CORAZÓN DE HIELO
por Nekane Lawliet

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APERTURA: CAMUS DE ACUARIO

El Caballero Camus de Acuario es famoso en el Santuario por su completa ausencia de sentimientos, la frialdad de su mirada y aquel tono de voz completamente desprovisto de emoción, el cual no refleja ningún tipo de sentimientos. Comúnmente es tachado de egocéntrico, orgulloso y presumido, ya que no son muchos los caballeros con los que cruza alguna palabra más allá de un saludo insípido o alguna frase diplomática. Pero dicha falta de sensibilidad es propia de su signo; antes que él ha habido otros Acuario que han sido descritos de la misma forma.

Completa falta de sentimientos; es esa frase la que mejor podría describirnos a éste caballero, se le conoce, también, como el Mago del Agua y el Hielo, tan frío, duro e inquebrantable como los eternos hielos polares. Poco se sabe de su vida, pues sus temporadas en el Santuario nunca han sido prolongadas y hacía ya mucho tiempo que nadie lo veía en Grecia, pero se sabe que de todos sus aprendices, Hyoga e Isaac fueron los más importantes. Quizá no sea mucha información, dicho de ésta forma parece no significarse mucho, son sólo un montículo de palabras que resumen la vida de un Caballero de Athena, pero es la única que se necesita en el Santuario.

Son pocos quienes se pueden llamar "amigos" de éste caballero, y precisamente Milo de Escorpión alardeaba, ya no con tanta frecuencia como antes, que lo era.

El Caballero se encontraba sentado en los últimos escalones de su Templo, mirando con ansiedad la salida de la Casa Libra, de vez en cuando se levantaba y estiraba el cuello divisando, a lo lejos en las escaleras, la pequeña figura que se acercaba, tranquila, hacia el templo de la virgen.

—¿Qué esperas? —preguntó al aire como si éste le pudiera responder.

¿Cuánto tiempo había transcurrido desde la última vez que lo vio? ¿Seis,ocho, diez años? Realmente no le importaba, desde el día que Camus se fue para no volver al Santuario, el Escorpión nunca había querido contar el tiempo que no lo había visto, ahora estaba allí de nuevo. Volvió a sentarse con aire fastidiado, al parecer aún mantenía esa tonta manía de pedir permiso para pasar por las Casas del Zodiaco y de subir los escalones con la lentitud de un humano común.

No siempre fuiste así… —pensó mientras miraba la Casa de Virgo.

El cosmos de Camus se sentía cada vez más cercano, pudiéndose percibir aquel frío que le caracterizaba, difícil era para Milo creer que esa cosmo-energía le pertenecía a su amigo, pues aún recordaba cuando aquel aire frío no le rodeaba. Por supuesto que su amigo tenía un cosmos frío, dadas las circunstancias de su signo, pero este nunca había sido tan gélido; era como si quisiera alejarlos a todos, cuyos cosmos eran puro fuego.

Camus…aún después de tanto tiempo sigo sin creer que éste seas tú, el Camus que conocí no era así. Sonreías a menudo, ¿Dónde quedaron aquellos consejos que me dabas? ¿Dónde está el verdadero Camus? Después de tantos años sigo sin creer que este hombre sea mi amigo, después de tantos años sigo sin reconocerte…cambiaste tanto.

La mirada del Escorpión cambió radicalmente, ya no estaba llena de la emoción que minutos atrás tenía sino que había sido sustituida por una melancólica. Milo suspiró, sintiendo como el cosmos de Camus atravesaba la Casa de Libra, miró la oscura salida con insistencia hasta que, finalmente, pudo divisar a la silueta del Acuario.

Te veo ahora, tan frío y distante, siguiendo aquellos principios y reglas que sólo los guardianes de tu signo conocen. Las leyes de un Acuario que siempre cuestionaste, pero que ahora rigen tu vida.

Milo se puso de pie sonriendo ampliamente, se quedó inmóvil con la mirada puesta en Camus, que subía la escalera lentamente. Ya lo había visto esperándolo, pero no era necesario demostrar la emoción que sentía por volver a verlo, simplemente continuó con la tranquilidad de antes. Ambos caballeros quedaron a la altura, separados entre sí por escasos cargaba el cofre de su armadura sobre su espalda, vistiendo de negro y cargando en su mano una pequeña maleta de viaje, mientras Milo ya traía puesta su impresionante coraza. Se miraron intensamente por largos segundos hasta que Milo rompió con el silencio.

—Camus, que bueno es verte después de tanto tiempo —dijo con una sonrisa e invitando a pasar a su amigo con un gesto.

—Igual… —contestó secamente el otro.

—Yo también te extrañé… —soltó Milo, fingiéndose ofendido por la poca falta de emotividad en su amigo al cabo de ese reencuentro. Camus no contestó, simplemente lo miró a los ojos un par de segundos, para, acto seguido, deshacerse del cofre y su maleta y sentarse frente al Escorpión.

Aún no lo puedes olvidar ¿cierto? No te has podido perdonar a tí mismo —pensó Milo mirando fijamente al otro –. No espero que lo hagas, yo tampoco he podido olvidarlo. Aún se siente esa pesadez en tu cosmos y esa tristeza en tu mirada aún no desaparece.

—¿Pasa algo? —preguntó Camus sin demostrar, en realidad, interés, aunque Milo sabía que él estaba preocupado por su extraño comportamiento.

—Nada… —negó acompañado con un movimiento de cabeza, volvió a sonreír y se levantó de su asiento—. ¿Quieres algo de comer, tomar? Fue un largo viaje desde Siberia, tienes mucho por contarme.

—Agua estaría bien.

—Agua entonces…—dijo antes de adentrarse en la pequeña cocina. El joven ojiazul volvió minutos más tarde con un vaso de agua que le entregó a Camus, sentándose de nuevo frente a él.

—Gracias…

No puedo creer que después de todo, aún sigo rogándole a Athena que me devuelva a mi amigo Camus. Porque esto no eres tú, Camus de Acuario no siempre tuvo un corazón de hielo.

—Milo, necesito pedirte un favor…

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