"Las penas amorosas

pueden transformar

a la gente en monstruos

de tristeza".

— La mecánica del corazón.

...

Si alguien hubiera podido detenerme en aquel instante le estaría inmensamente agradecida y más si esa persona fuese Elias.

...

I

A través de la muralla se encuentra el camino

El crepúsculo era lo más hermoso que divisaba a través de la ventana. Alguna vez lo disfrute en compañía de Elias, Ruth y Silky, mi familia. En ese entonces despertaba temprano y con ánimos bajaba para ser recibida con un «Buenos días, Chise» de parte de Elias y con la sonrisa matutina de Silky. El desayuno era de lo más exquisito, más tarde saldría con Ruth a dar un paseo. A pesar de portar la maldición del dragón trataba de hacer de mi vida lo más normal posible.

— Chise, no tardes en volver— era él quien más me preocupaba, ambos ansiabamos encontrar un contra hechizo para romper la maldición. O al menos fingir que sí existía una cura.

— Prometo que volveré antes—me acerque para tomar su mano. —. No te preocupes, Elias, confió en que existe alguna forma de deshacernos de esto— estaba a punto de señalar al brazo vendado más lo evitó al tomarme desprevenida, acogiéndome en un abrazo.

— Así será— sabía que esta vez él buscaría respuestas, lo presentí y fue tan inevitable.

Me aparte súbitamente y le sonreí, confiaba en él.

Ruth se encargó esta vez de guiar el paseo matutino y encaminados a través de los prados nos perdimos en el horizonte, acercándonos a los frondosos árboles. La vista parecía ser sacada de los viejos cuentos que tanto leía en la niñez, era un día soleado y de lo más cálido. Seguimos un poco más adentro hasta que el ambiente parecía tornarse más turbio y fue ahí cuando decidimos volver. Una caminata no duraba demasiado y eso ambos lo sabíamos, nos pareció demasiado extraño y al ver una densa neblina colarse entre los árboles comencé a tensarme. No, no era de lo más común.

Ruth se puso alerta de inmediato, los pasos era aún más lentos y cada vez más livianos. No cruce palabra pero parecía ser que trataba de enviar un mensaje. Ten cuidado, Chise, me aferré a mí misma en la capucha que portaba. El ambiente, de lo más pesado e incómodo me provocaba una inquietud enorme.

Atravesamos lo que parecía ser pequeño túnel hecho de abedul y al salir la misma neblina opaco más el sendero.

— Vaya, vaya— era una voz gutural y oscura.

Me coloqué detrás de Ruth, los gruñidos eran latentes. Buscaba con la mirada que tipo ser feérico merodeaba el bosque, quizás no era de lo más cercano a la luz.

— Nuestra pequeña querida ¿Qué le ha sucedido?— las voces no detenían la pregunta, tome mi brazo aprisionando con fuerza la garra. No fue algo bueno.

— Ruth, hay que salir de aquí.

En cuanto emprendimos la huida, decenas de sombras oscuras comenzaron a perseguirnos. Los árboles se cerraban impidiendo el avance, no dejar escapatoria era la meta de aquel ser. Las llamas de Ruth incendiaban el camino para poder proseguir velozmente, hasta que las capas de filosas ramas nos encerraron. Tomaron de mi mano y con fiereza me apartaron de la compañía de mi familiar.

— ¡Ruth! ¡Ruth!— era imposible divisar donde me encontraba ya.

— ¡Chise!— Ruth, el ardor de un extremo de la mejilla y correr de la sangre no se hizo esperar. Patalee lo más fuerte posible para liberarme del captor. Elias, las sombras se aglutinaron alrededor y caí espabilada, casi cansada. Respire, la agitación estaba en el clímax.

— Hija de la Espina — sarcasmos, voces incomprensibles y risas llenas de burla atormentaron mi mente una vez, dos veces, tres veces.

La mirada permanecía en el suelo, impaciente y en la espera de lo peor. Fue en un instante del cual me descuide por completo, un momento en que una de las sombras tomo mi rostro y fijó el suyo tan desfigurado y oscuro para susurrar una condena que esperaba jamás se concretara.

Jamás.

La oscuridad pronto te acechara y la verdad saldrá— el cúmulo de sombras se aproximaron y dispuestas a abalanzarse se lanzaron al ataque, fue ahí cuando espinas brotaron del suelo hasta convertirse en una frontera entre ellas y yo. Nunca creí que las tinieblas se arremolinaran tanto junto con la niebla formando un tétrico paisaje. Elias se encontraba a escasos pasos, aun alterada acogí al llanto que exasperado intentaba salir, Ruth contraatacó a las sombras y cruzó hasta toparse con una escena no tan agradable.

El desespero y la ansiedad apremiaron entonces, al mismo tiempo que ya Elias cargaba de mí con gentileza, aferrada a él me sostuve lo suficiente para evitar el mareo.

— Ortigas en las sombras. Aro de espinas— retomó su cántico mágico. —, rodea las ramas como telaraña— la luz asedio instantáneamente y nos alejó del bosque.

Al abrir los ojos, ya en casa y con la seguridad tranquilizante se encaminó a los adentros donde ya esperaba un regaño. Pero sabía que esta vez no sería así, Elias se hallaba intranquilo y sumamente angustiado. Lo posible sería que esta vez no me apartaría de él ni un segundo.

— Chise, debes tener precaución al caminar por el bosque. La gente sombra merodea seguido por estas zonas, se más precavida.

Subió aún conmigo entre los brazos y al llegar a su habitación me colocó entre las sábanas.

— Descansa, Chise— lo último que pude divisar fue su silueta alejarse.

...

— Dime, Elias... cuanto tiempo continuarás mintiendo.

Cartafilo impávido se mantenía expectante y oculto tras el cuerpo de Stella. Tanto Ruth como Elias no emitían palabra alguna. Destrozada me aleje de Elias y con la vasta frialdad le observe, intento acariciar la mejilla pero como única respuesta obtuvo un golpe directo a la mandíbula.

— Chise— el dolor era tan evidente, arde la mentira en la que vivía, destruye la fantasía que creí y asesina la traición.

— Ya no— silencio y agonía.—. No seguiré con esto— y así, huí junto con 'Stella' o al menos lo suficiente. Cartafilo mencionó su maldición, incompleto y sin sentimiento alguno. Había una solución, más Stella se hallaba en manos de él, capturada.

Resignada desistí, a la lejanía Elias y Ruth fueron a mi encuentro. Más con el dolor implantado y la profunda tristeza embargando el corazón arremetí contra el medallón, los fragmentos esmeraldas fluyeron con el viento.

— Iré contigo— Cartafilo se mostró satisfecho, activo un transportador más fue un último destello de luz con el cual contemple sus ojos. Esos hermosos y flagrantes rayos escarlata que ocultos tras de ellos existía un gran vació de soledad.