Muchas gracias a Aelilim por la paciencia.

SPOILERS y es disclaimer de siempre.


Charla familiar

Se recostó en el sofá, satisfecho. Sobre la mesa, junto a él, podía apreciarse una cantidad considerable de envoltorios de ranas de chocolate. Miró a ambos lados, cerciorándose de que nadie estuviese viendo y se limpió las manos en el tapizado. Tomó otra rana de la pila que aún quedaba y se dispuso a abrirla. Pero algo, o mejor dicho alguien, interfirió con su tarde de placeres prohibidos.

— Le diré a tía Ginny lo que haz hecho. —La voz nasal de su prima llegó desde las escaleras. La niña de tan solo cinco años lo observaba con el ceño fruncido y los brazos en jarra.

— Claro que no —exclamó llevándose otra pieza a la boca

— Lo haré, además tienes prohibido comer dulces antes de la cena, por si no lo sabías. —Comenzó a bajar las escaleras, sin cambiar de postura ni actitud, imitando chistosamente a su madre.

— Por si tú no lo sabías —hizo especial énfasis en estas palabras, mientras se incorporaba— hoy quien manda es Teddy, y él me regaló estas ranas. —Hubo una pausa, de pronto pareció percatarse de algo—. ¿Y tu por qué no estás viendo esa pelicala con Albus?

Rose sacudió su melena castaña de forma casi teatral.

— James¿algún día te enterarás de algo?, es pe-lí-cu-la. —La niña bufó, indignada—. Da igual quien te las haya dado, tía Ginny me dijo que yo tenía que hacerme cargo de ustedes dos y reportar todo lo que viese. —Intentaba sonar seria, pero no podía evitar que unas cuantas letras patinasen, haciendo la situación aún más cómica de lo que ya era.

James soltó una carcajada, enfureciéndola aún más.

— Como digas, creo que ya sabemos quien se quedará sin volar hoy. Y yo que pensaba prestarte mi escoba… —James se encogió de hombros, volviéndose a recostar y masticando con la boca abierta un gran trozo de chocolate.

El rostro de su prima se contorsionó en una mueca de asco. No dijo nada, él no hablaba enserio, James nunca le prestaba su escoba a nadie.

— No podemos volar sin supervisión —concluyó finalmente, pero sin conseguir apartar el brillo de sus ojos. Esperó una réplica por parte del chico, pero nunca llegó—. ¿James…? —entonces notó que algo extraño sucedía—. ¿Qué pasa?

El mayor de los Potter no reaccionó, con los ojos como platos y la boca completamente abierta se había olvidado de su prima y del mundo, tanto que no escuchó ni la puerta ni las explicaciones de su madre de por qué llegaban temprano, mucho menos alcanzó a ocultar las evidencias.

— James¿qué se supone que es este desastre? —inquirió Ginny, con el ceño fruncido. Rose, a su lado, parecía satisfecha. El niño de siete años la miró, embelesado.

— Mamá… papá es famoso —las palabras brotaron de sus labios con un deje de sorpresa e incredulidad. Ginny abrió y cerró la boca unas cuantas veces, no se lo esperaba. Al ver el cromo en manos de su hijo, sonrió. Miró a su marido.

— Creo que es hora de una charla familiar.