Hola de nuevo, hoy vengo a dejarles un nuevo fic, de una pareja muy...a su criterio se los dejaré :3 pero espero que les guste mucho, en este capítulo en adelante tratare de hacer todas las continuaciones largas, ahora que tengo una imaginación y con la música me ayuda demasiado. Bueno como siempre agradecería vuestros comentarios :) sugerencias también son validas. Besos y abrazos.
La ninfa siempre admiraba el mar en el amanecer y atardecer, era algo que siempre le gustaba la forma en que el sol alumbraba el cielo. Cuando miraba se sentía segura, protegida; amaba la noche la tranquilidad de la luna pero siempre era cuando las pesadillas la invadían, el recuerdo de cuando Odiseo, Dake y Percy habían llegado a su isla de Ogigia, llegaba un héroe pero nunca aceptaban su compañía la vida eterna, siempre terminaba llorando y diciéndose a sí misma: "Las Moiras son crueles…"
Una mañana después de volver a ver el sol salir, empezó a hacer su rutina, cuidar de su bello jardín, utilizar su hilar, comer, cantar con las aves que debes en cuando pasaban volando y ordenar los frasquitos que contenían desde ambrosía hasta cosas demasiado raras. Pese a que era algo continuo nunca se aburría o a veces esos días cambiaban ante la visita de dos dioses, que fueron amables y fieles amigos hacia ella, Hermes y Hefesto. Ese día había llegado el mensajero de los dioses, con su calzado alado y su caduceo descendió hacia la isla.
-Hola, mi queridísima amiga-. Dijo Hermes con una gran sonrisa.
-Bienvenido seas, Hermes, no creí que ibas a venir, ¿A qué se debe tu visita?-. Devuelve la sonrisa mientras miraba el mar.
-Agradezco que siempre seas amable ante mi llegada inesperada, pero bueno ando de un lado para otro entregando mensajes, paquetes, cosas así pero nadie me gana-. Lo llego a decir con una risa típica de él.
-Nadie te supera en ese aspecto, Hermes, el mensajero, dios del comercio, ingenio, rey de los ladrones y viajeros, más títulos debes de tener-. Se encoge levemente de hombros, esperando su respuesta.
-Creo que debería tener más epítetos, ya que soy el que trabaja como loco; pero bueno, a lo que venía, andaré en unas conferencias de negocios, me habías pedido semillas de flores nuevas, girasoles, tulipanes, rosas, etc. Bueno, flores que necesitas, aunque olvide algo…-. Llego a quedarse un rato callado pero después con los segundos vacilo.- Ya lo olvide, creo que no era importante. Bueno espero que me extrañes.
-Vaya, el jefe siempre ha sido muy egocéntrico-. Había dicho Martha con un algo de indignidad.
-Creo que se le olvida que estamos aquí-. Jorge empezó a mirar al dios de la misma manera que la otra serpiente.
-Hola Jorge y Martha, también les debo agradecer que le hagan el recordatorio a Hermes de mis semillas-. Esbozo una sonrisa mientras dijo en susurro a Hermes.-No es cierto, siempre cumples.
Calipso y Hermes habían escuchado las quejas de las serpientes, aunque debes en cuando interfería su dueño para añadir cosas del mundo actual y todo lo que pasaba en el Olimpo. Después de aquella larga plática, el dios se tenía que retirar para hacer sus deberes ya que su caduceo le insistía la puntualidad; dios y serpientes se despidieron de la ninfa, ella se sintió demasiado contenta ante aquella visita haciendo recordatorio así misma de que tenía que cultivar las semillas que el dios le había entregado.
Estando en su jardín, había utilizado como de costumbre sus manos para hacer el espacio adecuado para cada flor que iba a crecer en su jardín, cubrió los orificios con sumo cuidado para agregar agua sobre la tierra y darles un pequeño cántico antes de ir a lavar sus manos y continuar con su única rutina.
Continuó hasta volver a ir a ver el atardecer en la playa, suspiraba cuando veía la última luz de aquel sol, para después ver las estrellas de la noche en compañía de la luna. Siempre envidiaba el viaje que hacía los dioses, poder visitar el mundo todo el día, cuidar una parte e ir al otro lado del mundo, Apolo y Artemisa, los gemelos del Olimpo; Calipso nunca había llegado a entablar una amistad con ninguno de los dos, sabía que la joven diosa iba de cacería mientras que el hermano rubio era demasiado presumido, en su opinión. Al ver la luna llegar, volvió hacia su cueva para volver a quedar dormida sobre su cama, esperar la llegada del sol y reanudar esa aburrida vida eterna.
Al día siguiente despertó con algunas lágrimas en sus ojos, el sueño fue que Percy se burlaba a sus espaldas en la manera que se llego a salir de Ogigia, que solamente quiso que la ninfa volviera a revivir su maldición. Que las Moiras estaban ideando otra forma de jugar con sus sentimientos; ladeo su cabeza quitándose eso de la mente, se puso un vestido corto griego para continuar con sus deberes. Cuando fue hacia el jardín miro algo asombrada que una de las semillas que había plantado ayer creció demasiado pronto, casi pensó que estaba alucinando pero era un girasol el que había florecido.
-¿Como...?-. En aquel momento su voz se corto al escuchar a alguien acercar por el bosque tropical.
-Creo que debí seguir el camino que conducía a tu jardín en vez de pasar esa selva-. Se ordeno su cabello rubio, la ninfa esperaba una visita pero no esperaba que su dios "menos favorito" llegará; Apolo, el dios del sol, la música, medicina y otro epítetos llegara a su isla con su humor que para ella era insoportable.
