¡Buen día a todos mis lectores! En esta oportunidad, haré una pequeña historia dedicada a mi manga favorito. La obra más famosa de la gran Naoko Takeuchi: "Bishoujo Senshi Sailor Moon".
Espero que lo disfruten tanto leyéndolo, como yo escribiéndolo.
El secreto de la reina.
Capítulo 1: Origen.
En los lejanos pasillos del palacio, una joven doncella de cabellos plateados iba de un lado a otro. Nerviosa, ansiosa y horrorizada por lo que se le pasó por la mente la noche anterior.
Era una locura, una blasfema contra las leyes de Dios… Pero, por otro lado, ¿qué otra opción tenía?
Se dirigió hacia el balcón. El único sitio de la Luna en donde se podía apreciar el planeta Tierra y las millones de estrellas que lo rodean. Aquel lugar le permitía relajarse y ayudaba a su intranquila mente recobrar el juicio.
-No tengo otra opción… -Se dijo a sí misma en voz baja. Dirigió su vista hacia las simples casas de los habitantes de la Luna.
Luego de inhalar profundamente el aire artificial de afuera, volvió a entrar al palacio y se dirigió a su recámara. Cerró las puertas y ventanas con llave. Se hincó a los pies de su cama de dos plazas, sin importarle su vestido de seda color níveo.
De las entrañas de su cama sacó una pequeña caja de madera, la cual contenía su mayor secreto.
Pese a que visitó hace más de un mes al médico real, seguía sin creer en su tajante diagnóstico. Ella era infértil. La última en el linaje real, la única descendiente viva de la titán Selene, la recién coronada reina de la dinastía de plata.
Serenity era consciente de las expectativas que generaba su reinado. Desde que se hizo público el grave accidente que sufrieron sus padres en la Tierra, los Lunares estaban desesperados al pensar que los años de paz y tranquilidad llegaban a su fin.
Todos creían que se desataría una sangrienta guerra entre las familias aristócratas que pretendían ser los soberanos de "la perla plateada". Afortunadamente, la princesa Serenity I no había acompañado a sus padres en aquel trágico viaje. Subió al poder dos años después, en su cumpleaños número 18.
-Infértil… -Susurró, mientras sacaba de su caja el diagnóstico del médico. –No… no puede ser. –Llevó sus manos hacia sus ojos color plata.
Sabía perfectamente que el diagnóstico era correcto. La larga dinastía de los descendientes de Selene acabaría con ella. Miles de años de reinado finalizarían con su último suspiro en este mundo, dando lugar a la caótica lucha entre Lunares para ser la próxima dinastía. Sólo con imaginarlo, un escalofrío recorría su cuerpo.
Muchos pensarían que es apresurado pensar en su muerte. Los descendientes de Selene dejaban de envejecer en su cumpleaños número 23 y podían vivir hasta tres mil años. Esto gracias a su sangre divina, claro está. Serenity apenas tenía veintiuno. Pero, aun así, a la joven reina le aterraba la idea de dejar a la Luna sin herederos. Ya no podía dormir, imaginando su preciado planeta en llamas por la codicia que despertaba su trono en los corazones de las personas del reino.
Sacó una segunda caja desde el interior de su cama. En ella había un pergamino tan antiguo que Serenity pensaba que fue escrito mucho antes de que la vida llegara al sistema solar.
Dentro de él, habían instrucciones de cómo crear un portal hacia las entrañas del lugar más sagrado del universo: El caldero galáctico. El sitio donde nacen y se regeneran todas las estrellas del cosmos.
-¿Qué tanto daño causaría? –Se preguntó. –Sólo iré allí y sacaré una de las millones de estrellas. No creo que sea tan grave. Además, la colocaría dentro de mi vientre por nueve meses. Absorbería parte de mi esencia. Sería una auténtica descendiente de Selene. Nacería con el símbolo de protección de la titán en su frente… Nadie sabría, ni sospecharía de su origen.
La joven reina sacó una pluma y un frasco de tinta. Comenzó a dibujar en la pared, plasmando lo mejor posible el portal que contenía el pergamino. Estaba decidida. La Luna tendría una princesa. Hija de Serenity I y de nadie más. No le importaba lo antinatural que era, la blasfema que implicaba que una persona pisara el lugar más sagrado del mundo. No le importaba las leyes de Dios. Ella sería madre.
