Capítulo I.
El Maestro Jedi Obi-Wan Kenobi se hallaba de camino al planeta Obakoon, situado en el borde más exterior de la galaxia y, en apariencia, totalmente alejado de las confrontaciones que se estaban sucediendo continuamente con la Confederación de Sistemas Independientes, al que llegaría en no más de dos horas estandar. Todavía no podía asimilar la misión que el Alto Consejo Jedi le había encomendado aunque, por supuesto, era capaz de aceptarla y de llevarla a cabo sin condiciones por el bien de la República y porqué no decirlo, de la propia Orden Jedi. Eso sí, en cuanto llegase a su destino y pudiera verse cara a cara con la descarada de Oona Jonk, su compañera Jedi y amiga personal, no pensaba darle cuartelillo. Se iba a divertir a su costa, sí que lo haría. Sonrió abiertamente anticipando la diversión, en la soledad de la cabina que su nave le brindaba. Ella mejor que nadie sabía cuánto él aborrecía ese planeta. Así que haber logrado convencer al Alto Consejo, en persona, de que debía ser él y no cualquier otro Jedi —incluida ella misma— quien mediase en el conflicto entre los dos clanes de Reinas, parecía un golpe bajo en toda regla. Pero sabía que ella lo apreciaba de verdad, un motivo más para aceptar sin reparos una misión harto aborrecible, pues debía ser de suma trascendencia si su amiga lo había metido en aquel fregado.
Este pensamiento le llevó a recordar la extraña conversación que había mantenido con el gran Maestro Yoda justo antes de comenzar la misión y su semblante se ensombreció.
—¿Por qué yo, Maestro? ¿Por qué yo he sido elegido para llevar a cabo esta misión? Creía que el Alto Consejo iba a enviarme a Christophsis. Para ello me habíais asignado ya todo un batallón de clones —Obi-Wan no pudo evitar preguntar al viejo Maestro.
En cambio, en vez de responder a su pregunta, Yoda le había formulado otra bien distinta.
—¿Acaso algo te aflije, joven Maestro? —Aquella sabia mirada se posó en él de forma inquisitiva.
—No, realmente. Pero no puedo olvidar que sois perfectamente conscientes de todo lo que yo viví en Obakoon.
—Matar intentaste a esa princesa, o eso creíste —Yoda afirmó tranquilamente, sin apartar su inquisitiva mirada del otro.
—Lo hice —Obi-Wan respondió del mismo modo—. Ella quería adquirirme como "mascota", y tratarme igual que a aquel pobre chico al que yo no pude salvar. Y me habrían ejecutado por ello, de no ser por la rápida intervención del Maestro Qui-Gon Jinn —rememoró con una sonrisa dedicada al que había sido como su padre—. No creo que mi llegada allí sea del agrado de todos los implicados en esta crisis.
—¿Te preocupa poder a intentarlo volver?
—En absoluto.
—¿Y el dolor?
—Entonces tan sólo tenía dieciséis años, Maestro. A mis treinta y cinco años humanos —dirigió una amplia sonrisa a su gran Maestro, a sabiendas de que, para él, esa edad era apenas un soplo de viento— el dolor es un viejo amigo que viene a visitarme de vez en cuando y al que ya no temo; se pasea por mi casa a su albedrío, quedándose a acompañarme durante un tiempo, para marcharse después del mismo modo en que llegó, sin hacer ruido, hasta la próxima visita.
—En sabio te has convertido, joven Maestro —Yoda afirmó sin ambajes—. Aunque también en ti veo a aquel que fuiste una vez.
—Si hubiese cambiado todo de mí, ¿quién sería yo, entonces?
—Cierto es.
—Además, ¿lo dices por mi antigua arrogancia? ¡Noooooooo! —negó con vehemencia mostrando, en cambio, un tono cómicamente arrogante.
En aquel momento, Yoda hizo algo que él jamás había visto con anterioridad y que nunca olvidaría, por muchos años que viviera: rompió a reír con estridencia, genuinamente divertido. Y así se mantuvo por unos segundos que al joven Jedi se le hicieron increíbles. Cuando, poco a poco, el mayor logró controlar aquel espontáneo ataque de hilaridad, volvió a fijar su profunda mirada en los ojos del que, en otros tiempos, aprendiera con él y volvió a hablar.
—Condenadamente alegre y positivo siempre has sido , Obi Wan.
—¿Eso es malo? —el más joven quiso saber, inquieto.
—Eso simplemente eso, es —Yoda afirmó, categórico—. Además, muy apuesto ya eras con dieciséis años —agregó, aparentemente sin venir a cuento.
Owi-Wan le observó alzando una ceja, mientras una extraña preocupación se adueñaba de su alma.
—¿Volveremos a vernos? —quiso saber, intuyendo que su viejo Maestro había experimentado una de sus frecuentes visiones sobre el futuro, pues se comportaba de un modo realmente extraño aquella mañana.
—Certeza es que viéndonos ahora estamos tú y yo. El futuro cubierto de un brumoso velo es revelado —Yoda afirmó, taciturno—. Tiempos oscuros se avecinan, joven Maestro —continuó—. Cuando tu presencia aquí requerida sea, regresar deberás de Obakoon, a cualquier precio —dijo esto con una seriedad que a Obi-Wan no pasó desapercibida.
—Por supuesto, Maestro —no pudo más que afirmar.
—Nada más que decirte tengo, pues. En paz puedes marchar, Maestro Kenobi.
Sintiendo que la conversación realmente había concluido, Obi-Wan hizo una inclinación respetuosa ante su Maestro y se marchó hacia su nuevo destino, sin mirar atrás.
Un pitido familiar, proveniente de su fiel astromecánico, le sacó de aquella ensoñación.
—Sí, es momento de dejar aquí el anillo de hiperimpulsión, R2. Localízame las coordenadas del puerto de atraque convenido y pon rumbo allí sin más dilación.
Una retahíla de bips y de pitidos le hicieron saber que el droide había comenzado con la tarea asignada.
Mientras, en el único puerto estelar que poseía Obakoon, dos figuras humanas femeninas, bien distintas y ambas llevando un gran cuidado para mantenerse a una efectiva distancia la una de la otra, aguardaban la tan esperada aparición del Maestro Jedi. Una de ellas, vestida al estilo Jedi y acompañada tan sólo por otra mujer, que parecía estar a sus órdenes. La otra, con semblante altivo, ataviada con regios ropajes y acompañada de un completo séquito real, no podía ocultar su inquietud e impaciencia, aunque mantenía en todo momento su majestuosa dignidad.
Nada más atracar el starfighter Jedi en el puerto, la presencia de Obi-Wan Kenobi no se hizo de rogar: el hombre levantó el techo de la cabina de la nave, descendió por la escalera auxiliar —que él mismo se había encargado de acoplar— y ayudó después a su droide astromecánico para que le acompañase. Este último emitió varios bips de reconocimiento, haciendo girar su cabeza trescientos sesenta grados.
—Tranquilo, R2. Esta no es más que una misión diplomática —Obi-Wan afirmó, mostrándole una serena sonrisa que, inmediatamente, fue ampliada al mirar al frente y distinguir la figura que había comenzado a aproximarse a él con rapidez, pero que se detuvo en seco a una prudente distancia.
—Tú —la Jedi afirmó con voz amenazadora, mientras desplegaba su sable láser y una luz verde envolvía su aura por completo.
—¿Me echabas tanto de menos, que has tenido que provocar un conflicto interplanetario para hacerme venir a rescatarte? —Obi-Wan preguntó, mordaz, enarbolando su propio sable láser y haciendo que un haz de luz azulada girase diestramente sobre su mano a modo de provocación.
A lo que la otra soltó una sonora carcajada y se lanzó a la batalla con ardor.
Obi-Wan afianzó su postura defensiva y aguardó la embestida, sereno y confiado.
A espaldas de ambos, la regia mujer no pudo evitar taparse la boca con ambas manos, en un gesto de auténtico asombro salpicado de temor pues, ganase quien ganase aquella batalla tan imprevista e inesperada, el futuro del propio planeta se había vuelto incierto en tan solo un instante.
COMENTARIOS DE LA AUTORA:
Ni qué decir tiene, pero me repetiré, que Star Wars no es creación mía —qué más quisiera, a estas horas estaría montada en el dólar— sino del gran George Lucas, y últimamente propiedad de Disney, quienes están haciendo un trabajo impresionante y admirable con esta legendaria saga.
Comentario obligatorio aparte, tan sólo tengo que deciros que el planeta Obakoon realmente no existe en la saga, tanto en el canon como en las leyendas, ni tampoco la maestra Jedi Oona Jonk. Ambos son mis creaciones propias. Al igual que lo serán otros personajes imprescindibles en este relato.
Va a ser una historia más o menos larga, dependiendo de lo que ella misma me pida a lo largo de su escritura, con aventura, drama y por supuesto amor, pues para eso la he creado, ya que Obi-Wan Kenobi es mi personaje favorito de Star Wars y pienso que en el sentido romántico está bastante desaprovechado. Aunque ya sabéis que tanto los Jedi como los Sith huyen del amor (ambos por motivos distintos), en el caso de los Jedi, ya que piensan que el amor romántico es posesivo por definición, y el sentimiento de posesión es contrario a los dictados de su Orden, pues a menudo lleva al lado oscuro. Pero bueno, intentaré conciliar ambos conceptos lo mejor que pueda.
Y nada más que deciros yo tengo, jeje. Tan sólo esperar que disfrutéis con este primer capítulo, con el deseo de que pueda atraparos lo suficiente para que decidáis continuar a mi lado con este relato tan querido para mí.
Y si alguien me deja algún comentario después de su lectura, serán acogidos con ilusión y, por supuesto, respondidos como merecen.
May the force be with you.
