© 2010 - 2019 Hasbro, Inc. Todos los derechos reservados.
Nota de autor: El siguiente es un episodio piloto y no refleja del todo la calidad del producto final. Para mayor comodidad se recomienda leer Clockwork Dreamers con una fuente Times New Roman o Quicksand para la aplicación móvil. Disfrute de la lectura.
CLOCKWORK DREAMERS
LIBRO I: OTOÑO
Estoy esperando, pero no se a quien, me dije a mi misma que esperar aquí provocaría gozo en mi ser. Hirviendo bajo el calor de un sol artero, la piel se me va cayendo a tiras; al igual que un pedazo de jamón siendo rozado por la sierra circular de un carnicero, mi cuerpo se vuelve cada vez más delgado. Respiro la arena, inhaló cristal, exhalo vapor —Debí apagar ese fuego —me reprocho errores desconocidos—. Era en todo una trotamundos vagando por el desierto, mis pasos no se sentían propios. Ya no era yo quien caminaba, era mi sombra impoluta a un lado de mi cuerpo, y muy a lo lejos, un ave, un ave rapiña y de mal agüero cuya sombra eclipsaba a la mía. Esa sombra crece de manera tal que termina dejando sin luz al sol. Un tormentoso frío cayó sobre mí, la sombra me había dejado a ciegas y mi camino hacia la nada se vio ofuscado por el helado sentimiento de incertidumbre que me carcomía la sien. Debo continuar hasta llegar al sol, estando tan cerca, no debo detener la marcha hasta despertar. Pie izquierdo, pie derecho, no siento los pies, pero no puedo verlos por la oscuridad, solo imagino caerme gracias a mi falta de extremidades. Como si estuviese hecha de arena, pues esa es mi verdad, la cual descubrí cuando deje de sentir los brazos. La sombra se acerca, me rindo, va a alcanzarme y no quedará nada más que oscuridad. La luz de una vela se ha encendido, sus colores me recuerdan a los lirios de ese viejo jardín secreto ¿Qué es eso? ¿Acaso es una luz para un nuevo comienzo? Vaya gracia da tu esplendor rojizo, cuando no puedo moverme, ¿quieres que me arrastre hacia ti? Soy capaz de convertirme en otra persona con tal de salir de las sombras. No pienso ser picoteado por ese cuervo.
Decido despertar.
1 DE MARZO DE 2019
EPISODIO 0: MELANCOLÍA HORARIA
"El tiempo es igual a un yo-yo, uno lo hace girar, esperando que siempre vuelva a nosotros".
...
La ciudad de Nueva Canterlot, una metrópolis ubicada al oeste de Cloudsdale, a sólo veinticinco metros sobre el nivel del Océano Celestial. Donde el aire brumoso te llenará los poros y los aromas tan jugosos te harán agua a la boca; se caracteriza por su gran humedad y niebla, algo que se distingue en densidad durante todo el año. Con más de ochocientos mil habitantes, Nueva Canterlot es la capital de Equestria por excelencia, cuna del folclore nacional y hogar del mejor equipo de baloncesto de todo el mundo, los Wonderbolts. Es una ciudad de subidas y bajadas, estructurada a partir de las antiguas colonias cuasi europeas que dominaron vasto territorio nativo; algunos la llaman la ciudad del progreso, antes una monarquía, ahora está la democracia. Pero, fuera de los grandes rascacielos y las casas de diseño victoriano, o los hogares barriobajeros del lado sur, a dónde los llevaré ahora es precisamente a la entrada de un gran parque botánico, deteriorado y descuidado que, debajo de las pintadas hechas en el amplio arco de bronce que le da la bienvenida a los visitantes, se llega a leer a gatas una inscripción que dice "Jardín botánico Miss Mistmane". Muy cerca de esa entrada, dentro del parque, hay una catedral mohosa, invadida por matorrales y malas hierbas; viejo hogar de aquellos imponentes vitrales, retrato de santos y dioses ajenos que ahora se encuentran hechos añicos por el crecer desmesurado de la naturaleza. Tras la muralla que separa la cúpula de la calle, se encuentra cierta señora mayor descansando los huesos plácidamente en una banca metálica. Parece estar esperando; la sombra de un farol apagado a su lado le cubre la cara, protegiéndola del abrazo solar, su piel estirada se oculta bajo una calma sonrisa. En un parpadeo de la mujer, aparece caminando hacia ella un joven caucásico, de expresión porfiada y largo cabello rizado, podríamos atribuirle unos veinte o veinticinco años; este viste un saco de diseño Palomare, de finas telaos tono zafiro; bajo tan ostentoso traje, la camisa blanca perfectamente planchada y aburrida, y una corbata que hace juego con el saco, cuando se le quita el hecho de que esta tenga pequeños lunares de color blanco. El hombre, sin dejar de mirar su reloj, se detiene enfrente de la anciana y pregunta: —Disculpe, tengo una entrevista de trabajo y debo llegar a la calle Golden Oak lo antes posible, ¿usted sabe a donde debo ir?
¿Cómo llegar a la calle Golden Oak?
La anciana afirma con la cabeza y relame sus agrietados labios: —Tomando desde aquí el antiguo tranvía Pudding Head, entras directo al bulevar Everfree, si no te has dejado llevar por ese pomposo paseo de compras, deberá seguir unas cuatro cuadras hacia abajo, entonces, el tranvía doblara a la derecha. De ahí en más, entrarás por una pequeña calle empedrada, la cual adivinaras, se llama Golden Oak —el hombre al oir eso intenta marcharse, pero la anciana prosiguio—. Calle llamada así por haber albergado una librería con el mismo nombre. Recuerdo como la crisis del papel de 1965 lo volvió un lugar concurrido, solamente porque se rumoreaba que los libros que allí vendían estaban fabricados a partir de un solo tronco perteneciente a un árbol mágico; ese rumor volvió muy famoso al dueño de la librería, un hombre barbudo y bromista con crecientes intereses en el mundo de la política. Vincent Starswirl El Barbado. En 1976, cuando Sombra tomó el poder, quemaron la librería con el objetivo de hacer desaparecer todo rastro del ex mandatario, pero era tarde para él, dos años después, cuando desapareció la dictadura en Equestria, se inauguró la gran biblioteca pública Golden Oak… pero eso ya es otra historia. Veras que cosas descubres cuando prestas atención. Como la florería de la señorita Roseluck, ese negocio lleva abierta desde que en 1960, los padres de Rose, Blosson Sun y Pride Flower, siendo apenas unos niños, bajaron de un barco de refugiados cargando hermosos ejemplares provenientes de Arabia Equina. Su destino era ser floristas. ¡Ah! —exclama, recordando algo—. También, los domingos, la manzana es cerrada para dar paso a una feria de productos tradicionales y venta de frutas en estación; como olvidar todas esas veces que mi hijo solía escaparse de su puesto para ir a coquetearle a la dulce hija del gruñón Sir Orange.
—Le agradezco mucho la ayuda, señora —dijo el hombre con gran apuro, pero la anciana no lo escucho, seguía hablando—. Tenga un buen día —acaba diciendo para luego marcharse velozmente mientras murmura algo que parece ser un discurso—.
—Claro, también estaba la casa de té, cuyo nombre no recuerdo muy bien. Se encuentra ubicada en la salida norte, pero cerró hace años, solía atender a inmigrantes del puerto; su edificación es tan antigua como la declaración de independencia misma. Luego, construyeron un edificio arriba de la casa de té, un edificio de ladrillos anaranjados con hermosas chimeneas en el tejado, ahora cubiertas por enredaderas, de todas formas esas chimeneas ya no largan humo desde hace más de treinta años; ahí solía haber un taller en donde se trabajaba con… Bueno, de eso tampoco me acuerdo. Aunque en estos tiempos sé, que en ese lugar alquila una amiga de mi nieta, entonces supongo que las chimeneas habrán sido selladas. ¿Ya le he contando sobre mi nieta? Es una estudiante del instituto Canterlot, nunca vi en mi vida una muchacha tan honesta, a veces creo que no la visito lo suficiente; hace no demasiado decidió irse a vivir con sus… —la anciana deja de lado las remembranzas, abre sus ojos y mira hacia los lados. Al ver como ya nadie se encontraba cerca, se carcajea—. Je-je, esta ciudad nunca va a cambiar —observa al cielo con desdén, las hojas caen ante sus ojos achinados—. Nadie tiene tiempo para escuchar, todos siempre tan apurados.
(Nada cambia en el diamante del oeste, o eso dicen, de igual manera se rumorea que este año será diferente. Porque tarde o temprano la verdad asomara su cabeza y saldrá a la luz… It's all over But the crying – The Ink Spots)
La vista se vuelve a un revoltijo de hojas secas dispersas por la vereda; a varios metros de ahí, a punto de caer en una alcantarilla, otra hoja de un fuerte tono colorado, agrietada e infausta. Un segundo antes de irse hacia el desagüe, sale volando gracias a un sopla hojas. En su inesperado trayecto de vuelo, sobrevuela durante varias cuadras hasta pasar por un puesto de revistas, cuyos diarios también han decidido salir a volar; acompañada por su entintados colegas, pasa entre las mesas de restaurantes, esquivando camareros, los cuales no tuvieron problema en ignorar tan pequeña hoja; aunque algunos no tuvieron tanta suerte con los diarios, siendo impactados por estos, haciéndolos tropezar con bandejas y todo. En varias de las mesas, niños inquietos saltan de los brazos de sus madres con el afán de tomar cualquiera de esas gacetas voladoras, la hoja es golpeada gracias a una pequeña mano que se agitaba en el aire, viéndose de nuevo acogida por la brisa. Pasa varias cuadras planeando entre multitudes de personas trajeadas hablando por celular, corriendo de un lado a otro con apuro, empujando ciegamente a extraños, los cuales parecían igual de apurados como para enfadarse por tal descortesía; la hoja, en desventaja motriz, se clava en la cara de una de esas personas, mosqueándole y obligándolo a darle un manotazo a esa molestia que había interrumpido su charla de negocios; violentamente llevada por el viento emanado de aquella mano, llega hasta un edificio de ladrillos ubicado en una esquina. En concreto uno de ladrillos anaranjados, con enredaderas cubriendo parte de la fachada y ventanales propios de un taller. Aquella hoja colorada cae en picada para luego estamparse en otra ventana, una más pequeña que daba directamente a la calle, con aspecto de haberse pintado hace poco tiempo atrás. Dentro, traspasando una persiana americana del todo cerrada, se puede notar a una joven muy particular, la cual duerme a pata suelta; más bien a cuerpo suelto, pues un pie suyo estaba dentro de la cama, mientras que todo lo demás descansaba en la alfombra de esa habitación desordenada. Su piel bronceada guarda el notorio poco o nulo uso de protector solar, su enmarañado cabello pelirrojo termina en mechas californianas teñidas con reflejos rubios; su nariz es algo alargada, pero no tan puntiaguda; piernas largas, según la perspectiva dada a su falta de pantalones, y un par de personalidades… aun no tan desarrolladas. Viste una alargada camiseta gris, toda arrugada que, a pesar de denotarse enorme cuidado en la fabricación de la prenda, el descuido de su dueña no la haría destacar dentro de pasarelas. En resumen, una joven normal, de estatura normal, con un peso normal.
Esa es ella, un ser humano común y corriente. Y esta, su melancolía.
CLOCKWORK DREAMERS
(El amor nos llena, pero las sobras me han quitado el apetito, la marisma me nubla el juicio, no me entra un bocado más… Spaghetti del Rock – Divididos)
Abro los ojos...
Esa opresión en el pecho apareció otra vez, ha aparecido seguido en estas últimas semanas. Como promesa hecha a mi misma con tal de recapitular los sucesos importantes que prometí que me ocurrirán este año; voy a hacer un recordatorio o referéndum a quién soy yo. Me conozco, soy Sunset Shimmer, de pies a cabeza con diecisiete años; considerada una mujer corriente en apariencia, solo que no tanto en personalidad, o eso intento demostrar. Especialmente porque suelo olvidar muchas cosas diariamente, lo cual no es tan enormemente malo, todos lo hacemos; olvidar, como cuando llevamos el piyamas debajo del uniforme, o también cuando sentimos estar viviendo un día por segunda vez —Curioso, todo se siente tan familiar y a la vez tan ajeno —comento dentro de mi cabeza—. Por supuesto, estoy en mi departamento, aquel en el cual di por hecho que voy a despertar durante los siguientes diez años —sintiendo una contractura en el cuello, me levantó del suelo adolorida—. No fue buena idea dejar el loft como habitación, si no tengo cuidado terminaré cayendo por las escaleras; otra idea coqueta que yo no puedo mantener, como el haber puesto guirnaldas de luces por todas partes, llevo cinco bombillas reventadas gracias a no haber visto donde me apoyaba: —Cuantas ideas incompletas yacen en este piso, cuánto tiempo desperdiciado —susurro entre bostezos, tomó asiento en mi cama y miro el hábitat en el que vivo—. Falta poco para volver al colegio, carajo.
Algo para no olvidar, el verano se estaba acabando; algo para sentirme mal, el otoño da comienzo. Eso significaba el fin de las vacaciones, y junto a eso, el inicio del último año escolar. Y después de eso, graduarse. Hacía ya cierto tiempo que el solo pensamiento de graduarme me cae como un balde de agua helada: —Tal vez solo lo estoy viendo desde el ángulo equivocado —me digo a mí misma—. Graduarse no quiere decir no volver a verlas.
Hace algo de un año sucedió. Esos días en los que la soledad era mi más fiel aliada y la ambición, mí arma más letal; cuando el no tener a nadie a mi lado me daba la confianza que necesitaba para vencer a mis enemigos. Esos días en los que mis únicos idiomas eran la venganza y el odio, idiomas planos, desagradables, los cuales me habían carcomido por dentro. Con un vacío en el estómago, digo: —Todo ha cambiado desde entonces, lo demás ha quedado atrás, las tengo a ellas, pero, ¿por cuánto tiempo? —suspiro recelosa—. Creo que debo despertar y vivir el presente, todavía queda tiempo.
Luego de levantar la persiana, el calor se posa plácidamente sobre la ventana de mi habitación, la luz entra caballerosamente al apartamento, dejándome algo enceguecida. Es innegable que esta es una hermosa mañana, en donde claramente se pueden observar los vestigios del verano y las tonalidades anaranjadas del otoño que se acerca; el ruido de la bulliciosa ciudad se encontraba perdido entre mis martilleos mentales, los cuales suelen darme dolores de cabeza. Bello ambiente al despertar, solo debo ser yo la que se siente tan desdichada —miro por la ventana, el cielo está bastante celeste para ser así de temprano—. Admito no sentir el grato roció de una mañanita mimosa e impetuosa: —Claro, es mi última semana y no puedo evitar pensar que he desaprovechado las vacaciones —musitó tristemente—. ¿Qué es lo que sucede conmigo? —me desprendo de mi cama—. Debería preparar algo de café, con cafeína en mi sistema podre acallar estos pensamientos tan pesimistas.
Bajando por el corto tramo de escaleras que dan directo a la cocina, levantó un poco la vista para ver mejor el reloj de pared colocado a un lado de la escalera; puesto ahí con el objetivo de nunca perder de vista el tiempo, es lo suficientemente llamativo en su diseño pentagonal, con números blancos de gran tamaño. Y de todas maneras, aunque lo ilustre tan bonito, siempre acudo a mi teléfono para saber el horario: —Brillantemente ejecutado Shimmer, te has vuelto a quedar dormida adrede —murmuró decepcionada—. ¿Será demasiado beber café a esta hora? —levantó los hombros sin darle importancia—. Que importa, de todas formas no cuesta nada encender la cafetera.
El café se está preparando, luego de haber limpiado el pocillo minuciosamente, es decir, pasarlo bajo agua caliente durante cinco segundos. Me lanzo al sofá, recuerdo haberme dicho que ya no debía lanzarme de esta manera. Amado sofá, compañero de la pereza y de mi cuerpo cuando sucumbo ante la lasa, el cual traje aquí después de encontrarte en una venta de jardín; tu frío forraje símil cuero ha servido de cama más que mi cama en sí —enciendo la tele, no para verla, solo quería llenar el silencio del lugar—. Pasaron unos minutos de estática cerebral, era hora de escuchar el sonar de la cafetera: —Si tan solo tuviera más tiempo, tiempo que he perdido quedándome dormida, tiempo que he ahorrado llegando temprano a clases y derrochado preparando café a la una de la tarde.
Tiempo, un arma de doble filo; aquel que nos mantiene atados a su yugo y se lleva a todo aquel que cree haber vivido suficiente, otras veces no tanto. Puede volverse lento en momentos de lúgubre tristeza y acabar velozmente cuando lo pasamos bien —ya molesta por el pitido, voy a por la bebida—. Que se joda el tiempo con esas reglas tan injustas, si tuviera el poder de manipularlo haría que se detuviera y me dejara descansar a gusto. En este departamento, el café se hace a las una de la tarde y sin recibir quejas le agrego la cantidad justa de azúcar, tres cucharadas para endulzar la cabeza, pero sigue sintiéndose como un trago amargo que baja por mi garganta. Pinkie Pie siempre dice que el azúcar puede mejorar cualquier cosa, pero a veces algo amargo no permite saborear las verdaderas cualidades de un postre, o en este caso, un café. Tal vez suene a tontería, pero este café es lo que necesitaba para comenzar este día; su sabor amargo me ha hecho olvidar mis pensamientos amargos, que ironía. Otro silencio se apodera mientras bebo el café —luego de soplar un poco, el líquido baja por la garganta, no veo razón para comer algo—. Creo que debería lavar esta tasa, me tomaría solo treinta segundos y nada más. Hasta para esto es caprichoso el tiempo, si no lavo ahora esta tasa, podrían apilarse más cantidad de trastos sucios y eso a que llevaría, simplemente llevaría a más de cinco minutos de limpieza; y todo eso provocado por una simple taza, la cual no me molesté en lavar. De todas formas ya he dejado la taza en el fregadero. Salgo al pasillo solo para sentir el clima frío mientras pienso que hacer; no hay particularidades, todo sigue igual. Ahí está el cielo raso con pantallazos de humedad, el piso de madera, algo sucio, puesto que el techo se ha descascarado y comenzó a desprender su piel blanca por todos lados. Aunque no hay silencio aquí, ese ruido incesante se vuelve molesto, parece venir desde el fondo del pasillo —la puerta de la salida de emergencias se golpeaba por el viento—. Vaya, el viento había estado haciendo de las suyas. Para no perderse la inspección del pequeño pasillo del edificio, solo estoy yo y mi vecina, mi única vecina. Trixie Lulamoon es una persona curiosa en muchos sentidos, siempre intenta sorprenderme con algo nuevo y nunca lo logra: tonterías que se encontró por internet, o alguna bobada que le sucedido en la calle, personas con las cuales ha tenido problemas, y un largo etcétera con ademanes para que resuma sus anécdotas tan bobas e intrascendentes —tocó a su puerta en el número uno, me rió al pensar en el número y la chica involucrada—. Golpeó a su puerta un par de veces más, con la idea fija de que seguirá dormida.
—Ya voy —escucho su voz levemente lijada, parece que me he equivocado—.
Pasan cinco minutos, escucho golpes, cosas cayéndose; de seguro está buscando sus llaves. Llamar a su puerta siempre llevará a un "Ya voy" —Pero no soy una persona paciente —pienso mientras la apuro, golpeando fuertemente—. Luego de mi insistencia, Trixie Lulamoon da su aparición abriendo bajo bufidos su puerta; como introducción a manera personal, ósea, identificando la figura de una persona conocida, veo sin razón aparente de arriba a abajo a mi vecina. De baja estatura, casi raspando los cánones convencionales de las medidas de una mujer; expresión de credulidad absoluta, ocultada bajo una fachada de chica nariz parada y poseedora de una curiosa o desfavorable condición, su cabello anteriormente era rubio, se fue aclarando de tal manera que, podríamos decir sin temor a equivocarnos… Trixie Lulamoon tiene canas, o cabello canoso. Me observa impacientemente mientras la inspecciono, aún lleva su ropa dormir puesta y trae debajo de esos ojos rosado oscuro, unas ojeras de un morado incluso más oscuro; ese conjunto es llevado a la par de su cara notablemente grasosa, provocada gracias a un crudo despertar. Dibujo una falsa expresión de molestia: —Buenos días, cabeza de estopa —le saludo picaramente—.
—¿Que quieres, Sunset? —me pregunta de mala gana—. Es temprano aún como para visitas, ¿no crees? —acerca su cara y entrecierra los ojos—.
Por lo que veo, el concepto del tiempo no recae en Lulamoon, parece que no se ha percatado de que son ya casi la una y media de la tarde. No va a reconocer lo bajo de su situación para conmigo, saludarla con un insulto no despertó ni una fibra de conciencia en ella, es frustrante, luego de lo que me hizo a horas de madrugada: —Hoy muy pero muy de madrugada, me vi invadida por el griterío de cierta personita, la cual no solo hablaba muy alto —la tomó de la camisa, pegando su cara a la mía—, sino que también reproducía música a todo volumen, ignorando cualquier ápice de respeto para con sus vecinos, los cuales necesitan dormir; y yo como vecina de esa personita, me pregunte: ¿Acaso esa irrespetuosa petulante no será nada más ni nada menos que mi buena vecina Trixie Lulamoon? —ella traga saliva, mira para los lados, esperando a alguien que la salve—.
—Puede q-que este sea el momento en donde Trixie implora por tus disculpas, ¿verdad? —gimotea con una escueta sonrisa—.
Suspiro y le suelto, ciertamente a esas horas yo seguía despierta combatiendo un pequeño inconveniente. Pretende fastidio: —Agradece que sean vacaciones, porque si no… —realmente no quería armar una escena en este momento—. Dime, ¿qué pasa con esas pintas? A juzgar por las ojeras y el hecho de haber ignorado tu osadía, yo diría que anduviste de trasnoche hablando con esa nueva novia tuya —le pescó la atención, poniéndola roja—. ¿Cómo se llamaba?
—Trixie no está de novia con Starlight Glimmer, idiota —respondió sonrojada de furia y de vergüenza, no necesariamente en ese orden—. Es solo una amiga en línea que sabe apreciar a alguien tan especial como lo es Trixie —lo de especial no te lo niego, si es que hablamos de enfermedades mentales, aunque el término aprecio es relativo—.
—Lo que sean Trixie —cruzo mis brazos y pongo la mejor sonrisa de relajo—. ¿Me permites pasar?
—Lo lamento, pero Trixie tiene algo entre manos en este momento y no quiere ser molestada —intenta descaradamente cerrarme la puerta en la cara—.
—Algo entre manos, ¿eh? —detengo la puerta con un brazo y la observó maliciosamente—. Bueno, si te estabas masturbando, lo cual es normal en ti; simplemente tuviste que decirlo desde un principio, o directamente no abrirme la puerta, lo hubiese entendido —con el otro brazo me tapo la boca, simulando estar riendo—. Seguramente esos gritos a la mañana se debían a que tenías algo entre manos, ¿Starlight trabaja para una hotline o algo así?
—¡No estoy tocándome ni nada, maldita cabeza de tocino! —parece soltar humo por las orejas, unos segundo se le ve dudar, pero termina resoplando para luego acceder—. Está bien, te dejaré pasar para que veas que no es así, además no quiero quedar como una irrespetuosa, ya que yo si tengo modales —dice esto seguido de un bostezo-eructo bastante desagradable—. No como tú.
Se hace a un lado, permitiendo el paso; entró dando zancadas y noto como ella sale corriendo hacia su computadora —vaya apuro que llevas, con tal de cerrar una página de, oh —asomo la cabeza, veo un seno, y en la silla del escritorio observó la marca que deja un líquido al secarse—. Mojado, seno, seco, nervios… Cambiando de tema, no recuerdo la última vez que visite este departamento, aunque siento como si no fuera verdad esa declaración; su departamento comparte similitud con el mío, ya que solían ser uno solo hace muchos años atrás, hasta que alguien los separó con una gran capa de, bueno son mmá ladrillos, los cuales desentonan con los de la fachada, siendo estos de un color rojizo. A simple vista, puedo catalogar el lugar como un desorden ordenado, veo torres de libros de metafísica e interpretación de los sueños apilados en rincones polvosos, junto a las estanterías repletas de creo yo son videojuegos, encuentro petardos y fuegos artificiales, algunos sin mechas visibles. Presiento como si este sitio fuera a saltar por los aires de un momento a otro —Eso sí es emocionante, debería pedirle prestado algunas de sus bombas de estruendo —pienso sonrojada ante la idea de un desastre—. Honestamente, no podría enojarme con ella, es obvio que es venido a visitarla porque directamente no tengo nada mejor que hacer, después de todo, nos tenemos mutua estima; a veces no sé si será por su picardía o su enorme ego, o hasta puede que su actitud infantil haya generado una leve vinculación amistosa; una amistad que me hace feliz, por lo menos en pequeñas porciones. Voy hacia su sofá y me siento en el respaldo, Trixie volvía de desconectar su computadora, su cara permuta incomodidad e impaciencia: —Entonces, esa amiga tuya —empiezo a decir mientras la veo tomar asiento torpemente, esta con nervios empieza a escarbar una bolsa de patatas abandonadas en la mesa—. Starlight Glimmer, ¿cierto? —Lulamoon afirma con la cabeza y vorazmente se mete a la boca un puñado de papas—. Cuéntame, ¿a qué preparatoria asiste?
Trixie quedó pasmada, al parecer estaba esperando una broma. Luego de tragar su sentido del humor, responde: —Ah, con que eso era —pensaba hacerle una broma, pero me contuve—. Bueno, Starlight asistía a la preparatoria Cristal, aquel instituto privado para aquellos de mayor rendimiento académico —hace comillas con los dedos, yo chisteo con la lengua y evoco una sonrisa de burla—. Ya lo sé, una idiotez realmente, aunque hay una buena noticia.
—¿Este es el momento en donde me dices que Starlight vendrá a Canterlot High? —sorpresivamente, mi boca se mueve sola, haciendo esa pregunta—.
—Eh, sí eso es, es exactamente lo que iba a decir —Trixie me mira confundida, yo también lo estoy—. Comenzará a inicios del primer trimestre, dime, ¿cómo lo supiste? —pregunta mientras vuelve a poner patatas en su boca—. Digo, Trixie desde esta mañana ha estado sintiendo como una especie de déja vu o algo similar, ¿a ti no te ha pasado?
Me acerco a ella e intento verme calmada, tomó una silla y comienzo a agarrar patatas de la bolsa: —En realidad, si —las dos miramos para todos lados, sintiéndonos observadas—. Es raro, es como si nos… —de repente, escalofríos pasan por mi espalda, haciéndome cambiar de tema—. Olvídalo, oye, eso es genial, espero que no quede decepcionada al conocer a la verdadera Lulamoon —me mira con desprecio—. Puesto que este es nuestro último año, deberás aprovechar cada segundo, aunque, ¿no le será difícil…? Aguarda —detengo la pregunta, la miro fijamente—. ¿Se quedara aquí contigo, verdad?
Como un segundo strike, Trixie abre ligeramente la boca: —Se supone que esa es la idea —dibuja una sonrisa de irremediable felicidad—. Aunque —baja la cabeza, borrando la sonrisa—, aun no se lo he comentado, ella pidió mi ayuda para hallar un lugar en alquiler —estás planeando ir de garante de una chica que apenas conoces, allá tu con esa locura—.
—Está bien, me da igual, y siento que suene como a disco rayado pero, aprovecha este año, quien sabe, luego de tanto podrás al fin tener una amiga que no quiera golpearte al verte —comienzo a reírme, ella otra vez entrecierra los ojos, odiándome en silencio—.
—Ja-Ja-Ja. Ahora eres un comediante; de igual manera, lo dices como si al acabar el año ella y yo no nos volviéramos a ver jamás —le noto ofendida, pero ha vuelto a plasmar la misma sonrisa que antes—. Claramente aprovechar nuestro tiempo juntas, estaremos tanto tiempo compartiendo el pasar de los meses y al final de año, ya verás —apoya los codos en la mesa y sujeta su cabeza con las manos, mira hacia la nada con expresión de bobalicona—. Starlight se encontrara maravillada por mí, que nunca querrá alejarse, podre tomarla de la mano, compartir almuerzos, darle un beso debajo de un árbol de cerezos, al igual que en aquel simulador de citas. —parpadea, abandonando su estado de trance; yo me pregunto si habrá árboles de cerezo en Nueva Canterlot—. Eh, ¿cómo…? —acomoda su garganta y me observa sonrojada—. Sunset, cuéntame, ¿tú sabes que harás después de graduarte?
Esa pregunta si se me hace terriblemente familiar, claro, me la han hecho todas mis amigas durante las vacaciones; inteligente de su parte, no estoy preparada para responder: —Bueno, como decirlo, yo… —me devolvió con mucha gracia su inseguridad—. Esto, claro que tengo pensado hacer algo —rasco mi nariz, debo decir lo primero que se me venga a la cabeza—. Sabes, creo que deje la… —no tiene caso—. Ah, olvídalo, vuelvo en un minuto.
—¡E-eh, pero qué demonios, Sunset! —Escucho el grito de Trixie a la distancia—.
¿Qué fue eso? No sé porque, es como si este día fuera un set de rodaje de una película sobre mi vida, y yo soy esa actriz que olvido las líneas; iba a decir algo, pero así sin más había perdido la motivación para terminar la ora… —abro la puerta del departamento, me detengo enfrente de la televisión encendida, la apago luego de verificar el clima—. Todo un día por delante, todo el día para pensar en lo estúpida que me vi hace solo cuestión de segundos; me ha dejado plagada de inquietudes. ¿Y la motivación? ¿Dónde está mi motivación para sobrellevar veinticuatro horas por delante? Ensimismada debo estar por la falta de espíritu al cumplir con mi papel… —¿Cuál es mi papel? —sostengo esa incógnita al hacer girar las llaves en mi dedo—. ¿Qué que planeo hacer después de la graduación? Supongo que habrá que descubrirlo: —Esto no debería preocuparme de tal manera, además, tengo todo un año como para planear —me lanzó de espaldas al sofá, comienzo a mirar la pantalla apagada—. Mi vida entera —resopló al pensar en eso—. Debería volver con Trixie —debo volver con Trixie—. Tal vez, no es eso, estoy equivocada, claramente es otro tema —pienso un poco en ellas—. Estoy segura de que las chicas tienen ya todo planeado, debo ser la única que está a la deriva.
En el clímax de mi pesar, mi teléfono comienza a sonar. —Es la alarma del despertador, ¿para qué la he dejado activa? —me pregunto mientras prendo la pantalla del celular—. No es el despertador, es una anotación, yo no recuerdo haber guardado ningún recordatorio en el calendario, mucho menos para un día tan común como lo es hoy. A ver, este aviso es dejado por Sunset para Sunset... Supongo que era obvio, nadie tiene acceso a mi telefono, ni haciendo memoria, nadie que yo recuerde. Puede que lo haya hecho en un estado de inconsciencia. Veamos, aquí dice: —"Uno de marzo, el día en el que prometí darle un giro a mi vida. Mucha suerte, Sunset Shimmer. Recuerda que mañana es un gran día para ti".
Esto se está poniendo cada vez más raro.
1 DE MARZO DE 2019
(Cayeron las tres de la mañana, la música sonaba en mis oídos a grandes decibeles; cosquilleo intrínseco corre por mi muñeca, el sueño hace temblar mis párpados, energía tóxica levita en la habitación… Underworld – Born Slippy)
Solo unas horas más...
No lo he llegado a comprender del todo —apilo otra lata de bebida energética, creando una pequeña pirámide—. Si los sueños pueden ser manipulados a través de la sugestión —giro hacia abajo la rueda del ratón, descendiendo entre comentarios e insultos varios—, ¿cómo es que ella no ha soñado conmigo aun? O puede haberlo hecho, pero no me lo habrá dicho porque siente vergüenza al respecto —refunfuño por el aburrimiento y la decepción—. He navegado durante horas por estos foros repletos de patéticos conspiradores, leyendo sus diferentes teorías sobre lo que puede estar o no estar sucediéndose, y nada. Todo lo raro comenzó cuando el día de ayer, mientras hablaba con Starlight, acerté exactamente cuál era su canción favorita; desde ese momento comencé a sentirme como si supiera lo que va a pasar antes de que suceda, de esta forma me dije: —"Guau, Trixie, sabía que eras una bomba, pero no tenía idea de que pudieras leer mentes"—susurro, imitando perfectamente la voz de Starlight—. Digo, ella seguramente habrá pensado lo mismo que yo —reviso su estado en el chat, sigue marcando que esta desconectada—, vaya buena impresión le habré dejado, seria genial ya tenerla aquí —cierro la pagina y me quedo mirando nuestro chat, esperando—. Trixie se siente nerviosa por esto, nos conocimos hace siete meses y ahora no puedo evitar quererte cerca.
Cabría esperarse de una relación a distancia, está bien, una relación no romántica a distancia; nos conocimos en My Stable, chocamos dentro de una charla coloquial sobre videojuegos de estrategia, nos unió nuestra ardiente fascinación por la conquista y el control. Llegó a ser muy pedagógica al respecto, carente de toda duda o estigmatizaciones; lleno mi cabeza de ideas nuevas, la soledad nunca se había sentido tan bien. No es así —Trixie no está sola —corrijo lo recién mencionado y me destapo una oreja—. No estoy sola, no me siento sola. ¿Por qué estoy siquiera pensando en ello? Sé que todavía no conozco a Starlight Glimmer en persona, igualmente creo haber estado en lo correcto al haberle confiado secretos personales… —golpeo mi cabeza contra el teclado, la pirámide de latas cae por el temblor—. Abandonó la silla bruscamente, haciendo volar los auriculares y desconectandose en el proceso, el poco líquido restante de las latas se había derramado por el escritorio y la silla: —Demonios, lo que me faltaba —eso fue lo suficientemente estruendoso como para haberla despertado—. Sunset va a matarme —de repente, el sonido de una campanita se hace presente a través del computador—. Starlight se ha conectado: —¡N-no! Ahora mismo no es buen momento —me abalanzo hacia el escritorio, bajo el volumen de la música y agudizó el oído para poder oír cuando Sunset venga hacia aquí—.
Entro al chat, la silla seguía bastante húmeda como para sentarme, así que me apoyo en el borde. Sunset aun no me ha gritado o maldecido, de seguro habrá salido, ¿a estas horas? Encima con la situación de inseguridad actual... Oh, Starlight comenzó a escribirme:
—Impresionante —escribió ella antes que nada—, es bueno saber que puedo contar contigo a estas horas —puedes contar conmigo cuando quieras; prefiero no escribir eso, suena a demasiada sumisión—. Bonita noche la de hoy, ¿dime si me equivoco, Lulamoon? —Miro por la ventana, la luz destellante de un poste de luz brilla en mi rostro, no puedo admirar el cielo nocturno—.
—Siempre son bonitas cuando charlas conmigo, Starlight; allá donde estás no parece haber días malos —aunque no sé a ciencia cierta dónde estás ahora, te has movido mucho últimamente—. Dímelo, ¿por dónde andas en este momento? —Lleva varios días enviándome fotos en zonas desérticas, paradores y estaciones de combustible—.
—Si te lo dijera, arruinaría la sorpresa que tengo para ti —sonrojada, muerdo mi labio suavemente, ¿al fin accedió en enviarme esas fotografías? —. ¿Sabes una cosa? ¡Al demonio! No hay punto en hacerte esperar, estoy en un hotel, partiré rumbo a Nueva Canterlot en pocas horas —ilustró una sonrisa y me pego al monitor—. Sé que dije que iría a finales de la semana que viene, pero se me presentó la oportunidad de viajar ahora, iremos juntas el primer día de escuela.
Dejó la silla y levantó los puños con emoción, festejando en silencio. —¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! Calma, cálmate Trixie, solo se siente bien cuando empieza. Vaya satisfacción, es casi orgásmica —no puedo evitar reír—. Por fin, sabía que hoy sería un buen día y apenas está comenzando. Sumerjo la mano derecha dentro de mis pantalones, jugueteo ácido que quema mis deseos, será un momento: — ¡¿Qué fue eso?! —me pregunto, siendo interrumpida por ruidos extraños proveniente de la calle; camino hacia la ventana, pisando en el camino una bolsa de papas fritas—. No puede ser, Trixie estás haciendo mucho ruido —levantó el paquete y lo lanzó hacia la mesa—, eso ha sonado como un grito ahogado —hago a un lado las cortinas, observó hacia la ventana de su departamento—, las luces están encendidas, ¿estará despierta? —giro la vista un poco, la calle estaba vacía; descubro que me equivocaba, hay dos personas entre los contenedores de basura—. ¿Qué rayos está haciéndole a esa chica?
A varios metros del edificio, ocultos en la penumbra de un callejón, entre la mugre y las bolsas de basura, una silueta encapuchada está apretando a una chica contra la pared. La luz del poste más cercano llega a alumbrar débilmente a la víctima. Una joven que podría tener mi edad, de cabello… ¡No es momento de describirla! Esta en problemas; ella grita, pide por alguien entre gorgoteos de sus propios mocos y lágrimas, su suéter de a poco es levantado, mostrando parcialmente su torso, revelando amenamente su ropa interior. Se resiste, haciendo fuerza con sus manos, golpeando los brazos de aquel perpetrador, intentando sacarse de encima a la sombra. Solo provoca que actué con más violencia —Desde aquí no puedo hacer nada, desde aquí no puedo hacer nada —me digo a mi misma al cubrirme con la cortina—. Llamar a la policía, eso es. Van separándose las piernas, irrumpirá en su cuerpo si le dejó proseguir. No puedo reaccionar, el terror ha helado mi cuerpo, escucho la puerta de abajo ser abierta con fuerza, desde dentro emerge Sunset Shimmer: —¿Qué estás haciendo? —pregunto impresionada, parece rabiosa y lleva una botella consigo—. Esta demente.
—¡Oye, hijo de perra! —le oigo gritar antes de verla lanzar la botella, esta se reviente contra la pared a centímetros de ellos—. ¡Vete de aquí antes de que te deje eunuco! —por los dioses, Sunset ha sacado una navaja, carajo, tiene una navaja—. ¡¿Me oíste?! ¡Largo de aquí, bastardo!
La silueta deja de dar la espalda, poniéndose al descubierto por la luz de la calle. Desde dentro de la capucha, la máscara demacrada de una rata, oscura al igual que sus deseos descarnados; su sudadera blanca es holgada, jeans negros ajustados y botas parecidas a las de un policía —Sunset mira detenidamente el otro lado de la vereda, desde aquí puedo percibir su temblar—. ¿Qué va a hacerle? Sujeto el teléfono, debía marcar a la policía o bajar a darle una mano. Los dos se miden, estando a pocos metros de una situación de violencia consumada. La cabeza de rata suelta a la muchacha y con sus manos le hace señas de desafío a Sunset, esperando a que ella cruzara la calle —No lo hagas, Shimmer —pienso con la respiración agitada—. Se oyen los sollozos de la chica del suéter a rayas. Toda la cuadra se acalla, la tranquilidad se había escampado y, desde la esquina, una motocicleta hace su repentina aparición —cubro mis oídos, el ruido explosivo de aquel motor es ensordecedor—. Sunset da varios pasos hacia atrás, el sujeto enmascarado se larga a correr por el callejón. La gran bestia de acero va en su captura, pasando enfrente del edificio; la velocidad con la que pasó la moto no me permitió identificar a ningún jinete, ante mis ojos parecía una acumulación de humo con forma humana. Él o ella habían acelerado a fondo, yendo directo de vuelta a camuflarse en la oscuridad. Todo ha acabado, quedando solo un instante de acérrima tensión; la motocicleta escupió en la tragedia e hizo correr como gallina descabezada a ese sujeto: —Se acabó —murmuró mientras veo como Sunset cruza corriendo la calle—. Y yo no hice nada para ayudar —la chica del suéter abraza a Sunset fuertemente, están en shock—. Ahora, ¿qué carajos es ese otro ruido? —doy media vuelta, al parecer la campanita del chat siguió sonando en mi ausencia—.
Sunset se vio genial ahí afuera, en realidad —me encuentro en el hartazgo y apagó la música—, solamente fue descaradamente rápida. Yo podría haber ayudado a la chica sin problemas —vuelvo al escritorio, tiro las latas otra vez—. Y esta vez fue apropósito, esta despierta después de todo. Así es, Sunset está despierta porque yo fui quien la despertó con el ruido, eso quiere decir que si yo no hubiese hecho el ruido, Sunset no se hubiese despertado, y si ella no se hubiese despertado, no habría ayudado a la chica en problemas —¿Eso quiere decir? —me pregunto mientras hago girar la silla—. Fui de ayuda… —suspiro mirando al suelo—.Trixie, ¿a quién engañas con esto? No he hecho nada para ayudar, al igual que en muchas otras situaciones. La culpa se clava a mi nuca, estoy volviendo a tener ese acosador sentimiento; pasaron tantos años y sigues colgada en mi espalda. En el penitente silencio, recuerdo aquel nombre que retumba a todos mis otros demonios: —Ember —cállate, prometiste que jamás iba a mencionar su nombre otra vez—. Que se joda, no le daré la satisfacción de recibir un cumplido de mi parte, sí Sunset espera esa felicitación está muy equivocada —entro al chat, repleto de mensajes de Starlight—. Además, va a estar muy enojada conmigo por haberla arrastrado a esa situación —de nuevo con eso, no fue de ayuda, no desperté a Sunset Shimmer, ¿cierto?—. Cuando la vea me haré la desentendida, tampoco le mencionare nada al respecto, si suelta el tema le ignorare. Además ella ha sido una inconsciente, pudo haber muerto ahí afuera, se lanzó con nada más que su valentía, puso su vida en juego con tal de salvar a una completa extraña. Es sospechoso, ¿qué hacía esa chica a estas horas vagando por los callejones? Tal vez estaba… —escalofríos corren por mi piel, haciéndome cambiar de tema—. No hay tiempo para pensar, Starlight me está escribiendo de nuevo.
—Trixie, ¿estás viva? —estiró el cuello desde el escritorio, para verificar si esas dos siguen ahí abajo—. Contéstame, parece como si te hubiese dado un infarto —no llego a distinguir nada desde aquí—.
—Aquí estoy, algo surgió afuera y fui a ver si todo andaba bien, parece que alguien quería sobrepasarse con una muchacha —estoy sintiendo cierto repelús al comentarle esto—.
—¿En serio? ¿Y tú qué hiciste? —por alguna razón tengo la piel de gallina—.
—Fácil, fui hacia allá a espantar a esa basura —casi no puedo tragar mi saliva, ¿qué me pasa? —. Pobre de la chica, estaba llorando, no podía dejarla sola.
—Realmente eres valiente, Lulamoon —me sonrojo de vergüenza, era raro leer esas palabras—. Ya sabré a quién acudir cuando tenga un problema, ¿cómo se encuentra la chica?
—No lo sé, salió corriendo —envió emoticones de indiferencia—.
—Olvídala, de segura a de estar muy agradecida por lo que hiciste —no tuve que haber dicho nada—. Oye, dejando ese tema de lado, ¿recuerdas lo que hablamos sobre cuando yo llegara a Canterlot? —Colocó varios emoticones de afirmar con la cabeza—. En fin, solo quería pedirte un favor, ¿acaso podrías ir a recogerme a la terminal de trenes? —Imagine que vendrías en autobús—.
—Por supuesto, puedes contar con ello —estoy teniendo una contradicción, eso sí ha hecho verme sumisa—.
—Genial, te enviare un mensaje cuando esté cerca… Con todo lo que pasó, casi olvido que va a ser nuestro primer encuentro —acerco mis dedos al teclado, pero nada viene a mi mente—. Estoy emocionada, tengo la seguridad de poder reconocerte. Entonces, nos veremos pronto. Buenas noches, Trixie.
—Hasta mañana, Starlight Glimmer.
Luego de apagar el monitor, volví a la cama totalmente fusilada. La computadora se había llenado de propaganda de índole sexual gracias al uso de tan inestable sistema chat; no se cerraban y habían trabado la pantalla en ese estado. Mantendré la cabeza fría y mañana lo solucionaré —Los aromas se han vuelto cada vez más fuertes, ¿o serán las hormonas? —pienso al olfatear el aire—. La cama está repleta de cómics y ropa, me acurruco bien en el medio, intentando no tirar nada; fallando en el intento, una estúpida bola ocho de esas que dan consejos cuando miras por su recoveco sale rodando desde la punta de mi cama —no recuerdo el nombre de esa porquería, tampoco recuerdo porque la compre —entrecierro los ojos al oírla impactar contra el piso—. Mucho menos se para que decidí hacer mi cuarto en este piso sin paredes que está a varios metros del suelo ¿Cómo se le dice a ese tipo de estructuras? Debes dejar de comprar porquerías, Trixie. Acumular cachivaches inútiles está dejándome sin dinero, tarde o temprano voy a tener que conseguir un trabajo. Trixie tiene un trabajo, es la mejor maga callejera de la ciudad —pero eso no me está dejando dinero —recuerdo a Starlight, de nuevo estoy sonrojada—. No puedo decirle mi manera de mantenerme, se burlara de mí. Ya lo han hecho muchos. Trixie, estás siendo paranoica; Starlight es diferente, es especial —Yo lo sé, y con eso basta —mi seguridad es clave de confianza—. Se bien la envidia de los demás hacia la gran y poderosa Trixie Lulamoon, se lo que murmuran, lo que comentan, como se ríen al pensar que es fácil hacer lo que yo. Después de tanto, por fin ha habido una excepción, ella —me sobresaltó un poco, Sunset claramente doy un portazo, volvió de hacer sus bienes benéficos—. Bueno, son dos excepciones: —Oh Starlight, podre verte al fin —abrazo fuertemente mi almohada, mis piernas tiemblan y mis pulsaciones se aceleran—. Podre tocarte, sentirte, lamerte y después... ¡Ah! —No, no debo, no ahora. Además, ¿siquiera debo confiar en ella?—. ¿Qué tal si no le agrado en persona? O puede que ella sea increíblemente diferente a como es en la red. Luego de tantas vueltas, quedó mirando al techo, optando por el costumbrismo de muchas otras noches.
Me pregunto qué estará haciendo.
1 DE MARZO DE 2019
(Por mucho que lo intento, nada cambia las viejas costumbres que arrastró. Igual a mis ideales, se llenaron de mugre por el largo trayecto, pero siguen ahí... Should i Stay or Should i Go - The Clash)
¿Qué te hace especial? ¿Qué te hace distinguir del resto? Por ejemplo, un tatuaje en una zona privada, nadie podrá verlo sin tener tu consentimiento —Tu eres la primera persona en verlo, será nuestro pequeño secreto —pienso en lo que uno diría al quitarse los pantalones enfrente de otra persona—. O alguien que sufre de alguna enfermedad mental o padecimiento físico, esa clase de persona es especial, pero no es única y muchos menos es feliz. Habiendo cientos de millones de personas, ¿cuál será aquella que se cataloga como una en un millón? ¿Le acompañará la soledad? Supongo que cuando uno es único en su tipo prefiere dejar en claro el por qué destaca tanto; destacar con virtudes y presumirlas te hacen un ególatra, carecer de virtudes y desear tenerlas te hacen parecer débil ante la realidad. ¿Y qué sucede cuando no eres especial pero de todas formas te lo dicen? Puede que ser especial solo dependa de la cantidad de personas que te lo digan —Eres especial, hija —así lo decía el padre sobreprotector—. Serás la mejor en todo, espera ¿nadie te ha dicho que eres especial? Entonces solo buscas atención. En fin, ¿a dónde quiero llegar? ¿qué ser especial es un engaño? El engaño más dulce del mundo. Como me engañaron a mí al ofrecerme esta vía de escape, vaya olor a orina tiene este costal: —Oigan, ¿cuándo van a sacarme esto de la cabeza? —preguntó, dirigiéndose a cualquiera; el saco es retirado, respiro—.
Enfrente de mí, un hombretón de aspecto imperturbable con cara velluda me mira sin parpadear; vaya coraza de ropa tiene encima, mi trasero se hunde en el asiento que está tan lleno de gomaespuma que el cuero ya yase siendo sólo ínfimos fragmentos de hilo quemado —No se cuanto tiempo ha pasado desde que me metieron a este autobús —desde mi asiento veo como las demás personas evitan el contacto visual—. Supuse que no iba a ser un viaje agradable, es un antiguo autobús despintado y lleno de pulgas, garrapatas, olor a pegamento y restos de pollo frito, me recuerda a aquellos camiones que usaban los hippies en las películas. Limpio el vidrio mugriento con la manga, según parece aun sigo en el desierto de Appleloosa; el sol recién comienza a descender, helados vientos traerán consigo las arenas cuando la luna aparezca. Será mejor apresurarse: —¿Falta mucho para que lleguemos? —le pregunto al hombre—.
—Aquí, ten esto —hace sonar su voz profunda, me entrega un pasaporte y una identificación; ya era hora de que me los dieran—. Llegaremos en breve, debes estar preparada —inspeccionó aquello que me entrego, todo está en orden—. Recuerda, eso de ahí es tu boleto,si lo pierdes prepárate para caminar 750 kilómetros hacia Nueva Canterlot... respira, lo peor que puedes hacer ahora es sentir miedo.
Escucho la risa de la copiloto, extrañamente llevaba una máscara de gas y cubría su pelo con una capucha —Parecen salidos de una película de Mad Max, con esas gabardinas de cuero y máscaras —bromeo internamente, con leve terror a las carcajadas de esa mujer—. Algo en su voz había llamado mi atención al salir, estaba modificada por algún tipo de micrófono dentro de su máscara. Acabada la actividad de reírse de mí, se da la vuelta y dice: —El miedo es imprescindible, va más allá de cualquier otro instinto, prueba fehaciente de que aún seguimos con vida —tragó saliva—. Tranquila, no te pasara nada, eres una muchacha inteligente, podrás apañártelas —en una rápido juego de manos, hace aparecer un casete—. Espero que sepas correr rápidamente, porque todo va a ponerse brusco en unos minutos... —empuja el casete hacia adentro del descontinuado reproductor—. Es muy loco, se supone que esta canción ya está sonando —¿que canción? puto montón de raros—.
El autobús va perdiendo velocidad, y yo siento la adrenalina; las vías ferroviarias están a metros de mi asiento, me espera un lindo paseo en tren. Nos detuvimos, uno a uno nos vamos levantando y saliendo por la parte trasera del vehículo. Con lo pies de nuevo en la arena, noto como en el lado derecho de las vías había un cartel rústicamente pintado —Un número cuarenta malamente grabado, ¿para que sera? —me pregunto mientras todos se aproximaban a donde yo estoy—. Esperan a que pase el tren, claro, deben usar este lugar como punto para saltar y colarse dentro. La copiloto sube al techo del autobús, usa unos binoculares, esperamos su señal: —Estoy lista, estoy lista —me digo a mi misma, sujeto bien el pequeño bolso que llevo conmigo—. Vamos, puedo hacerlo, puedo hacerlo —doy pequeños brincos, los demás parecen estar estirándose—.
—¡Muy bien, todo el mundo colóquese a dos metros de las vías! —ordena la mujer enmascarada, hacemos caso—. Hermoso días para hacer una locura, ¿no lo creen señores? —dice en voz alta, no parece poder contener su excitación—. ¡Lo veo! ¡Cual veloz relámpago proveniente de oriente, nos da la llamada a la acción!
Emergiendo desde el horizonte, una locomotora rompe el ambiente con su estruendosa bocina. La humeante maquinaria se aproxima y sin pensarlo dos veces comenzamos a correr para el sentido contrario a ella; es solo cuestión de segundos para que nos alcance —Realmente fue un segundo —pienso cuando el humo cubre mi cara—. Manos desconocidas se despliegan de los vagones posteriores, los otros detrás de mí van lanzando sus cosas a esas manos y luego saltan para ser agarrados; entre lo acelerado de la situación, varios caen por el camino, sus pertenencias se van sin ellos. Debo hacerlo: —Puedo lograrlo, puedo lograrlo —lanzo mi bolso, este entra por una de las ventanas—. Voy a hacerlo, debo hacerlo.
—¡Vamos imbécil, hazlo de una vez! —el grito de una chica del tren me golpea, me aproximo a ella y salto—.
Por los pelos logra cazar uno de mis brazos, con el corazón a mil, entró por la ventana. Eso fue una total locura, aunque estoy a salvo; le doy un corto gracias a la chica y esta cabecea para que la siga. Parece una persona normal, es decir, oreja izquierda y nariz perforadas, cabello corto rapado a los lados, color café con algún tipo de bordo, aunque podría ser amaranto —Que se yo de colores —chistó la lengua, ella se da la vuelta brevemente—. Qué radiantes ojos azules, muy fríos según como me miro al sujetarme ahí atrás, fríos, al igual que su actitud que me esta poniendo incomoda. Pasamos por varios vagones repletos hasta el cuello de personas, también pude encontrar algunas gallinas y contar a varios perros enjaulados. Llegamos al que parecer ser el último vagón, considerablemente vació, parece ser el lugar donde dejan las bicicletas. Ella se sienta y mira por la ventana. Decido sentarme a su lado, necesito hablar con alguien, hace mucho que no lo hago: —Gracias otra vez por haberme ayudado —dije, frotándome el brazo; solo continua ignorándome, que educada—. Que locura, vaya manera de tomar un tren, ¿o no?—su silencio molesta, le miró la ropa; nada para destacar, aunque es estúpido llevar una bufanda cuando se lleva debajo una musculosa—. Oye, la bufanda es bonita y todo pero, ¿no tienes calor? —acerco mi mano a la bufanda gris—.
La chica toma mi brazo, vuelve a mirarme con la misma gélida expresión de antes. Lo suelta y vuelve de nuevo a su ventana: —¿Que quieres de mi? —ha hablado, y preguntado con mucha desconfianza—.
—Algo de información, no parece como si fuese esta tu primera vez que viajas a Nueva Canterlot —de nuevo me ignora, debo pensar en algo—. Tengo scones en mi bolso, ¿si acaso gustas? —de golpe se da la vuelta, le pasó la bolsa y ella la toma taimadamente—.
—¿Se puede saber a qué se debe este viaje? ¿Estás escapando o buscando venganza? —pregunta mientras toma un scone—.
—Supongo que las dos —al escucharme, se levanta de su asiento—.
—Sígueme —dice bruscamente—.
Tras su orden, marchamos hasta el final del vagón. Abre la última puerta y pasamos a la balconada del tren en donde casi me golpeo con el farol colgando sobre nuestras cabezas. el último brillo del sol reluce en mi rostro, pues este ya se marcha para dar paso al campo nocturno —Su bufanda no es tan tonta, ahora que lo pienso —pienso mientras tiemblo gracias al frío—. Apoyamos las manos en el barandal y miramos la lejanía de las montañas, observó el volar de las águilas con gran fascinación. Qué cielo tan despejado, deslumbrante valle desértico pintado de los colores del alba, muy diferente a las nubes grises de mi pueblo natal. La chica volvió al silencio, esperará a que hable yo: —¿Como... —me interrumpe sin piedad alguna: —La reglas de la ciudad del oeste son fáciles, simplemente no te acerques a aquellos que andan entre malas compañías, evita a los drogadictos y prestamistas, también a las personas potencialmente peligrosas y no te asocies con nadie a no ser que sea de extrema confianza. Canterlot devora a cualquiera que crea ser mejor persona, ¿querías un consejo? No confíes en la gente —me quedo en silencio, ese consejo sonaba familiar—. Ahora, ¿quien es el desafortunado que sufrirá el martirio de tu venganza?
—Aún no lo sé, creo que solo el ir hacia Canterlot fue un plan desesperado —de mi bolso, saco la foto de esa chica, Trixie—. Por lo menos no estaré sola —esa sonrisa presumida, salió bastante bonita—. Dime, en el vagón... ¿esa bufanda es algo especial, no? —preguntó con un dejo de ternura—.
—Solamente no me gusta que me toquen —comenta y luego calla, miramos al cielo estrellado; ella quiebra el silencio con un soplido—. Eh, fue un regalo de una amiga, ahora mismo voy hacia la capital para buscarla, algo me dice que está en problemas.
—Suerte en tu misión, espero puedas encontrarla en esa jungla —recorrió tanta distancia por una corazonada, podría serme útil—. Oye, ¿me dirías tu nombre?
—Me llamo Greta.
—Un placer entonces, Greta. Mi nombre es Blossom Force.
CLOCKWORK DREAMERS
© 2010 – 2018 Hasbro, Inc. Todos los derechos reservados.
