La historia de este drabble surgió en una noche de las navidades pasadas, en la que me dio por pensar en aquella temporada en la que a las parejas les fascinaba la idea de crear caminos de post-its para expresar sus sentimientos y enamorar aún más, si era posible, a su amado/a. Una tontería muy gorda, desde mi punto de vista, que sin embargo he adaptado al UsUk.

Podría haber publicado esto antes, sí, pero sabía que no tendría ideas para el día de San Valentín, así que me he reservado para este día. A diferencia del año pasado, este drabble, como imaginaréis, no contiene nada angst. Sólo carácter fluffy. Puede que para el 14 de Febrero del año que viene, me plantee pasar absolutamente del angst y del fluff en exceso. (Para quien lo haya cogido al vuelo, esto significa que habrá contenido explícito).

En fin. Por ahora os dejo disfrutar de este drabble diabético. ¡Dentro fic!


No se lo podía creer. Simplemente no podía creérselo. ¿Cómo había tenido el americano la desfachatez de llenar su casa con post-its? Desde que se desveló, encontrándose solo en su cama y con los molestos rayos de sol, unos papelitos reclamaron su atención tan pronto como abrió sus ojos verdes. Unos papelitos pegados en los muebles, en los quicios de las puertas, e incluso en la moqueta, invitándole a realizar un viaje por toda la casa, cuyo destino aún era desconocido. En cuanto sus pies descalzos tocaron el suelo, y aún en pijama, el inglés siguió el camino de post-its, quitando algunos a su paso, y leyendo el mensaje que había en ellos.

"I love u".

Todos y cada uno de aquellos papelitos contenían estas palabras. Todos y cada uno de ellos, lograron que sus mejillas adquirieran un color carmesí. El rubio entornó la mirada y soltó un bufido, mientras se dirigía a su destino: la cocina. Cuando pisó ésta, los post-its que había recogido anteriormente, resbalaron por su mano, la misma que permitió que las notas de afecto y amor, cayeran presas de la gravedad.

-Alfred! You bloody wanker! ¡¿Qué demonios has hecho con mi cocina?! –gritó el británico, escandalizado, y comenzó a quitar post-its de la nevera, de la encimera, de las estanterías…

Sin embargo, su quehacer se vio interrumpido en cuanto una mano se cerró entorno su brazo. Esto produjo que Inglaterra se detuviera en seco, y se volviera hacia aquél que le frenó.

Zafiro y esmeralda.

Sus ojos se encontraron tras un breve instante, en el que quedaron sumidos al reinado del silencio. No obstante, el europeo rompió el contacto visual al lanzar los papelitos, que recientemente había recogido, a la cara del otro.

-Hey, old man, no es necesario qu-…

-¡¿Has visto cómo has puesto mi casa?! –interrumpió el mayor, haciendo caso omiso a las palabras de él.

Pero entonces, algo le hizo callar.

El estadounidense extendió el brazo libre, hacia el otro hombre. Apartó con infinita delicadeza un par de mechones dorados que ocultaban la frente de él. Delicadeza que desapareció porque el americano ejerció presión, pegando un último post-it. El británico parpadeó. Se llevó la mano a la frente, y despegó el dichoso papelito. Fue a arrugarlo, a arrebujarlo en la palma de su mano, mas antes leyó el nuevo mensaje que éste contenía:

"Can I kiss u?"

-¿No te has dado cuenta, Arthur? –gesticuló el menor, con una gran sonrisa pintada en su rostro-. Por muchos post-its que pegue, nunca sabré decir cuánto te amo. Sin embargo… con uno sólo puedo pedirte un beso.

El susodicho enarcó una ceja, y esbozó una leve sonrisa, algo ladino.

-Mira que eres idiota –y dicho esto, el rubio tomó el mentón de él para, posteriormente, tirar hacia sí y unir sus propios labios con los ajenos.