Heheyyy, ¡Hola! Acá de vuelta con un fic, esta vez, mi Lovely Dark Slayer obtiene el estelar obviamente emparejado con la more fucking badass Huntress Lady. El nombre del fic (aunque no muy ingenioso ¬¬) está inspirado en la canción 'The Dairy of Jane de Breaking Benjamin', y la historia es una especie de adaptación de la novela "Bodas de Odio" de Florencia Bonelli (muy linda novela romántica/histórica, la recomiendo :3) Aunque tranquis, que luego la historia toma su propia vida, solo los primeros capítulos son adaptación.

Voy a hacer una aclaración bastaaante tonta, pero que veo necesaria para evitar malos entendidos. Como se trata de una historia de época (1840 más o menos) comprenderán que el vocabulario es un poco bastante menos burdo que el que normalmente suelo utilizar en mis otros fic *Giggles* y más 'formal'. Además intentaré hacer mi mejor esfuerzo para que los personajes se mantengan fuera de ser OOC. Vergie frío por fuera ardiente por dentro *double giggles* y Lady Mary una obstinada señorita que le hará la vida un poco más interesante *whiplash* xD

Oky? Great! Ahora sí…

Descargo de responsabilidad: No soy dueña ni de la canción, ni de la novela, ni mucho menos de Devil May Cry o los personajes relacionados *Llora y patalea desconsoladamente por lo que ellos le hicieron a Vergil*

Oka, aquí vamos…

Prólogo

El día era un cuadro claramente perfecto. El sol radiante brillaba en lo alto del cielo azul y una suave briza primaveral hacía danzar a los trigos del vasto campo en la estancia 'La Amada'; ese suave arrullo entre los granos dorados se mezclaba con los correteos, las vocecitas agudas y el 'crunch' de los débiles tallos rompiéndose para abrir camino a los pequeños en su tarde libre.

_ "¡Verge no es justo, dámelo!"

_ "¡Si lo quieres ven por él, Dante!"

Un par de pequeñas motas de pelo blanco como el algodón, rebotaban entre los güeros pastizales, completamente absortos de los peligros que conllevaba alejarse de la mansión. Se les había prohibido terminantemente su lejanía, pero sumidos en su jugueteo, Dante y Vergil se olvidaron de la advertencia.

_ "¡Verge, Verge! ¡Vamos, dámelo!" Dante gritó casi sin aliento, pisándole los talones a su hermano.

El espeso bosque al final de la estancia se asomó por el horizonte cercano en su variedad de verdes y Vergil se detuvo en seco cuando se dio cuenta que se habían alejado demasiado de la casa; respirando con pesadez, se dio la vuelta como un latigazo para mirar a su hermano. Dante sabía perfectamente lo que se venía ahora. Por la sonrisa sádica en el rostro de su gemelo y ese brillo especial en sus ojos, sabía que Verge haría algo para hacerlo llorar o en su defecto hacerlo enojar; de una u otra forma siempre terminaban a los golpes.

_ "Vamos Verge, dámelo. ¿Para qué lo quieres?" Dante intentó acercarse a su hermano, pero se quedó estático cuando lo vio alzar al pequeño pichoncito de cardenal encerrado en su puño blanco con fuerza.

_"Eso mismo me pregunto Dante. ¿Para qué lo quieres?" Vergil ladeó la cabeza fingiendo ingenuidad y apretó un poquito más fuerte el puño. Dante jadeó en respuesta.

_ "¡Basta, dámelo! ¡Es mío!"

La pequeña ave herida había sido rescatada por los gemelos un par de días atrás, y se había llevado gran parte de la atención de Dante con sus cuidados especiales, lo cual había hecho hervir la sangre a Vergil. Normalmente su hermano era una bola de nervios hiperactiva, siempre pidiéndole que jugara con él, que esto que aquello. Pero actualmente ese cardenal se había llevado gran parte de su interés; no tenía ganas de escabullirse junto a él hacia las caballerizas para montar a caballo o espiar a los peones en sus jornadas, o incluso mandarse algunas de sus travesuras. Ya era hora de terminar la tontera de su hermano con ese estúpido pájaro.

_ "Es mío" Repitió el más joven.

_ "Los dos lo encontramos" Dijo con sorna el mayor.

_ "Sí, pero yo lo cuidé. ¡Dámelooo!" Dante apretó los dientes y cerró los puños con enorme frustración. Tranquilamente hubiera podido abalanzarse sobre su hermano y golpearlo hasta que le sangraran las manos, pero había una pequeña vida indefensa en juego.

Vergil apagó su sonrisa y lentamente su rostro cambió a uno serio.

_ "¿Por qué lo quieres tanto?" Apretó su puño un poquito más. El pichón pio débilmente. _ "Creí que yo era tu mejor amigo" Apenas parpadeó con la mirada perdida en los orbes azules de su hermano.

Dante corrió y se abalanzó sobre él ante un grito desaforado de guerra. Lo derribó y ya en tierra firme, el gemelo menor a horcajadas del mayor comenzó a forcejear para liberar al pequeño ave.

_ "¡Niños, niños, por favor!" Se oyó unos pasos apurados y agitados de una mujer que al instante reconocieron.

Ambos niños detuvieron el forcejeo y con grandes ojos azules vieron a la criada de la estancia completamente agitada llegar hacia ellos. Kalina Ann, una preciosa morocha de ojos pardos, cabello largo azabache y sonrisa encantadora, los había estado buscando desde hace más de media hora.

_ "¡Pero miren como se han dejado la ropa!" Reprendió cuando los separó poniéndolos de pie y comenzó a sacudirle el polvo de encima a Dante mientras le tomaba la mano a Vergil. Él se quedó mirándola detenidamente, el pichoncito olvidado en su puño cerrado.

Kalina Ann era el ama de llaves de la estancia y la más importante del resto de los veinte empleados, entre peones, guardias y criadas; ella era la encargada personal de cuidar a los gemelos y de su madre Eva en estado delicado.

_ "¿Qué les dije sobre alejarse de La Amada, eh? Su madre va a odiarme si se entera, me mandará a azotar" Dijo ceñuda, sacudiendo el polvo de las rodillas a Vergil. Él solo la siguió con la mirada.

_ "Vergil me robó mí- ¡Hey!" Dante vio como de la mano de su hermano se escurría un líquido carmesí entre los dedos blancos.

Vergil no lo había notado hasta que oyó a su hermano gritarle entre lágrimas de furia abalanzándose de nuevo hacia él. Se miró la mano con asombro que ocultó bajo su mirada helada, mientras que Kalina se interpuso entre los niños para evitar la riña.

_ "Basta Dante ¿Qué sucede? Vergil, ¿te lastimaste?" Le dijo con real preocupación cuando se arrodilló a su altura sosteniendo a Dante con un brazo. Le abrió la pequeña palma de la mano y horrorizada trató de ocultar su sorpresa cuando un pequeño cardenal estrujado cayó sin vida al suelo _"¿Por qué lo hiciste?" Ella dijo con aire ausente. No pudo obviar su mirada de preocupación, aunque rápidamente se encargó de ocultarla mientras le limpiaba la sangre de la mano con su delantal.

Vergil no contestó, solo la miró mientras le limpiaba la mano. No entendía si esa preocupación era hacia él o hacia el condenado pájaro; solo sabía que le daban ganas de llorar y gritarle, incluso abofetearla por hacerlo sentir así –cosa que había hecho con otros empleados anteriormente-; sin embargo se quedó callado. Eran pocas las veces que el hijo mayor de Sparda se quedaba sin palabras, más cuando la elocuencia a su temprana edad era más que impresionante; pero con Kalina Ann era distinto, la respetaba, la apreciaba. Aunque esa mirada que Vergil tomó como repulsión, le hizo desviar su atención por un momento a su hermano pequeño que se restregaba las lágrimas con el dorso de la mano y luego a su criada nuevamente. Sabía que ambos eran iguales, pero a la vez muy distintos. Vergil jamás lloraría tan fácilmente. Eran contadas con los dedos de una mano las veces que había sucedido; pero cuando lo hacía… se desataba una tormenta de rabia contenida que solo su madre podía calmar, ambos refugiados en su habitación, los dos absortos del mundo exterior. Y es que simplemente no podía permitírselo.

_"No lo hice a propósito" Murmuró mirándola fijamente.

_"¡Mentira! ¡Eres un mentiroso! ¡Lo hizo a propósito!" Dante lo acusó con un dedo entre sollozos.

_"Bueno, bueno. Dante, estoy segura de que no quiso lastimarlo" Kalina le acarició el cabello con ternura y le dio una de sus sonrisas frescas. Esas que roban el aliento.

Los miró detenidamente por unos momentos. Ellos realmente eran el día y la noche. Pero claro que no eran niños malvados, solo traviesos. La criada sabía perfectamente que la naturaleza de sus muchachos era salvaje hasta el punto de la desmesura; cuantas veces debió curarles heridas gravemente sangrantes que se afligieron a sí mismo por un simple juguete. Así eran ellos, su linaje hablaba por sí solo. Su linaje…

_"Siempre te pones de su lado, eso no es justo" El menor se quejó ceñudo hacia su criada.

Ambos la vieron por un instante acariciar su pendiente entre los dedos con la mirada perdida en el camino hacia La Amada, y como si le doliera el pecho, se masajeó con la mano, casi con preocupación, definitivamente presintiendo algo. Ella parpadeó saliendo de su reflexión y les devolvió la atención.

_"Hey, dije que-"

_"No es cierto-"

_"Bueno basta" Dijo Kalina Ann seriamente, poniéndose de pie. Los dos pares de ojos azules hielo la miraron con asombro. _"Vamos. Todavía tienen tarea que hacer y también tienen que tomarse un baño para quitarse toda la mugre de encima" Tomó a ambos pequeños de la mano y los llevó devuelta hacia la mansión.

La caminata fue silenciosa, nadie emitió sonido a más no ser la respiración de cada uno; la criada a paso firme miraba hacia el horizonte que en lo lejos se divisaba la estancia, el menor de los gemelos rozando distraídamente la manito sobre los trigos y el mayor mirando hacia la mujer pensativa. Algo le sucedía, conjeturó Vergil; se la veía muy nerviosa como cuando presentía una fuerte tormenta o cuando 'los rebeldes' se aparecían para asustarlos, sin embargo él no dijo nada.

La antigua y bien valuada propiedad de dos pisos se alzaba en ladrillos fuertes y tejas pizarras oscuras de estilo colonial en medio de un tupido y bien recortado prado; cantidades de flores en diversidad de colores se esparcían prolijamente por los jardines rodeándola y unos cuantos cipreses se encaramaban a los costados de un largo camino de pedregullo que nacía desde las tranqueras de entrada hasta las puertas de roble doble hoja.

Al llegar a las puertas de La Amada, en el camino de pedregullo descansaba un fastuoso coche tirado por cuatro caballos blancos y custodiado por diez caballeros de vestimenta sobria y espadas a la cadera también a caballo, los cuales Kalina Ann reconoció como Los Caballeros Sagrados, custodiando la entrada. Ella apretó nerviosa e inconscientemente las manitos en las suyas y llevó a los niños dentro de la mansión.

_"¿Qué sucedió? ¿Qué hacen ellos aquí?" La morocha pidió a la criada pálida de los nervios esperando por los tres en la entrada.

_"N-no lo sé, señora. Lo siento, insistió en entrar y yo no supe-" La jovencita temblaba.

_"Bueno, bueno. Yo me encargo" Dijo Kalina batiendo una mano con desdén. Se llevó a los gemelos a la sala de estar y allí los sentó en uno de los sofás junto a la chimenea _"No se muevan de aquí hasta que vuelva" Ellos asintieron sin chistar.

Dante estiró su cuello para observar a Kalina Ann desaparecer presurosa por las escaleras a la planta alta. Se volvió a su hermano que se había levantado silenciosamente y caminaba con sigilo hacia la base de las escaleras.

_"Verge ¿Qué haces?" Susurró, aun sentado en su lugar _"Vas a meternos en problemas" Dijo ceñudo, todavía enojado por lo sucedido con el cardenal.

_"¿Desde cuando eres el que se porta bien?" Vergil le dio una mirada de soslayo.

El más joven se encogió de hombros y ladeó la cabeza. Él tenía un punto ahí.

Los gemelos se escurrieron sigilosamente hacia la planta alta, y a cada paso oían con más claridad las súplicas y protestas de una mujer acongojada y enojada al mismo tiempo que sonaba como su madre, y la voz de un hombre adulto que tranquilamente hablaba sin atisbo de enojo o irritación ante las negativas de la mujer.

_"¡Nunca! ¡Eso sobre mi cadáver!"

_"Señora. Yo solo cumplo con mi deber." Aclaró con firmeza.

Los pequeños jadearon al ver a Kalina salir de la habitación de su madre apurada, por lo que se metieron en la primera habitación que encontraron para evitar la reprimenda. Cuando ya no hubo moros en la costa, Dante y Vergil continuaron con su pequeña aventura.

Se acercaron lo suficiente para asomarse por el hueco de la puerta en la habitación al final del pasillo, tratando de distinguir a la delgada y alta figura masculina vestida de blanco impecable con una enorme espada al costado de la cadera y parada de espaldas a la puerta, mientras hablaba con la mujer acobijada en la cama.

_"¡Por favor General!" Eva cambió de táctica pues, en su actual condición, podía convertirse en cadáver en tan solo segundos, y saltó fuera de la cama abalanzándose desesperada sobre el hombre que se había dado la vuelta para irse.

La joven mujer cayó en los brazos del General cuando sus piernas cedieron. Él instintivamente la tomó por debajo de los brazos impidiendo que ella cayera de bruces al suelo.

_"¡Señora! ¿Se encuentra bien? Por favor vuelva a su lecho, me han dicho que no puede-"

_"¡Se lo ruego por lo que más quiera, Sanctus! ¡No me lo quite! ¡No los separe!" Eva comenzó a llorar sobre el ancho de los hombros, apretando sus uñas sobre la casaca blanca con innumerables condecoraciones para evitar caer de rodillas. Aunque si era necesario, le rogaría besándole los pies.

_"Por favor señora. ¡Alguien venga de inmediato!" Llamó mirando hacia la puerta mientras acomodaba a la mujer en sus brazos y la llevaba hasta su cama.

En ese momento vio a las pequeñas motas de cabello marfil asomarse por la puerta y cuatro preciosos zafiros azules brillando hacia él. Les sonrió tranquilamente, pero eso no fue lo que exactamente les transmitió a los pequeños. Dante ya lo odiaba sin siquiera conocerlo, y Vergil lo estudiaba a fondo con su mirada impasible.

Una vez que el General ayudó a Eva a volver a la cama, ella se apresuró a cubrirse con las sabanas mirándolo con desconfianza, cuando ambos vieron la mancha carmesí profundo que le pringaba su camisón a la izquierda del estómago; sabía que no podía moverse demasiado. No quería que este hombre la supiera lesionada.

A penas unos pocos meses atrás se había conocido la desaparición del caballero oscuro tras la victoria en la última batalla contra Mundus, y aunque eso le desgarró el alma, Eva se mantuvo firme para sus dos hijos. Ellos jamás lo conocieron, él lo consideró la mejor elección. El señor feudal de Fortuna, había mantenido a sus tres preciados tesoros alejados de él solo por la seguridad de ellos y la tranquilidad de su consciencia. No podía arriesgarse a que los demonios o los llamados 'rebeldes', incluso a esa cantidad de adoradores y enceguecidos fieles, se dejaran llevar por sus pasiones y acabaran con lo más preciado en el mundo para él. A pesar de su lejanía, Sparda encargó a sus mejores aliados la delicada tarea mantener a sus niños y su mujer bajo estricta protección; además él mismo había aplicado un conjuro en todo el perímetro de la estancia y sus alrededores, por lo que las barreras eran indestructibles. El dolor de su separación y lejanía no era nada comparado con lo que él imaginaba, sentiría si algo les sucediera.

Pero luego de su inevitable desaparición, los días pasaron, el conjuro se debilitó y a los encargados de la seguridad de Eva y la de sus niños se les complicaba cada vez más mantener a los demonios a raya. El ataque de aquella noche de agosto, fue suficiente para postrar a la joven mujer en la cama. Aunque por dentro el dolor fuera insoportable, tanto físico como emocional, ella siempre se mostró entera frente a ellos. Eran demasiados pequeños para problemas tan grandes.

_"¡Mami!" El primero en entrar a la habitación fue Dante, apartó al General como un estorbo y se abalanzó sin cuidado sobre su madre. Ella se quejó lo menos notable posible.

_"Cuidado muchacho, tu madre está en estado delicado" Pidió con calma. El pequeño solo lo miró despectivamente.

En su lugar, Vergil optó por quedarse a un lado de la puerta.

_"¿Qué están haciendo aquí? ¿Qué-?" Kalina Ann irrumpió. Había ido en busca de los niños, aunque ya era demasiado tarde para arrepentirse de haberlos dejado solos. Vio al General de pie frente a Eva en la cama acariciando el cabello de Dante para calmarlo.

En el silencio tenso en el que los cinco estaban sumidos, se oyó la puerta de entrada a la casa abrirse de golpe y una marcha de botas pesadas que subían por las escaleras. Eva apretó a Dante contra ella en un abrazo posesivo y miró a Vergil extendiéndole una mano temblorosa para que se acercara. Él no lo hizo.

_"Ven aquí, cariño" Eva pidió con desesperación. Él solo caminó unos pasos antes de cruzar una mirada con Sanctus que le sonrió ligeramente y se encaminó hacia la puerta de salida.

La puerta de la habitación se abrió de golpe dejando ver a cuatro de los Caballeros Sagrados firmemente al pie, esperando la orden de su General que estaba a pocos pasos de Kalina Ann a un costado de la puerta. Ella miró al Brigadier con una mezcla de desesperación, frustración y odio.

_"Me parece que sus hombres dejan mucho que desear, Señor. ¿No les enseñó que deben de llamar a la puerta? Esta es la habitación de una dama, no su cuartel" Ella dijo con desapruebo.

El General solo alzó una ceja ante la morocha y con un asentimiento hacia el pequeño de cabello blanco aun de pie, les dijo a sus caballeros _"Al mayor" Y con eso se fue a paso calmo, las manos detrás de la espalda, completamente tranquilo.

Los caballeros se acercaron con firmeza y rapidez hacia Vergil y dos de ellos lo tomaron por los brazos, sabiendo perfectamente que el pequeño tenía la fuerza necesaria como para voltear fácilmente a un hombre bien formado. Dante se abalanzó hacia ellos, Eva le siguió junto a Kalina Ann.

_"¡Nooo!" La blonda se aferró a uno de los caballeros que propinándole un golpe de puño sobre la mancha carmesí de su estómago, la devolvió de un sopetón sobre el colchón dejándola sin aliento.

Kalina Ann que silenciosamente se había arrimado a la cómoda de roble al costado de la puerta, tomó un Rifle Remington Rolling block cal 22 que Eva escondía detrás para ocasiones como estas, pero rápidamente uno de los otros hombres la acorraló contra la pared y comenzó a forcejear con ella.

Dante por su parte se aferró con fuerza a su hermano, lo abrazó como nunca antes. Vergil sin pensarlo le devolvió el abrazo con desesperación.

_"¡Por Dios Santo, son solo niños! ¡¿Qué pasa con ustedes?!"

Los gemelos se aferraron con fuerza a los brazos del otro. Las uñas se llevaban rastros de piel cuando profundos surcos escarlata se grababan sobre los bracitos, mientras dos hombres tiraban con fuerza de Vergil y uno sostenía a Dante intentando separarlos. El más pequeño gruñó con furia e hincó los filosos colmillos sobre el brazo de su atacante, los ojos repentinamente inyectados en un granate furioso, cuando comenzó a sentir un calor ardiente e inexplicable que le nacía desde adentro. No iban a llevarse a su hermano lejos de él.

_"¡Mierda mi brazo! ¡¿Viste lo que hizo?!"

_"¡Deja de llorar y ven a ayudarme!"

Pasados segundos, el caballero que mantenía a raya a Kalina Ann se había hartado de su forcejeo, por lo que le quitó el rifle en un mal movimiento de ella y la golpeó con la culata en la sien, dejándola inconsciente en el suelo. Luego se dirigió a la pequeña contienda que mantenían sus otros tres hombres con los gemelos demoníacos.

El escenario fue caótico. Les llevó más de lo que esperaban y todas sus fuerzas para separarlos; el resto de los seis Caballeros Sagrados debieron intervenir, cometiendo el peor sacrilegio hacia el legado Sparda. Debieron dejar inconsciente al gemelo menor de un golpe que les costaría la vida según Vergil.

Todo se le volvía nuboso y solo oía a lo lejos. Los minutos se volvían horas interminables. La imagen desgarradora de su madre tendida en la cama, la sangre brotando de su herida y doblada por el dolor agónico, un grito desgarrador que lo ensordecía; Kalina Ann era arrastrada de los brazos como un costal de papas por uno de ellos, Dante… tirado en el piso helado, inconsciente, su rostro angelical ajado por una línea gruesa grana que nacía desde la herida ya sanada en su sien. Y él… Vergil era arrastrado por dos de los guardias que forcejeaban con sus últimos alientos. El mayor de los Sparda gritaba con rabia enseñando sus afilados dientes, su rostro estaba desdibujado por la furia y su fuerza desenfrenada como el más salvaje animal obligado al cautiverio, aún no se daba por vencido.

Había sido el último recurso. Luego de tantos forcejeos e intentos errados, lo obligaron a ingerir una pequeña ampolla de cristal con un sedante de color fucsia, lo suficientemente fuerte para doblegarlo con facilidad; uno de los tantos ingeniosos inventos del laboratorio secreto de La Orden.

Los pequeños bracitos caían inertes al igual que su cabeza ladeada sobre los hombros del guardia que lo cargaba hacia el coche en su espera. Los sollozos imparables sacudían su pequeño pecho y perdidos ojos azules helados lagrimeaban inconteniblemente, brillaban ante el fuego que comenzó a propagarse por lo que una vez él pudo llamar hogar, ardiendo con todo lo que él supo apreciar… Toda su vida drenada frente a él en tan solo minutos. Nada volvería a ser lo mismo. Su destino ya estaba marcado.

Recostado de lado sobre el asiento de terciopelo borgoña y una mullida manta haciéndole de abrigo, Vergil oía muy a lo lejos el azuzo a los caballos, los cascos golpeteando el camino de pedregullo y los relinchos de los animales tirando del coche, mientras su mirada se perdía detrás de las pequeñas cortinas de la ventanilla, en el cambio de la luz cada vez que el sol se ocultaba entre el follaje de los árboles y luego volvía a aparecer. Y ese mismo hombre que lo desgarró de su familia sentado frente a él, observándolo con adoración, murmurándole palabras tranquilizadoras que él no podía distinguir, mientras poco a poco se quedaba dormido.

-.-

Lentamente el sol dejaba débiles destellos naranjas sobre los chamuscados trigos, mientras se escondía en el horizonte violáceo. Esos últimos focos de incendio se habían llevado la atención de un par de ojos desiguales, al costado de una diligencia tirada por dos alazanes que esperaban mansamente a lo lejos de La Amada.

Vio a su encargado acercarse con la mujer tirada sobre el hombro y se relajó ligeramente.

_"Te tomaste tu tiempo" Comentó.

El joven caballero, ahora con su uniforme blanco manchado por el hollín, le entregó a la mujer algo golpeada y desalineada en brazos. Él la tomó con delicadeza y la depositó con suavidad en el asiento de pana dentro del coche. Apartándole con cuidado un mechón negro que caía sobre su rostro adormecido, sucio y algo golpeado, se quedó como en estado de trance al observarla profundamente dormida; luego desvió la mirada al colgante delicado que acariciaba su delgado cuello. Sí, definitivamente era ella. Volvió al joven poco después.

_"Usted no tiene ni idea lo difícil que fue la cosa allí" El joven señaló la estancia _"Y ella tampoco es fácil de manejar" Le dio un poco de sonrisa pícara. Él solo lo miró con la seriedad que lo caracteriza.

_"Lo acordado" Dijo y le arrojó una pequeña bolsa de cuero acordonada. Esperó a que el muchacho la abriera, contando las monedas de oro para cerciorarse que fuera lo acordado y asintió hacia él en respuesta positiva. Él se volvió al cochero y le dio las instrucciones del siguiente destino antes de subirse a su volanta.

El joven caballero se quedó allí, parado en el medio de la nada, mirando cómo se alejaba ese hombre extraño en el horizonte hacia el sur. Suspiró con una ligera pesadez en el pecho por lo que acababa de hacer, sintiendo algo de pena por la pobre mujer. Ese William Arkham era un verdadero enigma oscuro. No era uno de los más adinerados de la alta sociedad en Fortuna, pero la mayoría de los caballeros sagrados conocían sus negocios con la orden y su progresiva escalada hacia las altas esferas que ahora dirigirían la ciudad del Salvador. Indiferentemente de la sorpresiva influencia que comenzaba a tener, se lo consideraba un tipo raro, oscuro y de mal augurio. Más de una vez lo había pillado en la oficina del General, hablando sobre algunos nuevos proyectos, que él solo se limitó a ignorar y seguir con las órdenes asignadas. Después de todo, solo era un caballero más y no se arriesgaría a correr la voz sobre algo de lo que no sabía con seguridad; era como ponerse la soga al cuello. Además, la sociedad de Fortuna eran fieles ovejas de un rebaño; no creía que le fueran a creer a un simple soldado. Lo que decía su Santidad era palabra sagrada y reafirmada por el General Sanctus.

Pero también era cierto que, solo era cuestión de tiempo para descubrir las verdaderas intenciones de los mandatarios de La Orden. El tiempo le diría si fue o no una decisión acertada.

La moneda del destino ya estaba echada.

.:.

¿Y? ¿Cómo estuvo? Espero que les haya agradado y que dejen una línea para mí, me harían muy feliz :3 Por primera vez, voy a subir el primer capítulo a la par de este prólogo para que no se queden con las ganas del primer encuentro entre Lady y Verge. Ahí les va… ;)