En una gran ciudad donde las luces engañan, se hacen pasar por calidez reconfortante cuando en realidad solo son mentiras luminiscentes, pensamientos efímeros casi etéreos que desaparecen en un parpadeo.
Para ser el hijo heredero de Corporaciones Choi, todo el prestigio, fuerza y serenidad que devenía con el nombre parecía estar reducida a escombros mientras el joven de veinticinco años permanecía con la mirada perdida en el vacío, mente divagando en cavilaciones indecisas e indefinidas.
Choi Minho, hijo único y conocido heredero de las Corporaciones Choi, destinado a tomar control de la compañía multimillonaria a tan solo días. Toda su vida había estado dedicada a ese momento, su excelente rendimiento escolar, sus aptitudes deportivas y competitivas además de su educación y buenos modales; era el perfecto ejemplo de sueño realizado.
De padres alegres y afectuosos siempre que se tratase sobre su persona, de carisma que flameaba con una intensidad que hacía resplandecer sus ojos cafés.
No está seguro de cuantas horas llevaba en aquel local, ni siquiera estaba seguro de conocer el local o mucho menos como había llegado a él, había sido su destino por mera coincidencia en donde sus pies armaban su camino al andar aun siendo poco consciente.
Por su garganta se desliza líquido obscuro y amargo en un vago intento de querer olvidar las imágenes obscenas que aun rondaban su cabeza.
Todo estaba marchando a la perfección, las reuniones necesarias había sido llevadas a cabo y los altos mandos de la Junta Directiva estaban en absoluto acuerdo, era el momento justo para el retiro permanente del cabecilla de la gran corporación orgullo de la economía en Seúl y todos esperaban en sutil ansiedad la toma de puesto de su hijo, el orgullo de la familia.
Así que el encontrar a su padre aun en su oficina pasada las horas de trabajo con una jovencita que bien debía tener su misma edad, con la falda levantada y varios botones de la blusa desabrochados era una visión para la cual no estaba preparado.
Justo por eso se encontraba horas más tarde escondido como un pequeño que ha hecho alguna travesura y será regañado por sus padres. Bufa ante su propio tren de pensamiento y da otro sorbo a su bebida sintiendo los labios arder.
Casi puede sentir sus mejillas arden ante un creciente sonrojo avergonzado que se extiende por todo su cuello como si de un estudiante se tratase y no el futuro de toda una empresa. Un camarero le ofrece un nuevo trago y el acepta sin chistar dejándose embriagar por la amargura del alcohol.
La iluminación cambia de forma repentina y le toma unos cuantos momentos darse cuenta de tal acción, tarda en darse cuenta el cambio de ambiente en el local.
Ahora su atención se posa en lo que parecía un escenario escondido bajo la obscuridad que ahora se daba por conocido gracias a las tenues luces, un solo micrófono posado en el centro de dicho espacio, daba un efecto casi fantasmal puesto que no había nadie que estuviese allí para utilizarlo o eso creía hasta que en un rápido parpadeo una figura se posa frente al instrumento.
Poco a poco la música comienza a llenar la instancia, un sonido hipnotizante llega a sus oídos; una tonada cautivante y la luz lentamente comienza a enfocar aquella silueta que parecía desdibujarse frente al micrófono.
El whisky queda olvidado más su dedos aun sostienen el vaso de forma cuidadosa y su atención se concentra absolutamente el aquel ser que tenía frente suyo.
Un joven que en una mera mirada parecía tener su misma edad o quizás algunos años menos, su cabello negro caía un tanto desordenado a los lados de su rostro, brillando en contraste a la luz; vestía todo de negro, unos pantalones con alguna rasgadura en las rodillas y una camisa de botones que mostraba retazos de piel y un enorme abrigo de piel, el cual le parecía un tanto innecesario dentro del lugar puesto que él se sentía más que cómodo, aunque quizás fuese más bien efecto de la bebida que consumía desde su llegada.
Anillos adornaban sus delicadas manos y sus ojos enmarcados en delineador los hacían más llamativos; algo sobre su presencia en sí lo hacía un tanto misterioso, intrigante, pero cualquier pensamiento superficial sobre su apariencia queda escondido bajo la subconsciencia al momento que sus labios se separan para comenzar a inundar la instancia con su voz.
Lo estoy intentando,
todo lo que he hecho por ti,
tú dices que no es cierto, que no ocurrió.
Acércate, dímelo más claro.
Mírame a los ojos y hablemos,
después límpiate esas lágrimas.
Ambas manos se posan sobre el micrófono mientras su cuerpo comienza a danzar despacio a compás de la canción mientras canta esa tonada melancólica y dolida. Cualquier pensamiento que le hubiese perturbado hasta ese momento parece desaparecer de su memoria a un lugar inhóspito y olvidado de su subconsciente; nada era lo suficientemente importante en ese momento, nada más que aquel muchacho de mirada afligida y enfocada que envolvía la sala entera entre palabras dolidas y entonación dulce.
No puedo dejarte ir,
no te olvidare.
No mientas,
esta noche.
Por favor quédate aquí,
permanece radiantemente bella.
No llores, no llores.
¿Por qué?
¿Por qué me decepcionas?
Deja, ya no te necesito más.
No puedo ver,
las lágrimas no me dejan.
Su voz resuena poderosa y llena de sentimiento, se desliza por el escenario como si fuese totalmente natural tal estado y de sus labios escapan sonidos abrumadores y adictivos que parecen alejar su conciencia, y así de inesperado como inició, así la presentación se dio por culminada.
Las luces se apagan dejando todo ser envuelto por negrura que le hace dudar de sanidad, ¿acaso de verdad había presenciado tal acto o solo se trataba de una visión de su cerebro llena de malicia?
En un ademan alza su vaso a modo de saludo y bebe el resto del licor sintiendo una vez más sus mejillas arder.
Se hunde en pensamientos obscuros una vez despierto de su ensoñación. Su mente repasa de cuenta nueva la razón por la que se encontraba en tal estado de inquietud y un suspiro deja la seguridad de su boca sin saber muy bien que hacer ahora.
Sentía que todo por lo que había luchado y creído se desvanecía frente a sus ojos como arena entre las manos. ¿Qué podía hacer ahora? ¿Cómo debería actuar ahora? Él no se sentía preparado para tomar acción, no tenía la más mínima idea de cómo continuar ahora.
Lo único que parecía poder expresar era la plena y pura vergüenza que sentía consigo mismo, por su padre, por él, por su madre, por la compañía, por cualquier persona que alguna vez sintió respeto por lo que el nombre Choi representaba.
¿Por qué?
¿Por qué me decepcionas?
Esas curiosas palabras resuenan en su mente y suspira de nuevo.
Desconcentrado de sus alrededores es incapaz de percatarse del cuerpo que se sienta a su lado en el bar, solo alza el rostro al sentir que le penetran con la mirada. Teniendo frente suyo a aquel ser que minutos u horas antes había estado frente a todos deleitando con su voz; el chico le observaba con detenimiento colgando una leve sonrisa en los labios y manteniendo su rostro con una mano.
—Estamos a punto de cerrar—el tono de su voz es suave un contraste algo extraño ante la imagen que había quedado plasmada en su imaginación. Asiente despacio y parpadea varias veces para estar seguro de lo que está viendo ganando así una nueva sonrisa por parte del joven que tenía en frente. Su cerebro registra segundos más tarde que es momento de marcharse y en un ademán toma el vaso y hace mímica de beber un sorbo aunque la copa ya se encontraba vacía.
El chico se levanta con los ojos fijos en su persona sin dejar de sonreír y le sirve por una última vez.
—Por la casa—le ve alzar un vaso a modo de brindis y la imagen se le hace un tanto adorable arrancándole una sonrisa a medias, asiente y bebe del licor para luego dejar el vaso olvidado en el bar.
A las puertas del local se sorprende de su sentido de dirección el cual no parece estar muy afectado aun en su estado de embriaguez y es allí cuando se percata que en verdad era el último cliente del lugar; incluso varias luces se encontraban ya apagadas, ¿entonces por qué?
Permanece radiante.
No llores, no llores.
Vuelve a dudar de su sanidad al escuchar esas palabras nuevamente y se gira con prisa encontrando solo una nueva sonrisa por parte del moreno; sus ojos convertidos en medias lunas ante lo amplio de dicha expresión y no puede evitar sonreír de regreso.
Aun no cree haber encontrado una solución a su problema pero por alguna extraña razón ya no sentía esa extraña opresión en el pecho ante las circunstancias a las que debía enfrentarse; caso contrario, se sentía ameno y relajado, como si no fuese un gran esfuerzo enmendar el daño causado y evitar que fuese aún mayor.
—Gracias—habla en un suspiro dudando si ha sido escuchado o no puesto que ahora el local se encontraba completamente cubierto de negro.
La noche fría le recibe y le despeina el cabello logrando que las orejas ardan ante la ventisca inesperada, frota ambas manos tratando en vano de traer a sí algo de calor y comienza a caminar las calles con paso lento. Tarareando muy por lo bajo una tonada casi sensual y adictiva que no paraba de sonar en su cabeza.
Sea quien fuese y como fuese que lo hubiese logrado, había calmado su intranquilo corazón y le había brindado una nueva perspectiva; más por ahora solo podía resolver todo aquello que le preocupaba, ya en otro momento podría volver.
Si, volvería solo para verle cantar una vez más.
No puedo dejarte ir, no te olvidare.
Después de meses de no tocar nada de nada, ni siquiera un cuaderno... Regreso con una historia que si bien no es nada trascendental me ha hecho sentir mejor, tomando en cuenta que parezco entrar en un nuevo fandom, ahora el SHINee World, tomando la iniciativa del conocido TwoMin con los adorables Carisma Flameante Choi Minho y el querido mankae Lee Taemin.
Y para entrar en ambiente pido que busquen la canción 'Cry for Me' que es un solo de Taemin, aunque la letra o su traducción no es muy segura, me ha gustado lo que encontré por Youtube.
Gracias a todos por leer y como siempre, sinceras disculpas ante algún error de edición.
