Habían pasado dos días desde el encuentro que tuvieron Sousuke y Haru en el hospital, dos días que parecían meses. Por extraño que pareciera desde que conocía la situación en la que estaba Haru, tenía más ganas de verle, de hablar con él, de saber de él. Incluso a él mismo le sorprendían esos extraños deseos que habían nacido en su interior, aunque en el fondo sabía que eran normales, había estado tanto tiempo ocultándolo en soledad que la mera idea de poder hablarlo con alguien que no fuera del centro médico casi le hacía estremecer.

El día estaba nublado, nubarrones negros copaban por completo el cielo y aunque eran las seis de la tarde parecía que la noche había caído sobre el cielo de Tokio. Sentado en el tren Sousuke observaba como pasaba de una parada a otra y se conformaba con mirar el bonito paisaje que la ciudad dibujaba a su alrededor.

Tenía dos horas para acercarse a la tienda dolphin's y comprar un recambio para su bañador. Desde que conoció que sus días en la natación estaban contados cada vez que tenía que cambiar de bañador se le hacía un nudo en el estómago. No podía evitar preguntarse si ese sería el último, si habría más o si jamás llegaría a estrenarlo. Imaginar todo aquello era una verdadera tortura para él y por desgracia pronto lo sería para Haru.

Al entrar en la tienda todo olía condenadamente bien; Las chanclas de piscina, los bañadores, incluso los boniatos que vendían en la entrada. Todo en esa tienda provocaba placer en los sentidos de Sousuke. Trató de caminar sin hacerse la habitual ristra de preguntas tortuosas que siempre se hacía. Ese día simplemente quiso relajar los sentidos y dejarse engullir, sin pensar en cuánto tiempo le quedaba. Llegó al pasillo donde estaban los bañadores, decenas y decenas de bañadores distintos. Siempre miraba detenidamente todos y cada uno de los modelos, a pesar de que sabía que se cogería los mismos negros y grises de siempre, al fin y al cabo eran los que mejor le sentaban. Tan ensimismado estaba mirando la ropa que no se dio cuenta de que había una chica en cuclillas mirando la parte baja del estante. Sousuke chocó con ella y la tiró contra el suelo.

"Lo siento, ¿Estás bien?" Preguntó cortésmente, algo preocupado por si la había hecho daño. Le tendió la mano para ayudarla. "No me di cuenta de que estabas ahí."

"Si, tranquilo, he caído de culo." Respondió entre risas, agarrando la mano de Sousuke. "Mi nombre es Kira, y el tuyo es…"

"Yamazaki, Sousuke Yamazaki."

"Bonito nombre, Yamazaki. ¿Y qué haces por aquí? Aparte de atropellar chicas, claro." Bromeó.

Sousuke no entendía muy bien que estaba sucediendo, la conversación que debía haber durado un par de segundos se estaba alargando demasiado, pero ya que la había tirado al suelo pensó que lo más adecuado sería aguantar un poco más.

"Vengo a comprar un bañador."

"¿Oh, haces natación?" Preguntó ella. "¡Yo también! ¿De qué escuela eres?"

"Samezuka." Contestó escuetamente.

"Oh, ya veo, yo soy de Teko. La verdad es que no llevamos mucho tiempo, asique no somos muy buenas en esto, pero nos esforzamos mucho y algún día espero ser nadadora profesional."

Nadador profesional. Pensó Sousuke, sintiendo una punzada de dolor en el corazón y su mirada se ensombreció. Estaba claro que no podía comprar bañadores en paz, ya fuera por X o por Y, siempre acababa igual, con el corazón en un puño y los nervios a flor de piel. Tardó un par de segundos en darse cuenta de que la chica todavía no se había callado, ahora parecía estar hablando sobre grietas en la piscina de su escuela o algo parecido. Sea como fuere nada de eso le importaba.

"Bueno." Dijo en tono seco.

"Yamazaki, ¿te apetecería venir a tomar algo conmigo? Así podríamos seguir hablando sobre natación, bañadores y todo esto." Dijo con una amplia sonrisa. Sousuke alcanzó a ver que tenía los colmillos bastante largos y le faltaba un premolar, por lo demás, nada de ella le llamaba la atención. Quizás su apatía tenía algo que ver con ese sentimiento de frustración que colmaba su pecho en aquel instante. Ella era guapa, pero no estaba de humor para citas.

"Lo siento, tengo novia."

La excusa de la novia nunca fallaba, aunque realmente en ese momento no lo usó como tapadera, de verdad que se le había olvidado que había cortado con ella hacía unos días. Tenía la mente en otro sitio desde lo de Haru, aunque no era para menos. Quería ayudarle y creía empezar a vislumbrar como podría hacerlo.

"¿En serio? Agh." Bufó molesta y dejo caer sus hombros. "De verdad que me habías gustado." Suspiró y dio un paso a un lado. "Bueno, yo me voy ya, al menos quédate con mi teléfono, ¿Vale?"

La chica sacó una tarjeta del bolsillo y se la puso en la palma de la mano. Era una tarjeta rosa, con flores de cerezo en las esquinas y un pequeño panda en el centro. También venía escrito su nombre, su dirección de correo electrónico y su número de móvil. Eso le dio mucho que pensar, ¿serían tarjetas de trabajo o simplemente eran tarjetas para dárselas a sus ligues? En cualquier caso no creía que fuera a llamarla en ningún momento, así que en cuanto se girase la tiraría.

"Un placer, Yamazaki, espero vernos en algún torneo." Antes de irse le dio un beso en la mejilla y se fue con aire cantarín.

"Adiós." Contestó aunque no estaba muy seguro de que le hubiera escuchado; tampoco le importaba.

Los pasos de la chica se perdieron entre los del resto y él tiró la tarjeta al suelo.

"Un gesto muy poco cívico, Yamazaki." Dijo una voz a su lado.

"¿Nanase? ¿Cuánto tiempo llevas ahí parado?" Preguntó sorprendido, no sabía si estaba más sorprendido de verle allí o de que hubiera estado escuchando la conversación y no hubiera dicho nada.

"Poco."

"¿Estás solo?" Preguntó y en ese mismo instante ambas miradas se encontraron. Los ojos de Haru eran muy potentes, quizás solo ejercían ese poder sobre él, pero al fin y al cabo lo eran. Tan azules que podrían ahogarte.

"No."

Sousuke frunció el ceño, le estaba poniendo nervioso, su presencia le ponía nervioso, que fuera tan escueto le ponía nervioso. En ocasiones le sacaba de quicio aunque apenas llevasen hablando un par de minutos, bueno, eso no era del todo correcto, pues casi nunca hablaban, se limitaban a discutir o ignorarse. En ese momento se dio cuenta de que las cosas habían cambiado bastante desde que descubrió lo de su hombro, quisieran o no su relación se había estrechado, compartían algo, algo doloroso, pero algo al fin y al cabo.

"He venido con los demás." Dijo tras unos segundos de incómodo silencio. Abrió la boca con intenciones de decir algo, pero volvió a cerrarla, Sousuke al verlo sintió como si le hubiera dado vergüenza decir lo que fuese que quería decir en ese momento.

"Dilo."

"¿Qué?"

"Que digas eso que querías decir."

"Pensaba que le dirías que sí. A la chica de antes." Dijo por fin. En la mente de Haru, Sousuke era cuanto menos un ligón empedernido que iba de cama en cama, dejando mella en la pobre chica que osase encariñarse con él. Quizás no estaba tan alejado de la realidad.

Sin motivo aparente Sousuke sonrió levemente al escuchar las palabras de Haru. Le resultaba curioso que hace un mes ni se hablaran y ahora hablasen hasta de chicas (más o menos), en cualquier caso la progresión era evidente.

"Nanase, me gustaría hablar de lo del otro día."

"¿Hablar de qué, chicos?" Dijo Nagisa sonriente. Ese chico tenía la facultad de aparecer en los momentos en los que no debía aparecer, especialmente si el tema tenía mínimamente que ver con hospitales y hombros heridos.

"Nagisa." Dijeron los dos a la vez. Ambos se miraron extrañados por haber hablado al unísono.

"¡Wow! ¡Qué compenetración!" Exclamó dando un aplauso. "¿Y Rin-chan?"

"Se ha quedado en Samezuka. ¿Y los demás?"

"Aquí estamos." Dijo Makoto por detrás, con esa habitual sonrisa que podría hacer que cientos de ángeles se derritiesen ante sus pies. "Me alegro de verte, Sousuke."

Haru y Sousuke estaban rodeados y por un momento casi se sintieron atacados. Parecía que por el momento no podrían hablar de nada.

Los chicos anduvieron por la tienda, sin un rumbo fijo, simplemente mirando por mirar, planeando viajes para las vacaciones de verano, escapadas de fin de semana y hablando de lo ricas que estaban las hamburguesas del bar del otro día. Sousuke se sentía sorprendentemente cómodo con ellos, quizás porque no hacía falta que hablase, estaban acostumbrados a tener un amigo callado que con dos no actuaban diferente. A pesar de que al principio quiso irse, se alegró de que aquel pequeño rubio le obligase a quedarse, con el pretexto de que así podrían hablar del cumpleaños de Rin. Ni siquiera se acordaba de cuando era pero accedió con la esperanza de poder tener un rato a solas con Haru para poder hablar, sin saber que esa decisión repercutiría notablemente en lo que iba a ser, cuanto menos, una noche movidita.

Realmente se le hacía extraño caminar con los chicos del Iwatobi sin Rin, echaba de menos a su mejor amigo, echaba de menos poder hablar con normalidad con él, sin que una de cada dos palabras fuera un bufido y todo acabase en discusión. Le hubiera encantado que Rin estuviera ahí, con todos ellos. Al pensar en él recordó que debía coger un tren antes de que hubieran pasado dos horas, miró rápidamente el reloj. Respiró tranquilo, apenas llevaba una hora en la tienda, todavía tenía tiempo. Al cabo de un rato no habían visto nada para Rin y a Sousuke le dolía el hombro; Tenía ganas de volver a Samezuka.

"Rei-chan, vámonos ya para casa, que quiero terminar el juego de antes." Protestó Nagisa haciendo un mohín.

"Es verdad, se está haciendo tarde, deberíamos irnos." Coincidió Sousuke.

Los chicos caminaron hacia la puerta, justo unos metros antes de esta escucharon a una chica hablar. Decía que acababan de suspender las líneas de tren por un problema con el cableado y que con el mal temporal que les arreciaba no podían enviar a ningún empleado porque pondrían en juego su integridad física. ¿Temporal? ¿Cables estropeados? Sousuke no daba crédito a lo que estaba escuchando. Los demás chicos también oyeron ese comentario y se miraron entre ellos aliviados. Por suerte ninguno de ellos tenía que coger ningún tren, ninguno de ellos salvo Sousuke, que desde que escuchó las palabras de esa chica su tez empalideció.

Al llegar a la puerta confirmó lo peor. El cielo estaba negro como el carbón y una cortina de agua caía sin cesar sobre la calle, parecía como si alguien estuviera vertiendo una piscina inmensa sobre ellos. Las ramas de los árboles se movían de un lado a otro, con tanta fuerza que incluso algunas se rompían y salían volando. El viento apenas dejaba respirar a los pocos transeúntes que se atrevían a caminar con semejante temporal.

Sousuke soltó un bufido, ¿Qué iba a hacer?

"Sousuke, tu…" Dijo Makoto cuando por fin se dio cuenta de que había un marinero que sí que se había quedado en tierra. Sus miradas se encontraron y Sousuke no sintió la misma ráfaga de electricidad que sentía cuando miraba a Haru; Ese condenado tenía unos ojos condenadamente bonitos, o eso pensaba él. Aunque no era lo mismo, a Makoto le había mirado mil veces, mientras que sin rabia a Haru le había mirado muy pocas, hacía un mes no hubiera sabido decirle a nadie ni siquiera de qué color tenía los ojos.

"Está bien, no te preocupes, puedes venirte a mi casa si quieres." Continuó hablando Makoto con una tierna sonrisa.

En ese momento todas las alarmas de Haru saltaron a la vez, no quería que se quedase con Makoto toda la noche, podría escapársele algo sin querer o queriendo. Todavía no confiaba en Sousuke y menos con algo tan gordo como lo que tenían entre manos. No podía correr ningún riesgo.

"Puede quedarse conmigo." Se apresuró a decir Haru. "Tú tienes a tus padres y a tus hermanos, yo vivo solo, así que no será una gran molestia."

Caminaban y caminaban pero parecía que jamás llegarían a sus destinos. El viento les empujaba hacia tras con fuerza y se colaba por el menor de los recovecos que su ropa pudiera dejar. Parece mentira como en tan poco tiempo se generó un temporal de ese calibre, aunque puede que trajese algo bueno, por fin podrían hablar a solas, sin que nadie les molestase y sobretodo sin que ningún rubio hiperactivo apareciese en la mejor parte. Ahora que podía hablar con él sentía que se iba a quedar en blanco, que todo aquello que quería preguntarle se desvanecería de su mente. ¿Por qué estaba tan nervioso? Se agarró el abrigo por la parte del estómago, como tratando de obligarse a dejar de sentir eso que tanto le molestaba.

Doblaban calles, subían escaleras, esquivaban ramas, saltaban charcos… Pero no llegaban a su destino. La lluvia era tal que ni siquiera podían ver con claridad lo que había dos pasos delante de ellos. Era esa clase de lluvia que verías desde el sofá, resoplando y dando las gracias de no estar en el ojo de la tormenta; Justo donde estaban ellos. Su ropa no podía estar más mojada, su cara no podía estar más fría y sus piernas no podían estar más cansadas.

"Ya hemos llegado." Dijo Makoto, cuando llegó a vislumbrar entre la lluvia la que era su casa.

Hogar, dulce hogar. Pensó Sousuke despidiendo con la mano a un Makoto completamente empapado. Tras dejarle atrás comenzaron a subir las escaleras que les llevarían, por fin, a casa de Haru. Los escalones resbalaban por culpa de las hojas que se habían mojado.

"Ten cuidado."

"¿Qué?" Preguntó Haru, girándose hacia él sin mirar donde pisaba. Su pie se deslizó y estuvo a punto de caer escaleras abajo, pero una fuerte mano le agarró por el brazo, obligándole a recuperar el equilibro que había perdido. Por un momento Sousuke le pegó hacia él y se acercó a lo que creía que era su oreja.

"Que tengas cuidado, Nanase." Dijo, sonando más como un padre que como un compañero.

"Gracias…"

La casa de Haru olía a caballa y a incienso y a pesar de que estaba vacía y fría tenía un cierto aire acogedor que le gustaba. Los dos estaban parados en la entrada, con la ropa chorreando y los zapatos calados por completo. No debían pasar con la ropa así o iban a dejar la casa hecha un desastre. Haru echó una ojeada a la entrada y vio que tenía un cesto en el que podrían guardar la ropa.

"Desvistámonos aquí, no quiero mojar toda la casa." Dijo, comenzando a quitarse la ropa.

Él no lo veía raro, se habían visto decenas de veces en bañador, ¿Qué diferencia había? Para Haruka Nanase ninguna, por supuesto, pues llevaba su bañador debajo de los pantalones, pero Sousuke no. No podía evitar sentirse algo violento al pensar que debía desnudarse delante de él.

"Está bien." Contestó casi en un gruñido.

La ropa fue llenando el cesto poco a poco. Sousuke se sorprendió cuando vio que Haru llevaba un bañador, de igual manera que Haru se sorprendió al ver lo que ocultaban los trajes de baño del otro. Desde ese momento creyó comprender un poco mejor por qué tenía tantas novias. Agitó la cabeza y trató de quitar el recuerdo del marcado paquete de Sousuke de su memoria, pero no sería tan fácil.

Los chicos subieron casi desnudos al cuarto de Haru. Olía a algo parecido a lavanda, una de las flores favoritas de Sousuke. Su cuarto era sencillo, apenas sin trastos y sin nada descolocado, nada salvo una camiseta apoyada en una silla. Si viera su cuarto de Samezuka probablemente le daría algo al corazón, un día hasta se encontró unos calzoncillos sucios de Rin tirados por el suelo y si a eso le sumabas mala ventilación, creaba un arma de relojería. Quizás por eso le gustaba la casa de Haru, olía a hogar, por muy vacía que estuviera.

Un relámpago iluminó la oscura habitación y se miraron a los ojos. De nuevo ese sentimiento, se preguntó si Haru lo había sentido, si sentía ese algo raro que él sentía cuando sus ojos se encontraban. Siempre había tenido fijación por las miradas pero ese sentimiento era anormal en él. Quiso achacarlo a la tensión que siempre había entre ellos. De todas formas no podía ir y preguntárselo, ¿Qué le iba a decir? "Eh Haru, ¿sientes esa descarga cuando nos miramos?" de ninguna manera, podría inducirle a pensar cosas que no eran.

"Llevas mirándome un buen rato." Dijo Haru por fin, rompiendo el silencio.

"Llevas en medio un buen rato."

"Eso es solo porque no sé qué hacer contigo."

"Tú eres el que se ha ofrecido." Espetó. "Podría haberme quedado con Makoto."

Haru chasqueó la lengua.

"No hagas eso tú también. Rin lo hace constantemente."

"Porque no te enteras de nada."

La discusión empezó a subir la temperatura y esa situación solía parecerse mucho más a los viejos tiempos. Él y Sousuke discutiendo por cualquier cosa que se pusiera entre medias, por muy pequeña que fuera.

"Me tenéis harto." Dijo comenzando a molestarse seriamente. "Rin y sus tonterías y tú y tu insensatez."

"Si soy insensato es cosa mía. Nadie te ha pedido que te preocupes por mí." Contestó alzando la voz.

El silencio que se hizo era espeso y quemaba en los pulmones. Esa respuesta era tan sincera como ingrata, si bien es verdad que nadie se lo había pedido, los últimos días había hecho muchas cosas por él; Cuidarle cuando ni él mismo lo hacía. Sousuke caminó hacia Haru hasta que se apoyó contra la pared. Ambos estaban a oscuras, en ropa interior y teniendo una discusión que jamás debía haber empezado.

"Eres un ingrato, Nanase." Otro relámpago les iluminó la cara y alcanzó a ver esas dos orbes azules que tantos quebraderos de cabeza le estaban dando. "Pero muy bien, a partir de ahora, rómpete si quieres."

Sousuke dejó esas palabras en el aire, flotando alrededor de Haru y salió por la puerta. Salió por la puerta, dejándole ahí, con un nudo en el estómago y la mirada perdida, perdida como todo él estaba.

Herido y perdido, sin rumbo. Pegando balazos a sus propios pies. Así se encontraba desde que conoció el diagnóstico y esa noche acababa de echar a la única persona que había tratado de ponerle un poco de luz a toda la oscuridad que le carcomía. Chasqueó la lengua de nuevo.

"Maldito Yamazaki..."