Escuchad atentamente, porque solo lo repetire una vez...
Ni los personajes, ni la serie, ni nada de todo lo que sea de Supernatural me pertenece. Esto no se hace con animo de lucro, sino mas bien, para levantarme a mi el animo. Aunque me lo levantaria mas tener a esos dos ligeritos de ropa por mi casa... uhm...
Esto es un wincest, asi que si no te gusta el genero, ve saliendo de esta historia y cuidadito no te des con la puerta en el trasero al salir.
A quien le guste, que lo disfrute!
Capitulo 1.
- Mi karma me odia…
- ¿Qué? – Sam parpadeo, saliendo de su ensoñación y miro a su hermano. Ambos estaban en el Impala, camino a Nosesabedonde. Por la ventana llena de polvo del coche, se podía ver el típico paisaje de carretera, todo rodeado de campo y árboles frondosos. Empezaba a atardecer y el cielo se estaba volviendo naranja lentamente. Sam no se había dado cuenta de que pensaba en voz alta.
- Er… nada… olvídalo. – el mayor sonrío y se volvió un segundo a mirar a su hermano. Era mas divertido molestar a Sam que estar pensando en que había que lavar el Impala y calcular cuantos kilómetros podrían hacer antes de tener que repostar gasolina.
- No. Has dicho algo de tu karma. No me dirás que crees en esas cosas, ¿verdad, Sammy? – le pregunto burlón. Sam se enfurruño.
- Pues, mira, si. – Dean rió. – O sea, ¿Qué tiene de raro? Con todo lo que vemos a lo largo del día…
- Ya… o sea, que crees en el rollo ese del karma y encima piensas que te odia. En serio, Sam, no eres mas crío porque no entrenas.
- Tú dirás lo que quieras, Dean. Yo se de lo que hablo. – gruño el pequeño molesto. – Para que te enteres, el mal karma no va asociado solo a las malas acciones, sino también a las palabras y a los pensamientos.
- Aja… así que… ¿has tenido malos pensamientos, Sammy? ¿Tal vez con las "Latinas salidas"? – el pequeño bufo y se paso el resto del camino ignorando a su hermano.
Y es que Sam llevaba pensando en el tema del karma desde hacia mucho tiempo. Con más fuerza después de que Jess muriera, pero la idea se le vino a la cabeza cuando cumplió los quince años.
De hecho, pensaba que tuvo que ser Hitler o alguien igual de malo en su otra vida, porque no era ni normal el cachondeo que tenía con él el destino.
Como si no fuera bastante todo el rollo del demonio, sus poderes, la muerte de Jess, la de su padre y que fueran ahora los delincuentes mas buscados por el FBI, también estaba lo que descubrió a la tierna edad de quince años. Que su hermano le ponía. Así de simple.
Esa dulce edad no era la mas indicada para darse cuenta de que eres bisexual y que encima te gustaría hacerle mil barbaridades a tu hermano mayor. ¿Qué como se dio cuenta de eso? Mas simple aun. Un día que Dean volvió herido de una cacería y él le curo un corte feísimo en la espalda. Cuando termino de curarle, Sam estaba empalmado y lo único que había hecho era tocarle la espalda.
Para más INRI y desde entonces, su karma, esa cachonda hija de perra, tendía a ponerle en situaciones de lo más dantescas y en las que Sam tenía que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no saltar sobre Dean y comérselo a bocaditos pequeños.
¿Las minúsculas y cutres habitaciones de motel que no daban una mierda de intimidad y que él tenía que compartir con Dean veinticuatro horas al día?
Un infierno.
¿El coche, donde no había espacio ni para esconder la mirada?
Una tortura.
¿La voz de Dean cuando le llamaba entre polvo y polvo con la camarera de turno para decirle que no le esperara despierto?
Masoquismo puro y duro.
¿Su hermano saliendo del baño con solo una toalla y buscando su ropa delante de él casi poniéndole el culo en su cara, como estaba haciendo en ese momento?
Joder… ¿se podía tener más mala leche? NO.
- Dean… ¿Qué coño haces? – le pregunto el pequeño para distraer su atención del culo de su hermano.
- Calla, joder. No encuentro mis calzoncillos de la suerte. Ya sabes, los negros con el logo de AC/DC. – Sam parpadeo y tiro de la cintura de sus vaqueros y miro. Mierda.
- Er… no te mosquees, pero creo que los tengo puestos. – Dean le fulmino con la mirada.
- ¡No me jodas, Sam! ¡Esos son míos! Me hacen falta para… er… como se llame la camarera esta… la rubia…
- Es que no tenia limpios. – repuso, encogiéndose de hombros. - ¿Y quien dice que eran tuyos? A mi me parece que son míos…
- Tío, son los del logo de AC/DC. Son míos. ¡Devuélvemelos! – gruño, extendiendo la mano. Sam rió.
- ¡Y una mierda! ¿Estas loco? – antes de que se pudiera dar cuenta, Dean le había hecho la zancadilla, le tiro en la cama y se peleaba con sus vaqueros tratando de quitárselos. A Sam le dio la risa, vete tu a saber porque, y empezó a revolverse debajo de su hermano y dar patadas, lo que obligo a Dean a casi ponerse encima de el y tratar de inmovilizarle.
No paro hasta que le quito los boxers y se los puso con aire victorioso.
No paro a pesar de que con tanto roce podía sentir la erección del pequeño o los gemidos que se les escapo a ambos en varias ocasiones.
No paro ni cuando perdió la toalla en la refriega, dándole una perfecta visión de su miembro en pie de guerra a su hermanito. Ni por esas paro, no señor.
Se vistió como si no hubiera pasado nada y salio por la puerta riendo entre dientes.
- No me esperes levantado, Sammy. – Sam gruño y se dejo caer otra vez en la cama. ¿Cómo, por el amor del cielo, podía ser su karma tan hija de puta como para ponerle en esa situación? ¿Cómo?
14 de febrero. Sam no sabía ni que día era cuando se despertó esa mañana en la habitación del cutre motel de turno. Solo era otro día más.
Dean ya se había levantado, algo raro en el, pero no imposible, así que el pequeño aprovecho para ducharse y afeitarse sin interrupciones molestas.
Se dio una larga ducha, gastando casi toda el agua caliente. Casi se mato en el baño porque el suelo estaba tan gastado que resbalaba una barbaridad. Y el espejo que había sobre el lavabo tenía una raja que casi lo atravesaba. Si, puede que fuera de los moteles más cutres que habían visitado por ahora.
Cuando salio del baño, su hermano ya había vuelto. Con el desayuno y…
- ¿Flores? ¿De donde coño has sacado esas flores? O mejor aun… ¿para que cojones has traído flores? – su hermano se le acerco, muerto de risa con un ramo de esos que venden preparados en los supermercados, con flores de varios colores mezcladas sin orden ni concierto en una mano y una caja roja con forma de corazón en la otra, tendiéndoselas.
- ¡Feliz San Valentín, Samantha! – Sam parpadeo. En algún lugar del universo su karma y su destino tenían que estar descojonándose de la risa, congratulándose con el hermano que le había tocado en suerte. ¿Cómo podía haberse enamorado de alguien tan gilipollas como su hermano? Con lo fácil que habría sido que se fijara en alguna chica o en otro tío… uno que se pareciera físicamente a Dean, pero no fuera tan capullo, claro…
Gruñendo, le dio un manotazo para apartarlo y cogió uno de los cafés, fulminándolo con la mirada. Volvió a gruñir cuando se dio cuenta de que Dean había vuelto a traer los cafés a su gusto. O sea, café solo. Y punto. A el no le gustaba el café solo.
- Ja, ja, muy gracioso, en serio, Dean. Me parto de la risa contigo.
- Oh… ¿no te gustan? Y yo que pensaba que te harían ilusión. – mascullo fingiendo decepción y sentándose en la cama a comerse los bombones. – Pues están ricos. – le informo con la boca llena de chocolate.
- Me hace una ilusión tremenda, Dean. ¿Es que no se me nota? – pura ironía. El mayor frunció el ceño y le lanzo uno de los bombones, que el otro cogió al vuelo.
- Comételo, so aguafiestas. Están buenos. – Sam volvió a gruñir pero se comió el bombón. Era de chocolate negro con relleno de trufa. Vale, si, estaba bueno.
Si Sam pensaba que con lo de esa mañana terminarían todas las tonterías de Dean por un día, estaba muy, muy, muy equivocado.
Pararon a comer en una cafetería a medio camino entre Arkansas y Missouri. Siendo la fecha que era, el local estaba todo decorado con corazoncitos y flores y demás parafernalia.
Sam resoplo.
Dean soltó una carcajada.
Se sentaron en una mesa colocada en un rincón del local lo mas alejado posible de la cursi decoración. Sam enseguida saco el portátil para investigar algo y así ignorar a su hermano. Como si no supiera que a Dean, cuando le daba la gana, no se le podía ignorar.
- ¡Ey, Samantha! Un local muy romántico, ¿eh?
- Vete a la mierda, Dean. – gruño sin levantar la vista del portátil. No le hacia falta. Ya sabía que su hermano se estaba riendo. La camarera llego, toda alegre, a atenderles. No sabía la pobre donde se estaba metiendo.
- ¡Buenas tardes! ¿Qué les pongo? – Dean le sonrío.
- ¿Qué nos recomiendas, guapa?
- Bueno, hoy tenemos el menú especial de San Valentín, con tortilla con forma de corazón, salchichas y patatas.
- Pues dos especiales para mi y para mi Sammy.
- Deja ya las coñas, Dean. Te estas poniendo pesadito.
- ¿Es que no quieres tortilla, cariño?
- En serio, Dean. Eres un gilipollas. – la camarera retrocedió un par de pasos, asustada.
- Er… si quieren les dejo más tiempo para que lo piensen…
- No, no. Traiga los dos especiales, por favor. Si él no come, ya lo haré yo.
Cuando la camarera volvió a los pocos minutos con la comanda y puso los platos frente a ellos, Sam pensó que podría vomitar. O matar a su hermano. O las dos cosas. No solo las tortillas eran con forma de corazón… es que encima tenían una flecha atravesándolos hecha con tomate frito.
- No tengo hambre. – gruño apartando el plato. Dean achico los ojos.
- Vale. Ya me lo comeré yo. – y lo hizo. Se comió los dos platos. Y luego se paso el resto del día ignorándole. Genial.
Continuara…
