Esta es una historia escrita por Kyra4 que yo me he limitado a traducir con su permiso. Si queréis leer la historia en su lengua original, el inglés, podéis pinchar aquí: http : // www . fanfiction . net / s / 2773664 / 1 / Tear_You_Apart
ADVERTENCIA: Es de rating M por contener escenas sexuales y violentas.
CAPÍTULO UNO
La estaba observando.
Otra vez.
Joder. Odiaba mirarla- odiaba que tuviera ese tipo de poder sobre él.
Asquerosa sangresucia.
Orgullosa sabelotodo.
Arrogante Gryffindor.
Ella era el enemigo- no- ni siquiera el enemigo. Ella no debería siquiera permanecer en su mente. Su padre le había dicho- borracho la misma noche que le soltaron de Azkaban- que incluso los enemigos merecían respeto, siempre y cuando fueran dignos adversarios. "El chico Potter, por ejemplo," había farfullado Lucius sorprendiendo a Draco, ebrio y amargado por su encarcelamiento, pronunciando las palabras que, en caso de que el Señor Oscuro supiera que las había dicho, le habrían proveído un castigo peor que la muerte—"El chico Potter, hijo. Él es un digno adversario. Le ha estado tocando las narices a nuestro Señor desde que era un jodido bebé, ¿verdad? Metió a tu viejo en la cárcel, ¿no? Y desde luego tú nunca has conseguido devolverle el golpe, ¿no es así, chico?" Se había mofado, consiguiendo que la cara de Draco ardiera de la vergüenza. "Quédate con mis palabras, hijo," había continuado Lucius, después de haber tragado otro sorbo del fuerte y ardiente licor, "llegará el día en que estemos hombro con hombro y escupamos sobre la tumba de ese pequeño bastardo arrogante. Pero te diré lo que te voy a decir ahora- él fue un digno adversario."
De modo que si el tenía que dar algún valor a las palabras de su padre- y Draco Malfoy siempre lo hacía- incluso los enemigos se merecían una cierta cantidad de respeto. Aunque no el suficiente para impedir escupir sobre sus tumbas. Granger, sin embargo- no se merecía nada de eso. Ella estaba tan por debajo de él en la escala de la sociedad mágica que apenas podía ser calificada como humana, por el amor de Merlín. Sucia, asquerosa, repulsiva... y la estaba mirando.
Maldita sea.
Desvió sus ojos hacia su propio pergamino, furioso con ella, furioso consigo mismo. Furioso con su novia, Pansy, que estaba sentada a su lado, compartiendo su mesa, y que sabía que le había estado mirando mientras observaba a Granger- podía sentir las olas de reproche que irradiaba. Ella movió su silla una pulgada hacia la derecha- alejándose de él. Gruñendo, Draco asió el borde de la silla y pegó un tirón hacia él, tan repentina y bruscamente que casi la hizo caer al suelo. Ella soltó un chillido.
"¿Hay algún problema, Sr. Parkinson? ¿Srta. Malfoy?" preguntó el Profesor Binns con voz suave, confundiendo sus apellidos como era habitual.
"No hay ningún problema, señor," masculló Draco con los dientes apretados. Pansy, a su lado, permaneció en un silencio prudencial.
Diez minutos más tarde la volvía a observar.
Era tan injusto, maldita sea. ¿Cómo era posible que esa única chica personificara todo lo que él deseaba físicamente, y todo lo que odiaba intelectualmente? ¿Había sido creada con el único propósito de torturarle? A veces lo pensaba. Como ahora. Binns había dejado de hablar para ojear algo entre sus apuntes, y Granger había aprovechado esa momentánea pausa para sujetar la pluma entre sus labios y frotarse con pesadumbre la muñeca derecha. Después, todavía sujetando su pluma con la boca, utilizó sus manos para recoger su copiosa, oscura y rebelde cabellera en una coleta en la base del cuello.
Con sus brazos levantados de ese modo, Draco pudo ver con claridad el contorno de su pecho más cercano- pequeño, alto, firme – perfecto, en otras palabras – firmemente esbozado contra la tela de su blusa blanca. Cierta parte de su anatomía saltó en respuesta, presionándose casi dolorosamente contra sus pantalones. Y todavía tenía aquella maldita pluma en su boca- chupándola ahora distraídamente mientras se colocaba algunos mechones tras las orejas. Era casi imposible de soportar – si no la hubiera conocido mejor, hubiera pensado que lo estaba haciendo a propósito para volverle loco. Aunque sí la conocía. En absoluto estaría pensando en él, y mucho menos pensaría que sus movimientos eran algo provocativos. Eso era lo realmente frustrante; la inocencia que había detrás de todo ello. Y eso es lo que quería poseer.
Eso es lo que quería destruir.
La quería en ese jodido instante, inclinada sobre la mesa con su pequeña falda levantada, delante de todo el mundo – delante de Pansy, delante de Potter, delante de ese patético Weasley (su novio, joder) quien estaba ahora inclinado susurrándole algo en el oído, con su mano posesivamente colocada en su espalda – la quería desvalida, con una de sus manos en su cintura y otra en ese increíble y ostentoso pelo suyo mientras entraba en ella una y otra vez, una y otra vez. La quería hacer gritar.
La quería hacer llorar y la quería hacer llegar hasta el orgasmo, todo de una vez.
Por las pelotas de Merlín. Necesitaba controlarse antes de que algo explotara dentro de sus pantalones. Respirando irregular y atormentadamente, se obligó a observar otra vez su pergamino. Plantando un codo sobre el escritorio, apoyó la frente sobre su mano – protegiéndose del lugar de la habitación que ocupaba Granger. Binns parloteaba otra vez. Pansy, malhumorada, se alejaba lo más posible de él sin caerse de la silla. Maldita sea. Ahora, por encima de todo, tenía que encontrar la manera de tranquilizar las cosas con ella – y rápido, porque quería – no, necesitaba – su caliente y dispuesto cuerpo en el armario más cercano justo después de clase. Bueno, poco a poco. Respirar tranquila y profundamente. Evitar la ruina de ese par de pantalones era la primera prioridad.
Dios, deseaba tanto a Granger que dolía.
Y Draco Malfoy siempre conseguía lo que quería.
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La estaba observando.
Otra vez.
A veces intentaba imaginarse cuando había comenzado a mirar a la sangresucia con nuevos ojos – con ojos hambrientos. Pero era difícil de decir, precisamente. Probablemente desde mitad del sexto curso, si tenía que decir una fecha exacta... fue cuando había comenzado a comprender que había curvas bajo esas túnicas, y ese pelo espeso y salvaje lo encontraba fascinante. Tenía algo que le llevaba a querer sumergir sus manos en él – inhalar su olor.
Sin embargo, la cosa iba mucho más atrás en el tiempo. Si tenía que ser honesto consigo mismo – y lo era, a veces, al menos – tenía que admitir que todo comenzó en el Baile de Navidad de cuarto curso. Como su boca se había abierto cuando la había visto flotando en la habitación colgada del brazo de la superestrella de Quidditch Viktor Krum. Apenas había sido capaz de quitarle la vista de encima en toda la noche.
Merlín le ayudara, apenas había sido capaz de quitarle la vista de encima desde entonces.
Se preguntó con ociosidad qué es lo que llevaría para el Baile de este año, que se celebraría en escasas dos semanas. Ese vestido azul que llevó hace tres años le había quedado muy bien. Por supuesto, le parecía ridículo que se celebrara un Baile este año- tradicionalmente estaban relacionados con el Torneo de los Tres Magos- y este año no había ningún Torneo. De hecho, no iba a haber ningún otro Torneo en el futuro debido a la muerte de Cedric Diggory en el último. Hufflepuff idiota. Se merecía todo lo que había recibido.
Pero en cuanto al Baile de este año- la administración de Hogwarts había decidido que cualquier tipo de evento podría levantar el espíritu del colegio; la moral de los estudiantes estaba muy baja ya que los ataques aumentaban y se hacía obvio que el mundo mágico se preparaba para una guerra a escala mundial. Y puesto que hubo una respuesta tan positiva al último Baile de Navidad, se había resuelto que otro sería justo lo necesario para devolverle un poco la vida al alumnado.
Bueno, Draco iría. Con Pansy colgada de su brazo. La perfecta pareja sangrelimpia. Y mientras Pansy revolotee por el lugar y sonría falsamente, asegurándose de que todo el mundo se percatara de sus ropas caras y hechas a mano y de que iba acompañada por el sangrelimpia más rico del colegio, él se encargaría de deleitarse ante la perfección física de Hermione Granger.
Esperaba que su vestido fuera corto.
Y aquellos momentos eran los capaces de que la fe en la existencia de Dios se tambaleara. Si en realidad existía un Dios, ¿entonces por qué, por qué crearía algo que era a la vez tan adorable e inferior, tan impuro? No tenía sentido. Era una tragedia- una parodia. Era la creación equivocada.
Era tan sucia.
Era tan preciosa.
La deseaba tanto.
Y ella se estaba acercando.
Estaba sentado en una mesa de las Tres Escobas con Crabbe y Goyle, era el último fin de semana en Hogsmeade antes de las vacaciones de Navidad- y estaba gozando de la paz y tranquilidad que se había ganado al dejar a Pansy en una tienda de túnicas del centro con quinientos galeones suyos en su monedero. Había seguido al Trío de Oro hasta aquí con la idea de disfrutar mirando a Granger, sin la necesidad de prestar atención a las charlas de su novia o preocuparse de que ella quisiera saber lo que estaba haciendo. Crabbe y Goyle eran la compañía perfecta para este tipo de ejercicios- mientras tuvieran cerveza de mantequilla y comida, ellos permanecerían demasiado ocupados comiendo y bebiendo para hacer nada más- aún menos levantar la vista de sus platos- dejando a Draco, por única compañía, sus pensamientos.
El trío, con Weasel, se había sentado en una mesa al final del pub. Draco y sus camaradas, que habían entrado después que ellos, se habían quedado con la única mesa libre del atestado establecimiento— justo al lado de la puerta. La desventaja era que siempre hacía frío cada vez que la puerta se abría. Pero la ventaja era que Hermione, cuando saliera del pub, tendría que pasar al lado suyo a menos de un par de centímetros de distancia. Y se marchaba ahora, sola.
Draco la había observado acercarse hacia Ron, acariciando su mejilla con la mano enguantada mientras le decía algo en el oído. Él había sonreído y asentido sin prestarle demasiada atención—ya que había estado concentrado en algo que Harry, al otro lado de la mesa, estaba diciendo. Entonces, ella presionó sus labios contra los suyos en un casto beso, y se levantó—y ahora se estaba acercando hacia él, sola y desprotegida, y ninguno de sus amigos tenía la intención de ir con ella.
Era una oportunidad de oro, y en un segundo, decidió aprovecharla. Alcanzado su capa, sacó un pequeño saco de galeones y lo plantó sobre la mesa. "Esperadme aquí. Volveré," le dijo a Crabbe y Goyle, cuyos pequeños ojos estaban clavados sobre la bolsita de dinero. No tendría que preocuparse, no le seguirían, al menos hasta que el dinero durara. Y con cincuenta galeones podían conseguir mucha cerveza de mantequilla. Cuando Granger pasó, a escasos centímetros de distancia, se levantó de la silla y la siguió.
XXX
Estaba nevando. El frío le golpeó como si fuera algo sólido; como una bofetada en la cara. Aún así, todo iba tal y como quería. La hostilidad del tiempo trabajaba a su favor, ya que había pocas personas en la calle. Y esos pocos corrían con las cabezas agachadas luchando contra los elementos. Aunque Granger todavía andaba cerca. Y resultaba que en la dirección que ella había tomado, Draco conocía la existencia de un angosto callejón entre este edificio y el siguiente.
La situación era demasiado perfecta.
Sus orejeras le impedían oír cualquier ruido tras ella. Con un simple y fluido movimiento, la agarró-rodeando su torso con un brazo, inmovilizando sus brazos, y tapando su boca con la otra mano, sofocando su grito. Con un fuerte tirón, la arrastró hacia el callejón, y aprovechando su estupor, la soltó durante una fracción de segundo—tiempo suficiente para sacar su varita. Después, la empujó para quedarse frente a ella, usando su propio cuerpo para pegarla contra la fría pared del pub.
Apenas podía creer que ella estuviera ahí- en sus brazos, a su merced. Lo había deseado desde hacía tanto tiempo. Mucho tiempo. Estaban tan cerca, que sus frentes casi se rozaban. Los dos respiraban con dificultad; ella de la sorpresa y del miedo; y él por el deseo.
Sus respiraciones se mezclaron. Merlín, su aliento era tan dulce. Cerveza de mantequilla y hierbabuena.
"Hola, Granger," dijo. Después, "Imperio."
Durante unos instantes, él no dijo nada más; se limitó a observarla, beber de ella. Ella luchaba contra la maldición, lo podía ver en sus ojos; luchaba con fuerza.
Sin embargo, era una batalla perdida.
Había recibido "clases privadas" de Maldiciones Imperdonables en el verano por parte de su tía Bella—y ella era la mejor en ese tema. Ella decía que era su alumno más aventajado, y por una buena razón—Draco tenía una natural afinidad por las artes oscuras. El Cruciatus era su especialidad, pero no tenía la intención de usar eso con Granger... bueno, hoy no, al menos. Sin embargo, podía realizar un Imperius perfectamente útil cuando la situación lo requería, y esta particular situación, en su opinión, lo exigía. (De hecho, era todo experto en una versión extraña y especialmente cruel de la maldición, el cual permitía a la víctima retener suficiente conciencia como para darse cuenta de que estaba haciendo algo que no quería hacer... y aún así no podría rechazar las órdenes.)
Tenía a Granger totalmente atrapada, y ella no iba a poder escaparse. Sin embargo, admiraba la ferocidad con la que luchaba. Lo hacía. Casi sentía respeto.
Casi.
Al fin y al cabo, ella seguía siendo una sangresucia, sin importar lo preciosa y fuerte que era. No apta para ser respetada. En realidad, era una lástima. Una jodida lástima. Si hubiera sido sangrelimpia la hubiera adorado.
Oh, bueno. De todas formas se podría divertir con ella. Era una criatura inferior, creada sólopara ser usada por sus superiores; usada y después despreciada. Y prometía ser tan divertido.
Se acercó más, hasta que sus labios rozaron levemente los suyos. "¿Qué le dijiste a Weseal antes de dejar el pub, Granger?" preguntó suavemente, con su boca moviéndose contra la suya. "Dime la verdad. Ahora."
"Le dije... Le..." todavía estaba luchando. No se lo quería decir. Draco sonrió. Sacó la lengua y perfiló las curvas de sus labios, los cuales estaba temblando por el esfuerzo. Alzó su mano enguantada y rodeó de su cuello, aplicando la fuerza suficiente para provocarla un jadeo.
"Tu miedo es delicioso, Granger," murmuró. "Ahora respóndeme antes de que me vea obligado a dañarte."
"Le dije... mmh... que iba…a comprar su regalo de Navidad— (seguía luchando contra cada palabra que pronunciaba) —y que mmm... le vería en el pub en... en veinte minutos."
"Buena chica," dijo Draco casi gentilmente. "No era tan difícil, ¿verdad? ¿Veinte minutos, no? Bueno, eso nos da, déjame ver... al menos diez minutos para jugar. ¿Quiere jugar conmigo, Granger?"
Sus ojos estaban llenos de lágrimas. Los cerró durante unos instantes- dos lágrimas desbordaron y cayeron sobre sus mejillas. "No," dijo.
"Pero lo harás, sangresucia, si te lo pido. ¿Verdad?"
"Nnnhh…sí."
"Bien. Ahora bésame. Bésame como si de verdad lo desearas; como si fuera ese patético, empobrecido y sucio novio que tienes."
Durante un largo instante ella no hizo nada—se mordió el labio, y respiró rápidamente, casi hiperventilando por el esfuerzo. Él le permitió hacerlo, estaba seguro de que al final ganaría. Y lo hizo. Ella lo dio todo; su voluntad vencida en un instante. Con un repentino grito que podría haber sido tanto de pasión como de desesperación, se tiró literalmente sobre él, empujándole con fuerza. Él acabó incrustado contra la pared de enfrente, el cual sólo se encontraba a un par de centímetros de distancia—era bastante angosto—ella le rodeó con sus brazos, y enredando sus dedos entre sus cabellos casi blancos, selló sus labios contra los suyos con una intensidad que le pilló con la guardia baja... era casi doloroso... pero respondió inmediatamente, y fervientemente.
Merlín, era increíble. Era tal y como lo había imaginado. Sus manos en su oscura melena, su nariz inhalando su fragancia a pesar de que su boca estaba... ocupada... su grito ahogado sofocado por el beso.
Sería capaz de quedarse así para siempre.
Pero tenían un tiempo límite. Así que rompió el beso, empujándola bruscamente hacia atrás, contra la pared de enfrente, oyendo como su cabeza chocaba contra la pared. Respirando con dificultad, la recogió. Ella jadeaba, con sus ojos calvados en los suyos, llorando. La miseria en aquellos ojos oscuros era exquisita.
"Quítate el abrigo," dijo con voz ronca a causa de la lujuria. "Rápido, sangresucia. No tenemos mucho tiempo."
Sus manos le obedecieron rápidamente, hurgando entre los botones de su abrigo de invierno. Ya no quedaba más resistencia en su cuerpo; él la había destruido. Sólo sus ojos mostraban realmente lo que sentía.
Una vez se desabotonó el abrigo, lo tiró al suelo, dejándolo caer sobre la cenagosa y sucia nieve del callejón. Ella llevaba un jersey cárdigan de color borgoña, hecho con una tela que Draco nunca había visto; debía de ser de origen muggle, pensó fugazmente—parecía extremadamente suave.
Ella giró la cabeza cuando él disminuyó la distancia entre ellos dos una vez más... pero a Draco no le importó; esta vez no era su boca lo que buscaba. En cambio, plantó un beso en el mismo borde de su cara, justo encima del lóbulo de la oreja, después, arrastró su boca a lo largo de la línea de la mandíbula hasta su mejilla- donde se deleitó con el sabor de sus lágrimas- y luego bajó por su garganta hasta que alcanzó su clavícula.
Ahí, justo en el lugar donde la suave tela del jersey terminaba, la marcó—chupó con fuerza su suave piel hasta que se quedó roja; un chupetón (1) que no tenía nada que ver con el amor. Sólo con el deseo, el poder, y el control.
Cuando se enderezó pudo ver como temblaba de pies a cabeza... en parte por perder el calor de su abrigo, sin duda, pero había algo más. También era sorpresa, debido a todo lo que le acababa de hacer—las cosas que la había mandado hacer a ella—y agotamiento por sus intentos de resistir el hechizo. La cogió de la barbilla con una mano, obligándola a mirarle. Su otra mano merodeó posesivamente sobre su cuerpo; sobre su torso—la pendiente de su cintura—la curva de su cadera—hasta que descansó sobre su nalga. "Dime que te ha gustado tanto como a mi, Granger."
Ella trató de sacudir la cabeza, pero él aún la agarraba. "Dímelo," dijo con impaciencia.
"Me... me gustó… nnh… ¡no!"
Draco alzó una ceja, sorprendido. Vaya... la chica aún conservaba fuerzas. "Dímelo, sangresucia," susurró.
"Me gustó—me gustó tan—nnn... —to comoatí!" Luchó tanto hasta el final y salió tan ahogado por las lágrimas, que fue casi incomprensible, pero fue suficiente para él. Sonrió.
"Muy bien, Granger. Ahora me puedes decir como realmente te sientes."
Su voz era apenas un crudo susurro. "Te odio, Draco Malfoy. Desearía que estuvieras muerto."
Draco sacudió la cabeza, sonriendo maliciosamente. "Tsk, tsk, Granger. Eso no ha sido nada amable. Y supuestamente tú eres una chica tan buena. Ahora, dime… ¿quieres que te libere del hechizo?"
"Sí," respondió entre dientes.
Draco se inclinó una vez más, por lo que sus labios rozaron los suyos como al principio. "¿Sí qué, sangresucia?"
"Sí... por favor."
"Entonces me tendrás que jurar que esto quedará entre nosotros, y tendrás que mantener tu promesa incluso después de romper el hechizo. Júrame por la vida de tu novio, que este será nuestro pequeño secreto, Granger."
Ella cerró los ojos, derramando más gruesas lágrimas sobre sus mejillas, y respirando con irregularidad. Tragó saliva. "Te juro que no se lo diré a nadie. Te lo juro por la vida de Ron."
"Buena chica." No pudo evitar plantar otro beso sobre sus temblorosos labios antes de dar un paso atrás. Finalmente, dijo, "Finite Incantatum."
Se preguntó si le intentaría pegar una bofetada o algo parecido; nunca olvidaría—o perdonaría—ese puñetazo en tercer año... y ahora mismo tendría más motivos para hacerlo. Pero no lo hizo. De hecho, apenas pareció percatarse de su presencia. Se quedó apoyada contra la pared durante unos instantes, como si fuera lo único que la mantuviera en pie; respirando dificultosa e irregularmente—después, se deslizó bruscamente sobre sus rodillas y se calló sobra la sucia nieve.
"Esto es insultante," dijo Draco suavemente, casi para sí mismo. Después, se alejó del callejón.
Había planeado dar un pequeño paseo para aclararse la mente antes de volver con Crabbe y Goyle, pero por alguna razón no podía alejarse así como así de Hermione. Parecía tan desgraciada sobre la nieve, que casi sintió algo de remordimiento.
Casi.
En cualquier caso, se retiró hasta un umbral cubierto al otro lado de la calle que ofrecía algo de protección, ya que la nieve era ahora más gruesa, y la observó desde las sombras. Solamente se aseguraría de que ella se levantaría y se pondría su abrigo. Después de todo, no quería que la chica muriese—o por lo menos, hoy no. No de esa manera, congelada sobre un charco en un sucio callejón. Sangresucia o no, ella... demonios, se merecía algo mejor que eso. Ella sabía luchar. Y además... todavía no había acabado con ella—ni mucho menos. No, este pequeño interludio sólo había conseguido abrirle aún más el apetito.
Así que esperó, y observó el callejón desde el otro lado de la calle. La nieve caía tan copiosamente, que ya no era capaz de distinguirla entre los copos. Los minutos pasaron—y estaba a punto de volver para comprobar que estaba bien, cuando ella emergió.
Tenía su abrigo puesto y abotonado, y la cabeza agachada contra el viento; su cara estaba oculta por una cortina de cabello grueso y oscuro. Se quedó allí durante un largo rato, en la calle, abrazándose—Draco no estaba muy seguro, pero parecía que sus hombros temblaban, y mucho—en otras palabras, como si estuviera llorando.
Se quedaron así durante un buen rato—ella cayó contra la pared, y alzó ambas manos hacia la cabeza, ocultándose tras ellas. Draco sintió una incómoda punzada de... algo. Durante las vacaciones, bajo la tutela de su padre y tía, y alguno de los mortífagos, había hecho cosas mucho peores—y todo esto había sido un juego de niños en comparación. Pero nunca había perdido el tiempo en ver los resultados de sus acciones... y viendo lo que acaba de ver lo estaba inquietando un poco.
Sacudió la cabeza. ¿De todas formas, por qué coño estaba llorando? ¿Qué había hecho él? Obligarle a una chica a besarle— ¿y qué? Ocurrían peores cosas en el mundo cada minuto. Si la sangresucia de Granger quería ser la reina del drama, bien por ella. Si se sentía acosada en estos instantes—mejor que esperara a la próxima vez, cuando él no detuviera el beso. Le daría una buena razón para llorar.
Se giró para marcharse.
Pero aún así no podía.
En contra de su voluntad, sus ojos se desviaron hacia la chica del otro lado de la calle. Observó como se incorporaba unos instantes después, como se limpiaba— con ira; casi ferozmente, o eso le pareció a él—con la manga del abrigo. Desapareció dentro del pub... y sólo entonces fue capaz de marcharse.
XXX
1. La traducción de chupetón al inglés es Love-bite, de ahí el juego de palabras: a love-bite that had nothing whatsoever to do with love.
El título de la historia hace referencia a la canción "Tear You Apart" de She Wants Revenge (la recomiendo ^_^)
