Bakugou metió la llave en la cerradura de su puerta y la giro lentamente como no queriendo despertar a quien estuviera dentro aunque no compartía habitación con nadie, escucho el suave clic y sintió moverse el mecanismo, los engranajes giraron hasta acomodarse y permitir el acceso, dio un paso al frente y otro de costado de manera que pudiera cerrar con facilidad, con lentitud empujó lo hoja de madera y se cerró con otro clic, luego se dirigió a su cama y se sentó, separo un poco las piernas, puso su cara entre sus manos y recargo sus codos en sus muslos. Aún no sabía qué hacer con la maraña de pensamientos que le nublaban la mente.

Recordó los ojos dispares de Todoroki que lo miraban como si pudiera leerle el pensamiento, el suave cabello que caía sobre su frente que olía a jazmines y a té verde y que le hacia cosquillas en la piel y en el pecho, la fuerte colonia que se le colaba por la nariz cortándole la respiración, pero por sobretodas las cosas, recordaba esos labios carnosos y rosados, los cuales, si Bakugou le ponía nombre al color sería bermellón. Eran suaves, más que la respiración de Todoroki mientras dormía, más que los dedos de su mamá cuando se enterraban entre su rubio cabello infantil, más que el gato que había acariciado justo esa mañana. Eran tibios como una taza de cocoa en una noche de otoño, tibios como los dedos de la mano con la que Shouto dominaba el quirk heredado de su padre, tan tibios y tan agradables y Bakugou no había sabido lo mucho que había querido besarlos hasta que ya estaba hecho y se fundían con los propios en una danza que primero fue tímida para seguir con torpeza y acabar en algo ardiente que amenazaba con llevarse eso que Bakugou había guardado celosamente por años.

Para cuando se dio cuenta, su cara estaba roja y escondida entre sus dedos, él se preguntaba la razón por la cual Todoroki no lo había apartado cuando algo duro comenzó a crecer entre ambos, había sido el Katsuki mismo quien había alejado al otro al verse incapaz de detener la reacción de su cuerpo y acabar huyendo y atrincherándose en la seguridad de su habitación.

Entonces un pensamiento fugaz cruzó su mente: Ojalá pudiera embarazar a Todoroki.