Renuncia: Gangsta es propiedad de Kohske.
Parejas: Érica/Mikhail.
Osculum
(beso)
Esta él que la admira con la respiración acelerada y los pequeños dientes filosos que saborean gritos de piedad. Es un niño que sueña con ser acobijado en el infierno y sin embargo corretea y mata sobre la tierra podrida, y venera a su diosa de mentiras mientras le enseña el arte de morir.
–Ericaaaa.
(eres tan bonita como las marcas de arañazos en la pared).
Y la venera, y la ama, la ama tanto… y se carcome los deditos entre sus colmillos de leche con sus ojos exageradamente abiertos mientras se hunde en la lluvia que le limpia la piel. A Mikhail le gusta ignorar que es un niño, pues jamás ha conocido la existencia del tiempo, y adora arrancar gritos y chillidos de horripilantes monstruos contra la noche; mientras hay una llovizna decaída que lo decora con su horror acendrado.
–Éricaaaa.
(tus ojos derraman agua, ¿es por la lluvia? Tú jamás llorarías).
Está ella que es una diosa que es mendiga y a él le gusta pensar que ella es de papel, pues parece ser la única que no disfruta de la lluvia carcomida que cae sobre ambos cada noche en que acumulan montañas preciosas de cadáveres grises. A Mikhail le gustan las cadenas que colgaban de sus cuellos, pues cuando chocan entre ellas forman una armonía que resuena contra la tormenta y él respira el aire podrido de los callejones donde habitan los monstruos.
Pero ama sobretodo la mirada turbia de Érica contra el abismo de los caminos y adora la noche que la acompaña con las manos resecas de ella. Y a Mikhail nunca le enseñaron sobre el tiempo, sobre el tacto, sobre las sonrisas sin crueldad; pero lo cierto es que él solito ha aprendido lo que es amar. Pues la ama a ella y a sus palabras mudas.
–Éricaaa.
(eres tan, tan, tan, tan, tan, tan blanca).
Si Mikhail supiera que aunque ella sea un ser similar al cielo nublado, sin palabras o reflexiones que poseer, a veces le tienta atravesarlo con su mano gastada y sucia. A veces le gustaría a Érica limpiar la pared con su pequeño cuerpecillo y adornar las tardes de amnesia con los gritos amordazados de él, mientras toda la vida se le va cuando la noche cesa, pues Érica desprecia la lluvia.
(Es que Mikhail no sabe amar, pero lo hace mejor que el resto del mundo podrido).
–Éricaaa.
–Mikhail.
Hay un silencio que lo llena de placer cuando ella pronuncia su nombre.
–Es hora de volver, Mikhail.
Entonces él sonríe y ya no está lloviendo, pero Érica es un ser pálido y horrendo que viene del cielo nublado y él la ama. Ama sus labios gastados y sus ojos que lloran papel mojado, mientras que él es un niño endemoniado que ríe a gritos, y ella una diosa que asesina y odia en el silencio absoluto.
–Éricaaa.
(estoy tan solo, Érica).
Sólo una noche sin lluvia pero con estrellas Mikhail le ve el rostro seco por primera vez, y hay en ella una belleza que le roba la razón pero por unos segundos la odia, la desprecia, y le gustaría arrancarle la vértebra y mordisquearle las penas, hasta que ella por fin rompa con ese silencio nauseabundo. Es que Mikhail adora su apariencia de acuarela bella, pues la lluvia forma un sollozo lejano que lo calma e ignora su silencio; pero cuando la tormenta cesa y las noches son calladas el silencio de Érica lo espanta y le hace temblar del pánico, y Mikhail odia aquello y también la odia a ella. (Y en esos pequeños momentos no le importa que Érica quiera callarlo a golpes).
Mikhail y Érica desean ver al otro ahuecado y sin gritos que soltar, pero aún continúan por las noches disfrazándose de monstruos conmovedores y que desprecian a todo aquel que no sea como ellos.
Se odian a veces, se aman poco, se veneran mucho. No saben amar, pero lo hacen mejor que ningún otro monstruo.
–Éricaaa.
(tanteas plumas en mi piel cuando me quieres ahogar).
(É-ri-ca…
Dime:
¿qué es amar?).
Los besos que se dan, son cadáveres.
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