La noche inmensa en su clara oscuridad, alumbraba como rayo cada ventanal de la pequeña casita de madera a orillas de una difunto rio, nadie pasaba por allí, a menos que un alma desolada o una pareja que en sus nubes del amor joven en uno de los arbustos consumieran su pasión descabellada. El pueblo era uno de aquellos pueblos donde todos se conocían donde no había nada más que rumores en cada esquina y amoríos en la otra.

Sin más que hacer en un pueblo tan pequeño donde todos se conocen, donde cada viejo sabe los dolores del otro, la lastima de uno es la alegría de otros. O donde una pasión desenfrenada por una mujer es compartida por todos los hombres del pueblo. Muchos comentan que pueblo pequeño infierno grande, hay que ver la historia de este pueblo para asegurarse que de dicho tiene mucho y de realidad otro tanto.

Se avecina una gran tormenta rumoraban en las calles y en las plazas .Donde venden el pescado; muchos se cubren con pequeñas o grandes bolsas donde guardan las tripas del marrano. Las mujeres viejas de aquí para allá se cubren de las pequeñas gotas de agua que caen, corren de prisa, otras más lento se preocupan como las jóvenes por mojarse, sus melenas, sus rostros hasta sus viejos harapos es que acaso no saben que la vejez no se escurre con el agua y mucho menos se conserva dejándose de mojar.

Los Niños corren gritando y salpicando el agua, felices de ver una lluvia fresca en semejante infierno de calor por el que pasaba el pueblo en verano, toda historia se sitúa en fecha y espacio pero la fecha es lo de jamás recordare con exactitud, lo que sí sé muy bien es que Aún conservo la figura en mi memoria de las primeras gotas de lluvia que cayeron sobre mi cabeza; y recuerdo aún mas que lo primero que vi al llegar fue la linda casa de madera a orillas de un difunto rio claro y vaporoso con su olor a caña fresca y a fogón de leña, olores exquisitos para mi gusto .saque mi vieja cámara y Le tome una foto y la guarde en mi memoria eso hacia cuando algo me fascinaba para después quizás algún día cuando mi viaje terminara pintarla. Pero la llegada al pueblo fue tan repentina y tan silenciosa que nadie noto mi presencia cuando me baje de la zorra del viejo sarutobi. Y al bajarme aun escucho vacilante en el aire las palabras que aquel día se desvanecieron en un repentino instante y se conservaron en mi pensamiento para siempre.

-"Extranjero extranjero- y soltó una risa burlona de aquellas que te despabilan el alma- si llega a ver lo que adentro hay Ud. no volverá a hacer el mismo"

Vacile en hacerle caso a un viejo. Odiaba la vejez y aun cuando soy viejo la sigo odiando para que vivir cuando no puedes ni cagar bien sin que te duela hasta el culo.

Lo mire de reojo y le dije:

-¿a qué se refiere hombre? A una ¿mujer? -De mujeres lo sé todo- Casi en un grito melancólico y malhumorado me salió del alma la segunda frase que articule.

- Cuidado extranjero esa no es una mujer - y volvió a reír mientras le daba un sonoro latigazo al caballo, el cual relincho de dolor y estrujo duro la carreta - fue hecha de incienso, de diamante rojizo , y de oro macizo , fue creada en una material diferente a la mal oliente raza humana de estas épocas y mas la de este asqueroso pueblo- y volvió a reír sonoramente – vamos narciso- y le pego dos sonoros latigazos los cuales quedaron marcados en su pellejo, el caballo relincho de dolor y dio un giro con la carreta para desvanecerse con fuerza entre los matorrales de café.

-al parecer está loco, pobre viejo. Dije y quisiera hoy en día borrar de mi maldita boca aquellas grotescas palabras.

Llegar a aquel pueblo fue azar del destino, y la vida tenia de complicada cada paso y cada minuto ; Que en la vida sin pensarlo muchas veces tomamos y creemos que es lo correcto, y aquel día me sorprendió al encontrarme una tarde de tomar fotografías y de amoríos fugaces tan solo tan vacio tan cansado de no encontrar un helecho o una vieja tienda de madera donde pasar la vida ni siquiera en la soledad de la tarde una taza de café era mi compañía, era un bohemio lo recuerdo. ¿O era un idiota?

No, definitivamente era Un iluso o tal vez un hombre enamorado era yo en aquel entonces el arte la música y la poesía en uno solo .Tantos viajes, tanta gente, tanto por ver y tanto que había visto. Sentí en lo fría de la habitación que mi futuro era como un efecto dómino, quizás caería un día y no habría quien me parara de esta gran soledad que me carcomía a cada segundo como un comején de madera podrido comiendo su madera mojada. Gordo a su vez pero su vida monótona lo hacía feliz.

¿Sería yo feliz? Por una vez me preguntaba algo que mucha gente cree conseguir que cree tenerlo y que pase la vida añorándolo. Tenía lo que había querido si lo tenía claro que si, había hecho lo que quería hacer, había vivido lo que había querido vivir. ¿Pero estaba yo en el lugar que quería estar? En esa tarde no pude responder la pregunta, pero hoy después de casi 60 años puedo decir que estaba tan equivocado; que no había vivido nada, que no sabía nada que era un ignorante en una casa de hospedaje en una barrio pobre, al otro lado del continente, con ropa desgastada, con sueños de joven promiscuo, con vida de mendigo a pesar de tener un buen nombre, además creyendo saberlo todo, y lo peor aun pretendiendo ser feliz. Qué triste saber que no era para nada cierto.

Andar descalzo era una de las costumbres que mas me gustaban así que andaba descalzo con vestidos sucios por que el agua era escasa y odiaba bañarme me quitaba la inspiración de relámpago. Llevaba la barba ya crecida de un mes o dos. Mis ojos negros sobresalían como la noche a pesar de mis grandes ojeras. Mi cabello era oscuro desordenado de un azabache impecable, Mi piel era blanca aterciopelada brillante e intachable. Y aun conservaba intacto la viveza de la juventud, los rasgos varoniles la mirada penetrante la sonrisa impactante, la libertad y la audacia que caracterizaban a un hombre como lo era en ese entonces. La seriedad de mi apellido y los modales de un caballero Ingles era una de las razones que atraían a todas las mujeres que quería poseer. Era orgulloso impotable y aun mas arribista. Pero ese día al Sentirme perdido en un lugar lejano sentado sin dinero y sin ganas de buscarlo era una escena deprimente y aun mas cuando vi en el piso como un pobre infeliz, observando un gran diamante de cristal. Embelesado y fascinado a mí gran amigo de toda la vida se encontraba a unos pasos míos. Yo no lo había visto pero él a mi sí. Y de pronto hablo con esa alegría que solía caracterizarlo.

-¡Qué vida la mía!-exclamo- me vengo para el último lugar del planeta y me encuentro con el hombre mas buscado.