Prologo
Roma, Italia. Diciembre 25 de 2012
Quizás si el infierno hubiese sido menos calido y el cielo menos perfecto algo en todo aquel lío habría tenido arreglo antes de arruinar todo.
Rosalie Hale, con la corta edad de 22 años, sentada a su casa después de dar el "no" más importante de su vida.
Aquella mujer de ojos tan azules como un zafiro y piel tal cual muñeca de porcelana, veía por la ventana su fría y solitaria navidad. ¿Dónde queda la libertad de expresión y sentimiento? Daba igual… ella lo había perdido todo. Era conciente de cómo perdía todo a medida que pasaba, y no lo remedió. Solo quedaba una pequeña caja roja de terciopelo, con cintas del mismo color que la rodeaban.
Afuera todo era blanco. La nieve caía inundando las calles, dejando una fría, dura y peligrosa capa. Por su ventana, medianamente empañada, era capaz de ver las luces del barco mientras se alejaba.
Calló una silenciosa lágrima por su mejilla mientras su corazón se rompía y astillaba su pecho.
Caminó hacia el gigantesco árbol de navidad, lleno de luces. Se agachó para poder tomar aquel preciado regalo y el velo de su vestido se enredó con un adorno.
No le importó…
Ya nada lo haría.
Tiró de él sin importar que la tela cediera y el vestido de novia perfecto se viera reducido a un elegante harapo… solo importaba aquella caja.
Se sentó nuevamente en el taburete y miró el barco alejarse.
Tomó la caja y entre sus delicados dedos se deslizaron las cintas. Su corazón palpitaba cual tambor, su respiración se veía fieramente dañada por el llanto.
La caja se abrió, permitiendo que los zafiros en su rostro se abrieran en exceso por el asombro. Ahí, en medio de aquella fría noche navideña… mientras el resto del mundo cantaba villancicos, ella lloraba desgarradamente. Su mundo se caía y su corazón, muerto durante tantos años, volvía a latir… solo para morir nuevamente.
Una hermosa cajita que contenía el anillo de matrimonio que ella siempre deseo.
Solo tuvo que mirar nuevamente hacia la ventana… y ver que sus sueños se iban junto a ese barco.
El golpeteo constante en la puerta hizo que saliera de su tristeza. Se levantó con los brazos lánguidos. Su vida volvía a ser tan vacía como antes… quizás más que antes.
Cada paso era un una ilusión de la vida que pudo haber tenido… la risa que pudo haber escuchado cada mañana. Pero no… ella era tan cabezota para negarse a su propia felicidad.
Ahora, solo el sufrimiento la llenaba
Pero aquella historia no empezó ahí. Empezó hace 19 años exactos.
La navidad del 93 que cambió el posible feliz destino de una joven de tres años.
