CAPITULO 1

Me comienzan a picar los ojos por culpa de los rayos del sol que se cuelan en los grandes ventanales de mi habitación. Maldigo conscientemente a la asistenta que le haya tocado abrir las cortinas esta mañana. Hoy más que nunca me siento muy exhausto para levantarme de la cama y hacer frente a la realidad, al "gran" día que me espera. Espero unos minutos hasta que mis ojos se acostumbren a la luz y poco a poco me voy haciendo a la idea de que me tengo que levantar. O si no llegaré tarde. Y hoy no puedo llegar tarde. Mi padre se pondrá furioso y yo no quiero eso… ¿o sí?

Despejo la idea de mi cabeza y salgo de mi cama para dirigirme al baño. Me doy una ducha rápida y me voy directamente a mi armario donde tengo todos mis trajes y demás ropas bien planchados y ordenados. Opto por un traje gris, camisa blanca y corbata azul de rayas.

-¿En serio te vas a poner un traje? –la voz chillona de mi hermana se hace eco en toda la habitación. –Papá ha dicho algo más casual…

Me doy la vuelta para encontrármela husmeando en la puerta de mi armario. Le dedico una mirada seria y ella alza las manos signo de rendición, cierra la puerta del armario y comienzo a vestirme.

-Annie… ¿cuántas veces te tengo que decir que no te metas en mi habitación sin antes llamar? –la regaño mientas salgo de mi armario y me termino de atar mi corbata. -¿Y si me encuentras desnudo?

-Bueno… dicen que estás bien dotado. –suelta a la ligera.

-¡Annie! –exclamo, sonrojándome.

-¡Perdón! –se disculpa aunque noto que reprime la risa. –Tampoco es que me agrade imaginar a mi hermano mayor… ya sabes…

-¡Cállate ya! –la regaño. –Que no se vuelva a repetir.

-Sí, señor. –y me hace un saludo militar.

Mi hermana se distrae con sus manos mientras yo me miro en el espejo para ver si estoy presentable. Nuestro padre nos dijo anoche que nos vistiéramos con algo más casual, tal y como me ha dicho mi hermana, pero yo no tengo la más mínima intención de quedarme aquí para atender a nuestra "visita". Ni mucho menos, yo me quedo para recibirlos porque mi padre ha insistido bastante y por ser "educado", pero si creen que me voy a quedar aquí haciéndolos compañía, se equivocan. Tengo mejores cosas que hacer en la compañía que quedarme aquí con un vaso de limonada en la mano y ver como mi padre se morrea con su nueva novia.

Así es, nuestra visita de hoy y la causante de mi tan perezosa actitud de esta mañana es porque nuestro querido padre nos va a presentar a su "adorable" novia. Es increíble que a sus cincuenta años haya decidido tener otro romance "de instituto" y quiera tomarlo mucho más serio. Me siento como si él estuviera poniéndole los cuernos a mi madre.

-Él tiene todo el derecho de ser feliz, ¿sabes? –de repente murmura mi hermana como si me hubiera leído el pensamiento

Mi mirada se vuelve hacia ella de forma automática con una expresión de desconcierto que se va suavizando. Pensándolo bien ella tiene razón, y sería… no, es bastante egoísta de mi parte haber pensado eso. Pero sólo pienso la verdad y al mismo tiempo estoy siendo un hipócrita. Mi padre tiene su propia vida, y la puede vivir como él quiera.

-Lo sé… -le respondo a mi hermana. –Sólo me molesta que otra mujer vaya a estar en el lugar que le corresponde a mamá.

-Él dijo que no iba, más bien, que ella no tenía intención de "sustituir" a mamá.

-¿Y tres hijos? –exclamo a mi hermana. –Tiene tres hijos y papá tiene la intención de alojarlos aquí a todos. Va a ser un caos.

-Eso es porque eres un maniático del orden. –se ríe mi hermana. –Tiene dos hijas, y yo siempre he querido tener hermanas.

No puedo evitar dejar escapar una mueca. Hasta mi hermana ya piensa que los hijos de esa mujer van a ser sus "hermanas".

-No pongas esa cara Peeta… -me dice. –Tú siempre serás mi hermano favorito.

-Soy tu único hermano.

Ella se encoge de hombros y se dirige hacia la puerta de mi habitación.

-Así que tienes pensado ir a trabajar hoy… suerte, porque no creo que a papá le agrade la idea. –me sonríe desde el umbral de la puerta.

-Alguien tiene que traer el pan a casa… -bromeo.

-Te equívocas. –me corta. –Es porque ni por un día, no puedes dejar de ser Peeta Alexander Mellark

Annie me dedica una sonrisa de suficiencia y desaparece mientras cierra la puerta.

Ese soy yo. Peeta Alexander Mellark. Hijo del magnate empresario Haymitch Mellark. Para todos soy el heredero y futuro dueño del imperio de mi padre, soy un hombre serio, dedicado a su trabajo, respetado y temible. Para mi hermana ya soy otra cosa, soy su hermano mayor que la adora y daría hasta su propia vida por ella. Por eso, en la compañía, en nuestro círculo de la sociedad, tengo una imagen que proteger que se derrumba cuando estoy con mi hermana.

Annie es la única quien conoce me conoce de verdad. Yo nunca actuaría de esa manera delante de mis empleados y socios, de hecho, ellos me describen como un hombre frío y que solo se preocupa por llevar a su compañía en el buen camino. Mi hermana sabe perfectamente que cuando estamos en público pongo esa fachada mía que ella tanto odia, pero que a mí me protege. Yo necesito y debo tener el respeto de todos y eso es lo que me proporciona mi coraza de hielo.

Decido bajar para estar junto a mi hermana y mi padre en la sala de estar para esperar a nuestra visita. Cuando mi padre me ve vestido de traje solo niega con la cabeza en desaprobación y me muestra una cara de pocos amigos. Yo lo ignoro, pero parece que él no lo va a tolerar.

-Te dije que algo más casual… -me regaña como si fuera un niño pequeño. –Nunca te pido ningún favor Peeta, podrías al menos apoyarme en esto.

-Sabes muy bien mi opinión sobre esto, papá. –le digo seriamente. –Además, alguien tiene que mantener a flote nuestra compañía.

-Por un día que te ausentes no va a quebrar… -sigue insistiendo.

-Estoy haciendo un esfuerzo enorme para tolerar esta… -freno mis palabras para evitar una discusión fuerte. –Sólo les voy a aburrir, no creo que les interese hablar de bolsa y esas cosas…

-Pues habla de otra cosa, hijo. –me dice tomando un sorbo de su café. –Finnick, su hijo pequeño que tendrá la edad de Annie, más o menos, le apasiona los caballos.

Ruedo los ojos. Genial, ahora insistirá que monte con él.

-No insistas, sabes que no me vas a convencer. –pongo punto y final. –Alégrate de que soy un caballero y les voy a recibir.

Mi padre decide quedarse callado porque sabe que no me va a ganar. Puedo ser el hijo más terco y lo sabe, a veces pienso que no es mi padre. Somos tan diferentes, pero él siempre me compara con mi madre, que tiene un carácter muy difícil pero que al fin y al cabo tiene un buen corazón. Yo me lo pensaría dos veces si piensa decirme que tengo un buen corazón, a veces pienso que carezco de ello.

Nos quedamos esperando en silencio. Yo me termino una taza de café e incluso me da tiempo a comerme una manzana, mientras que Annie no para de teclear en su Iphone chateando con alguien. Cuando al fin mi padre y yo encontramos refugio leyendo el periódico suena el timbre y mi padre comienza a volverse loco.

-Annie… deja de chatear. Peeta, por favor abre la puerta. –nos manda.

Annie deja su cacharro en la mesa y se levanta al igual que nuestro padre, yo ni siquiera me muevo de mi tan confortable sitio en el sofá. Miro a mi padre desde abajo y me frunce el ceño al ver que no tengo ni la más mínima intención de levantarme.

-Enobaria, por favor abre la puerta. –le digo a una de las asistentas.

Mi padre suspira profundamente y se quita las gafas.

-Eres imposible, Peeta. –murmura.

Le dedico una sonrisa de suficiencia y Annie no puede evitar reírse. Mi padre refunfuña algo y ella se calla enseguida. Mientras oímos los pasos que se acercan en la sala mi padre le murmura algo a Annie y ésta se pone derecha y yo me levanto justo cuando tres personas se asoman en la sala.

-Effie… -exclama mi padre que la recibe con un abrazo y un beso en la mejilla. –Hola chicos, pasen y siéntense como en su casa.

Effie, que tendrá más o menos la edad de mi padre, tiene el pelo rubio ondulado sin recoger. Viste unos pantalones beige que le llegan hasta los tobillos, una blusa color turquesa y unas cuñas. Se ve simple, muy diferente a como me lo imaginaba. Con ella vienen un chico y una chica. El chico supongo que es el Finnick que nombró antes mi padre, él viste unos pantalones vaqueros, una camisa blanca con cuello V y unas deportivas, tiene el pelo cobrizo y ojos verdes. La chica, que no sé su nombre –seguro que mi padre nos lo ha dicho pero ni me he interesado- viste algo más… formal. Vestido floral muy veraniego que le llega por encima de las rodillas y cuñas. Tiene el pelo rubio recogido en una media coleta y ojos azules, tiene un gran parecido con su hermano, aparte del color de los ojos y por un momento dudo si son mellizos.

-Peeta… -la voz de mi padre que al principio parece lejano se vuelve alto y claro. Me doy cuenta que me he quedado observando demasiado tiempo.

-Dime. –suelto y me aclaro la garganta.

-Decía… -mí padre me ensancha los ojos. –Que te presentaras…

Por dios, si él acaba de decir mi nombre. Ruedo los ojos.

-Buenos días. –saludo lo más amable que puedo. –Soy Peeta.

-Encantado de conocerte al fin, Peeta. –me sonríe Effie estrechándome la mano. –Te ves más apuesto que en las revistas.

-Gracias. –murmuro.

-Hola, soy Finnick. –se presenta su hijo.

-Encantado Finnick. –respondo.

-Y yo me llamo Madge. –se presenta la hija con mucho entusiasmo. –Es un placer conocerte Peeta.

-El placer es mío, Madge. –la digo, incómodo.

-Margie, me puedes llamar Margie. –dice de repente demasiado sonriente para mí gusto.

-Madge. –repito. Oigo como se ríe mi hermana.

Mi padre nos mira con los ojos bien abiertos y nos sentamos. Voy a contar hasta cinco minutos y me despido.

-Espera… ¿dónde está Kat? –de repente dice mi padre.

Observo como nuestras visitas se mueven incómodas en el sofá debido a la pregunta de mi padre. Yo me quedo pensando… es verdad, supuestamente tiene tres hijos y por lo que veo aquí solo hay dos. De repente me siento curioso por ello… las tres personas desconocidas se miran los unos a los otros sin saber qué decir, al menos eso parece.

-Ahmmm… -murmura Effie, nerviosa. –Kat llegará más tarde, no ha podido cancelar una cita que tenía planeada con una amiga. –sin ninguna duda sé que está mintiendo.

Al parecer no soy el único a quién no le agrada esta… reunión.

-Vaya… -suspira mi padre. –Bueno, espero que llegue para la cena.

Me sorprendo y a la vez me acuerdo… es cierto, se iban a alojar aquí hasta que encuentren un apartamento. Intento calmarme por dentro…

Nos quedamos en un silencio incómodo. Puedo notar la tensión que existe y mi padre y Effie se mueven incómodos en sus sitios.

-¿Y vuestras cosas? –pregunta de nuevo mi padre. –Vuestras habitaciones ya están listas, si queréis podéis pasar para acomodaros.

-Lo hemos dejado en la entrada, si no les importa a tus hijos… -Effie nos mira a mí y a Annie con una sonrisa.

-Por mí no se preocupen… -sonríe mi hermana. –Si quieren yo les puedo mostrar las habitaciones. –ofrece amablemente y yo ruedo los ojos.

-Yo… me tengo que ir. –murmuro levantándome y abrochándome el botón de mi traje. –Nos veremos en la noche.

-Peeta… -me advierte mi padre y yo le miro fijamente. Sabe que soy capaz de discutir con él con ellos delante. Suspira. –Vuelve a la hora de cenar. Por favor. –lo último casi lo susurra.

-Haré lo que pueda papá. –le digo con una sonrisa de suficiencia. –Nos vemos. Annie. –le doy un beso en la mejilla a mi hermana. –Es un placer conoceros. –les digo a los demás.

Effie y sus hijos me dedican un asentimiento y una sonrisa. Sin mirar atrás me voy hacia la puerta de entrada donde otra de las asistentas ya está esperándome para darme las llaves de mi coche y mi Iphone. Cuando salgo por fin puedo respirar un aire libre y al menos ahora, por unas cuantas horas puedo alejarme al lugar que ahora no puedo llamar mi casa.

El resto del día en la oficina transcurre con total normalidad: llamadas internacionales con nuestras otras sucursales, firma de papeleo y cheques… un día de lo más normal para mí. Entonces suena el teléfono de mi despacho y de repente tengo la sensación de que me van a arruinar el día.

-Dime. –respondo con frialdad.

-Señor, tengo a su hermana en la línea 3. –me informa mi secretaria.

-Pásamela. –le digo y oigo un pitido. –Dime Annie.

-Hola Peeta, no quería molestarte pero papá ha insistido que te llame. –murmura asustada. –Dice que es mejor que vayas regresando a casa para llegar a la hora de la cena.

Suspiro exhausto y me froto los ojos. No me gusta meter a mi hermana en problemas pero…

-Lo siento, dile que me ha surgido un montón de cosas que tengo que arreglar hoy mismo. –suelto.

-Mentira cochina Peet. –susurra mi hermana acosándome, y yo sonrío.

-Bueno, pero eso sólo lo sabes tú.

-Y papá, sabrá perfectamente que te quieres escaquear de la cena. –me dice. –Pero bueno, tú serás el que tiene que aguantar su regañina.

-Tú solo dile eso delante de todos, seguro que no te dice nada. –la animo. –Ya te recompensaré.

-Eso suena mejor. –noto que sonríe.

-Venga, nos vemos mañana.

-¿Mañana? –se sorprende. -¿En serio piensas pasar toda la noche ahí?

-No seas tonta, seguro que encuentro algo interesante que hacer.

-Ahhmmm… de parranda con Gale… -suelta.

-Deja de decir esas cosas Annie. Adiós. –me despido y cuelgo.

A veces pienso que dejo demasiado a mi hermana meterse en mis asuntos privados. Creo que empezaré a "educarla" mejor y avisaré a Gale para que deje de contarle cosas.

Miro el reloj y veo que son a las 20:46. No me había percatado de la hora que es, llamo a mi secretaria para avisarla de que ya se puede ir y una vez solo telefoneo a mi mejor amigo.

-¿En qué le puedo servir Señor Mellark? –me responde el muy hijo de puta.

-Necesito unos tragos, ¿te apuntas? –le digo y sé que ni de coña se va a negar.

-Ahora sí que nos entendemos… -se ríe. –Hola mi amor. –de repente me dice con voz dulce y yo me estremezco.

-Deja de hacer tonterías y te espero en mi oficina dentro de treinta minutos. Voy a llamar para que nos traigan la cena y salimos a por unos tragos. –le digo.

-Vale. –asiente. –Me voy a dar una ducha y salgo pitando… por cierto, ¿no era hoy lo de la novia de tu padre?

-Aha.

-Ahhh… ¿y te vas a ir a tomar unos tragos conmigo?

-Así es…

-Y… ¿está buena?

-¿Qué? –exclamo y un escalofrío recorre mi espalda. -¡Por supuesto que no! Digo… a lo mejor para mi padre…

-Vale, vale… -se ríe. –Ya voy para allá… tú espérame.

-Claro… a dónde iba a ir si no… -murmuro. –Adiós.

Me quito la chaqueta del traje y la corbata, y me desabrocho un par de botones de mi camisa para estar más cómodo. Me tumbo en el sofá largo que tengo en la oficina y enciendo la televisión en busca de algo interesante. Al final me decido por un partido de baloncesto pero mi mente decide volar hacia otra parte.

Está claro que no puedo estar dos meses escondiéndome en mi oficina para no ir en mi casa. Digo, ese es el tiempo que se van a quedar en nuestra casa según mi padre, lo justo para tener su apartamento listo para entrar a vivir. No puedo estar dos meses refugiándome en la compañía de Gale, digo, yo lo aprecio porque es mi mejor amigo pero tarde o temprano me cansaré de sus estupideces y terminaremos peleándonos, al menos eso es lo que nos pasó en la facultad.

Empiezo a organizar mi vida en esos dos meses: puedo tolerar desayunar y cenar con ellos durante un par de días a la semana y los demás puedo estar aquí. También puedo intentar pasar algún fin de semana con ellos en la casa de la playa –porque seguro que mi padre organiza algo- eso sí, siempre con mi Macbook y Iphone en la mano. De momento no se me ocurre nada más y también considero que estoy siendo bastante justo con mi padre y conmigo mismo. De hecho creo que estoy haciendo todo lo posible para convivir con ellos.

Cuando estoy a punto de quedarme dormido ya que el partido tampoco es que esté muy interesante, oigo golpes en la puerta de mi despacho y con una gran sonrisa aparece mi mejor amigo.

-¡Levántate dormilón! –exclama mientras se sienta en el otro sofá. -¿Me estabas esperando? ¿Dónde está la comida?

-¡Mierda! –exclamo. –Se me ha olvidado llamar…

-Anda que… -se queja Gale levantándose y llamando a la pizzería. –Hola, hablo de Mellark Corporation. Sí, queremos pedir lo mismo de siempre. Treinta minutos, perfecto. Gracias.

Me disculpo con Gale y me voy al baño para lavarme la cara y despejarme. Cuando vuelvo Gale ya ha ocupado mi sitio en el sofá tumbándose y dejándome con el sofá más pequeño.

-Gracias tío. –le digo.

-¿Quieres hablar antes de emborracharnos? –me anima mi amigo y suspiro profundamente.

-No sé… cómo debería sentirme con todo esto de mi padre… -le confieso.

-¿Tú crees que tenga una mala intención con el tío Haymitch? –pregunta Gale.

-No… no lo creo. También es una mujer adinerada, de buena familia y cuando mi padre quiso dejarla nuestro otro apartamento ella se negó y dijo que quería encontrar uno donde sus hijos puedan estar cómodos, y además no quería molestar…

-Entonces no hay riesgos de una caza fortunas…

-No, al menos mi nivel de sospecha es muy bajo. –admito. –Lo que me molesta un poco es que siempre pensé que mi madre iba a ser la única mujer en la vida de mi padre.

-Por dios Peeta, ya no eres un niño de cinco años. Tú padre sólo tiene cincuenta años, se conserva bastante bien y tiene todo el derecho de ser feliz. La tía Maysilee falleció hace muchos años y es normal que tu padre busque a una compañera. –me intenta explicar y apoyar.

-Annie me ha dicho lo mismo. –suspiro. –Supongo que ya me acostumbraré.

-Así se piensa amigo. –me da un golpe cariñoso y le dedico una sonrisa.

-Gracias Gale.

-Hey, para qué están los hermanos.

Nuestro pedido llega después de nuestra pequeña charla. Comemos como unos salvajes y nos bebemos un par de latas de cerveza cada uno. A las 23:17 decidimos salir y caminar en busca de algún club, podría volver ya a casa porque seguro que ya han acabado de cenar pero creo que la noche promete.

Después de dar unas cuantas vueltas acabamos quedándonos en nuestro club de siempre The Garage donde nuestro querido amigo "Músculos", el gorila del club, nos deja pasar sin tener que esperar en la cola.

La música suena alto y retumba en nuestros oídos, Gale que ya tiene un poco de chispa se mueve patoso entre la multitud. Grace, nuestra camarera de siempre nos ve y nos acompaña en uno de los asientos VIP y nos toma el pedido. En cinco minutos vuelve con nuestras bebidas y yo le doy una buena propina.

-¡Esto siempre está abarrotado! –grita Gale alzando las manos.

-¡Y lleno de chicas! –continuo.

-Cómo tiene que ser…

Brindamos y bebemos un par de copas. Unas cuantas chicas parece reconocerme y se acercan a nosotros pero parece que a Gale no les gusta ni a mí tampoco así que con mucho respeto nos deshacemos de ellas.

Después de más de un par de copas mi amigo y yo comenzamos a reírnos por nada. En realidad yo tengo mucho aguante con el alcohol pero Gale no lo tiene tanto por lo que yo sólo me río de sus tonterías. Miramos a más chicas que se mueven en la pista de baile pero ninguna nos llama especialmente la atención, además, hoy no venimos a la caza era más bien para despejarme así que no tengo la intención de despertarme mañana en una habitación de hotel o en otro sitio desconocido.

Al menos eso era mi intención antes de verla a ella. Una chica impresionante que se mueve en medio de la pista, sus caderas se mecen al ritmo de la música. Viste un vestido negro –al menos eso me parece- que le llega en la mitad de los muslos y que se ajusta en su perfecta figura. Sin darme cuenta me estoy pasando la mano entre mi cabellera rubia desordenada y sin razón alguna de repente me siento muy sediento. Mis ojos no se pueden apartar de sus impresionantes curvas… ¡mierda!

Entonces, cuando creí que eso iba a ser totalmente mi perdición me encuentro con su mirada. ¡Joder! Me está mirando… ¿pero qué demonios?

-¡Eh tío! Mejor vámonos que estoy empezando a ver el doble… -me dice Gale.

-¿Tan pronto? –le respondo sin apartar la mirada en la chica que ahora parece bailar para mí. –Ahhmmm… espérame aquí, voy al baño y nos vamos.

-Vale, pero date prisa… -me dice medio tumbándose en el sofá.

Salgo de nuestro sitio como si tuviera un cohete en el culo y me adentro entre la multitud que está bailando. Ella aun no me quita los ojos de encima pero comienza a caminar y como si estuviera hipnotizado lo sigo, pero entonces una idea me cruza por la mente. ¿Y si es un criminal? ¿Y si no soy yo a quién está mirando? O sea será una de dos, o me lleva en la parte de atrás para matarme o me lleva a otro sitio donde seguro mi pequeño amigo –ahora muy despierto- le va a encantar. Sin embargo, deshago las ideas de mi cabeza y la sigo, mierda… que sea lo que dios quiera.

Y de repente la pierdo de vista, y encima ahora estoy solo en el baño con un problema dentro de los pantalones. Me paso los dedos entre mi pelo nervioso y cabreado… muy cabreado. ¿Pero quién se cree que es?

Me doy la vuelta refunfuñando cuando recibo un golpe en todo el pecho y me choco de espaldas contra una pared, después de eso… todo lo que sentí fueron unos labios, labios que sabían a alcohol pero con un toque dulce, un toque… afrodisiaco. Sin darme tiempo a reaccionar me mete la lengua, ¡joder! Yo tampoco me quedo atrás y me peleo con ella, con su lengua juguetona. Y se aparta, justo cuando venía lo mejor se aparta, suelto un gruñido y ella un pequeña risa.

Cuando abro los ojos me encuentro con los suyos… me quedo admirado por como logra absorber toda mi atención, sus ojos, grises me miran con lujuria pero a la vez con inocencia –aunque parece que no tiene nada de ella- parpadea y sus pestañas largas parece rozar mis rostro, aún puedo sentir su aliento sobre mi boca… y su boca entreabierta me dan ganas de volver a comérmela.

-¿Cómo te llamas? –murmuro, jadeando.

Ella se ríe y es una dulce música para mis oídos. La miro esperando por una respuesta pero creo que ella no me lo va a dar.

-Otro día guapo. –me susurra en el oído y vuelve a estampar sus labios contra los míos

Por unos segundos, tan solo unos segundos puedo volver a saborear ese manjar y después se va. Dejándome ahora sí que sí solo.

Vuelvo aturdido, confuso y muy pero que muy cachondo hacia el sitio donde he dejado a mi amigo. Doy otra vista rápida hacia todos los lados del club si la puedo encontrar pero no, asi que ayudo a mi amigo atravesar a la multitud y nos subimos en un taxi.

Lo único que quiero recordar de este día son dos cosas: una, que tengo que buscar a esa chica sea como sea, y dos, de la ducha bien fría que me tuve que pegar por su culpa.

Menudo dolor de cabeza. Vuelvo a odiar a la asistenta que me haya abierto las cortinas. Siento como miles de pinchazos en la cabeza, maldigo a Gale pero entonces me acuerdo… la chica, la chica de los ojos grises. De repente me siento muy despierto, hasta parece que la resaca ya se va disipando… ¿pero qué me pasa con ella?

Me levanto de un salto y me doy otra ducha. Ninguna chica ha logrado cautivarme de esa manera… ¿será por su mirada? ¿Su forma de bailar? ¿Ese labio carnoso que sabe a manjar? Creo que en general es todo.

Escojo otro traje de mi colección y me peino con mis dedos, cuando salgo, obviamente ya está mi hermana tumbada en mi cama.

-Buenos días Peeta. –me saluda sentándose. –Vaya… qué ojeras…

-¿Te manda papá? –la pregunto arreglando mi corbata.

-En parte sí por si te habías dignado en volver a casa y por otro yo estaba preocupada…

-Bueno, ahora me quedaré a desayunar con vosotros y después…

-Te vas al trabajo… ¿qué tal Gale?

-Peor que yo… sabes que tiene poco aguante.

Annie se ríe y se engancha a mi brazo.

-Vamos a desayunar… parece que ya está aquí la hija mayor de Effie.

Es verdad, me había olvidado por completo de que la familia Everdeen no estaba al completo. En realidad siento una pequeña curiosidad por la desaparecida de ayer porque parece que compartimos la misma idea de desagrado entre la relación de nuestros padres. Bajamos en las escaleras y ya nos encontramos con mi padre –con su ya tan característico fruncido de ceño para mí- y con Effie y sus dos hijos. ¿Dónde está la desaparecida?

-Buenos días a todos… -saludo y me siento en mi sitio de siempre, a la derecha de mi padre.

-Buenos días. –me saluda Effie sonriente, como siempre.

Nos adentramos en un silencio bastante incómodo. Yo me tomo mi café y mi plato con huevos revueltos y beicon sin hacer caso omiso de los demás. Entonces oigo el carraspeo de mi padre.

-¿Qué tal las cosas ayer en la oficina? –me pregunta mientras junta sus dedos y apoya sus codos en la mesa, mierda, está cabreado.

-Bien. –murmuro y trago. –He llamado en nuestros sucursales en Europa para informarme y hacer unos papeleos para tus causas benéficas. –miro a nuestras visitas como nos escuchan con atención. –Podríamos hablar de estos asuntos más tarde, no me gustaría aburrir a Effie y a sus hijos.

Effie me sonríe.

-Para nada, Peeta. –niega con la cabeza ella. –Vosotros hablad…

La dedico un asentimiento de cabeza y sigo con mi desayuno.

Todo vuelve al silencio sepulcral hasta que se oyen unos pasos bajando las escaleras. Finnick y Madge se ponen tensos y noto que Effie se endereza y pone una expresión seria… entonces la veo a ella.

Ahora viste unos vaqueros pitillos y una blusa fina sin mangas de color azul zafiro, combinados con unos zapatos planos. Su pelo oscuro –ahora puedo distinguir el color- está ondulado pero recogido en un trenza de lado perfecto, su maquillaje esta vez algo más natural y sus ojos redondos y grises vuelven a cautivarme tal y como lo hizo la primera vez.

Mierda… ¿pero qué cojones hace ella aquí? No… no puede ser.

Trago pesadamente.

-Buenos días. –casi susurra, con una voz melodiosa, sexy.

Miro directamente sus labios, aquellos labios que me besaron salvajemente anoche. Automáticamente mi cuerpo reacciona… al menos una parte.

-Katniss… buenos días hija, anda ven y siéntate a desayunar. –me padre la invita.

Katniss, un hermoso nombre para una mujer hermosa. Trago. Está muy buena.

-Gracias Haymitch, y por favor disculpa mi demora, mi despertador no ha sonado y anoche… llegué un poco tarde. –y por primera vez conecta su mirada con la mía y noto un atisbo de… diversión

¿Por qué no se sorprende al verme? Al menos yo sí lo estoy… mierda, tengo que hablar con ella. A lo mejor no antes de volver a comerla la boca.

-No te preocupes, seguro que tu amiga y tú lo habéis pasado bien. –escondo mi sonrisa ante la afirmación de mi padre.

-Sí, seguro que se lo han pasado muy bien. Sino pregúntame a mí papá. –pienso para mis adentros.

Ella solo sonríe y se va a darle un beso en la mejilla a su madre.

-Buenos días, mamá. –saluda. –Chicos… -murmura hacia sus hermanos.

-Peeta, Annie… ésta es mi hija mayor. Katniss. –nos presenta Effie. Vuelvo a tragar, si supiera la presentación que me hizo su querida hija anoche, a lo mejor se nos muere de un infarto. –Katniss, ellos son los hijos de Haymitch.

-Encantada. –murmura y se me apretujan los pantalones.

Se acerca a mí hermana y la dedica un beso en la mejilla, y pienso que a lo mejor la chica es un poco cariñosa… pero joder, si lo de anoche es ser cariñosa no me la imagino de manera salvaje.

-Siéntate Katniss. –la ofrece mi padre. –Aquí, al lado de mi hijo.

Se me ensanchan los ojos y casi me atraganto con mi propia saliva. ¿De verdad mi padre me lo está poniendo todo en bandeja?

-A ver si con tu compañía le pegas algo de diversión porque lo único que hace es estar encerrado en su maldita oficina. –de repente sigue mi padre.

Annie se atraganta con su zumo y le dedico una mirada asesina. Mi hermana se ríe bajito –porque ella está al tanto de mis salidas de noche- Mi padre sigue mirando muy sonriente a Katniss y no me doy cuenta que ya está a mi lado.

-Encantada de conocerte al fin, Peeta. –mierda, mi nombre pronunciado por ella. Mi bulto se va haciendo más grande.

Carraspeo y la dedico un asentimiento y ella se sienta en el asiento de mi lado. Después todos siguen con sus platos, cafés y zumos. Me siento tenso y sin ganas de moverme. Ella saca su Iphone y se pone a escribir algo… mierda, creo que es para mí.

"¿Debería decirle a tu padre que no eres tan aburrido como lo cree? ;)"

Ella me enseña la pantalla de su móvil y trago.

-Peeta… ¿a qué hora tienes pensado ir a la oficina? –me pregunta mi padre.

Joder, el trabajo. Con todo esto ya se me había olvidado.

-Ahmm… creo que tomaré tu palabra, un día de descanso nunca viene mal. –le respondo.

Mi padre se sorprende y sonríe. Annie me mira con los ojos bien abiertos.

-Eso me parece perfecto hijo. –dice finalmente mi padre.

De repente siento una mano, apoyada en mi muslo. Trago en seco… ¿pero qué demonios…? Ella mira con admiración mi pequeño amiguito.

Mierda. Estoy metido en problemas… y no me refiero al bulto que se impone entre mis piernas porque es el menor de ellas.