabes—recomendó Momo sirviéndole una taza de té. El muchacho estaba sentado en la cama del cuarto de Shintaro, y este estaba desparramado como una plasta de arcilla sobre su poltrona para escritorio, pues duró unas catorce horas haciendo los arreglos para una canción hecha con el nuevo Vocaloid que compró hacia unos días, que según esto debía subir a NicoNico cuanto antes.

El chico sin memoria había llegado unos minutos antes para hacerles la pregunta a los hermanos Kisaragi, y a Ene, seguramente ellos tendría una mejor respuesta que los otros.

—Manga…

—Sí, hmmm, creo que Onii-chan tenía uno por aquí—se levantó y buscó en las repisas del cuarto de su hermano, encontró lo que parecía un tomo, aunque la caratula era completamente negra y tenía escrita las iníciales de SM—, quizás esto te sirva como guion para hacer algo—dijo extendiéndole el epitome. Más cuando el peliblanco lo estaba por tomar le fue bruscamente arrebatado de las manos.

—¡Ese no!—vociferó alarmado el pelinegro mayor escondiendo el libro lejos de su hermana y el albino.

—¿Onii-chan?—la Idol ladeó la cabeza extrañada.

—Era parte de la colección prohibida del maestro—explicó burlonamente la chica de cabello azul que flotaba holgazanamente en la pantalla del computador—, le dije que lo guardara luego de leerlo maestro.

—Onii-chan—reprochó Momo con cierto deje de asco.

—Cállense las dos, igual no tienen porque agarrar las cosas de otros—respingó sonrojado—, si quieres leer algo, lee esto—cogió un libro de su mesa y se lo dio a Konoha, quien observó curioso el titulo de una revista mensual para chicas—, seguro que ahí encuentras algo—tajó poniéndose los audífonos de nuevo.

—Manga—se puso de pie—. Ya veo—y por tercera vez se marchó sin decir ni adiós. Quizás hasta parecía algo obsesivo con recompensar el pastel de la Danchou, pero ni modo. Kano había provocado algo difícil de parar.

—Onii-chan, ¿crees que haga algo raro a la Danchou por leer manga shojo?—preguntó ligeramente preocupada la blonda. El mayor bajó un audífono y Ene la miró.

—Es Konoha—respondió como si con eso contestara todas las preguntas.

Y precisamente porque era Konoha, es que estaba tan preocupada.

—¿Otra vez te dejaron atrás?—inquirió Tsubomi mientras batía la masa para pastel y miraba como el tranquilo e inexpresivo joven ingresaba a la cocina.

Nuevamente no había nadie más a parte de ellos—o eso pensaba ella— al ver que no le contestaría sólo se encogió de hombros y le indicó con un movimiento de cabeza que tomara asiento frente a ella.

—Tarta—profirió viendo el recetario de la Danchou. Que estaba precisamente abierto en una página marcada.

—Sí, es una tarta de duraznos—apremió—. Ya que estas aquí, te daré la primera de ellas—aseguró sonriendo tenuemente y dejó de lado el bol donde mezclaba lo ingredientes. Dio un paso hacia atrás y tomó una tarta ya terminada que estaba en un plato—, sólo lo decoraré rápido—tomó ligeramente la crema de vainilla y la untó suavemente sobre la superficie circular del pastel. Agregó, luego de unos diez minutos, dos pedazos de durazno natural y lo depositó frente al callado ojirosa—, aquí.

Le dio el tenedor y Konoha sólo miró el postre por un escaso segundo antes de comenzar a devorarlo. Igual que el de frutilla, esta nueva tarta, sabía exquisitamente. No había nada que se le comparada. La Danchou era una genio para los dulces, definitivamente. En menos tiempo de lo que a ella le tomó volver a coger el ritmo de batir los ingredientes de la nueva tarta, él ya había terminado.

—Deliciosa—alagó nuevamente, y Kido le observó a través de sus pestañas. Sonrió avergonzada y ladeo la cabeza.

—Genial.

—Kido—llamó de pronto el albino. La peliverde se exaltó por esto.

—¿Huh?

—¡Te amo!—mascullo completamente serio. Si no fuera por esa mueca estoica, podría decir que estaba bromeando, el problema era que se trataba de Konoha y con él nunca se sabía si era cierto, falso o broma.

Las mejillas de la Danchou estallaron en rojo vivo.

—¡Pero qué estás…!—comenzó a gritar, más las blancas manos de joven la tomaron de los hombros y cerniéndose sobre a barra estampó sus labios contra los de ella.

Fue rápido, seco, brusco y cálido al mismo tiempo.

Su mente quedó en shock, y su cuerpo se tensó cual alambre eléctrico.

—¡Oh por Dios!—Momo se cubrió la boca, mientras Seto y Marry, al igual que Hibiya se ponían colorados hasta el nacimiento del pelo, Shintaro abrió los ojos como platos y Ene enloqueció dentro del móvil, gritando vitoreo y demás para hacer burla.

—No lo aguanto—murmuró Kano que mantenía a todos tras la puerta de la alacena y usaba todas sus fuerzas para no reír. No esperaba semejante cosa.

A decir verdad llevaban ahí más de dos horas, todo porque el rubio les había dicho que Konoha haría su último "ataque" a la Danchou y tenían la responsabilidad de observar todo hasta el final. Sin embargo, cuando pensaron que perderían el trasero—ya que absolutamente— nada pasaba y estaban todos apretados en ese pequeño cubículo, el ojirosa apareció e hizo semejante acto. Momo fulminó con la vista al zorro de cien caras, pues nadie más que el estúpido de Kano Shuuya era responsable que quizás el apocalipsis estuviera cerca. Bueno aunque también olvidaba quien fue la que le dio la idea del manga, estúpidos manga shojo, ya ni se quería imaginar lo que hubiera sido si su hermano no evita que le dé aquel manga porno.

—Gracias por la tarta—Konoha sonrió una fracción de centímetros y se alejó pausadamente de la peliverde. Quien aún parecía un cubito de hielo sobre sus pies. El albino había cruzado esa ligera línea entre la locura y la estupidez, de ingenuo seguro que ni tenía la puta cabeza.

¡Por toda la santa mierda, qué había hecho ese… mocoso ladrón!

Retrocedió con el corazón pitándoles los oídos y sus ojos no se apartaron de la cara, maldita y desgraciada, cara del ladrón de sus labios. Toda la imagen mental de chico inocente, retraído y hasta lindo que tenía sobre él se había ido a la reverenda caca. Abrió y cerró la boca tratando de hallar su voz que rezagada se atoró en sus cuerdas vocales. Miró de soslayo el globo para batir y lo tomó como primer arma.

Le arrancaba la cabeza, por su dignidad que lo hacía.

—¡Ya cállate Kano-san!—escuchó la voz de Kisaragi y luego vio como el susodicho era arrojado desde la despensa hasta el suelo, hecho un ovillo y riendo a carcajada ronca.

Kano.

Kano, Kano, Kano.

¡Jodido sea Kano! Irrebatiblemente esto era su culpa. Frunció el ceño y furibunda apretó su "arma" dispuesta a ir hacia él para desollarlo. El sonriente chico advirtió el peligro y apenas la sintió cerca echó a correr como loco. Kido fue tras él sin dudarlo.

El resto de los miembros salió del armario de reservas y miraron un tanto avergonzados al inmutable peliblanco que miraba fijamente el pasillo por donde se había ido la jefa.

—Konoha-san…—se aventuró a decir la Idol.

—Dulce—musitó calmo tocándose los labios.

Sin embargo, esta vez no se refería a los dulces de la Danchou, por lo menos no a los horneados.

Un beso, por la "linda" reacción de la peliverde, era definitivamente un buen agradecimiento especial.

Quizás lo volvería a usar.


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Fin

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Espero que les haya gustado. Lamento la ortografía o el Ooc, trato de no resaltarlo. Lo iré corrigiendo.

Dejen sus comentarios. En estos días publico el siguiente Oneshot que es un Kano X Kido seguro.

Akari se despide.

Yanne!