Nota: Los personajes y a la trama pertenecen a Kishimoto. Esto solo es una obra para el ocio y sin ánimo de lucro.
CAPÍTULO 1
Cuando Fugaku Uchiha abrió los ojos no esperaba encontrarse en una cueva lúgubre y húmeda tan solo vestido con un kimono ceremonial totalmente blanco. En el mismo momento en que su consciencia volvió, sus ojos se volvieron de un rojo sangre al instante de cualquier peligro. Lo primero de lo que se percató es que estaba rodeado de varias figuras durmientes con las mismas ropas que las de él. Su atención se centró especialmente en la silueta femenina de su mujer revolviéndose en su sueño a su lado hasta que finalmente abrió sus negros y grandes ojos.- ¿Fugaku? ¿Qué está pasando? ¿Dónde estamos?-Preguntó Mikoto Uchiha de manera preocupada y susurrante, poniéndose alerta y cambiando sus oscuros ojos de la misma forma que su marido antes que ella. –No lo sé pero será mejor que salgamos de aquí, no detecto ninguna amenaza pero eso no significa que no las haya. –Contestó imperturbable Fugaku al comprobar que el resto de las figuras de la habitación son miembros de su clan.
Ambos estaban por ponerse en pie cuando una de las personas al lado de Mikoto comenzó a despertar. La sorpresa del matrimonio no fue poca al toparse cara a cara con el Sharingan de su hijo mayor, Itachi mirándoles fijamente. Estaba mucho más mayor que la última vez que lo habían visto. Ya no era un adolescente, sino un hombre adulto al principio de sus veinte. Parecía mucho más cansado que el niño que recordaban. –Okasan. Otousan, estáis vivos. ¿Cómo es posible?- Preguntó con confusión el pelinegro a sus progenitores. Con esa frase, ambos recordaron su muerte a manos de su primogénito. Itachi, quien intentaba encontrarle sentido a todo no podía permanecer alerta, esperando que todo sea una especie de genjutsu o un ninjutsu de alguien extremadamente poderoso como para copiar de maneras escalofriantemente exacta, el chakra no solo de sus progenitores, sino también del resto de la gente en esa cueva.
-Itachi, cariño. Me alegro tanto de verte.- Exclamó su madre llorando y envolviéndolo en un protector abrazo. Esa muestra de afecto después de lo que le hizo a sus padres tomó a Itachi totalmente desprevenido pero, contrario a lo que su raciocinio le decía, decidió no estudiar más el asunto y devolver el abrazo a la mujer más cálida que tuvo en su vida. –Okasan. Lo siento, lo siento mucho okasan, otousan. –Justo en ese momento el azabache decidió que si era una trampa caería completamente. No le importaba, necesitaba sacarse estos sentimientos del pecho y, pese a que la culpa siempre lo perseguiría, necesitaba disculparse con sus padres. Su madre apretó mucho más el abrazo y le permitió llorar en el hueco de su cuello como cuando apenas era un niño. De repente sintió una mano cálida y pesada sobre su coronilla. La mano callosa y fuerte de su padre que, pese a ser extremadamente peligrosa, le transmitía una sensación de seguridad indescriptible. –Sshhh cariño, no llores. No tienes que disculparte con nosotros cielo. En todo caso nosotros somos los que te tenemos que pedir disculpas. Como padres, no debimos haber dejado que te pusieran en esa situación y no deberíamos haberla propiciado tampoco. Perdónanos Itachi. –Le dijo su hermosa madre. –Okasan, no te disculpes, he sido un mal hijo, no merezco vuestras disculpas. –Itachi- Dijo su padre quien aún tenía su mano enterrada entre el cabello negro de su hijo. –Estoy muy orgulloso de llamarte hijo.- Estas palabras lo sorprendieron. No esperaba que su padre le dijese eso. Esperaba una reprimenda, una pelea y, en el más improbable de los casos, un perdón pero nunca esto. – Has hecho lo que considerabas correcto, has sabido escoger sin que tu relación con las personas que considerabas que están haciendo algo incorrecto y peligroso para el pueblo. Esa es una actitud muy noble y propia de un gran shinobi. No esperaba menos de ti, hijo.- Declaró Fugaku con una casi imperceptible sonrisa, y removiendo el cabello oscuro de su hijo. – Arigatou, okasan, otousan. – El menor se limpió las lágrimas una vez que estaba libre del abrazo de oso de su madre y procedió a estudiar junto con su padre la cueva.
-Itachi, ¿cómo estamos vivos?- Preguntó su madre cayendo en la cuenta del pequeño detalle. –No lo sé mamá, estoy en la misma situación que vosotros. -¿Cómo que en la misma?-Preguntó su madre. –Se supone que yo también debería estar muerto.- Esta declaración tensó a Fugaku y a Mikoto de sobremanera. -¿Cómo?- Preguntó su padre seriamente. –Eso no tiene importancia en este momento. Lo explicaré a su debido tiempo, lo prometo.- Declaró el joven. –Será mejor que los despertemos, tal vez todos juntos llegaremos a una conclusión sobre lo que está pasando. –Espera hijo, si te ven y recuerdan todo sobre la matanza al igual que nosotros, querrán tu cabeza.- Dijo su madre preocupada.-Lo mejor será que te vayas antes de que se despierten. –Eso no será necesario okasan, la matanza la llevo a cabo Madara, yo solo me encargué de vosotros. Si ibais a morir, no dejaría que fuese de manera lenta y agonizante.- Respondió itachi. – ¿Madara? Pero si llevaba muerto muchos años.- Dijo su padre. –Estás equivocado otousan pero explicaré todo en cuanto hayamos despertado al resto. No debería pasar nada siempre y cuando no sepan que tuve algo que ver con la matanza.-Antes de que comenzaran con la tarea, Mikoto preguntó. –Itachi, ¿y Sasuke?- La última vez que lo vi fue en un campo de batalla. Es una larga historia que ya os contaré más adelante. Tenía diecisiete años en ese momento. Espero sinceramente que no se encuentre en esta cueva teniendo en cuenta que todos los que estamos aquí estamos o estuvimos muertos. – Después de esa declaración, ambos padres procedieron a la búsqueda del rosto de su hijo menor entre las personas durmientes de la cueva, suspirando de alivio cuando no lo reconocieron entre ninguno de ellos. Ya era bastante malo descubrir que uno de tus hijos había muerto como pare descubrir que su otro hijo también lo estaba. Esa realización les dio a los tres miembros de la familia un pequeño foco de esperanza al descubrir que la persona más inocente de todo el clan Uchiha estaba vivo. -¿Qué pasó después de la masacre Itachi? Sobrevivió alguien más aparte de Sasuke?-Preguntó su padre. –No, sólo Sasuke y yo sobrevivimos. En cuanto lo que pasó después de la masacre prefiero contarlo más tarde. No es importante en este momento.
-Bien, procedamos entonces a despertar a todos y después de despertar a todos partiremos dirección Konoha y pediremos ayuda al hokage sobre esto. Puede que hayamos tenido diferencias pero esto es relevante para los habitantes de la villa y los integrantes de nuestro clan-Dijo Fugaku, como líder del clan que era. Los tres miembros de la familia se separaron para despertar a todas las figuras durmientes. Fugaku se dirigió hacia la zona más oscura de la cueva, donde dormían plácidamente y roncando de manera estruendosa tres ancianos y una anciana, todos pertenecientes al consejo del clan Uchiha y siendo respetados por todos por ser los miembros más antiguos vivos del clan. Sus nombres eran Koketsu, un anciano callado y serio que despertó de manera rápida en cuanto el líder del clan pronunció su nombre; Matshumo, un anciano gruñón y antipático que pretendió golpear a su líder por haberlo despertado; Hiroshi, un anciano lleno de energía y vivaracho pese a ser el más anciano de los cuatro; y por último, la única mujer, Kahoru, analítica e inteligente pese a su carácter amable. –Fugaku, ¿qué está pasando? Lo último que recuerdo es ser atacado por una figura enmascarada. La herida era mortal así que supongo que debería de estar muerto. –Tiene razón Kotetsu-sama. Usted ha estado muerto como todos los aquí presentes. –Contestó Fugaku. – ¿Podrías entonces muchacho, explicarme porque no estamos en el cielo rodeado de hermosas doncellas y mucho sake?- Dijo Hiroshi ganándose un golpe de parte del inseparable bastón de Matshumo. –Creo que hemos sido revividos por algún shinobi con este tipo de conocimientos pero, mi mujer, mi hijo y yo hemos analizado la zona y no hemos encontrado ninguna amenaza. Lo mejor es que abandonemos esta cueva cuanto antes y nos dirijamos a Konoha. Debemos informar de esto y solicitar ayuda al hokage. –Pero muchacho, no puedes fiarte del hokage, que hay de nuestro golpe, ¿ya lo has olvidado?- Dijo malhumorado Matshumo.- No lo he hecho, Matshumo-sama, tampoco he olvidado los motivos detrás de ellos pero alguien ha asesinado a nuestro clan, debemos averiguar quién fue y por qué alguien decidió revivirnos. –Tiene razón- habló por primera vez Kahoru. –Será mejor que dejemos nuestro orgullo a un lado en favor de nuestros muertos y les intentemos dar honra. Hemos estado muertos, no sabemos cuántos años han pasado o si ha habido sobrevivientes a la masacre. Así que por ahora la prioridad será obtener respuestas.-Declaró sabiamente la anciana. – Fugaku, no estando seguro de si su hijo menor estaba vivo al cien por cien, decidió no informar todavía, ya lo descubriría en cuanto llegaran a Konoha. Pese a que Sasuke no se encontrara allí, no había garantía de que su hijo menor se encontrase vivo. Una cosa estaba clara, Itachi había dicho que se encontró con su hermano cuando este tenía diecisiete años, así que cabía la posibilidad de que aún siguiese vivo. Por otro lado, no sabían cuánto tiempo había pasado desde ese encuentro así que hay que barajar todas las cartas posibles.
Mientras Fugaku lidiaba con los ancianos, Mikoto e Itachi despertaban a los miembros restantes. Mikoto procedió con su hermana y su cuñado, Akemi y Kenzo. Al verse, los tres se unieron en un abrazo. Mikoto comenzó a explicarles a sus familiares la situación y el inminente regreso a Konoha de la misma forma que hizo su marido con los ancianos. Kenzo era la mano derecha de su marido en la comisaría aparte de ser uno de los shinobis más respetados y poderosos del clan. Precisamente por su posición, fue bastante reticente a la hora de pedir ayuda al hokage pero acabó por entrar en razón al escuchar los argumentos de la boca de su cuñada y bajo la mirada suplicante y compasiva de su mujer.
Itachi se dirigió hacia un par de personas que reconocía muy bien. Procedió a despertar a su mejor amigo, Shisui. Inmediatamente este puso una sonrisa al mirar quién interrumpió su sueño. –Tan pesado como siempre eh amigo- Comentó el pelinegro mayor mientras se incorporaba mirando fijamente a Itachi. –Tú sigues igual de insolente.-Contestó el menor.-Itachi, como es que estoy vivo.- No lo sé, ni siquiera sé porque estoy yo vivo. Ahora mismo mis padres y yo estamos despertando al resto para dirigirnos a Konoha en busca de ayuda y respuestas. –Si nos dirigimos a solicitar ayuda del hokage, ¿significa eso entonces que el golpe de estado no se llevó a cabo?- Preguntó Shisui. Desde un principio se opuso al golpe de estado que perturbaría la tan delicada paz que se instauro en Konoha después de la tercera guerra mundial shinobi. –No, no se llegó a lleva a cabo porque el clan fue masacrado antes de que tuvieran la oportunidad.- Itachi procedió a contarle todo a su mejor amigo, absolutamente todo, desde su participación en la masacre hasta su muerte a manos de su hermano y lo que sabía sobre la cuarta guerra ninja y Madara. Si hubiese sido otra persona la que le estaba contando todo eso no fuera Itachi, no le creería ni una palabra. Pero, por loco que sonara, lo creía, creía el dolor y sufrimiento de la vida de su amigo y creía en la determinación que ponía en su voz. –Arigatou Itachi. Evitaste la caída del clan en la desgracia y le pusiste fin manteniendo su orgullo intacto a cambio de manchar el tuyo. Eso es muy noble y digno de respeto. –Dijo Shisui, pasando un brazo sobre los hombros de su amigo que se disculpaba con la mirada creyendo que no es merecedor de nada de eso. Dejando una conversación para después, y desesperados por partir hacia su hogar, decidieron despertar a la única figura que quedaba por despertar. Una bonita y hermosa muchacha, muy importante para Itachi. –Despierta, Izumi-chan.- Dijo Itachi mientras le apartaba el pelo de la cara suavemente bajo la mirada burlesca de su amigo. La morena comenzó a revolveré hasta fijar sus ojos recién abiertos en el chico del que estuvo enamorada desde su infancia. –Itachi-kun, eres tú. ¿Dónde estamos? Lo último que recuerdo es que estábamos bajo ataque y ¡ah!- Exclamó Izumi con la cara ruborizada mientras era envuelta por los brazos cálidos y protectores de Itachi. El pelinegro no se pudo resistir, después de la muerte en sus manos de sus padres, el no haber podido salvar a Izumi era algo que lo perseguía. La chica dulce e inocente que siempre se ruborizaba cada vez que compartían dangos en el muelle del lago no merecía morir por una causa tan vil como el de una masacre política. Eso pensaba el pelinegro, quien se disculpaba con la muchacha. Después de apartarse el uno del otro, la muchacha completamente ruborizada y tartamudeante y el joven con una sonrisa tierna en su rostro, procedieron las explicaciones, como sucedió con todos los demás.
Una vez todo dicho y explicado, y todos de acuerdo sobre cómo proceder, todos los miembros presentes del clan Uchiha, pese a no estar tantos como les hubiese gustado, partieron hacia la aldea que todos consideraban su hogar. Konoha.
