Nada es mío, solo la idea. Ya saben.
MariSeverus.
Ginny y Harry se miraban iracundos. ¡Es que no podía comprender cómo demonios, osaba a decir semejante cosa! Mientras discutían, Albus Severus estaba en el suelo y lloraba sin consuelo. Sus padres no dejaban de gritarse.
Trataban de enseñarle a caminar, pero todo había resultado en desastre. Albus se había caído al suelo por descuido de Harry y éste, había golpeado su cabeza contra el. Solamente tenía un pequeño chichón, pero Ginny no dejaba de gritar que era un mal padre y que no había prestado atención. ¿Cómo osaba descuidarse y dejar al pequeño solo?
Quizá solo estaba exagerando, quizá era solo miedo. Pero lo que sí era cierto, era que no dejaba de gritar.
— ¡Solo fue un accidente!
— Estuvo cerca de golpearse mucho más fuerte de lo que ya lo hizo. ¿Es que no te das cuenta de que pudo romperse algo o herirse de gravedad?
Harry miró a su alrededor. Solamente trataba de enseñarle a caminar y se había topado con el espejo de Oesed en Hogwarts. No creyó que aún existiera. Creyó más bien, que Albus se había desecho de él y se acercó a mirar si realmente era el espejo. Su hijo estaba intentando sostenerse y se cayó de un escalón donde lo había dejado.
Sí, era su error. Pero tampoco tenía que ponerse a gritar como loca. Todo Hogwarts iba a escuchar lo que ella acababa de decir.
Que era un mal padre.
— Ni siquiera sé, por qué vinimos a un lugar como este. Pero claro, Albus y sus mañosas reuniones.
— ¡Es un cuadro! Dudo mucho que te haya obligado a venir, Ginny. Pero como mi esposa, deberías acompañarme a los lugares a los que voy.
Albus seguía llorando en el suelo.
— Bueno, si te vas a lanzar a un acantilado... procura no invitarme. ¡Esta estúpida reunión de colegiales! Mira cómo la han pasado los niños. Están aburridos.
— Ginny, son pequeños. James y Albus son pequeños. ¿Qué esperabas? Apenas tienen edad para comprender el asunto. Ojalá no te pongas así cuando tengamos otro hijo. Sin duda, ese hijo tendría a qué temerle.
Ginny lo miró enfurecida y se dio la vuelta. Harry sin embargo, no le prestó atención y ladeó la cabeza hacia el espejo.
— Ya no eres esa Ginny que me gusta. Ahora solo discutes y discutes.
— ¿Ah sí? Pues entonces vete con una Ginny que te guste.
— ¡Todos los días es lo mismo! La misma rutina de siempre.
— Anda con Ronald a jugar a los héroes.
— ¿Eso crees de mí?
— Sí.
— Pues entonces... ansiaría nunca haberte conocido. Así te evitaría los problemas y ya no tendrías que sufrir... ¡por mí!
Ninguno de los dos dijo algo al respecto. Mientras estaban en silencio, a Harry le dio la impresión de que Ginny lloraba. Ladeó la cabeza y la miró de reojo, mientras ella hacía lo mismo que él.
— Yo quisiera lo mismo entonces. Harry Potter.
Y bajo las lágrimas de Albus Severus, Harry la miró caminar hacia la puerta de salida. Justo luego de que se cerró, Harry miró a su alrededor y suspiró. Miró a su hijo y lo levantó del suelo. Sí, había sido un mal padre en ese preciso momento.
Y mientras lo pensaba, no había notado que el espejo de Oesed se había iluminado bajo las sábanas. Que se movía violentamente y con un estallido, una brillante luz emergió de él. La vieja sábana cayó al suelo y su cristal ondeó como el agua. Muy pronto dejó de brillar y simplemente se rompió en pedazos.
