Tomó las llaves del apartamento y su celular, mirando al encendedor por unos segundos. Pasó las manos por sus bolsillos y sintió una cajetilla de cigarros que no recordaba haber comprado. Al otro extremo de la mesita, su billetera reposaba justo como la había dejado hace diez minutos, sin ningún documento a no ser por su licencia de conducir, el cual sacó antes de poner la billetera en el bolsillo trasero de su pantalón.

Se miró una última vez en el espejo. Como lo sospechaba, el fijador de cabello solo había logrado que sus mechas brillaran de una manera claramente no natural, y el rulo que nunca se acomodaba seguía notándose fuera de su cabellera castaña.

Soltó un suspiro y se puso rápidamente el saco. Lo pensó más de dos veces, pero decidió llevar también una chalina. El ruido fuera de su puerta le advirtió que también debería llevar un paraguas, y aunque estaba ya muy desconforme con la cantidad de cosas que llevaba encima, tomó el único que tenía de mala gana.

Mientras bajaba las escaleras, ya que el ascensor estaba descompuesto hace ya dos días, recordó que mañana en la tarde debía mandar a hacer una copia extra de su juego de llaves. Excepto por la de los cuartos. Abrió su paraguas al mismo tiempo en que su hombro empujó la puerta principal hacía afuera, y su cuerpo comenzó a extrañar la calefacción.

Lovino Vargas, o más conocido por la prensa italiana y casi todas las personas que conocía como el hermano de Feliciano Vargas y Romeo Vargas, ocultó su nariz detrás de su chalina. En toda su vida, nunca había sentido más frío que en esa noche, estaba seguro de eso. Ni siquiera cuando salió de la estación de trenes de Rennes por primera vez, con el abrigo sobre una de sus maletas, hace una semana.

El bar que le había recomendado internet no debería estar muy lejos, y por las fotos, sería fácil de reconocer. Debía aceptar que estaba algo nervioso. No era la primera vez que salía por la noche con la intención de despertar con algún desconocido, pero era la primera vez que lo hacía en esta ciudad. En este país, en realidad, ya que aquella vez en Cannes estaba con Feliciano y regresaron al hotel antes de la media noche.

Recordó que no había traído el encendedor consigo, y maldijo a su memoria y el nerviosismo que solo podía intentar ocultar. Antes de que pudiera arrepentirse de todo y volver a su departamento, las luces del Insolites le invitaron a resguardarse del frío.


Dejó su abrigo en la entrada, junto con su chalina y el paraguas. Unas miradas desconocidas se posaron en él y Lovino solo las ignoró, por el momento. Se fue a sentar en la barra, y pidió un vino dulce. El barman asintió y escuchó el pedido de dos chicas antes de servirle la copa, y Lovino no le dio mucha importancia ya que se encontraba mirando de reojo a las personas alrededor suyo.

Se quedó mirando a un grupo de chicas en el area que parecía imitar la sala de una casa. Si Feliciano hubiera estado con él, no hubiera perdido el tiempo en correr hacía ellas. Y él le hubiera seguido.

Pero cuando estaba solo, nunca se movía de su sitio. Cuando venía solo, traía solo una identificación en el bolsillo delantero del pantalón y dejaba todo lo demás porque no lo iba a necesitar. El pasaporte era demasiado grande, pero el documento italiano era identificable donde sea y ya que lo llevaba consigo justo con el propósito de que lo identifiquen si el no pudiera, decidió llevarlo consigo también esta vez.

No notó que su copa de vino estaba servida hasta que comenzó a aburrirse.

No pensaba en salir a fumar aún, no solo. De igual forma no podría ya que no había traído el encendedor. No tenía ganas de hacer algún esfuerzo o favor a alguien, no estaba de humor para eso. Esperaba que sea todo lo contrario.

—...no, Francis, salí un rato. No te preocupes. Gracias. Lo sé. Oh...

Tomó un poco de su vino, mirando rápidamente al desconocido que se acababa de sentar a su lado, y seguía hablando por teléfono. Su conversación no duro mucho más, pero el extraño parecía disfrutarla, porque cada cierto tiempo reía un poco y no paraba de sonreír.

—...hasta luego, cuídate. Sí, gracias. ¡Un abrazo!

Soltó un suspiro mientras guardaba su teléfono, y le dió un vistazo a la carta de licores antes de pedir uno propio del bar. El italiano trataba de identificar el acento que pudo notar. Sabía que no era italiano, aunque sí se parecía un poco al suyo cuando hablaba en francés.

Lovino dejó su copa, avanzada hasta la mitad y la miró por unos segundos mientras sus dedos seguían sosteniendo la base.

—¿Vino dulce?

Levantó la mirada al escuchar la voz a su lado, y le dirigió una pequeña sonrisa al que pronto ya no sería un extraño.

—¿Cómo supiste?

—Intuición.

Lovino giró un poco su banco hacia él, mirando de nuevo a su copa. La verdad, estaba un poco impresionado. Antonio pidió un trago propio del bar y el chico de la barra se lo sirvió gustoso.

—No sabía que pedir, es la primera vez que vengo por aquí. Me quedé con lo que conozco.

—Oh, también es la mi primera vez que vengo -hizo una breve pausa para agradecerle al bartender por su bebida, y se movió para estar frente a Lovino- ...¡Espero que este trago sea bueno!

Su risa sonaba despreocupada, de nuevo, tanto que pudo relajarlo. Lovino se rió un poco también, asintiendo.

—Me llamo Antonio, encantado.

Apretó su mano con una expresión rígida.

—Lovino.

—¿Eres de aquí?

—Soy italiano ¿Y tú?

—¡Español! Pero me acabo de mudar de París, he vivido allí por más de dos años.

—hm...

Solo asintió a la información personal extra. Aunque sabía que no era muy fuera de lo normal, siempre se sentía incómodo. No quiso pensar mucho en detalles absurdos, aunque no era difícil distraerse con el físico de Antonio.

—Yo también me acabo de mudar...

—¿Oh? ¿Y a qué te dedicas?

—...estoy estudiando en la universidad.

-¿Qué estudias?

—Derecho.

—¿En serio? Debe ser difícil...

Vio como Antonio tomó un trago de su bebida y se encogió de hombros, terminando su copa mucho más rápido de lo que hubiera querido. Estaba comenzando a sentirse incómodo y tenía que corregir eso rápido. Cambiar de tema antes que Antonio supiera que Lovino odiaba su carrera y su suerte y su vida.

—A veces. ¿Y tú que haces?

—Ah, soy fotógrafo….

Fue por solo un momento, pero Lovino podría jurar que notó en Antonio un tono amargo.

—¡Pero también sé tocar algunos instrumentos! y… bueno, en París tocaba el piano en el restaurante de un amigo…

Lovino asentía mientras Antonio le contaba sobre el restaurante, que era de cinco tenedores y tenia de chef a Francis, con quién estaba hablando hace solo unos minutos. Él era su mejor amigo y Lovino comenzó a preguntarse si el desconocido que tenía enfrente estaba tratando de engañar a su novio, Francis, mientras estaba fuera de la ciudad. De todas formas, ¿Por qué vino aquí? Los ojos verdísimos del español le observaban con tanta inocencia que Lovino pensó que tal vez estaba perdiendo su tiempo ya que no buscaban lo mismo.

Pero, Antonio valía la pena un esfuerzo.

—…Por cierto —interrumpió Lovino, antes que Antonio comenzara a contarle sobre este otro amigo llamado Gillert, ¿o Gilbert?—, ¿Cuántos años tienes? Si entiendo bien, has estudiado dos… cosas.

Frunció el ceño, pero el gesto se lo dirigía a sí mismo. No pudo pronunciar la palabra "carreras". Las palabras de su padre le penetraban la mente incluso estando tan lejos, incluso cuando no se daba cuenta. Pero Antonio seguía sonriendo, y asintió.

—Tengo veinticuatro. Espera, déjame adivinar tu edad…

Lovino no pudo evitar hacer una mueca parecida a una sonrisa mientras veía el rostro pensativo de Antonio, y jugueteó con sus dedos mientras sus ojos bajaban hacía el cuello del otro, y más abajo.

—¿…veinte…. y… dos?

Al parecer Antonio hacia ejercicio porque, estaba seguro que podía notar sus músculos a través del polo que traía puesto.

—nada mal….

—¡¿Acerté…?! ¿Lovino?

Tiró su cabeza hacia arriba cuando escuchó su nombre, rogando mentalmente que el rubor en sus mejillas no se viera tan evidente como se sentía.

—um, tú…. Eh…

Trató de pensar rápido, ¿Qué había dicho Antonio? Recordaba su tono alegre y la forma en que pronunciaba su nombre. Iba a adivinar su edad, y luego dijo su nombre.

Antonio, que acababa de decir su nombre y debería hacerlo de nuevo, inclinó la cabeza hacia el costado.

—Lo siento, estoy algo… distraído.

Con tu cuerpo.

—Oh, ¡está bien! Pero… ¿Tienes veintidós…o no?

Recordó discutir con sus padres hace sobre la universidad, poco después de que acabara sus estudios generales con notas rozando la línea entre lo promedio y lo muy bueno. Feliciano aún estudiaba arte y Romeo ya era algo conocido por muchos de los profesores de teatro del instituto al cual Lovino hubiera preferido ir también. Había trabajado en un museo ofreciendo guías y también en algunos cafés sin saber qué hacer ni si debería ceder. Hace un año se dio cuenta que ser el sucesor del estudio de abogados Vargas era su única opción y no iba a tener veintiún años para siempre. Y hace unos meses, se dio cuenta de que ya no soportaba vivir en su propia casa aunque sabía que llegaría a extrañar a sus hermanos y talvez a un miembro de la familia más y regresaría en las vacaciones, algunos días al menos.

Pero hoy supo que Antonio era muy expresivo, y solo por eso, quería verlo contento de nuevo por sus capacidades de intuición.

—Sí… en realidad sí.

La sonrisa de Antonio hizo que la tensión que se había acumulado en sus hombros desapareciera, y permitió que una sonrisa se asomara en su rostro cuando escucho la risa de felicidad del otro.

También dejó que hablaran del clima, y Lovino paso un buen rato quejándose de la lluvia y el frío. Pidió el trago de Antonio, que en realidad estaba bueno y le parecía muy ligero, y Antonio pidió el mismo vino dulce que tomó antes Lovino. Hablaron del bar, Antonio se rio porque los dos lo encontraron en internet cuando buscaron "bar gay en Rennes" en Google y Lovino se sintió libre de darle una palmada en el brazo porque estaba seguro que solo se burlaba del color de sus mejillas.

Pero rio con él.

Era ridículo.

La tercera vez que pidieron algo de tomar, Lovino le preguntó si el collar que llevaba en el cuello era un crucifijo, y Antonio sacó la cruz que ocultaba su polo para mostrársela a Lovino. Él asintió y le mostró la suya, que no era para nada visible ya que la camisa que llevaba no mostraba también parte de su pecho como el polo de Antonio.

La cuarta vez solo Lovino pidió algo que contenía alcohol, y se desabotonó los dos primeros botones de su camisa porque tenía calor. Antonio lo notó. Se miraron un momento sin conversar. El mayor le comentó que él también tenía calor y que encantaban los ojos del otro, a lo que él asintió sin creerle del todo al mismo tiempo en que se dio cuenta que no necesitaban quedarse más tiempo allí.

Lovino pagó la cuenta de los dos, y Antonio pagó el taxi.


—El maldito ascensor no funciona —dijo Lovino mientras buscaba las llaves de su puerta.

—No importa… —respondió Antonio, y le dio un beso en la nuca— solo fueron dos pisos.

El menor se lamió los labios y asintió, empujando la puerta para abrirla.

Entraron juntos y Lovino apenas tuvo tiempo para tirar las llaves en el mueble y cerrar la puerta antes de que Antonio le quitara su abrigo con una sonrisa que no había visto antes en él. Lovino tiró su chalina al piso y miró al mayor a los ojos mientras este quitaba el abrigo y lo dejaba sin cuidado en el perchero a su lado.

Antonio puso sus manos en la cintura el otro, y se inclinó un poco hacia adelante para besarle, cerrando sus ojos cuando sintió unos brazos rodeando su cuello. Mordió suavemente el labio inferior de Lovino, haciendo que este inclinara la cabeza hacia un costado y entreabriera los labios. Se besaron hasta llegar a la puerta de la habitación de Lovino, donde Antonio comenzó a desabotonar su camisa y deslizarla hacia abajo cuando los brazos del otro abandonaron su cuello para acariciar el pecho del español por encima de su polo.

Lovino se separó un poco de él y tomo aire, mirando a un lado, aunque el alcohol había suprimido parte su timidez. Soltó un suspiro cuando sintió los labios de Antonio de nuevo, pero esta vez en su cuello, dejando una línea de besos húmedos que llegaban hasta su hombro, donde el calor de su aliento no desapareció incluso cuando Lovino hizo que levantara la cabeza para terminar de sacarle el polo en el que se había apoyado.

Lo besó de nuevo, y Lovino culpó al calor del momento por la sensación que inundaba su torso desde el interior. La espalda de Antonio se sentía como él lo había esperado, y se preguntaba si él también pensaba lo mismo de la suya. Escuchó un ligero sonido proveniente del otro y retrocedió lentamente, hacia su cama, entrecerrando los ojos cuando Antonio abrió los suyos para ver a donde quería ir.

Lovino se acostó en su cama mientras veía a Antonio sonreírle, y él sintió de pronto vergüenza cuando el pantalón del mayor cayó al piso. Desvió su mirada hacia sus propias manos torpemente deslizando su pantalón por debajo de sus tobillos, y Antonio se acercó para acariciar su mejilla y besar la otra. Lovino cerró los ojos y se dejó hacer, oyendo el sonido de las sabanas que provocaba el español cuando se posicionó encima de él.

—Así, pareces menor…

No pudo responder, ya que su boca abierta fue interrumpida por otra igual. Las manos de Antonio recorrían su pecho y costados, mientras las de Lovino hacían lo mismo con su espalda, y los dos movían las caderas en busca de la fricción que comenzaban a necesitar.

—Cállate…—suspiró Lovino mientras sentía como él le quitaba la última prenda.

Cuando abrió los ojos, los dos estaban desnudos y las luces de afuera hicieron posible que viera a Antonio besando sus muslos, mientras él se apoyaba en sus codos.

—¿Tienes…?

Sin dejar que Antonio terminara de hablar, Lovino sacó una botella de lubricante casi nueva de su mesa de noche y dos condones que dejó debajo de sus rodillas con la cara ardiendo.

—Gracias.

Asintió en respuesta y solo presionó sus labios juntos mientras Antonio se ponía el condón.

Supuso que él no necesitaría uno, así que ni siquiera le hizo ademán de pararse o moverse, pero aun así esperaba que el otro al menos le preguntará.

Pero en vez de eso ni siquiera le informó de que ya estaba listo, aunque la verdad eso no hubiera sido necesario ya que Lovino estaba muy atento a cada movimiento que Antonio hacía.

De cualquier forma, aún no estaba seguro de lo que el otro está planeando hacer, eso no le importaba mucho en realidad. Es más, todo esto era emocionante para él.

Era por eso que él nunca había tratado tener una relación estable. En realidad, no había tratado de tener ninguna relación. Siempre había rechazado las personas que querían algo con el que no o sea algo de solo una noche.

El sólo pensar en que alguien te necesita como tú necesitas alguien le parecía aterrador. Pero en su mente prefería pensar que simplemente no tenía sentido. Sólo una perdida tiempo.

Los dedos Antonio hicieron que ya simplemente no pudiera pensar más en cosas absurdas.

No pudo evitar gemir, ni siquiera se dio cuenta cuando Antonio había lubricado sus dedos, dejó su espalda caer sobre la cama y arqueo su cuello, dejando que los dos dígitos de Antonio lograron su cavidad en busca de algo que haga a Lovino gritar.

—Ah… Antonio— Lovino cerró los ojos fuertemente cuando por fin encontró.

Se mordió los labios para no gemir más fuerte cuando en los dos se dieron cuenta que ese punto especialmente sensible en su cuerpo estaba la merced del mayor. Como si Lovino, el mismo, fuera suyo por de un momento.

Su respiración agitada, sus mejillas rojas, y la poca paciencia que desde el principio era notoria para Lovino, hiso que Antonio sacara bruscamente sus dedos.

Sólo cuando poder Antonio de frente, miembro en la mano, sus muslos entre sus piernas, poder que él también estaba disfrutando el momento. Y él también, buscaba límite rápidamente para luego solo salir corriendo.

Para Lovino eso estaba bien.

Pudo escuchar algo parecido a un gemido, igual de a del agudo y también grave. Trataba de contenerse solo para escucharlos un poco más mientras los dos se acostumbraban a la nueva sensación que en realidad no era realmente nueva.

Su cintura estaba atrapada entre las manos de Antonio, jalándolo hacía el mientras la mitad de su cuerpo se encontraba en el aire. Como siempre, Lovino tuvo problemas por un momento para acostumbrarse a un extraño dentro de él pero se sentía tranquilo, escuchando los susurros del otro que parecían ser para sí mismo. No tenía que ser para él, apenas se conocían.

—¿Estás bien?

Asintió sin pensarlo, abrazando la cadera de Antonio con sus piernas y suspiró.

—Mmhmm…

Movió su hombro sobre las sabanas solo porque sí, sintiendo todo caliente, lamentando no haber bebido algo más.

Antonio no dijo más, comenzó a moverse lentamente adentro y fuera de él. Lovino dejaba sonidos salir de su garganta pero se reusaba a abrir su boca. Maldijo un par de veces y las caderas del otro tomaron un ritmo más rápido. En medio del placer, y Lovino comenzó a maldecir lo que está pasando como si no le gustó en realidad. Se calló un poco, sin embargo, cuando Antonio comenzó a gemir. Eran más agudos que los suyos, más des avergonzados.

Su nombre escapaba sus labios cada cierto tiempo, y Lovino no pudo evitar seguir el ritmo sus caderas con las suyas. En un vaivén desesperado por más, más del otro, más fuerza, más rapidez, Antonio se inclinó hacia él y Lovino se enganchó de su cuello mientras ambos disfrutaban de los únicos sonidos sinceros que dos extraños como ellos podían producir ahora.

En el reloj, las 2:30 AM los veía sin pudor alguno, y ellos seguían un tratando de perderse a sí mismos.


Estaban agotados, esparcidos en la cama de Lovino, el pecho de Antonio subía y bajaba levemente mientras el otro le comentaba que iría a bañarse y que podía quedarse hasta el desayuno.

—¿Puedo ducharme cuando termines?

—Hm… ¿Demorarías mucho?

Lovino podía ver la sonrisa cansada de Antonio, la luz que le brindaba la mesa de noche era suave pero parecía molestarle un poco.

—…usualmente estoy en la ducha por mucho tiempo —añadió, lo que no era del todo verdad.

Solo a veces se demoraba mucho, sobre todo en noches como esta. Pero la mayoría de veces prefería salir rápido antes que comenzara a pensar en... tonterías.

—oh… Bueno… —Antonio parecía reflexionar al respecto, aparentemente no quería esperar mucho tiempo, pero de seguro él tampoco era rápido.

Lovino hiso una mueca y se froto la mejilla.

4:24 AM

Cogió el control remoto cuando vio que Antonio se sentaba en la cama, e hiso lo mismo para estar más cómodo.

—Ve tú.

—¿Estás seguro? —Lovino frunció el ceño.

—Sí, sí…—asintió, y abrió la boca como para decir algo más, pero solo sonrió.

Lovino lo miró por unos segundos.

-o... Trataré de no demorar.

Se encogió de hombros, restándole importancia, y prendió el televisor. Vio por el rabillo del ojo que Antonio gruño levemente cuando se levantó. Esperaba que el otro supiera cómo funcionaba la ducha. Él mismo se peleaba con ella en algunas mañanas.

En medio de una mala película, el sonido de las gotas golpeando el piso de la ducha hiso que Lovino recordara el cuerpo desnudo de Antonio sobre el suyo.

Se lo imaginaba, al otro lado de la pared, entre los dos cuartos del departamento.

Cerró los ojos sin quererlo, y se lo imaginó aún mejor.


Se despertó sin saber por qué. El reloj marcaba más de las 11 AM, y la luz que llegaba de afuera era muy molesta.

No tenía resaca, pero tampoco se sentía perfectamente bien.

A su… ¿lado? dormía Antonio, abrazándolo de la cintura, con la cabeza en su pecho.

Se quedó mirándole por un tiempo, sus pestañas eran un poco más largas de lo común. Su rostro se veía pacifico, casi le hacía sentir culpable la idea de despertarlo. Sus mejillas estaban sonrosadas, podía sentirlo. La forma en que lo abrazaba era solo…

Sin pensar mucho, llevó una mano a su cabello, pasando sus dedos entre sus rulos. En la luz natural, parecían más suaves que en el bar, como lo eran en realidad lo eran. Escuchó un ligero sonido proveniente de Antonio, pero nada más. Ningún rastro de estar despertándose.

Poco a poco lo que pasó la noche anterior le vino a la mente. La conversación en el bar, los besos en el umbral de su cuarto, el condón que no utilizo. Sus manos sobre su torso, las manos de él sobre él.

Y.

No se bañó.

—¡Asqueroso de mierda quítate de encima! —Le gritó, empujándolo hacia el lado, hacia abajo, donde sea.

Antonio despertó de golpe, retrocediendo que se cayó de la cama, atrayendo a Lovino hacia el borde, los dos atrapados en las sábanas.

Lovino miró hacia abajo, un poco culpable pero aún molesto. Si se había quedado dormido, debía haberle despertado.

Antonio se encogió a sí mismo, mirando hacia abajo, y Lovino podía ver su respiración entre cortada.

—¿…estás bien? —preguntó, viendo como Antonio miraba detrás suyo como si no reconociera donde estaba.

—¿Hm? Sí… —le sonrió, pero no intentó levantarse.

De seguro lo despertó muy bruscamente.

—No me despertaste.

—Ah… sí… te veías muy lindo durmiendo…

Se frotó la cabeza, bostezando.

Lovino se olvidó de haberlo tirado de la cama.

—¿Lindo? Estaba sudoroso y muy sucio. No, aún lo estoy.

—Pero lindo.

No pudo evitar sentirse halagado, y eso le molestaba demasiado.

—Eres un asco, incluso estabas abrazándome.

Pudo ver como la sonrisa de Antonio se cayó un poco, y se paró sin responderle. Lovino se paró detrás de él, notando de nuevo la pequeña diferencia de estatura.

—Perdón —murmuró Antonio, y luego añadió en un tono más alegre— ¿Qué tal si hago algo para comer? Mientras te bañas.

No quiso decirle nada sobre sus disculpas, y asintió, sin importarle mucho el asunto. Además, no tenía ganas de cocinar.

Y por supuesto que no se sentía curioso de lo que cocinaría Antonio para ambos.

—La cocina está al lado de la sala, no la destruyas mucho.


Trató de olvidarse del hecho que Antonio hubiera estado en ese mismo lugar, con el agua cayéndole en los hombros. Se iba a ir pronto.


—Hice tortillas.

Lovino hiso una mueca.

—Comeré tostadas y… ¿Picaste fruta?

—¡Sí! no sabía cuales te gustan para la ensalada.

Asintió, y cogió un bowl.

—La hago yo.

—¿Quieres azúcar en el café?

—Sí, uno.

—Claro.

Lovino Vargas, estudiante de derecho, futuro heredero del estudio de abogados Vargas, se sentó en la mesa de la cocina mientras su amante de una noche le ponía un azúcar a su café.

—Por cierto —comentó Antonio, ensanchando su sonrisa— tienes ojos muy bonitos.

—…gracias—murmuró Lovino, tomando un sorbo de su café mientras veía a Antonio prepararse el café.

En su pecho, las palabras "los tuyos son mucho más lindos" hicieron que su garganta se sintiera seca.

—No hay de que, me gustan.

Los tuyos me encantan.

Antonio se sentó en frente suyo y se remojó los labios.

—Tengo veintiún años.

—¿Hm?

—En el bar, adivinaste que tenía veintidós, pero no era así. Tengo un año menos. Aunque recién estoy empezando la universidad. Entré tarde.

—Oh… ¿Por qué?

Antonio Fernández Carreido, probablemente el fotógrafo profesional retirado más joven, sin trabajo ni casa por el momento, tomó dos azucares mientras mantenía su mirada en él.

Porque no tuve opción. Odio derecho. No entiendo que estoy haciendo. Pero no sirvo para nada más.

Antonio no habló, ni siquiera parecía inmutarse ante los ojos rojos de Lovino.

De repente no sirvo ni para eso.

Decirlo sería estúpido, Lovino lo sabía, Antonio se iba a ir pronto.

—No lo sé, pensé que sería divertido, estabas feliz de poder adivinar cosas sobre mí.

Antonio asintió con una sonrisa demasiado falsa, no le preguntó más, no le contó su historia, no le dio el consejo que hubiera querido tener cuando él estaba en problemas, no le pidió quedarse, no le dijo que estaba solo, no le dijo que tenía problemas para dormir pero con él nada de eso existía, no le dijo que era la primera vez que se acostaba con alguien que recién había conocido, no le dijo que lo iba a extrañar cuando se fue.

Pero casi lo hace.


.-.


Hola! Este se supone que es un one shot. Pero tengo algunas ideas para una continuación (sin cambiar el final desesperanzador de este fic) y no sé si continuarlo aquí o aparte. Mientras que lo decida esto quedara como historia incompleta

Pero lo más importante, les gustó?

Siendo sincera creo que le falta toquesitos aquí y allá. Es posible que edite este fic (o cap) pero sin hacer algún cambio mayor. De todas formas a mí si me gustó como quedó , y tenía prisa de publicarlo :DD

Agradezco sus lecturas y cualquier muestra de aprecio(?

Disculpen cualquier error :'D

Chao!