Cassie sabe que él está ahí afuera. Oh bueno, no es cómo si fuera difícil de adivinar: ella siempre ha sido la más lista, la más rápida aún cuando todos actúen como si ella fuera un ente separado de la realidad.
Pero Sid no. Al principio la subestimó, pero luego aprendió a las malas –con mucha lágrima y sonrisas agrias-, que Cassie era bien orgullosa y jodida como cualquiera. Si, la chica drogadicta sí resultó inteligente.
Jodidamente inteligente.
Y eso aunque le doliera los cojones la mayoría de las veces, no dejaba de insistir, porque si había algo que aprendió de Cassie –las sonrisas no son siempre de felicidad- es que cuando se ama, se ama para siempre.
Con sexo infiel, golpes, heridas, rabia y mucho, mucho dolor, pero es para siempre, o al menos, con ella siempre lo es; aún no sabe si esto es bueno o malo, porque así como puede estar enamorada de Sid por toda su vida, también puede ser una jodida egoísta por siempre.
Es muy inteligente, a Sid se le olvida a veces.
Y porque a Sid eso de saber hacer las bien las cosas no se la da, y también eso de saber adivinar los estados bipolares de ánimos de Cassie tampoco –los de toda la gente, en realidad-, hace lo primero que se le viene a la cabeza.
Plantearle cara. Decide buscarla, pero cuando la encuentra, no entra. Porque la vio, y no, no se arrepintió, aún siente las maripositas en su corazón –y en su polla-, pero no puede avanzar, porque es un jodido estúpido.
Porque también es igual de cobarde.
Tiene miedo. Temor a que ya no sea la misma de antes. Miedo a que ya no lo quiera más. Es un jodido desastre y cree que es muy tarde, porque demonios, él siempre llega tarde, siempre cobardilla, y luego se arrepiente, pero nunca hace nada, porque no es capaz de decir un "No" ni decir "Si" en el momento correcto.
Más no se mueve. Y los días pasan –por supuesto que ha dormido en un diminuto apartamento, no es como si fuera inhumano-, pero no entra, porque tiene muchas dudas, y muchas inseguridades. Él no es Tony, tampoco Maxxie, mucho menos el difunto de Chris.
-y su recuerdo le hace sentir más culpable-.
Pero no se larga, porque la ama, y porque aún tiene esperanzas.
Cassie sale. Está cansada y ya duele mucho.
Sale y se recuesta en el marco de la cafetería. Cruza sus brazos, y lo mira, no sonríe y Sid manda hondo, preso de sus dudas, – ¡Cassie ámame de nuevo, por favor!-. No lo dice por supuesto, es Sid.
No sabe que decir. No es como si fuera una película, y todo el amor se le saliera en palabras por arte de magia –aunque lo desea-. Balbucea pero no puede pronunciar una frase medianamente coherente. Cassie lo sigue mirando y se siente más estúpido.
Despierta, Sid –le dice Cassie. Siempre es ella, la primera, la más arriesgada, la más entregada.
Te amo –le responde medio atropellado. Medio nervioso medio emocionado.
Cassie sonríe, de oreja a oreja, así, siempre tan Cassie, exactamente como la recordaba.
Yo también.
Y Cassie salió, porque si hay algo que ella aprendió de él, es que Sid llega tarde, pero siempre, siempre llega.
-Las dudas se van y Sid sigue maldiciendo ser tan idiota, porque aún se le sigue olvidando lo jodidamente inteligente que es Cassie-.
