Ya llevaba una semana así.

El mismo cielo nocturno se burlaba de su incapacidad por volver a recobrar el sueño. Y como siempre el reloj marcaba las 5 de la mañana, envolviéndose entre las sábanas hasta la cabeza ahogaba un grito de frustración por adelantarse a su despertar. Ni modo, se quedaría viendo el techo de su habitación hasta que la alarma le indique que es momento de empezar su detestable rutina… otra vez.

Luz de mañana junto con el café humeante de todos los lunes. El agradable aroma era lo único que disfrutaba de entrar al comedor y toparse con los señores cuyos apellidos ella llevaba. Como siempre la burbuja de sus propios mundos les impedía notar que su joven hija se hacía presente. Ella tampoco hacía un esfuerzo por compartir más que un desayuno con sus padres. Un periódico en mano del hombre y la mujer con una Tablet donde unos dedos de movían con una rapidez inhumana. Un sorbo a su caliente taza de café junto con un sórdido y seco "Buenos Días" salió de los labios de la más joven de los Reynalds, los dos adultos vestidos ya con sus elegantes trajes se limitaron al mismo saludo sin ni siquiera mirarla. Se apresuró en comer su desayuno y sin mediar un despedido arribo lejos de su casa, pero tampoco era como si el otro sitio al que estaba obligada a ir fuera mejor que ese, al que se supone tendría que llamarle "hogar".

El llamativo auto de los Reynalds quedaba atascado dentro del insufrible tráfico de la ciudad. La joven rubia vagaba con la mirada entre las conocidas calles, un libro de bolsillo reposaba sobre su falda de cuadros con matices rojos y negros. El día para variar no estaba sumergido en la lluvia como suele suceder por esa época del año. Elsa ya no sabía exactamente en qué pensar, su vida siempre estuvo vacía, ¿por qué ahora siente el golpe de la soledad? No es normal para ella comenzarse a preguntar cómo sería el que sus padres por solo un maldito momento se dignaran a darle unas palabras que no sean las exigencias de convertirse en un heredera digna de ellos. ¿Por qué anhelar algo que jamás ha recibido de su parte?

"En que estupideces estoy pensando" Rebotó la frase en su cabeza. Frunció el ceño y con voz ahogada le pidió al chofer que se estacionará, el conductor de no más de 20 años obedeció con una mirada confundida, todavía faltaban unas cuadras para llegar a su centro de estudio.

-Señorita. Todavía no hemos…-

-Caminaré Jack- Aunque no llovía el frío le azotó todo el cuerpo ni bien bajó del auto. Se acomodó el maletín en un hombro.

-¿Segura que eso desea señorita?- Insistió el chico con un deje de preocupación. Él sabía que había algo que fastidiaba a Elsa hoy, le era inevitable observarla por el retrovisor y disfrutar de los pocos minutos que podía pasar cerca de la joven, pudiéndose dar cuenta de un ligero cambio en su mirada y casi invisibles expresiones al meditar.

Elsa asintió y unos segundos desapareció de su campo de visión.

-Solo por una vez quisiera saber en qué piensas- Soltó Jack en un suspiro mudo.

El timbre del almuerzo resonó por todos los pasillos, en unos segundos una horda de adolescentes estaría por salir en estampida y llenar de conversaciones y sonrisas los rincones de la secundaria Arandelle. Día normal, nada que reportar, salvo que Elsa por primera vez no se escondía en algún lugar nada convencional para comer. La razón no fue por decisión propia tampoco, olvidó su almuerzo y si no quería ser punto de broma por tener una sinfonía en su estómago, tendría que ir a la cafetería.

Con sigilo se deslizaba entre la muchedumbre que se reunía ahí, para su suerte la cola no era tan grande, así que ignorando el hecho que detestaba lo ruidosos y escandalosos que podían ser sus compañeros se unió a la fila de espera.

Mientras que la rubia se perdía entre sus pensamientos, a unos metros más allá, se hacía presente un acontecimiento inesperado para todo aquel que pertenecía a esa escuela.

Botas de tacón negras con detalles plateados, falda acomodada centímetros más altos de lo permitido, chaqueta negra de la institución pero modificada con pequeñas púas doradas, la corbata casi suelta y la blusa desordenada. Las manos enfundadas en los bolsillos y ese particular modo burlón al caminar. Sino la reconocían por lo anterior descrito, sin duda alguna lo hacían por el llamativo color rojo fuego de sus cabellos sujetados, esta vez, por una alta coleta con mechones rizados cayendo al lado de sus sienes. Eso o su hermosa y divertida mirada verde-azulada.

Anna Collins, lo que unos creían una leyenda urbana se lucía entre los demás. Muchos, por no decir todos, estaban atentos a cada movimiento que hiciese la pelirroja. Ella lo sabía, el poder que unos cuantos rumores habían provocado, ese miedo disfrazado con respeto que le daban sus compañeros. Poco o nada le interesaba esto, pero debía admitir que había cierto sentimiento curioso sobre qué tanto podía usar esto a su favor.

Silencio casi sepulcral por las partes de la cafetería que cruzaba. Ya se esperaba un recibimiento así.

"Ja, hasta los profesores tienen esas cara de idiotas" Pensó con gracia.

El que asistiese a clases siempre tenía un porqué, y ese obviamente no era escuchar las lecciones. Buscó con la mirada achinada a esa personita que le obligó volver a ponerse ese uniforme. Detuvo su andar, resaltaba tanto que le fue fácil hallarla.

-Ahí estás maldita rubia- Sonrió satisfecha y con unos cuantos pasos se sentó en la misma mesa que su víctima, junto a ella un grupito tanto de chicas como de chicos quedó pálido ante la inesperada compañía.

-Rapunzel- Sopló su nombre en su oreja. Rió para sus adentros al ver como los bellos de su nuca se erizaban. Ésta se negaba a despegar sus ojos de su plato de comida y apretar con furia el tenedor. Mentalmente se gritaba que se alejará de aquella peligrosa pelirroja… que todo estaría bien… que habían demasiada gente para que le hiciera algo…. Oh! pero bien que se lo merecía.

-¿Qué demonios quieres?- Escupió ligeramente temblorosa, aún le alteraba los nervios el tener tan cerca a Anna.

-Tan solo venía a saludar- Jugó con un mechón rubio terminando por hastiarla con su sonrisita burlona.

-Compórtate quieres- La empujó desviando los ojos hacia su confundido novio. Eugene se debatía entre si intervenir o no, la forma como Anna veía a Rapunzel no le agradaba en lo más mínimo, no tenía idea que se traía entre manos la pelirroja.

El cruce de miradas que se dieron la pareja no pasó por desapercibido por la joven Collins.

"Bingo"

-Así que con esté le pusiste los cuernos- Se acomodó en el respaldar de la silla cruzando sus brazos detrás de su cabeza.

-Cierra la puta boca Anna- Rapunzel pálida se puso rápidamente de pie. Los demás no despegaban la atención- No pienses que tienes derecho a hacerme es…-

-¿De qué está hablando?- Eugene preguntó asombrado y confundido de la reacción de su novia.

-De na…- Interrumpida Rapunzel.

-Oh! Esto será mejor que de lo que esperaba. Verás…-

-¡Dije que te callarás!- Grito neurótica.

-Rapunzel qué…-

-¿Hace cuánto que están?- Preguntó relajada Anna.

-8 meses- Soltó el joven y de inmediato Rapunzel comenzó a sudar frío.

-Toda la maldita escuela estaba escuchando esto. Quieres parar- Rogó con ojos de cordero a la pelirroja.

-Así que a él también. Ja. Eres una completa zorra… Hey no huyas!-

La flamante rubia cogió a su novio de la muñeca y lo jaló tratando de alejarlo de las intenciones de Anna. Pero dentro de su violenta salida no se percató que otra distraída rubia caminaba con una bandeja en busca de un asiento libre.

En un abrir y cerrar de ojos las dos chocaron vertiéndose los tallarines por todo el uniforme de Rapunzel, mientras que Elsa terminó en el suelo al enredarse con la pata de una silla.

-¡Acaso eras ciega so pedazo de idiota!- Hecha un diva en rabia lanzó algunos de las sobras sobre una Elsa descolocada con todo.

-Yo… yo lo siento. No…-

-Cálmate- Eugene se soltó y sujetó de los hombros a su novia.

-Sí Rapunzel. ¿Por qué no te enfrías un poco la cabeza?- Sorpresivamente la pelirroja apareció con una malteada rosa sin tapa- Venga te ayudo- Con una sonrisa cínica derramó la fría y espesa bebida sobre sus cabellos -¿Mejor?-

-Oye, ¿qué demonios crees que haces?- Eugene lanzó de un manotazo el frasco apartando a una Rapunzel con los ojos desorbitados. La había humillado… y en público… en su reinado… Oh, la riña entre ellas dos recién empezaba.

Las risas no se hicieron esperar y en un arranque de ira, la rubia de cabellos de oro trató de lanzar un plato con comida sobre la pelirroja. Anna río y sencillamente lo esquivó causando que callera sobre otra persona. En solo unos segundos el lugar se convirtió en una batalla campal de lanzar comida. A pesar que la mayoría eran chiquillos ricos mimados y estirados, no los salvó de querer dar rienda suelta a una anarquía infantil. Los profesores trataban de calmarlos pero en vano eran sus amenazas eso no se acabaría así de fácil.

Mientras tanto la rubia de cabellos platinados seguía en el suelo, atónita de cómo las cosas se le salieron de control tan rápidamente. Pero sobre todo cómo esa chica pelirroja no tuvo reparos ni dudas en humillar a la reina abeja del lugar, que para variar era su prima-hermana… pero demonios en sus "dominios" no lo sabía nadie. Levantarse en esos momentos no era muy buena idea que digamos, todo tipo de platillos se hallaba volando por los aires. Atinó a gatear y quedarse bajo una mesa a esperar, pero como una ráfaga una pelirroja se acomodó a su lado bebiendo tranquilamente una Pepsi.

-Hace un buen día no lo crees- Susurró muy cerca de Elsa. Esta subió su mirada incrédula de que la chica esté en sus cabales. No puede simplemente acercarse y tratar de hablar del clima como alguien normal, o al menos no con sus compañeros arriba matándose con hamburguesas. Pero algo tampoco no quedó muy normal en Elsa, no después de que Anna de improviso rozara gentilmente su rostro

-¿Qué crees que haces?- Trató de retroceder un poco pero si lo seguía haciéndolo terminaría por salir de la mesa.

-Tenías una mancha aquí. ¿Ves?- Efectivamente, su dedo llevaba un color rojizo.

Le sonrió encantadoramente y de una forma un tanto infantil. Sin deje alguno de esa maldad que se supone debe estar adherida a ella. Hasta una persona como Elsa, desinteresada en los cotilleos, conocía los rumores que circulaban sobre Anna Collins. Temida y amada por muchos, y la verdad las habladurías iban desde lo más vulgar hasta lo más ridículo, que eran un poco difíciles de creer. No le había importado en lo absoluto, no hasta ahora.

Llámenle loca por sentir ternura ante la chica. Sí, ternura, junto con una inevitable atracción física que ni idea cómo esas dos cosas se pueden combinar a la misma vez. No le fastidiaba para nada tenerla casi sobre ella, o que su mano se paseé libremente por su rostro acariciándola y argumentando tener más manchas. No hablaban, solo se admiraban con el consentimiento mutuo. Sus ojos verdes infantiles, los pecas regadas por sus mejillas, esa pequeña nariz respingada y sus labios… Oh Dios mío, que alguien le pegué un zape de una vez por desear sentir esos pequeños y carnosos labios rojizos. Su mente le repetía que ya era hora de despertar, que de seguro debe tener cara de idiota ahora.

No es posible que una desconocida la desequilibré de esa forma.

"De seguro es el hambre y el insomnio. Sí eso"

-Hey! Te parece si salimos de aquí y no sé… vamos por un brownie?- Por el propio bien de Elsa debía alejarse de Anna lo más antes posible.

"Esta chica es un chiste"

-Ni bien salgas de aquí te convertirás en un blanco para ellos-

-Oh nunca dudes de mí rubiecita. Debo suponer que es un sí?-

-En primer lugar hacerme el favor de alejarte de mí. Me estás incomodando- Un "mentirosa" retumbó en la cabeza de Elsa.

-Oh vamos, hace un rato me estabas comiendo con la mirada y recién se te ocurre dar…- Anna paró al sentir la gélida mirada de la rubia- Ok, ok no dije nada. Cambia esa cara sí?... Oye no me ignores-

"Necesito salir de aquí ya" De repente ya no se sentía tan cómoda con ella, o tal vez no quería creer que sentía estúpidamente atraída a una mujer.

Obviando el hecho que seguía la guerra, gateó como pudo intentando localizar una salida.

-Nadie escapa de mí rubiecita- En la misma posición a gatas, Anna la intervino Elsa gruñó y siguió volviendo a ignorarla.

En una de esas en que asomó su rostro hacia arriba un postre viajaba en trayectoria directo a ella. Elsa solo cerró los ojos esperando que chocara contra sí, pero lo que sintió fue un tibio pecho sobre su espalda y el frío suelo rozando su rostro.

-Uff estuvo cerca-

-Ajá, ahora aléjate-

-Buu aburrida…. No quiero-

-¿Qué sucede contigo?-

-Ni yo misma lo sé-

-Que te salgas te digo-

-Dije que no quiero-

-No puedes ser más infantil-

-Créeme que sí-

-Salté-

-No-

La rubia logró zafarse por un momento de su agarré pero solo logró darse vuelta… Mala idea, ahora tenía a la pelirroja a unos pequeños centímetros de su rostro, el aroma a fresas de sus cabellos la inundó. Su cálido aliento chocaba contra sus fríos labios causándole un agradable cosquilleo, pero en un arranque de locura le propinó un cabezazo al ver que se iban acercando cada vez más.

-Auch, ¿era necesario eso?-

-Totalmente-

-Uhmp- La voz de un hombre las sacó de su discusión. Reconociéndolo como el director, Elsa de un saltó se paró. Sonrojada hasta las orejas al percatarse que todos habían cesado en su disque lucha y ahora centraban su atención en ellas dos- Collins a mi oficina ahora- El hombre canoso sentenció y en un segundo ya marchaba alejándose.

-Espero verte pronto rubiecita- Le lanzó un guiño y así como apareció se esfumó.

"¿Pero qué rayos?"


Bueeeno. Ojalá les haya entretenido.

Saludos a casa persona que dio click aquí. Buen día o noche para ustedes C: