¡Hoy es un gran día¡Un día fantástico! Como regalo de cumpleaños para la fantástica Luanda - con CINCO meses de retraso - hoy ha salido a la venta ¡el tomo 7¡Naleeh y yo estamos que no cabemos en nosotras mismas de gozo! Y para celebrarlo adecuadamente ¡aquí subo el primer capítulo de una historia que comencé hace bastante - un par de meses! Espero que os guste, aunque si no es así, siempre podéis dejarme un review-bomba. Aviso desde ahora, es un HaruxYasuchika, o YasuchikaxHaru - en realidad los dos a la vez. Y contiene lemon. Si crees que no te va a gustar, todavía estás a tiempo de pulsar "Atrás".

Disclaimer: No poseo los derechos de Instituto Ouran Host Club. Los tiene Bisco Hatori. No me pertenecen ni Yasuchika, ni Haruhi, ni Mitsukuni. Tampoco Kurumi, ella es propiedad de Na-chan. Bueno, es mi ahijada. Meiko sí me pertenece.

Dedicatorias: voy a dedicarlo a bastante gente, pero aún así, hay alguien muy, muy, muy especial que me ha estado dando la tabarra para que escribiera en el autobús - rodeada de señoras de mediana edad curiosas por saber qué escribía- y que ha pasado esta primera parte al ordenador, ella solita como una niña grande. Así que le he adjudicado el título de Co-autora, porque nos hemos reído juntas, y lo hemos planeado juntas. Y esperar estos cinco meses sin que Panini dijese nada ha sido más llevadero gracias a ella. ¡Para Naleeh-chan, que es la mejor con diferencia!

También se lo dedico a Luanda, porque ayer fue su cumple - diecisiete añitos recién estrenados- y colgó una historia fantástica con un Hani-malote. Queda pendiente de review.

Y a Yasuchika, que se opuso desde el principio a que colgase esta historia, aunque no a liarse con Haruhi. No pienso dedicarme a hacer ganchillo. Nos lo pasamos genial en semana santa ¿verdad? (mañana me llevo a Satoshi - qué fin de semana me espera, aunque yo encantada de la vida )

También se lo dedico al tío de la marioneta, porque es fantástico, el mejor de todos. ¡Su cara es genial, y ha tenido 2 hijos con su marioneta!

Y también se lo dedico a Faithy, por ser genial, y a Akemi, y a Dan (por motivos personales que todavía no puedo contar) y a Lau (súper fan de Satoshi - para ella el capi tres y cuatro) y a toda la panda de compis chachis molones.

Y por supuesto a Mayuri-sama, porque es el mejor. Este fic no existiría sin él (no ha tenido casi nada que ver pero aún así si él no hubiese nacido, seguro que este fic no existe - no preguntéis por qué)

Y a Alana-chan, a Rune-chan, a Selene-chan, a Tari-chan, a Thithen-kun, y a Sandra y a Sara, por pasarme los apuntes.

¡Esperad¡Todavía hay más!

A la memoria de Max, por ser un cocker fantástico que hacía el submarino en los ríos y se comía las paredes. Desde aquí te seguimos queriendo y recordando - no vamos a comprar otro de tu raza en la vida.


CAPÍTULO UNO

El cuaderno peluchil.

Se dio cuenta cuando llegó a su casa. Ya se había cambiado de ropa y todo, cuando de repente se percató de la esquina rosa que sobresalía de su maletín de clase. Ella no tenía ningún cuaderno de ese color, pero sabía perfectamente de quién era.

Lo sostuvo entre sus manos. No sólo era rosa, además la zona central estaba forrada de peluche con la forma de un conejito. Le echó un vistazo por dentro: con una excelente caligrafía y limpieza, se agolpaban un montón de fórmulas matemáticas. Por si aún subsistía alguna duda.

Suspiró. Probablemente había acabado en su maletín cuando ella había aprovechado un descanso entre clienta y clienta para ir al servicio. Esos ricos bastardos habían aprovechado la situación para curiosear entre sus cosas. Y Hani con ellos. Y luego, al intentar colocarlo todo en su sitio para que no se diese cuenta, se les había traspasado el cuaderno.

Normalmente no le habría dado mayor importancia, pero su propio cuaderno de inglés había desaparecido, y tenía que entregárselo al día siguiente al profesor.

No es que no estuviese enfadada. Ya se encargaría de dejarles las cosas claras cuando los viera al día siguiente en el club, pero la clase de inglés la tenía antes. Así que no le quedaba más remedio que ir a la mansión de los Haninozuka.

No pensaba quedarse mucho rato, así que tal cual iba se puso por encima una chaqueta y salió a la parada del autobús.

Durante el largo trayecto fue maldiciendo mentalmente a Tamaki, porque aún le quedaban un montón de cosas por ordenar en casa sin necesidad de hacer una visita inesperada. Todo el mundo la miró muy raro cuando llegó a la parada en la que debía bajarse, pero como nunca le había importado mucho su imagen (que contrastaba de manera escandalosa con el barrio en el que estaba en esos momentos) ni se percató de ello.

Llegó entonces ante el portón de la casa de los Haninozuka. Realmente parecían infranqueables. Pero a su izquierda había un interruptor. Lo pulsó y se puso a esperar a que abriesen las puertas. Entonces se percató de que el cielo tenía unos nubarrones muy feos, que parecían a punto de descargar. Rogó para que no lo hiciesen antes de que ella se encontrase en su casa a salvo. Por fin se oyó, un tanto distorsionada, la voz de un chico:

-¿Si¿Quién es?

-Soy Haruhi, he venido a traerte tu cuaderno de matemáticas.

Pero en lugar de la alegre contestación que esperaba, la voz se limitó a decir, de forma un tanto indolente:

-Vale, adelante.

Sonó un zumbido y Haruhi empujó uno de los grandes portones. ¡Cómo pesaba! Tuvo que apoyar ambas manos. Las puertas aislaban del exterior una mansión enorme, precedida de un cuidado jardín. Haruhi calculó mentalmente lo que debía de costar mantener un jardín de esas proporciones y se mareó. Estaba segura de que no vería en su vida tanto dinero junto.

Pero el chico que le esperaba en la entrada no era, ni mucho menos, Hani. Más alto, con gafas y una expresión no muy definible en su rostro (aunque un observador agudo habría notado que estaba sorprendido), la esperaba Yasuchika.

Decir que Haruhi se quedó estática no se alejaría mucho de la realidad. No esperaba encontrarse a Yasuchika ahí, vestido con unos vaqueros desgastados y una camiseta vieja (también vive en esa casa ¿sabes?) Por un instante se quedó muda.

-Siento que hayas tenido que esperar, Fujioka-senpai. En estos momentos me encuentro solo en casa. Mitsukuni no está.

(Aclaración de la autora: había ido con Mori a comer pasteles)

-Vaya, pues el caso es que por accidente me he quedado con su cuaderno de matemáticas y Hani tiene mi cuaderno de inglés.

Yasuchika se fijó entonces en el cuaderno que ella había sacado de su bolso. Se estremeció.

-¿Te encuentras bien Hani...nozuka-kun?

-Sí, claro. Ven, pasa. Buscaré en la habitación de Mitsukuni. Seguro que tu cuaderno está por ahí. Pasa al salón, te serviré un poco de té mientras lo busco.

Haruhi se encontró sola en una habitación enorme, sentada en un sillón tan mullido que casi la absorbía, con una taza de té que había preparado un chico de catorce años que se encontraba solo en casa. Las pastas que había colocado armoniosamente en un plato de porcelana compensaban el horrible té y Haruhi se dio cuenta de que en realidad tenía hambre. Se encontró a si misma pensando que, a pesar de su actitud, Yasuchika era un anfitrión muy amable. Además todo estaba transcurriendo con una inusitada tranquilidad.

Yasuchika no tardó mucho en volver con el cuaderno de Haruhi. Se sentó en frente suyo, en un sofá, con su propia taza de té. Y se la quedó mirando sin decir nada. Aguantaron así quince minutos (aunque se estaba poniendo nerviosa por la forma como la miraba, desde que entró en el club de hosts agradecía los silencios).

Por fin se cansó.

-¿Por qué me miras así?

Entonces Yasuchika se dio cuenta de que llevaba todo ese tiempo sin decir nada y se sonrojó levemente, pero sin reducir la dureza habitual de su voz:

-Perdona, pero es que a pesar de que mi hermano tiene muchas admiradoras, ninguna había venido nunca a casa. Teniendo en cuenta de que además se hace pasar por un chico en el instituto.

Y tras ese largo rato Haruhi se dio cuenta de que había ido a casa de Hani vestida de chica. ¿Cómo había podido ser tan imprudente?

-Es que rompí un jarrón muy caro y los del club de Hosts me obligaron a formar parte hasta que salde la deuda. -le explicó roja hasta la raíz del cabello.

Cualquier chico se habría reído en esa situación, pero Yasuchika simplemente dijo:

-Ya.

Haruhi se estaba sintiendo bastante incómoda, así que intentó desviar la conversación hacia temas menos comprometidos.

-Vaya, esta casa es enorme. Me daría mucho miedo quedarme sola en una tarde como esta.

-Bueno, no me quedo solo a menudo. Lo que pasa es que hoy mis padres han salido y Mitsukuni ha ido a su pastelería favorita. -su tono tenía una resignación contenida. - Me resulta agradable estar solo, no te imaginas el barullo que hay en esta casa.

Esto último lo dijo con una cara tan graciosa que Haruhi no pudo evitar sonreír.

-Me gustaría que mi casa fuese así. Mi padre trabaja de noche y duerme por el día, así que prácticamente estoy sola todo el tiempo. Vivir en una casa llena de gente y alegría me parece maravilloso.

La sonrisa que iluminó su rostro hizo que Yasuchika enrojeciese más profundamente.

-No creas. -se apresuró a decir. - es tan estresante vivir con Mitsukuni que me iría al Himalaya a hacerme pasar por el Dalai-Lama.

Al darse cuenta de la estupidez que había dicho, se puso tan rojo como la bombilla de un puticlub, y Haruhi se aguantó la risa para no violentarlo más.

Entonces llegó la tormenta. Un trueno retumbó en la casa. Haruhi pegó un brinco, aterrorizada. Sabía que tendría que haberse ido a su casa, y ahora no estaba dispuesta a salir a la calle por nada del mundo.

-Oye, no estás bien.

-Es que me asustan terriblemente las tormentas.

-Tranquila, yo estoy contigo ¿vale? No te va a pasar nada malo. Ven a mi lado, así.

Se sentaron juntos en el sofá, Haruhi cogiéndole fuertemente la mano a Yasuchika. Él estaba terriblemente nervioso, no sabía qué hacer con una chica aterrorizada en su casa. ¿Cómo lo hacía para que se calmase¿Más té? No, tendría que ir a la cocina a prepararlo, y la pobre no parecía por la labor de soltar su mano. Prácticamente se la estaba estrujando. Tal vez dándole unas palmaditas en la espalda con la que le quedaba libre...

En ese momento se oyó otro trueno y el salón se iluminó con la luz de un rayo. Como si hubiesen accionado un resorte, Haruhi pegó un pequeño brinco y Yasuchika se encontró con la chica entre sus brazos (así se las ponían a Fernando VII)

Haruhi empezaba a sentirse un poco mejor. Los brazos de Yasuchika la reconfortaban y la tormenta había amainado. Cuando se atrevió a abrir los ojos se encontró con la cara de él a pocos centímetros de la suya. Notaba cómo su aliento se colaba entre sus labios, ambos mirándose fijamente. Poco a poco se fue acortando la distancia que los separaba, hasta que sus bocas se unieron en un tímido beso. Ese leve roce inicial se fue transformando en algo mucho más serio, cargado de anhelo.

Sus bocas se fundieron en una sola. Yasuchika la besaba con una intensidad apremiante, poseyéndola con un simple beso. Por su parte Haruhi no sabía que le estaba ocurriendo. La cabeza le daba vueltas y sabía que en algún rincón de su mente debería haber una vocecita que le dijera que todo eso era una locura. Pero sólo podía pensar en Yasuchika, en esos dulces labios que la embriagaban y la estaban llevando a cometer una locura. Se encontró en un punto en el que se estaba perdiendo a si misma y sin embargo se estaba entregando de una forma absoluta. Se olvidó de la tormenta, de la hora y de su padre que la estaría esperando. Sólo importaba el ahora. Ese beso.

Uno nunca olvida la primera vez que se entrega a otra persona. En ese momento se alcanza un fragmento del sentido que tendrá su vida, y la importancia de este hecho aturde un poco. Sin saber muy bien cómo, acabaron recostados en el sofá, Yasuchika encima de ella. Sin separar sus labios más que un milímetro, los besos se fueron sucediendo unos a otros, cada uno más intenso al precedente. Las manos de Yasuchika comenzaron a acariciar su cuerpo, recorriendo la cara interna de sus brazos, viajando por su vientre a través de su ropa. La necesidad de tocar su piel pudo más e introdujo su mano por debajo del suéter desvaído. Una deliciosa sensación viajó desde su vientre hasta su zona más íntima, en lo más recóndito de su ser. Pero la mano seguía subiendo, rodeó su ombligo y llegó hasta su pecho.

Su boca había dejado los labios de Haruhi, agasajándola con una caricia en su cuello, allí donde su piel era más tibia y suave.

Haruhi creía que se iba a desmayar, sentía un fuego instalado entre sus piernas que se extendía por todo su cuerpo hasta llegar a los dedos de sus pies. Le era imposible mantenerse plenamente consciente. Entonces la volvió a besar, de lleno, introduciendo su lengua con desesperación, al mismo tiempo que su mano se retiraba de su pecho, dejando una sensación de vacío. Ella misma se sentía vacía, quería algo que la llenara. Y aunque no tenía experiencia, el instinto la guiaba hacia ese algo. Probablemente el instinto más antiguo de la tierra, existente desde antes que el hombre fuese hombre.

La cogió en brazos, y ella se sorprendió de su fuerza, era capaz de levantarla sin resentirse. Pero luego se acordó de que era el capitán del club de karate. Con ella en brazos de esa guisa, Yasuchika se dirigió a su habitación. Cruzó el umbral y la depositó en su cama, bastante más grande que la de Haruhi y mucho más cómoda. Luego se volvió y cerró la puerta. Se quitó la camiseta y las gafas, dejándolas sobre su escritorio. Y entonces la vio de verdad (no es coña). Estaba sobre su cama, sentada, con las mejillas sonrosadas y un brillo febril en los ojos. Sintió que su mirada lo acariciaba, recorría su torso desnudo. Ya no pudo aguantar más y volvió a su lado. Pasó la yema de sus dedos por sus mejillas; sus labios, Haruhi sintió cómo crecía su calor interno, ya no podía aguantarlo. Necesitaba bajar su temperatura como fuera. Y por propia iniciativa se quitó el jersey, que cayó olvidado al lado de la cama. En todo ese tiempo Yasuchika no había dejado de mirarla a los ojos, pero después pasó a mirarle directamente al pecho, al tiempo que recorría con ambas manos los tirantes del sujetador y los aros, para luego juntarse en sus pechos, e ir cada una a acariciar la muestra de la excitación de la chica.

Haruhi había oído que ésa era una de las zonas erógenas más importantes, pero nunca habría podido anticipar las sensaciones que la inundaron. Fue como si hubiesen encendido fuegos artificiales en su interior.

Con manos temblorosas se desabrochó ella misma el sujetador, pero fue él quien, recorriendo la superficie de su piel con los dedos, deslizó los tirantes y descubrió sus pechos. Primero los acarició suavemente, aumentando poco a poco la presión, hasta que llegó al botón sonrosado, el cual rodeó con un solo dedo, y luego presionó ligeramente.

Le pareció tan bonito que no pudo controlarse y se lo metió en la boca, con una leve succión. Un gemido consiguió escapar de los labios de Haruhi, que sonó como si lo hubieran repetido mil ecos.

Otro gemido muy parecido se le escapó cuando Yasuchika centró su atención en el otro pecho. Cada vez se sentía más dispuesta a continuar. Se estaba incendiando por dentro. Fue ella misma quien desabrochó el botón de los vaqueros de Yasuchika. Se los bajó deprisa, con una necesidad apremiante.

La visión de Yasuchika sólo con los boxers era como para perder la cabeza. El chico distante que había salido a recibirla se había transformado en algo que se parecía a un animal salvaje. Su cuerpo; delgado, estaba tenso, y Haruhi no pudo dejar de notar la dureza de los músculos de su abdomen.

Sentía que la ropa le estorbaba, y a penas pudo esperar a que Yasuchika terminara de desnudarla, sintió un cierto alivio al notar el ambiente fresco sobre su cuerpo totalmente desnudo. Pero no le importaba. En esos momentos le hubiese dado igual que hiciese frío o calor, lloviera o nevara. Sólo era consciente de ellos dos.

Yasuchika se quitó sus propios boxers, y Haruhi no pudo evitar mirar su miembro. Se sorprendió a si misma, porque no sintió miedo al dolor, como siempre había supuesto que le pasaría, sino sólo curiosidad y un aumento considerable de su propia excitación.

Alargó la mano para tocarlo, lo rodeó, estudió la superficie con la punta de sus dedos. Lo acarició hasta que se lo aprendió de memoria. La zona más suave, su longitud y grosor, todo. Podría haber cerrado los ojos y aún así haberlo reconocido.

A continuación ella misma se recostó más cómodamente entre los cojines y separó las piernas ligeramente flexionadas, dispuesta.

Él se inclinó sobre ella, besándola al tiempo que separaba un poco más sus piernas para acomodarlos a ambos. Le dolió un poco cuando al fin estuvo dentro de ella, pero muy pronto dio paso a unas oleadas de placer que los recorrieron a los dos. Cada vez más rápido. Cada vez más intensamente. Hasta que llegó un momento en el que ninguno de los dos pudo resistirlo más, y Haruhi se encontró gimiendo, movida por unas sacudidas que estremecían todo su ser, al tiempo que escuchaba a Yasuchika murmurar su nombre una y otra vez. Cuando llegó al éxtasis lo besó largamente, mientras sentía cómo su esencia inundaba su interior.

Aún se movieron unas veces más, para acabar exhaustos y sudorosos, mirándose a los ojos. Yasuchika se quedó todavía un tiempo encima de ella, recuperándose, y luego se recostó a su lado, estando todavía dentro de ella.

La atrajo hacia él, cubriendo sus hombros desnudos y la besó una vez más. Se quedaron dormidos sonriendo.


A las siete en punto se abrió la puerta, y salió una chica despeinada y legañosa. Bostezaba. Había dormido más de la cuenta e iba a llegar tarde a clase si no se daba prisa. Ni siquiera tenía pensado hacer una parada en la cocina para tomar una taza de café. De hecho prefería pasar inadvertida, sobre todo para Mitsukuni. A pesar de que parecía un despropósito, ni sus hermanos ni sus padres se habían dado cuenta de que Yasuchika no había bajado a cenar. Dieron por supuesto que lo había hecho. Mientras se escabullía por los aún oscuros pasillos, pasó por delante de muchísimas puertas que permanecían herméticamente cerradas. Quizás escondían muchos secretos - hijos bastardos, matrimonios entre hermanos y esas cosas-. Entre todas ellas había una que destacaba mucho. Tenía pegados un montón de corazoncitos rosas, violetas, malvas, rojos, y una enorme, gran pegatina de un pony - crines al viento- que rezaba " Lucero Cascabel". Y debajo ponía con letras de payasetes "Kurumi". Pasó con sigilo para no despertar al torbellino más pequeño de los Haninozuka. Sólo se habían encontrado una vez y había acabado magullada, mejor dejar las cosas como estaban.

No tuvo tanta suerte con el primogénito. Iba con una cara todavía peor que la suya. No se podía asegurar si estaba medianamente despierto. Ni siquiera se sabía si estaba vivo del todo...

Pero nada más verla se despejó - cosas de la vida-. Y la miró con perplejidad cuando Haruhi le devolvió su cuaderno de matemáticas, rezumando serenidad por sus poros:

- Acabó en mi mochila.

Se apresuró a recorrer lo que le quedaba hasta la puerta principal, sintiéndose una forajida del lejano Oeste - impera la ley del más rápido-. La situación iba a ser más incómoda para Yasuchika, acabaría teniendo que dar un montón de explicaciones. Y en ese momento apareció el aludido por el pasillo, fresco como una lechuga recién lavada. Tenía tanto sueño como los otros, pero no se le suele notar. En ese momento supo, por la mirada de Mitsukuni, que Haruhi no había pasado desapercibida. Ninguno de los dos dijo nada. Simplemente se miraron a los ojos como hacía mucho tiempo que no lo habían hecho. Percatándose de a quién tenían enfrente.

Una simple pregunta:

- Yasuchika¿Te has acostado con Haru-chan?

- Sí.

No hizo falta nada más. En ese momento no. Dejada atrás toda somnolencia, Mitsukuni golpeó a su hermano como nunca lo había hecho. Con ira. Dejando que toda su fuerza viajara a través de sus fibras, para impactar directamente en su rostro. Ese rostro que se le parecía tanto. Menos mal que aún no se había puesto las gafas.

Tuvo que quedarse un tiempo en el suelo porque no podía levantarse. Su hermano mayor no tenía intención de volver a pegarle. Probablemente un golpe así no volvería a repetirse. Kurumi no fue tan magnánima y como no se incorporaba optó por pisotearle para poder ir a desayunar. Era posible que ni siquiera se hubiese dado cuenta de que su hermano estaba tirado en el suelo como una morcilla. Así eran los despertares en esa casa.


Pensaba poner más cosas por aquí y así no tener que obligar a todo el mundo a que lea mis tonterías. La verdad es que este fic ya está escrito (entero). Por eso las referencias a los capítulos tres y cuatro para Lau. Los dos primeros capítulos los escribí en el autobús mientras iba a casa - tres horas de viaje - a mano, apoyada en el reposabrazos bajo la atenta mirada de mi acompañante de turno. El tercero ya lo empecé en el portátil. Como tampoco tengo mucho tiempo, y tengo que terminar el cuarto, el segundo todavía no está pasado. Pero como Na-chan es fantástica y coproductora, y si cobráramos se sacaría una buena tajada, ya se está encargando de ello. Es genial, y menos vaga que yo (lo siento, Yasuchika - sniff) ¡Nos vamos a ir a comer crepes¡Y un batido!¡Y todo lo que Na-chan quiera¡Un gigoló también! Ambrosio no puede ser... Pero hablaré con Faithy, intentaré convencerla para que te lo deje... Cinco minutos.

Así como en los dos primeros capítulos hay lemon - aviso desde ahora- el tres y el cuatro son fantásticos y tienen poco que ver (sólo el busto de Kurumi y Meiko, porque Haruhi está un poco plana).Y muchas cosas más - prendas incluidas. Si habéis llegado hasta aquí, sois una/os valientes, y espero que me dejéis aunque sólo sea un friki-review. Podéis tirarme hortalizas frescas si queréis. Lo peor no es el odio, sino la indiferencia. Ponedme a caldo si lo consideráis justo. ¿Qué es sino la fuerza verdadera?

Yasuchika: Ya está bien. Te he dejado explayarte a tu gusto así que ahora me toca a mí. Este fic es estúpido. Es una tontería de fic. Sobre todo más adelante. Voy a llamar al manicomio... Te esperan...

Satoshi: Se cayó por un barranco, se cayó por un barranco, se cayó por un barranco; toda vestida de blanco, toda vestida de blanco... Fin de la primera parte, fin de la primera parte y ahora viene la segunda que es la más interesante...

Yasuchika¡Para ya¡Eres rallante con esa canción! Ishtar-kun, deberías dedicarte a coleccionar latas de Coca-Cola, porque escribir no es lo tuyo. Después de ver el pompis agujereado de tu vecina nunca volveré a decirte lo del ganchillo. Las agujas de ganchillo atacan a traición. Mejor aún, posa en las fotos de los Power Rangers. Seguro que a Tamaki le encanta. Pero no escribas más.

Ishtar: se siente. Ya está hecho. No puedes evitarlo (risa de mala).

Yasuchika¡Y encima me lo dedicas¡Qué frescura!

Y por último una pregunta que no he sabido responder:

- ¿Alguien sabe por qué en todos mis fics aparecen ponies? XD.