Disclaimer— Inazuma Eleven no me pertenece, es propiedad del Level-5.

Advertencias— Angst y cursilerías varias.

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¡Disfruten!


Cinco sentidos


Aki lo recordaba con cada cosa que llegaba a sus sentidos.

Lo sentía en el viento que le alborotaba el cabello por la mañana. En el cálido sol que le abrasaba por la tarde. En el frío que la arrullaba por la noche.

Lo veía en las hojas otoñales, en las rosas de su jardín, a veces incluso en el rocío que cubría el césped luego de una noche bochornosa. Lo veía en los niños que jugaban cerca de su hogar, lo veía, también, en la sonrisa de aquél pariente suyo que prometió cuidar.

Lo escuchaba en la música clásica que siempre le había gustado, en el golpeteo de los pies que corren descalzos sobre la tierra, en los alaridos de felicidad de viejos amigos al reencontrarse después de un largo tiempo. Incluso, estaba segura de que escuchaba como el viento le susurraba su característica risa al oído, cuando nadie más se daba cuenta.

Lo percibía, también, en el olor del chocolate caliente y las galletas recién horneadas, en el olor de las almendras o avellanas tostadas en el horno, en el olor del helado de chocolate, el mismo que solían compartir años atrás. A veces, hasta pensaba que la visitaba de sorpresa, cuando reconocía el aroma de su colonia en otro hombre, mientras caminaba por la calle.

Sentía el sabor. El sabor de sus besos sobre sus labios, su cuello, su cuerpo. Recordaba cómo encajaban perfectamente sus bocas, en una danza apasionada que ella deseaba que jamás acabara. Sentía, cuando tocaba sus labios de vez en cuando, la falta que le hacía que él le robara un beso. Un simple beso.

Y lloraba, de vez en cuando, porque sus cinco sentidos no le fallaban y eso la enojaba. Quería, sólo por un momento, poder exculparse del lío que tenía en su corazón cada vez que él venía y se iba por otra temporada. Pero no podía. Quería que se quedara con ella siempre, pero sabía que no podía ser así. Ella no abandonaría Japón, y tampoco permitiría que él renunciara a la Liga.

Y es por eso que Aki añoraba cada vez que él venía y le recordaba que jamás la abandonaría de nuevo. Añoraba las llamadas telefónicas diarias. Los mensajes de textos. Los pequeños regalos que llegaban de vez en cuando. Añoraba las bromas que su pariente le hacía cuando descubría alguno de los tantos secretos que compartían.

Todo esto, sus cinco sentidos, la hacían florecer.

Y cuando aquél día llegaba de improviso...

— He vuelto a casa, Aki.

...Ella se transformaba en la primavera misma.